Sobre «Continente negro» (2018), de María Magdalena + 6 poemas

 

Nota y selección de poemas por María Malusardi*

Poemas por María Magdalena**

Crédito de la foto (izq.) Alción Ed. /

(der.) Fb de la autora

 

 

 

Sobre Continente negro (2018),

de María Magdalena

 

 

El terror de lo que pueda tramar nuestro cuerpo, de repente, tal como le sucedió a Gregorio Samsa, el personaje de Kafka, anuda nuestro espíritu, nos acompaña aún en la serenidad de nuestras llagas. María Magdalena, tras máscaras de ajenas biografías (Anne Sexton, Virginia Woolf, Sylvia Plath, Santa Teresa, Berta Pappenheim), asume el temblor de lo ominoso y lo somete al espasmo de la escritura con destreza poética.

Así, Continente negro ensambla dos viajes: uno que recorre literalmente el viejo continente —blanco y despreocupado y destinado a la asepsia, la pura belleza que, como anuncia Rilke, será también el comienzo de lo terrible— y otro que atraviesa su propio cuerpo —continente negro acechado por la enfermedad y la exaltación de lo sombrío, lo desintegrador. Ambos paseos aunados trazan —bajo la indigencia originaria, diría Quignard— una geografía lírica de voces potentes y persuasivas:

“Lo que crece adentro siempre / es ajeno. // Un fruto dulce o un hijo / a la intemperie. // Podrá ser arropado, envuelto / en leche, protegido del gas // de la muerte. O devuelto al universo. // En mí no hay tierra fértil, nada / se aferra. Sólo concibo / una masa inútil que se expande / con la determinación de lo vivo.”

 

 

5+1 poemas de Continente negro (2018)

 

 

Edema de glotis

 

Caen los rayos de luz

en el sur del mundo.

 

Cuando la piel llama a respirar,

es mejor tomar aire.

 

Incluso el paraíso tiene sus

monstruos:

acechan al disiparse la bruma

en el instante de mayor claridad.

 

La vespula germánica sabe

dañar sin perder, como toda

reina madre. Sus rodeos

son como las vueltas sigilosas

que da el animal antes

de cazar a su presa.

Bella carnicera, inocula

el veneno a través del aguijón

o muerde: un ritual silvestre

desprovisto de magia.

 

Me expulso de los lugares

sagrados donde otra vida

parece posible.

 

Allí donde la tormenta

amenaza con destruirlo todo

recobro el aliento.

 

Pero el cuerpo no tiene memoria

para combatir la inteligencia

de la naturaleza.

 

La poeta María Magdalena

 

Maculopatía o elogio de la ceguera

 

Las visiones no siempre

son sagradas.

 

Santa Teresa vislumbró

el infierno.

Sentía en el alma un fuego

de tal violencia

Luego vino el ángel,

pequeño y hermoso:

el dardo de oro

la penetró hasta el éxtasis.

Fue abrasada por

la gracia de Dios.

 

Yo parpadeé en mi propia

visión humilde: las luces

brillantes y minúsculas

empañaron mis ojos.

 

Nos deslizamos

en el lento crepúsculo

de la ceguera, incapaces

de esquivar el destino.

 

Recordé a una niña

que veía crecer ramas

larguísimas

desde la punta de sus dedos,

hacia el infinito.

 

Algunas mujeres

no tenemos

a quién rezarle.

 

 

 

Mioma

 

Lo que crece adentro siempre

es ajeno.

 

Un fruto dulce o un hijo

a la intemperie.

 

Podrá ser arropado, envuelto

en leche, protegido del gas

 

de la muerte. O devuelto al universo.

 

En mí no hay tierra fértil, nada

se aferra. Sólo concibo

una masa inútil que se expande

con la determinación de lo vivo.

 

Hay laberintos

que no tienen escapatoria.

 

Hay instantes

para prescindir del retorno.

 

Sylvia fue maldecida

en París por una gitana furiosa:

Vous crèverez bientôt”.

Y Ted no supo deshacer el conjuro.

El designio se cumplió.

 

Medeas enfurecidas o Antígonas

desobedientes

avanzamos exiliadas:

una diáspora interminable.

 

En territorio extranjero

matar y morir son el mismo sacrificio.

 

El continente negro es el cuerpo

propio.

 

 

IDEA VILARIÑO AMA en la penumbra para ocultar la piel descascarada. Piensa a su cuerpo como un bellísimo instrumento que se va deshaciendo en silencio sin que nadie llegue al fin de sus magníficas posibilidades. Pero el cuerpo toca su propia melodía y se mantiene firme aun en la música del derrumbe.

 

 

 

CONCIERTO PARA DOS VIOLINES: Idea tensa las cuerdas mientras escribe el poema que la salvará cuando se fuguen las palabras.

 

 

 

LE PIDEN UN HIJO a cambio de la curación. Ella se niega, no habrá descendencia posible. La vida es lo que ocurre cuando la piel sangra, cura, cicatriza y vuelve a empezar.

 

 

 

 

 

*(Buenos Aires – Argentina, 1966). Poeta, docente y periodista. Ha publicado en poesía El accidente (2001), la carta de vermeer (2002), variaciones en la niebla (2005), diálogo con pescadores (2007), museo de postales (2008), trilogía de la tristeza (2009), el orfanato (2010), la música (2013), artista del trapecio (2014), el sastre (2014) y El desvío y el daño (2017).

 

 

 

**(Argentina). Poeta. Ha publicado en poesía Spleen (2013), La pequeña muerte (2015, plaquette), Los nombres del padre (2016) y Continente negro (2018).

 

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