Sobre «Cuando muere la niebla» (2022), de Nilton Maa

 

 

Por Christiane Félip Vidal*

Crédito de la foto (izq.) Ed. Trotamundos /

(der.) Carlos Chong

 

 

Sobre Cuando muere la niebla (2022),

de Nilton Maa**

 

 

Al anunciar en Facebook esta presentación, Nilton escribió: “Cuando muere la niebla” nació en un intento de fusionar mi trabajo en literatura tusán con mi experiencia de vida como hijo del barrio de Collique”.

Retomaré 2 palabras: “Collique, Barrio”.

Collique, barrio de Comas, que sube por los cerros en un entramado de caminos de tierra y escaleras de piedras, considerado como uno de los más pobres de la capital, es el escenario donde se desarrollan hechos de violencia alrededor del cual gira la novela.

Como todo barrio, es un espacio con características propias, agrupaciones antagónicas, pues están los que se dedican a la organización vecinal y están los que tienden a romperla. Pero “El barrio está siempre ahí. Lo lleva uno en el pecho y nunca se olvida”, declara uno de los personajes.   

Es también el espacio donde, entre familia y amigos, el niño y joven se construye: el espacio de las primeras amistades, los primeros amores y primeros conflictos.

Y, en un entorno negativo, lo que le da seguridad al adolescente es la pertenencia al grupo, a la collera, la patota.

Según el tipo de barrio, los juegos inocentes, las reuniones en el parque, en la vereda de siempre, fumando el inevitable troncho, se convierten en peleas y la collera se vuelve pandilla, una más entre todas las que asolan los distritos más populares de la ciudad, aquellos donde la pobreza y la desadaptación social van de la mano y en los que no se avizora ningún porvenir alentador.

Es en este escenario que se desarrolla la última pelea de la pandilla los Rebeldes, un grupo de adolescentes, cuyo jefe es el Bacho, unos años mayor que los demás.

Cuando muere la niebla empieza con la breve narración de un hecho ocurrido en la infancia durante un inocente juego: las escondidas, cuyo final anuncia ya los elementos que conformarán el universo del grupo en la adolescencia: el liderazgo, la valentía, la burla, la sexualidad, la violencia y la marginación.

Liderazgo del mayor, del más atrevido con el apoyo de la mancha que lo admira; y marginación del Chino, no por sus rasgos asiáticos, sino por ser considerado “maricón”, el peor calificativo para adolescentes que ven en la masculinidad su mayor identificación.

 

 

A diferencia del Chino, sensible y ensimismado, los pandilleros no sueñan con formar una linda familia porque saben que, sencillamente, eso solo existe en las telenovelas, sino que se emborrachan en el billar, putean y se enfrentan a otras pandillas con puños, palos, fierros y picos de botellas.

Tampoco lloran, ni por los golpes recibidos, ni por la madre muerta, ni por el padre enfermo, ni por el abandono afectivo y material en que se encuentran.

Soñar y llorar no es de hombres.

Pero resulta que Cuando muere la niebla es una historia de contrastes.

En ella alternan luces y sombras, y las apariencias engañan.

En medio de la hostilidad y violencia está la junta de vecinos que cuida del parque, está el recurso solidario del comedor popular o de la pollada, están los vanos intentos de algunas madres para evitar influencias negativas, está el marginado Chino que será el único en actuar frente al drama, y está esta pandilla de los Rebeldes que compensa para los adolescentes lo que sus familias descompuestas no les pueden dar.    

Los pandilleros quieren ser pero no son y, por más envalentonados que se sientan al pertenecer a un grupo temido y jueguen hasta la muerte a ser adultos, tras su violencia se esconde la fragilidad de los niños que añoran la pérdida de un afecto familiar y lloran a escondidas.

El logro de la novela es entonces mostrar cómo cada uno de los personajes, en su intimidad, es otro; como cada uno, en su individualidad, es en realidad reflejo de todos, con su fuerza y debilidades, con sus esperanzas y sueños truncos.

Para ello, el autor recurre a la polifonía, con siete capítulos en los que cada protagonista narra en primera persona el mismo hecho.

Si bien este procedimiento multiplica los puntos de vista y funciona como el caleidoscopio de una muerte, sirve sobre todo para adentrarse en la mente de cada uno y develar sus sentimientos respecto, no solo al hecho del que fueron partícipes o testigos, sino a su situación personal, a su entorno familiar disfuncional, al mundo que los rodea y rechaza tanto como ellos lo rechazan y a cuánto y cuántos han perdido en tan pocos años de vida.

Porque Cuando muere la niebla es también una historia de pérdidas. Nadie se salva.

(Cito): Mi infancia terminó./ Así murieron mis días como uno de los Rebeldes/ Desde entonces no pude ser el mismo/ Ese duelo que nunca termina.

Y como si no fuera suficiente, la pérdida va acompañada de un sentimiento de culpa: culpa al descubrir la sexualidad en un contexto de violencia, culpa por no haber actuado, culpa por el padre muerto, culpa por el hermano menor abandonado, culpa por ser lo que son: unos rebeldes sin causa frente a una sociedad que no tiene nada que ofrecerles.

Pese a que la historia se desarrolle en un barrio marginado, con protagonistas marginados y hable de inocencia perdida, soledad, violencia, traición y muerte, el autor supo evitar el dramatismo.

Usando elipsis, franquea con talento las etapas, pasando de la niñez a la adolescencia y de la adolescencia a la adultez y el monólogo de algunos protagonistas contando lo que pasó el día de la pelea, concluye en une suerte de epílogo sobre lo que, en el presente, se han vuelto.

La narración, de tipo descriptivo cuando se centra en la acción, se ve interrumpida por fragmentos de introspección dando paso a un tono intimista con una sobriedad e imágenes que delatan al poeta que es el autor y que reflejan con pinceladas suaves la nostalgia de lo perdido.

En su poema Vuelo de aves, dos versos me interpelan “Donde la niebla se esconde/ va muriendo el atardecer”.

Niebla, soledad y muerte: ese mismo ambiente que destila la novela.

Sin embargo, como dije anteriormente, Cuando muera la niebla es una novela de contrastes.

Y pese al drama que afecta a todos, está el arte como un acto de salvación, agradecimiento y recuerdo.

Sin que haya escapado del todo a sus demonios, uno de los Rebeldes, ya adulto plasma en libros y cuentos lo ocurrido.

Y, en la pared de la casa del Chino, en señal de agradecimiento por su ayuda sin embargo inútil, un graffiti, (este arte callejero de protesta y denuncia), representa al líder de la pandilla, el Bacho, cuyos ojos (cito) ”observan inmortales aquella calle que se quedó con sus sueños.

 

El narrador Nilton Maa

 

No se dejen engañar por el tamaño del libro, por su inofensiva apariencia.

Cuando muere la niebla es una novela que, como la pandilla de los Rebeldes, pega, una novela que duele porque denuncia: denuncia la violencia, la marginación, la pobreza que lleva a dramas familiares, y a la evidencia de que, como lo concluye un personaje: la justicia no existe para los pobres aunque algunos tengan (cito) “la esperanza de poder salir de toda esta mierda”.

El realismo de la novela se nutre del conocimiento que el autor tiene de este espacio urbano marginado donde vivió su infancia, de la psicología de su gente, de su forma de hablar, de la interrelación de sus habitantes, lo cual le otorga acentos de una innegable autenticidad.         

Por eso es que, si Cuando muere la niebla no deja indiferente, es también porque es el retrato de nuestra sociedad.

 

 

 

 

 

*(Perú, 1988). Poeta, escritor y narrador oral. Hijo de padre chino y madre peruana, ha explorado su sensibilidad artística en la fusión de ambas culturas. Estudió Artes escénicas en la escuela de expresión y arte Augusto Boal. Es creador del canal de YouTube Presencia Oriental, para mostrar las expresiones artísticas de integrantes de la comunidad tusán (descendientes de chinos en el Perú). Gestiona el podcast Poesía Tusán y el blog literario Nilton Maa, donde difunde material de artistas de diversas disciplinas pertenecientes a la comunidad china. Ha publicado en novela Imperio de Sombras (2020) y Cuando muere la niebla (2022); y en poesía Mientras caen mis hojas (2021).

 

 

 

*(Francia). Escritora. Magíster en Literatura Iberoamericana por la Universidad de Montpellier (Francia) y en estudios de Didáctica de las lenguas por la Universidad La Sorbona (Francia). Ha publicado en cuento Descuentos (2004), Soltando gallos (2008), Basta, 100 mujeres contra la violencia de género (2012); en novela El silencio de la estrella (2009, 2015), El canto de los ahogados (2012), La flor artificial (junto a Sophie Canal, 2016) y Los espejos opacos (2018); y en perfiles Mujeres en conflictos (2021) y Hacedores de espanto (2022).

 

 

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