Sobre «Conversas & Conversos (La luna y el caminante)» (2020), de Houdini Guerrero

 

Por Gonzalo Pantigoso Layza

Crédito de la foto (izq.) Lluvia Ed. /

(der.) el autor

 

 

La utopía y la cristalización en Conversas & Conversos

(La luna y el caminante) (2019),

de Houdini Guerrero

 

 

A veces no es necesario buscar grandes obras para hallar planteamientos profundos a través de la literatura. Este año, en octubre, Houdini Guerrero, escritor talareño, afincado en Piura, donde viene realizando gran labor literaria y dirige la importante revista Sietevientos, ha publicado un pequeño y breve libro denominado Conversas & Conversos (La luna y el caminante), editado por Lluvia Editores. Este libro consta de treinta y tres textos que plasman una conversación entre los personajes. Dicha conversación, desde nuestra interpretación, está llena de significaciones en torno a la utopía y la cristalización humana, los cuales son elementos necesarios para la superación personal y social.

En esta breve obra se visualiza la utilización de la prosa poética en forma de relato y en base al diálogo. Plasmar un libro que conjugue de manera mixta las formas literarias es más compleja de lo que pareciera porque hay que dominar cada una de las formas de expresión. En este caso Houdini Guerrero, nos demuestra su dominio poético, el de la prosa narrativa y también el de la utilización del diálogo, el cual tiene sus propias exigencias como, por ejemplo, ser relevante, apropiado, fluido y natural. Cuando se termina de leer el texto, no se sabe si se ha leído un libro de poesía, de prosa o una conversación.

Otra característica más de este aporte es la brevedad de los textos. A veces ocurre, que damos más valor a los textos extensos que a los breves porque pensamos que la extensión es la muestra de una mayor capacidad creativa; sin embargo, en un texto breve hay que conseguir la sinteticidad temática, y a la vez, la estética; sin descuidar la profundidad, intensidad y atmósfera y el buen equilibrio entre fondo y forma.

Su desarrollo argumental efectuado con un lenguaje sutil, diáfano y por momentos mágico, nos plantea la presencia de lo imposible como una constante vivencial. El caminante simboliza al hombre siempre en tránsito, mientas que la luna representa lo imposible, lo utópico. El libro no es más que la conversación del hombre con sus sueños, con sus metas, con sus esperanzas a alcanzar, en otra expresión, es la vida haciéndose y en la cual se revela la soledad humana.

 

El escritor Houdini Guerrero

 

Lo imposible es la verificación de la utopía. El hombre siempre ha transitado tras muchas de ellas que ha ido alcanzando, mejor dicho, ha ido cristalizando a lo largo de toda su existencia; es decir, las utopías son la muestras de lo que podremos ser o tener en el futuro; por eso en el planteamiento, en el texto final, la presencia del viento es la encarnación de la esperanza de la cristalización de lo utópico. Pero también es cierto que lo utópico nos plantea la existencia del drama: nos coloca ante nuestras propias limitaciones, empujándonos a alcanzar otros horizontes, otros tiempos, otras verdades, nos deja oír su melodía y es así que surge el cuestionamiento, la indagación, la búsqueda; mejor dicho, empieza la conversación entre el caminante y la luna. Lo utópico siempre está presente en la construcción de lo humano:

“–Tu madrugada no es mi madrugada –le dice la Luna al caminante.// -Pero vivimos en la misma noche, aunque en diferentes estancias, miramos el mismo sol, nos acoge la misma carretera acosada por médanos ausentes, transitamos cerca de los mismos algarrobos y, como si fuera poco, respiramos el azul de la vida” (p.11)

 

entendemos entonces que la unicidad hombre-utopía siempre será una constante humana.

El texto nos traslada a la verificación de que necesitamos de las utopías, pero también de la esperanza, del espejismo, de sabernos aún precarios para ir tras la realización de algo en este proceso de humanización. El sentido de la cristalización, del destierro de la utopía está marcado por la presencia de las huellas, que se plantea al inicio del texto:

“¿Cómo son las huellas (…)? ¿Son de arena o de viento? ¿Viven en el presente o se consumen en el pasado? (…) –le pregunta el caminante a la Luna.// Ella no responde se sabe huella y camino, viento y arena: un sueño alborotado por la espalda del caminante” (p.7).

 

De igual manera, el tránsito es una dimensión humana y en ella lo imposible es un permanente existir de manera ineludible porque: “No podemos hacer nada. Nacemos con un imposible bajo el brazo. La piedra siempre anhelará alas y querrá ser nube. La nube sueña con ser bosque. El bosque imagina ser un mar sin destino- le dice la luna al caminante” (p.8), y ese imposible es lo que nos impulsa hacia adelante hasta su cristalización para luego surgir otro imposible, de manera que las huellas del caminante son una suma de cristalizaciones: “–Dame pruebas que soy la estación final de tus huellas –reclama la luna al caminante” (p. 9).

Lo imposible también tiene su razón de ser en la búsqueda de ser imperecederos en el plano individual, pasar por la vida sin un ideal, no tiene sentido; por eso es que alguien alejado de una vida rutinaria o de un destino ordinario, siempre va tras una utopía que le permita trascender en el tiempo: “… los caminantes no le temen al polvo de los caminos; pero sí a la fragua donde se forja el olvido” (p.10). Esa “fragua” que quema es la intrascendencia, la muerte en vida, lo que teme todo aquel que quiere y lucha por ser recordado después de su muerte. Y en este plano, que también puede ser en el plano general o humano, plantea que solo aquel que se arriesga a luchar por una utopía, sin tener miedo a la derrota o al fracaso, puede llegar a la cristalización, a la construcción de sus huellas:

“Quien aprende a ser huella, aprende también a ser gaviota. Quien aprende a ser arena, también aprende a ser viento. Quien camina sin mapa ni raíces, aprende a no temerle a la muerte –le dice el caminante a la luna.// –Olvidas algo –responde la Luna–. Solo quien se deshace del manto de la culpa, puede ser huella, gaviota, arena y viento” (p. 27).

 

Otro de los planteamientos es que entre la utopía y la cristalización media la palabra. El lenguaje es la herramienta que ha permitido al hombre avanzar en todo este proceso de desarrollo humano al que hemos llegado: “–En el principio fue la oscuridad, y todo era confuso. Hasta que aparecieron los colores, y la alegría llegó; pero algo faltaba. Entonces apareció la palabra, y la existencia cobró sentido” (p. 28). “–Las palabras son lo más importante que hay en la vida –comenta el caminante a la luna” (p.15). “La Luna dijo: Si se acaban las palabras, fenece el amor. El caminante respondió: Sembraré la carretera con palabras. De ida, me servirán para anudar tu corazón; y de vuelta, para esquivar al más tenaz de tus silencios” (p. 21).

 

 

La necesidad del lenguaje como codificación que permita guardar en el tiempo las cristalizaciones siempre estará presente. Él siempre ha acompañado al hombre en todas sus conquistas, desde su versión netamente oral pasando por la escrita hasta, ahora, la digital:

“–Necesito hablar contigo –dijo la luna al caminante-. Ya no sé cómo me siento. El cielo es tan frío.// -Hablemos, entonces. ¿Quién sabe? Quizá las palabras nos lleven por senderos desconocidos o quizá terminemos encontrándonos en ellas, y seamos agua del mismo río, nubes de la misma lluvia, viento del mismo desierto. Hablemos. Sin embargo, recuerda que las palabras son invisibles, pero nuestros pasos no” (p.22).

 

El hombre no puede huir de las utopías, ellas están siempre en él, ejerciendo su influencia, determinando acciones que en el tiempo se convierten en huellas, mejor dicho, en cristalizaciones. El hombre le dice a la luna, es decir a la utopía: “–Sé que quieres que escape de tus ojos locos por la sombra más liviana de mi ventana; pero, para mí también es tarde. No puedo escapar de ti, Luna de otro arcano” (p. 36). Y aún este lazo se plasma con mayor contundencia cuando el caminante le dice: “–Ayer me pedías que me marchara. Ahora tus palabras suben y bajan como música de frontera. Una música que me recuerda que la luna siempre serás tú. Y yo seré el eterno caminante moviéndose al ritmo de tus devaneos” (p.23).

Es pues este llamado, a través de palabras sencillas, cadenciosas que nos hace Houdini Guerrero para mirar nuestras utopías y encontrar en ellas la motivación de nuestro tránsito, nuestro caminar en la línea del tiempo, donde el viento agita nuestros sueños con esperanza.

 

 

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