Por Rodolfo Häsler*
Crédito de la foto (izq.) Huerga y Fierro Ed. /
(der.) www.adriana.lahuelladelgato.com
Sobre Del otro lado (2017),
de Adriana Hoyos
Adriana Hoyos** ha ido llevando a cabo una obra poética sólida desde el año 2009, cuando comenzó a publicar, si bien su labor creativa abarca otros campos, puesto que es además cineasta, productora y gestora cultural, ocupaciones todas en las cuales ha vertido su fina sensibilidad. Centrándonos en el campo de la poesía, la autora es hoy un nombre indispensable tanto en España, donde reside, como en América Latina, ya que es bogotana de nacimiento. La eclosión de poetas que ha tenido lugar en la última década, fenómeno que a veces se deja sentir más en cantidad que en calidad, se redime con nombres como el suyo.
Habiendo leído su obra prácticamente a medida que salía publicada, lo cual no siempre resulta fácil para aquellos a los que nos interesa la poesía latinoamericana, me atrevo a decir, como primer elemento a destacar, que Del otro lado es el mejor libro de Adriana Hoyos. Su particular universo temático, su estética tan personal, reconocible siempre, muestra en esta nueva entrega una mayor distancia entre el sujeto y el objeto de mira elegido.
A veces la poeta vuelve sobre lo que ha vivido, acumulado tiempo atrás, y lo reconstruye mirando el poso que deja en la conciencia lo que ha sido y ya es otra cosa, con el sentido que adquiere después. Y en esa recreación brota un despunte de luz, luz oblicua o luz transversal, luz de la palabra que hacemos nuestra, como lectores. Es la luz de la creación que desemboca en la emoción, de la que nos hace partícipes. Adriana Hoyos abre el libro con un epígrafe revelador:
Tú que sientes la caída rotunda de los cuerpos
Tú que bebes con la misma sed de sustancia infinita
Zarpa en este barco hacia aguas profundas
Al fondo de ti mismo.
Estos versos nos invitan a viajar a través de las cinco partes que conforman el volumen: «A este lado del paisaje», «Tierra de nadie», «Del otro lado», «De alrededores y más allá» y «Tránsitos». Los mismos intertítulos entrañan desplazamientos, cambios de perspectiva, búsquedas, encuentros y desencuentros. Es un viaje interior que demanda una complicidad por parte del lector, haciendo de él un nuevo Ishmael que acompaña a la capitana Ahab en su obsesiva lucha contra la ballena, que en este caso es tanto la página en blanco como la vida en blanco.
La primera parte, «A este lado del paisaje», es el muelle desde el cual se mira hacia tierra firme, en donde crecen los árboles de la memoria. Esos árboles que han arraigado entre las piedras de la existencia, cuyos frutos redimen el instante:
Cuando cierro los ojos
Estás justo a mi lado
Es un tiempo distinto y me amas
Es ahora y sé que aún me amas
La segunda parte, «Tierra de nadie», nos mueve a pensar tanto en el punto de origen de su peregrinación como en el no lugar del que ahora se declara habitante. Sus múltiples mudanzas, de barrio, de ciudad, de país dejan de ser meros traslados físicos para convertirse en pasajes del alma que la llevan a ser «de todas partes y de ninguna», como ella misma nos lo confiesa:
Flor que naces en los bordes del abismo
Tu danza es de todas partes y de ninguna
Nos fuimos para no regresar
Nos fuimos para no recordar
Con el pecho comprimido
La risa entre risas agarrotada
Aprendimos a ser de todas partes
Y no fuimos de ninguna
La tercera parte, «Del otro lado», que da nombre al libro, nos habla de la propia materia del poema, la palabra, y de su proceso creativo:
Toda palabra esconde otra palabra
No pronunciada
Ni siquiera escrita
Quito velos que ofuscan
Tan sólo un instante
Espero hacerla mía
Mas siempre queda una palabra
Que obstinada se resiste
Se resiste a ser borrada
La cuarta parte, «Del alrededores y más allá», aborda la muerte, el desvanecimiento de la imagen capturada a través de la cámara o de la mirada que intentan traspasar los límites de lo puramente cotidiano:
Repaso la imagen
Me detengo en el gesto
Aterrada descubro
La fisura sutil
Por donde huye la vida
En la quinta y última parte del libro, «Tránsitos», Adriana Hoyos nos muestra las cicatrices de su travesía. Son constelaciones de dos o tres líneas, como si poco a poco la propia materia del poema, se hubiera cerrado sobre sí misma, dejando a la vista del lector vislumbres de lo que ha sido:
ABRIRÉ LA VENTANA al mismo cielo
¿Seré la misma para los mismos ojos?
Recogeré en mi voz todas las voces
*
AHORA QUE SÉ con certeza que no ocuparé más este cuerpo
Quisiera atrapar en el lenguaje la eternidad del instante
Registrar la experiencia sentimental del pensamiento
La estética de Adriana Hoyos sobrevuela un paisaje siempre amenazado de ruina o enfrentado a la inminencia de su destrucción. Su poesía es un deambular sin fin sobre cristales rotos. Eso es lo que una y otra vez vislumbro cuando leo su obra: cristales rotos alrededor del fin, fin de un todo, y muerte, que se proyecta en un cristal roto:, balcones vertiginosos, abismos, pretiles que atraviesan sus poemarios, como una tentación. Pero, como planteábamos antes, son estos mismos cristales los que clavan sus destellos en nuestra mirada. Son los destellos del instante, de la cotidianidad que brilla cuando la poeta trabaja su memoria.
Esa fracción de tu mirada
Congelada en el blanco puro
Al extremo mismo de la nada
Estos versos suyos podrían definir el lugar de su poética: el espacio que surge entre la desaparición de algo y la supervivencia del deseo. La poeta hace en este libro una apuesta mayor por la materia lírica, se enfrenta decidida al deslumbramiento de lo bello misterioso, y a la posible transformación, interior y física, que la belleza conlleva, aunque perecedera.
Para terminar, quiero recalcar la pertenencia de Adriana Hoyos a las dos orillas de la lengua española. Si la lengua hizo un camino desde aquí hacia el otro lado del océano, es allá, en su variedad, donde se completa su verdadera dimensión, y ha sido así desde Darío. Cuando uno se adentra en ese inabarcable espacio de creación, siente enseguida una mirada sin prejuicios retóricos y un atrevimiento que rompe moldes. Eso se advierte en la poesía de Adriana Hoyos, que sobrepasa los límites geográficos de su nacimiento. Este nuevo libro, Del otro lado, es su libro de esplendor.
*(Santiago de Cuba – Cuba, 1958). Poeta. Ha publicado en poesía Poemas de arena (1982), Tratado de licantropía (1988), Elleife (1993), De la belleza del puro pensamiento (1997), Poemas de la rue de Zurich (2000), Paisaje, tiempo azul (2001), Antología poética (2005), Antología de Tenerife (1982-2007) (2007), Cabeza de ébano (2007) y Nueve gacelas por el monte Líbano (2014); además de las plaquettes Okantomí (1994) y Mariposa y caballo (2002).