Por Yuri Pérez
Crédito de la foto (izq.) el autor /
(der.) Ed. Letra Clara
La frágil expectativa de la vida.
Sobre Crecimos mal (2020),
de José Luis Escobar
El sueño no: la pérdida. El blanco roedor, que ciega. Pierdo pie. Todo es compuerta.
Mira: el muro sangra.
Severo Sarduy
Crecimos mal, la nueva obra del poeta chileno José Luis Escobar, tiene, si notamos sus características tonales, cercanía con algunos instantes que la poética de Severo Sarduy deja vislumbrar. Una sensación de huerfanía que bien podríamos reconocer en Sarduy y en varios autores relevantes de la poesía universal. Ahora bien; el discurso de Escobar, se mueve constantemente en un espacio, en cierto modo, acribillado por efecto de vidas postmodernas que llevan a un deterioro mayor y, que muchas veces, se vuelve un detrimento enfático y abrumador. Entonces en lo tonal, la obra, de principio a fin, es un canto a la desdicha y la pérdida de esperanza.
Aquí, en este libro, cobra sentido el influjo, además, de la propuesta estética y estilística de Juan Luis Martínez, el irreverente poeta chileno que tuvo la luminosidad para escribir un texto notable sobre la desaparición de un sujeto en una casa que puede o no existir. Entonces, acá se cruzan influjos de Sarduy, en lo que tiene relación con el tono de desamparo, de pérdida de equilibrio y de sentir que no se está en ningún sitio que sea amable. Quizá el hablante en este libro sea uno más de los que se reconocen en las calles de un Chile sub desarrollado, repleto de carencias afectivas, espirituales, intelectuales o materiales. Acaso el hablante sea uno mismo que se mira en las vitrinas de una tienda que vende todo y quita todo, incluso el honor y la mesura.
En un espacio delimitado con estas demarcaciones, no podemos suponer que la sonrisa, como gesto de felicidad, sea espontánea, menos una constante. Sin embargo, el libro no se transforma en una performance melodramática sobre la existencia. Lo que sí ocurre y brota, es una rabia que estuvo mucho tiempo invernando en las venas. Una rabia que luego se instaló como un relato reivindicativo donde más que proporcionar esperanza, se promueve la aceptación de la pérdida de todo aquello que nos dio identidad, o nos quitó identidad. Ahí el único y refrescante alivio; verse y reconocerse.
Ahora bien, si pensamos en la obra de Martínez, (La Nueva Novela, 1977 Ed. Archivo), una de las más valiosas obras escritas en el siglo XX en Hispanoamérica, José Luis Escobar recoge de ella ciertos elementos que luego remasteriza a favor de su propuesta escritural; por ejemplo, la distribución del texto en la página, donde la idea final no es la práctica del “Caligrama” como expresión poética, sino que el texto se manifiesta como un elemento que busca romper el orden lógico del espacio que lo contiene, funciona y ratifica el carácter y el tono de la obra general. Son varios los textos que están escritos transfigurando el modo tradicional del verso. Aquí el trabajo en verso libre se ve alterado y llevado a lugares donde la prosa poética aflora para robustecer el relato del libro. Por lo mismo, no es casual que en este proyecto de obra, la prosa poética tenga un sitio importante.
Entonces en lo tonal, José Luis Escobar, bien podría estar arrimado a Severo Sarduy (aunque el autor de Crecimos Mal haya o no leído a Sarduy; pues se sabe; la escritura de la poesía se reitera y los vínculos tonales entre un autor y otro, son, en el mayor de los casos, accidentales pero reiterativos).
Este libro promueve una poética que está en el borde de todo aquello que vemos, que sentimos. No, por cierto, a la manera de los “poetas malditos franceses”, sino que cargado de rasgos identitarios que sitúan el discurso en Latinoamérica, tan rudimentaria y variopinta. Finalmente, si para Sarduy la rabia fue tener que salir de Cuba para poder escribir su obra, en el caso de José Luis Escobar, el tema es igual de complejo, porque el hablante no ha salido “Del horroroso Chile” (de A partir de Manhattan, 1979, poema “Nunca salí del horroroso Chile”, Enrique Lihn).
Respecto a los vínculos o relaciones estéticas de esta obra con el autor chileno Juan Luis Martínez, el mayor vínculo es la anulación del autor; aquello que viene como “auto aniquilación del hablante”, como único modo de reivindicar o dar sustentabilidad a la escritura de la poesía. En este sentido, la soledad se torna tremenda e inmanejable y la búsqueda de la compañía humana o la que fuere, concluye, la mayor de las veces, en un estado de desvarío que agudiza aún más la sensación de huerfanía. En Crecimos Mal, de José Luis Escobar, los territorios donde circulan los personajes, son identificables, adyacentes, tanto así, que pocos podrían decir que no estuvieron o que no estarán en la periferia de la vida social, cultural y política de un país como el nuestro.
San Felipe, verano de 2019