Por Carla Vanessa*
Crédito de la foto Ed. Lancom
Sobre Comunicaciones marcianas.
Revista Amauta a 90 años de la vanguardia peruana (2019),
de Roger Santiváñez y Mario Pera
La vanguardia, como fenómeno cultural fue un periodo muy rico y esencial para la poesía peruana, no solo por razones históricas y cronológicas (el cambio de siglo, el advenimiento fulgurante de la modernidad y los avances tecnológicos), sino porque se constituyó como un sólido puente por el que pasaron y se forjaron tanto autores que son fundamentales en el canon literario actual (mencionemos solo un nombre y un título a modo de ejemplo para sintetizar esta parte: César Vallejo y Trilce); así como otros escritores que con sus inquietudes estéticas y personales buscaron una nueva identidad, una actitud poética nueva que abriría el camino a lo que luego dimos en llamar modernidad.
Y esto lo entendieron bien los poetas Roger Santiváñez y Mario Pera, quienes entre sendas conversaciones en línea ―tal y como lo cuentan en el prefacio a este volumen editado por Lancom― le dieron vuelta a esta idea providencial de escribir a cuatro manos un libro que revalorizara la vanguardia peruana y que tuviera poemas, seleccionados por ellos, que reflejaran el espíritu libertario propio de ese periodo y que hubiesen formado parte de la legendaria revista Amauta, publicación fundamental en esta parte de la historia.
Aparecida en Lima en 1926 y con una duración de cuatro años, la revista Amauta tuvo varios aspectos que la hicieron brillar por sobre otras publicaciones que navegaban dentro de un corpus tan lleno de estremecimientos sociales y estéticos. Primero, porque se propuso ser el vehículo por el que iba a transitar ese movimiento de cambio, lo cual implicaba ampliar su radio de alcance y receptividad. Así fue como propició una arrolladora descentralización literaria que enriqueció la poesía peruana al poner en vitrina trabajos creativos de autores antes mirados con desdén provincialista, pero cuya originalidad y talento eran también reveladores, y rebeldes (otras publicaciones como Flechas o Colónida ya habían iniciado esta tarea, pero es la revista Amauta quien la consolida). Asimismo, la incorporación, en sus sucesivos números, de producciones de autores de América y Europa trajeron nuevas posibilidades estéticas, nuevas ideas para la teorización y creación de otras formas del lenguaje. En suma, la modernización a través de lo estético que era el ideario de José Carlos Mariátegui al fundar su publicación.
Y todo lo que este megaproyecto implicó lo podemos conocer, de manera detallada, a través de las dos introducciones que ambos compiladores de este libro nos presentan; un introito necesario para conocer sus entretelones, en los que, demás está decir, se halla inserta su propia óptica, fundamentada, como lo exige todo buen trabajo académico, con citas y testimonios de quienes se han acercado a estudiar la poesía de vanguardia con mucho acierto, pero acaso no con la sorprendente minuciosidad, casi detectivesca, diríamos, con que Santiváñez y Pera han realizado este trabajo.
De ambos prólogos, o mejor dicho, de ambos estudios críticos destacamos el repaso sobre la poética del indigenismo y su papel directo como precursor de una conciencia social más inclusiva que devendría en las luchas civiles y por la reivindicación de los pueblos originarios, por un lado; y sobre su importancia, por otro, como caldo de cultivo para el surgimiento de brillantes frutos en la poesía y narrativa ulteriores, como son los casos de José María Arguedas o Ciro Alegría, para citar dos ejemplos.
Y esa conciencia social es, precisamente, la que pone sobre la palestra una tercera consecuencia para la poesía ulterior y que tanto debate ha generado: el surgimiento de la llamada poesía pura y poesía social en los años 50, partición un poco simplista por parte de la crítica de ese entonces, pero que en realidad transluce la inquietud formal y la reformulación de los conceptos del sujeto lírico y del mundo de la ficción que se construye en el poema, y su relación con esos variados acontecimientos de la historia social, aspectos que no se explican de otro modo sino por la herencia dejada por el vanguardismo peruano de los años 20. Periodo que permitió desarrollar una poética colectiva en cuanto al modelo rupturista de los cánones de las formas clásicas y que expuso para el mundo obras verdaderamente monumentales, como los 5 metros de poemas de Oquendo de Amat, o el ya mencionado Trilce, de César Vallejo, una obra inclasificable, pero cuya concepción se explica mucho a través de su relación con esta corriente literaria sin manifiesto, como señala Mario Pera, pero que termina siendo, como nos dice luego Roger Santiváñez en las primeras líneas de su correspondiente análisis crítico “la más alta cumbre de la vanguardia latinoamericana” (página 71), si no es que universal, añadimos nosotros.
Otro aspecto que se destaca en las dos introducciones de este libro, es el modo en que los nuevos acontecimientos y los nuevos inventos aportan en vocabulario, sintaxis y espíritu a las expresiones poéticas de estos autores. Ambos compiladores resaltan, por ejemplo, la mirada de soslayo que le dio Vallejo a ese “entusiasmo por la máquina”, que nuestro poeta universal cree es un rasgo de superficialidad e inocencia en la poesía peruana, pues no explora su trasfondo. No se trataba solo de incrementar con entusiasmo el diccionario lírico (el “franco abrazo a lo nuevo”, al que hacía referencia Mirko Lauer en su buen libro de ensayos Musa mecánica) ni remedar el optimismo por el aparentemente luminoso porvenir para la humanidad a partir de los inventos, sino de interiorizarlo, desmenuzarlo, cuestionarlo, manteniendo esa inconformidad perenne ―que fue uno de los grandes legados de este movimiento― y perpetuando ese rasgo del vidente, que es una de las heredades indestructibles que dejó el más brillante precursor de la poesía moderna en el orbe: Arthur Rimbaud.
Así pues, tras esta primera y necesaria parte liminar sobre la vanguardia, pasamos a la selección de los poemas que vieron la luz en los 32 números del Amauta. Sus compiladores nos la presentan subdividida en cinco segmentos: 1.- la vanguardia estelar, o sea de las luminarias de la poesía de ese tiempo y el presente (por ejemplo, Vallejo o Martín Adán), 2.- indigenista, (y que a la vez se subdivide en indigenismo reivindicativo-político y poético, más el nativista o de paisaje), 3. la que provino de la revista de nombre cambiante: Trampolín-Hangar-Rascacielos-Timonel, considerada por ambos autores como precursora de la poesía de vanguardia en el Perú, más otras poéticas de vanguardia 4.- vanguardia politizada y 5.- poemas en prosa.
Los poemas seleccionados (de los que ya hemos probado ―a modo de deliciosos bocadillos de entrada― unos extractos que Santivañez transcribe en su prólogo) han sido elegidos con sabiduría. Así, nos adentramos en su lectura, por ejemplo, en los del grupo de los consagrados y re-descubrimos otros trabajos líricos igual de fundamentales que los ya conocidos, como el poema “Romance del verano inculto” de Martín Adán, uno de sus trabajos iniciales pero que ya acusaban al genio absoluto del autor de Travesía de extramares, diestro a tan corta edad en el dominio de las formas clásicas, pero a la vez revolucionario en su ironía y uso de un amplísimo vocabulario.
En otros casos nos encontraremos ante poetas que han permanecido en injusto olvido, como es el caso de los hermanos Bolaños, Enrique Bustamante y Ballivián o, para quien esto escribe, uno de los más felices descubrimientos, la hermosa y bucólica prosa poética de Blanca del Prado, de quien quisiéramos citar este extracto: “Yo broto del latido de tus venas y del canto de tus pensamientos y así soy mujer que acuna y mujer que goza”; pasando por intelectuales conocidos en su región, pero a la vez ―y reprochablemente― no tanto en el ámbito nacional, como Néstor Martos padre de renombrado poeta de la generación del 60, Marco Martos, del que podemos leer unos hermosos poemas en prosa inspirados en el mar: “A veces las olas parecen panza, a veces parecen lenguas, pero cuando hay varias, encrespadas y rumorosas, una tras otra parecen ropa blanca puesta a secar en cordeles infinitos”.
Otro de los aspectos que notamos en la lectura de los poemas es el uso de esa ortografía rebelde, tan propia del vanguardismo, que predecesores e inspiradores de este movimiento como Manuel González Prada emplearon y que hicieron suya Magda Portal, José Varallanos o Alejandro Peralta y que se expresaba, por ejemplo, en el uso de la i latina por la y griega como conjunción copulativa, o la j por la g en palabras que usaban esas consonantes.
También, la incorporación del espacio en blanco como protagonista a la par que la tipografía y el empleo de fórmulas retóricas como el animismo o la antropomorfización de la materia inanimada, que el poeta Santiváñez desgrana con precisión al examinar la poesía de varios de los autores seleccionados para este libro y del que damos cuenta en esta nota, a modo de añadidura, citando estos otros versos de notable calidad y factura: “El río empuja la mañana/ sobre cristal de verde roca/ su piel morena de avellana” (Ricardo Peña Barrenechea).
Como conclusión diremos que esta publicación en homenaje al Amauta y la poesía de vanguardia, es un muy nutrido viaje en el tiempo hacia esta época revolucionaria de cambios vertiginosos y constantes que fue fundamental en la literatura peruana. Muchos autores han catalogado al vanguardismo en el Perú como una época transitoria más que como un movimiento y en gran medida en esta línea se mantienen Pera y Santiváñez; sin embargo, ellos mismos nos hacen ver que eso no desluce este periodo, sino todo lo contrario: este puente entre la literatura anterior y la modernidad fue necesario y esencial para la poesía y para la consolidación de muchos escritores. Y dicho gran momento ocurrió entre las páginas de la revista Amauta que, en 2016, año en que se gestó esta marciana selección de poemas (y empleamos este adjetivo del libro, más por lo estelar que por lo extraño), cumplió 90 años. Por todas estas razones es que recomendamos la lectura impostergable de este trabajo si es que realmente amamos la poesía, como bien comprobamos lo hacen sus dos compiladores.