Por Joaquín Fabrellas*
Crédito de foto (izq.) Vicente Almazán /
(der.) Ed. Contrabando
Sobre Cuaderno de campo (2020),
de Francisco Ferrer Lerín**
Reproduce este libro en la portada, (la libreta auténtica es la número XI, y abarca el periodo que va desde 3-V-80 hasta el 23-XII-80), uno de los cuadernos originales, con pequeñas variaciones, que utilizaba el ornitólogo Ferrer Lerín para sus observaciones en el campo, especialidad, como sabemos, que lo ha acompañado toda su vida, y que sigue practicando a diario en su modalidad de birdwatcher.
Es un guiño a la introspección la inclusión de dicha portada, porque lo que nos va a mostrar el Cuaderno de campo es, precisamente una intimidad, un diario sentimental del poeta que habla con el lector, porque la originalidad de esta obra consiste, en mostrarnos una serie de entrevistas, (abarcan desde 2005 hasta 2019), recogidas y seleccionadas por el editor Miguel Blasco, que ha ido desmigando el contenido de las mismas y que nos ha ofrecido, a modo de antología, (lo más novedoso de dichas entrevistas en este formato, es que presentan solo las respuestas del entrevistado, gran parte de estas entrevistas se realizaron por escrito, excepto las de Félix de Azúa, Fernado del Val, Elena Hevia, Coral Pastor, Vicente Rubio y Manuel Terrado, como se recoge en la sección final de Materiales), seleccionando las partes más destacables, aquellas que confiesan los procesos líricos, el aprendizaje, las influencias y las obsesiones lerinianas, mostrándonos, al lector general y al estudioso, el camino seguido, la explicación de la heterodoxia de su obra. Lo que convierte este Cuaderno en un largo monólogo del autor frente al público. El libro se construye como una mezcla de aforismo, dietario y diario personal, todo muy en la línea leriniana.
Acompañada la edición de excelentes fotografías que señalan el rictus de su rostro, la intrahistoria de la vida de Lerín que pasea por las calles de Jaca, o nos muestra al autor en la intimidad de su casa, o en los exteriores que tanto deben a su Arte Casual, mientras nos enseña el cementerio de Jaca, (lugar predilecto de nuestro autor), la mirada desafiante y su figura a contraluz, ese dandismo omnívoro tantas veces señalado, o el Ferrer Lerín que mira por los prismáticos los buitres ascendiendo por las corrientes térmicas que desafían al Oroel. Acierto de Ruth Barrachina.
Si bien el autor es conocido por su heterodoxia, y por su calidad intradiscursiva y agenérica, ya que, en sus libros, se vierten tanto la poesía, el relato, la micronarración, (llamado Caso), sin diferenciar las normas de lo canónico, supongamos que Ferrer Lerín es un insurrecto; otro de los géneros en los cuales destaca es la entrevista escrita, como género capaz de organizar el recuerdo y describir el proceso sentimental de su vida y su obra. Toda respuesta en Ferrer Lerín es un hallazgo.
Dividido en diez secciones, las siete primeras atendiendo a la organización temática de la obra del poeta, dos más, donde hay un posfacio de Wences Ventura, y el material de donde se han recogido las entrevistas, una suerte de bibliografía que organiza el libro entero. Además de una breve Nota biográfica.
Sin embargo, desde el punto de vista del contenido, no puede pasar desapercibido este volumen, ya que es el propio autor el que nos cuenta de primera mano, todos los puntos conflictivos de su agitada vida y obra. Sobre todo, ciertos aspectos que no pertenecen a la narratología hegemónica que rige su vida desde su vuelta a la escritura y a la edición.
Algunos aspectos, como la no inclusión en la conocida antología de Castellet, por ser uno de los más repetidos por la crítica que él explica aquí por un paulatino distanciamiento con los ideales urbanitas del resto de miembros “novísimos”. O la desafección y separación que hay entre Naturaleza y su propia obra, o la tan llevada supuesta metaforización de sus aves predilectas, los buitres que, en ambos casos, según explica el poeta, no se entremezclan en su obra, no les concede mayor importancia que la que tienen cada uno en su lugar, es decir, Naturaleza y aves, no le sirven como correlato ni como símbolo en su obra, no hay que buscar significados ulteriores en esos dos temas.
La heterodoxia radical de Lerín procede tal vez de su alejamiento de las corrientes líricas principales a lo largo de su primera etapa: 1964- 1987. Alejado de la poesía social, y del postromanticismo simbolista triunfante. Influenciado principalmente por autores extranjeros: Perse, Pound, Rimbaud, Tzara.
Así nos va contado los hitos que convirtieron a Ferrer Lerín en un radical heterodoxo. Recuerdos de infancia cuando su madre le hablaba en diferentes idiomas, lo que después le ayudaría traducir a Montale, a Tzara, a Monod: “Fui trilingüe en mi infancia y adolescencia. Mi madre hablaba con soltura francés e italiano por haber vivido en esos países”, p.17.
Las influencias primeras en su literatura: Moravia y Miller, lo que dará lugar posteriormente a sendos poemas en Libro de la confusión, (2019): “Moravia y Henry Miller intervinieron directamente en la configuración de mi universo literario. Moravia con Agostino, […] y Miller, cuyo Trópico de Capricornio, […] que tuve permanentemente prestado a novísimos y protonovísimos” […], p. 20.
También nos relata cómo sus comienzos en la literatura fueron fáciles, destaca el carácter lúdico de su obra. “La escritura en la adolescencia, resultaba muy fácil; un ruido en la cabeza durante la niñez, imprimió a mi vida un carácter musical, […]” comencé, a los quince años, a armar poemas, abandoné la práctica con veintinueve”, p. 28.
Asimismo, considera la literatura como una búsqueda permanente del padre del que dice, además, de forma culpable: “De mi padre tengo un recuerdo apesadumbrado, culpable, […] y ni siquiera al envejecer tuve la piedad propia de un hijo […]”, p. 32.
En la segunda parte, Migraciones, se considera a la muerte como uno de los impulsos que mueven la obra de la segunda etapa leriniana, si consideramos solo su lírica; desde 2009 hasta 2020, el acabamiento, trilogía que se vio terminada con la aparición del fundamental Libro de la confusión, del que se ha prodigado el autor hablando en diferentes entrevistas, por ser este un libro sobre la muerte. “Superar el miedo a la muerte en personas sensatas, es imposible. El paso del ser al no ser, del estar al no estar, […] es el resorte que ha movido al hombre a echar mano de creencias disparatadas para no enfrentarse a lo evidente. […]”, p. 48.
En estas páginas nos ofrece una detallada reflexión sobre la muerte, el acabamiento el proceso de vejez, enfermedad y desaparición del hombre. Habla de la cercanía física con una naturalidad nada victimista, mientras desromantiza el concepto que hemos recordado antes, la Naturaleza no inspira a Ferrer Lerín: “[…]lo que yo leo en la naturaleza, es siempre a través de una visión científica clasificatoria”.
Otro de los apartados del libro, Nihil prius fide, habla de los años de juventud, los años cuando comenzó a jugar al póker, y a la forma sintética del mismo, el “chiribito” donde el azar se sustituye por la psicología. Culmina este interés por los naipes en el poema “Casino en Provincias, en el libro Cónsul.
Los seguidores de Lerín saben que, si las aves forman parte sustancial de su vida, el juego es la otra, algo que puede verse tanto en su forma de hablar, de comportarse, porque Lerín siempre observa tras sus gafas oscuras para desentrañar quién es el pichón de la partida, utiliza sus dotes de adivinador para saber quién está frente a él, lo hace de forma inevitable. Y Lerín no traspasa estos ámbitos tan alejados de la poesía como un tema más, simplemente nos ofrece una panorámica, una mirada a su caleidoscópica hagiografía. En su obra siempre hay un debate entre la racionalidad que ocupa el lugar de la pulcritud sintáctica, lección aprendida en Borges y en Kafka, y, por otra parte, el componente de libre albedrío, reflejada en los automatismos que inundan parte de sus primeros libros y experimentos poéticos, y en la micropoesía de los sintagmas de la segunda etapa, así como en las transustanciaciones de significado y significante que actualizan y desactualizan continuamente sus obras de forma pasmosa.
En la parte Vigilia, se nos ofrece la otra obsesión del escritor, el sueño, su recuperación, la manipulación sintáctica que explica el traspaso a la onirocrisia: “En mis sueños hay pocas rapaces, buitres y reptiles”, ya hemos dicho que estos animales no tienen ningún correlato sentimental con su obra. Se distingue entre ambos mundos.
Eso sí, Lerín le concede una importancia capital al traslado, en general, de su experiencia a la obra, pero más exactamente a la transcripción de los sueños: “que benefician la sintaxis y facilitan la sorpresa léxica del lector”, p. 74.
En la parte titulada Teoría y práctica es donde se traduce, con mayor detenimiento, el proceso creativo del autor y uno de los apartados más extensos, junto con la entrevista con Azúa. Este apartado es el más sustancioso desde el punto de vista creativo, para delimitar el camino hollado por el poeta.
[…] “El uso forzado de las palabras, la desestabilización de los ejes de significado y significante, y también el aprovechamiento de palabras y sintagmas sin vocación literaria”, p. 85; siendo esta una de las claves más importantes de su lírica y clave para la decodificación de su mensaje que a veces se nos presenta cifrado por las capas temporales de un discurso en palimpsesto.
La falta de trascendencia de su intención poética es otra de las claves de la rareza leriniana: “Ya he dicho que no pretendo lanzar mensaje alguno, […] no pretendo buscar originalidad”, p. 93.
Jamás ningún poeta explicó tanto sobre su proceso creativo.
La poesía para Lerín no es un ejercicio de asignación de significados a un lenguaje forzado donde se dirime un juego de correspondencias entre la métrica y el sentimiento, afirma: “La poesía es reescritura”, p. 116.
El mito de la aparición o la reaparición, ha construido en torno a nuestro autor toda una simbología hagiográfica dentro de la poesía española como un desaparecido, una suerte de hijo pródigo, por tanto, un salvaje, lo que lo convierte en un fantasma, en una aparición delicuescente que se ve aquí explicada tras una conferencia sobre El jugador de Dostoyevski en Barcelona donde se acercó al término una turba de personas que le pedían que volviese a la escena, hubo algunos que lo confundieron con un pseudónimo de Gimferrer nada menos. Pp. 141-148.
Para acabar con la sección de la entrevista que mantuvieron Félix de Azúa y Ferrer Lerín, una charla en confianza, como dos viejos amigos que se cuentan los pormenores, sobre todo Ferrer Lerín, Azúa actúa aquí más como confidente y entrevistador. Una de las entrevistas más afamadas y de mayor difusión ya que salió en el número de la revista Ínsula en 2015.
Todo un acierto y una valentía en estos tiempos inermes de edición y publicación seriada donde libros así no se prodigan en el desierto cultural de nuestro país.
*Poeta y profesor de Literatura. Escribe estudios críticos, traducciones y reseñas para las revistas La manzana poética y Paraíso, así como artículos en Viva Jaén y en el blog www.lobelloylodifícil.wordpress.com
**(Barcelona-España, 1942). Poeta, narrador, traductor y ornitólogo. Trabajó en la editorial Salvat y en el consejo de redacción de Barral Editores. Ha publicado en poesía De las condiciones humanas (1964), La hora oval (1971), Cónsul (1987), Ciudad propia. Poesía autorizada (2006), Papur(2008), Fámulo (2009), Gingival (2012), Hiela sangre (2013), Mansa chatarra (2014), Chance Encounters and Waking Dreams (2016), Edad del insecto (2016) y El primer búfalo (2016); y en novela Níquel (2005), Familias como la mía (2011), 30 niñas (2014).