Por Liliana Velandia Calderón*
Crédito de la foto (izq.) Versátiles Ed. /
(der.) foto de la autora
Poesía centrípeta.
Sobre Descartar la verticalidad (2024),
de Esther Pardo Herrero**
Leíamos a Sylvia Plath
con enorme admiración
y deseando con fuerza
no seguir su camino.
Esther Pardo Herrero
Como quien nos muestra sus experimentos, sus reflexiones epistemológicas y filosóficas tras cada performance newtoniana, leemos el último libro de la poeta colombiana Esther Pardo Herrero.
Imagina que sostienes en tu mano el extremo de una cuerda, en reposo parece vertical. Ahora levanta tu brazo y ejerce sobre ella gran fuerza circular. Descartaste esa verticalidad, ahora tensa en el viento gira horizontal gracias a la fuerza centrípeta que le imprimiste.
Asimismo, fue por la primera ley de Newton que volví al libro de Esther, interpelada por la fuerza centrípeta que descubrí en la poesía de Descartar la verticalidad, y terminé convencida de recomendar su lectura.
Por momentos el libro parece contradictorio, no hay unidad pensé en la primera lectura. Habla de la vida, de la muerte, del deseo, de la maternidad, de la paz, de la lucha y del cansancio. Pero fue una rápida e ingenua apreciación, ya lo dijo en el prólogo del libro la poeta cubana Eilyn Lombard, este libro descarta cualquier acción divisoria, “Esther parece proponer oposiciones de imposible coexistencia (…)”. Parece, porque no se puede hablar de la vida sin la muerte y viceversa. De la lucha sin el cansancio y del cansancio que alimenta la lucha. De la ambigüedad del deseo o de la maternidad. Del movimiento y la quietud, otra vez la física.
La fuerza centrífuga y centrípeta son dos caras de la misma moneda, depende del lugar en donde te ubicas. Esther nos convoca al movimiento en su libro, acudimos al recorrido circular, a la quietud en forma de mirada o muerte y otra vez al movimiento: A veces siendo la cuerda, a veces ejerciendo la fuerza, a veces mirando desde afuera.
“Entre unos y otras/ se abre un espacio/ nuevo/ innombrado/ por donde circula/ una historia/ que pide/ a gritos/ tener voz”. Esther convierte el gesto, la danza, el sexo, el parto en poema. Sólo aquel ser que se reconoce en movimiento sabe que esa es la única constante en el mundo. Las historias, los cuerpos, los deseos se mueven.
Pero este yo poético lejos de erguirse sobre sí mismo se expande y multiplica. Horizontal se inclina ante los otros y las otras, se reconoce colectiva y vulnerable: “Otras miradas/ miran por mis ojos/ me atemorizan/ me encierran en laberintos (…)”, pero lucha contra las imposiciones sociales y biológicas: “Me convertí en madre./ Gestando sus vidas/ aún indefensas/ gestaba también la muerte/ de todo aquello/ que ya no viviré”. Lo sabe, ni un ápice de ingenuidad: “Soy la búsqueda/ y la estrategia/ de la huida.” Sabe que hay fuerzas fundamentales contra las que es fatuo pretender huir, como lo es huir del propio deseo o de la gravedad.
Nuestro planeta tiene una fuerza fundamental que llamamos gravedad: una fuerza centrípeta que tarde o temprano nos obliga a la horizontalidad a la muerte definitiva. Mientras tanto podemos ir y venir con mayor o menor gusto a descartar la verticalidad, pero para poder pasar de ella hay que probarla y sopesarla, y con mucho atino Esther Pardo nos obliga a ir y venir para darle la razón. Imaginar la muerte como una bella fusión con la tierra alivia, ser hummus en lugar de soldado.
Notoriamente seducido por el sueño de su autonomía y postulado como íntegro, el sujeto moderno aguanta de manera tozuda sobre sí mismo, se alza sobre la línea derecha y vertical de una construcción que le asegura la solidez de un baricentro. Tanto el soldado que saluda como el superviviente de Canetti, como también el yo kantiano de la moral, están derechos.[1]
Una vez descartada esa verticalidad de soldado, esa moralidad egocéntrica y racional, Esther encuentra en una voz ecofeminista un descanso. Entonces, aparecen las respuestas para aquellas admiradoras de Sylvia Plath. “Me abrazo a la tierra/ y en ella descanso./ Me rindo/ y canto alabanzas”. “Descartar/ la verticalidad/ y recuperar/ el suelo”. Sólo fluyendo entregada al movimiento de la madre tierra, centrípeto y horizontal, es/ son semilla y raíz.
Como si fuera la propia tierra quien nos habla, leo su poema: “Adentro/ produzco anticuerpos/ que a mí misma/ me atacan (…)”, y de seguir siendo culpa e inmoralidad ecocida terminará todo igual que termina el libro: “Ha muerto lo que cierra las ventanas”. Ninguna fuerza externa, ni orgasmo o deseo, que pueda acompañar el pulso centrípeto de nuestro planeta. Así que, leer el libro de Esther es una experiencia poética necesaria de ser vivida, una lectura para fundirnos en la fuerza de Gea.
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[1] Cavarero, Adriana (2019). “Inclinaciones desequilibradas”; Papeles del CEIC, vol. 2019/2, papel 211, 1-12. (http://dx.doi.org/10.1387/ pceic.20878).
*(Bucaramanga-Colombia, 1989). Poeta. Docente, escritora, actriz y performer. Licenciada en Español y Literatura y magíster en Escritura Creativa. Fue ponente en congresos de literatura y educación. Ha publicado artículos académicos, publicaciones periodísticas y poéticas. Desde 2010 se desempeña como profesora en diferentes niveles y modalidades de formación en Colombia y Argentina. Formó parte del colectivo de teatro performático La Jauría. Coprodujo el ciclo y proyecto editorial Parranda poética, para divulgar la poesía colombiana migrante en Argentina y formó parte del equipo editorial de la revista de poesía y cultura La Primera vértebra (Perú). Ha publicado en poesía Arthropoda (2018, reed. 2021).
**(Bogotá-Colombia, 1985). Poeta. Licenciada en Sociología y Arteterapeuta. Obtuvo el Premio de poesía en el XV Concurso Literario Bonaventuriano de la Universidad San Buenaventura (Cali, Colombia, 2019). Desde 2018 coordina el club de lectura de poesía El instante raro y forma parte del colectivo de lectura performática A Tres Voces. Trabaja en el ámbito de los derechos humanos y de la intervención a través del arte y el proceso creativo como elementos terapéuticos para la transformación personal y colectiva. Ha publicado en poesía Diario de ciclos fértiles (2017) y Descartar la verticalidad (2024); y es autora de las piezas Muertos del agua y el videopoema Animal.