Por Horacio Castillo
Crédito de la foto (izq.) Ed. Bajamar /
(der.) la autora
La música de la poesía.
Sobre Cuando rompe la mar (2024),
de Alba Irene González*
En el origen, mucho antes que la palabra pudiera quedar fijada a través de la lengua escrita, la poesía era poesía oral, poesía para ser recitada, cantada y acompañada de instrumentos musicales. Es decir, música y poesía tienen un largo vínculo entre sí, han ido de la mano a lo largo de toda su historia. Quizás el ejemplo antiguo más conocido que tenemos es el de Homero, el poeta ciego que compuso la Ilíada y la Odisea y recitaba las epopeyas de los dioses y héroes griegos acompañándose, suponemos, de la cítara. Pero aquí queremos referirnos a dos aspectos en que la música y la poesía se vinculan con la autora del poemario Cuando rompe la mar: el primero es que Alba no es sólo poeta, sino una eximia pianista, y quienes han tenido la oportunidad de presenciar su proyecto poético musical, ejecutando ella misma las piezas en piano y el recitado de sus poemas, han podido advertir la fuerza y la intensidad artística propia de esta sumatoria de artes. El segundo aspecto en que la música se vincula con el presente libro de Alba, se refiere ya más específicamente a la poesía en sí, a lo que llamaremos la música de la poesía, es decir, cómo los versos adquieren estructura y musicalidad.
Pero antes conviene aclarar que el presente poemario no es un libro sobre la música, aunque la música aparezca, por ejemplo, de la mano (o la voz) de Janis Joplin. Tampoco es un libro sobre el mar, aunque el mar sea el escenario de alguno de sus poemas. Digamos por el momento que la música es la estructura de estos poemas y el mar un simbolismo en movimiento, la metáfora de su contenido.
Cuando rompe la mar es un libro en que la música se manifiesta en una faceta o dimensión muy particular. Es que cuando el lector, en su propio silencio lee este libro, advierte que su poesía, sus versos, sus poemas, contienen también una música. Pero es esta una música, digamos, sin sonido. Esto es así porque la poesía de Alba González tiene un ritmo, un ritmo como la respiración, como el mar y ese ritmo (en este caso hecho de palabras y silencios, de versos y encadenamiento de versos), produce, o mejor dicho crea una música, aquello que llamamos al comienzo, la música de la poesía.
Es así que los poemas de Alba, como piezas musicales, culminan en un verso de mucha potencia, con una imagen poética que cierra como un golpe, como un acorde dramático, produciendo finalmente una armonía, es decir, un equilibrio de palabras.
y tiene la certeza que de haber nacido hoy, aquí, en este mismo sitio,
solo podría ser
testigo del naufragio
o poesía.
Luego, cuando el lector culmina el poema, ingresa como en una pausa, en otro ritmo y otro tempo para escuchar aquello que, en el poema, habla en silencio. Esta idea queda bien expresada en el poema “Cuentos de Sarawak”:
Ahora el silencio es quien tiene la palabra
Si se decide a hablar, lo hará en voz baja
El presente libro de Alba se encuentra estructurado en dos partes: El murmullo del agua y Cuando rompe la mar. Se intuyen ya desde los títulos dos intensidades, dos fuerzas o potencias poéticas, dos movimientos podríamos decir, in crescendo: del murmullo al estallido. En la primera parte, los poemas aluden a las huellas de aquella zona que todavía habla desde un lugar lejano pero perdurable: es el murmullo intenso y contundente del territorio de la infancia. Destacan aquí poemas como “La hoja azul del limonero”, “La niña de los cabellos rizados”, “La altura de los árboles” y el maravilloso “Los columpios” entre otros:
Ignoro en qué momento
olvidamos el impulso de intentar
parecernos a los pájaros
Luego, en la segunda parte (Cuando rompe la mar), como otra forma en la que Alba manifiesta su poder creativo, la poesía estalla como el mar, pero lo hace ya no en aquel tiempo de la infancia sino en el tiempo al que han llegado el amor y el desamor, el deseo y el dolor. Todos estos afectos y sentimientos que son también la huella de lo vivido, están estructurados como escenas que se despliegan y dan forma a los poemas.
Sé de la soledad de los nombres propios;
su aliento silbando en mi nuca eriza la noche.
El lector, atento a su sensibilidad, escuchará a través de los poemas de Cuando rompe la mar, una melodía poética de gran fuerza e intensidad, el murmullo o el estallido del mar.
No es casualidad que esta fuerza poética enraizada en las propias vivencias y en la diversidad de afectos que ellas producen adquiera una presencia predominante en su poesía: Alba, además de poeta y pianista, es psicóloga, es decir, trabaja con la palabra para nominar los afectos y los conflictos que los seres humanos atraviesan y sufren.
En este sentido, muchas veces se ha hablado de la función o el carácter terapéutico de la escritura. Es decir, de cómo aquel proceso creativo asumido a través de las palabras, al final permite cierto alivio al dolor. Alba, como psicóloga, sabe que las palabras ayudan a acompañar y a veces mitigar un poco ese dolor, aunque no logren eliminarlo. Pero es justo decirlo también, Alba como poeta, sabe que las palabras y la poesía, tal vez permitan, al menos, construir una trama de sentidos que nos contenga, un regazo simbólico que nos cobije:
en el mar
siempre se refleja el cielo.
En este trayecto del murmullo al estallido, adviene la poesía. Quizás Alba, como si fuera una imaginaria figura a orillas del mar que escucha su incesante sonido, ponga palabras ya no sólo a lo que viene de afuera, al mundo exterior, sino que abra la ventana de su propio ritmo, de su sentir, la música que el mar ha convocado. Pero nuestro interior, lo vivido, igual que el mar, puede ser calmo o a veces devastador y doloroso. Sobre este espejo metafórico transita Cuando rompe la mar, libro que Alba González acaba de publicar en 2024 a través de la Editorial Bajamar.
*(Barcelona-España, 1988). Poeta. Licenciada en Psicología con formación sanitaria especializada. En la actualidad, se desempeña en un Centro de Salud Mental de Adultos de Barcelona (España). Ha cursado piano clásico y está finalizando el grado profesional de Piano moderno en el Conservatorio del Liceu (España). Compagina la psicología y la música con la escritura. Ha recibido varios premios, participado en lecturas poéticas y colaborado en las revistas Almiar, Irredimibles, La veu de Torre Llobeta y Mensa España. También participa mensualmente en el programa Radio Nadie al volante. Ha publicado en poesía Detrás de los espejos (2023) y Cuando rompe la mar (2024); y algunos de sus poemas se publicaron en Voces Nuevas (2020).