Textos por AA.VV.
Poemas por Carlos Villacorta Gonzáles*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Intermezzo Tropical /
(der.) el autor
Sobre Ciudad Satélite (2021),
de Carlos Villacorta Gonzáles + 5 poemas
Ciudad Satélite (2021), es la segunda edición del tercer poemario de Carlos Villacorta, publicado originalmente el 2007. Esta nueva edición digital incluye una revisión de cada uno de los poemas, ilustrado con fotografías del autor de las ciudades que el autor ha vivido: Ventanilla, La Victoria, San Miguel, así como los espacios urbanos de Estados Unidos: Boston, Nueva York, Waterville, etc. Ciudad Satélite incluye además un playlist de canciones que se pueden escuchar en Spotify usando el código QR que está el final del libro. Ciudad Satélite busca así ser una experiencia completa de poesía, imagen, sonido y urbe, un viaje por los espacios de la infancia, adolescencia y adultez, de los años noventa a los inicios del siglo XX donde el poeta se enfrenta a las ruinas de la ciudad de Lima y a la metrópolis del primer mundo también sometido a la violencia de su sociedad. Así, Ciudad Satélite es un viaje por la memoria, por el desierto y los rascacielos, donde, como dice el abuelo en el poema que da nombre al libro, es necesario Formar camino.
Ciudad Satélite construye esa relación poderosa y entrañable entre lo que somos y hacia lo que apuntamos.
Silvia Goldman (poeta uruguaya)
Es la poesía la que hace viable el trayecto sobre el arenal del caos, el vacío y la locura; la que hace posible, a fin de cuentas, la existencia de esta dolorosa, bella, cruel y fascinante ciudad multiplicada con la que Carlos Villacorta, con indiscutible contundencia y lucidez, ha querido enfrentarnos, porque sabe que Ciudad Satélite es también parte de nosotros.
Luis Fernando Chueca (poeta peruano)
Carlos Villacorta indaga con lúcida inconsciencia en las raíces familiares que son a la vez las de toda una nación.
Félix Terrones (narrador peruano)
5 poemas de Ciudad Satélite (2021),
de Carlos Villacorta Gonzáles
―El mundo no se va a acabar con un disparo―
Primero aparecerá en nuestras calles
esa procesión que canta y danza y vomita rumbo al centro de la ciudad
sin saber que lo que no tiene cabeza
sólo sumerge sus manos en el olvido.
Vendrán caminando con su casa a cuestas
desde el norte, mis padres soltándose las manos,
con los ojos del lamento
cuando no del ladrido.
Después vendrán mis hermanos mi hija
enlazados, lejanos con la sonrisa y los ojos adormecidos
sin nadie que los guíe pues por todas partes
gravita el sueño alrededor de la poesía.
Luego, vendrán del sur los exiliados
―los muertos del norte esos no vendrán―
con dos libros atragantados en la mano,
para vomitar una torre de palabras.
Aquellos otros cruzarán el Rímac,
no sin antes recibir un manojo de periódicos
que pregonen
desaparición
confusión
multiplicación
Vendrán a mostrarnos que en ese cerro
se arrojan las esquirlas de la memoria
y que las piedras, un pedazo pálido de la tierra,
ocultan su nombre al cielo
ellas que no tienen anverso ni reverso.
Y con sus hilachas y con su ropa hecha jirones
vendrán desde tan lejos a desordenar la muerte.
1986
Sobre la ciudad que llamaremos esta tarde Capital
se han vaciado miles de bombas
en ese cerro por ejemplo
La Victoria arroja fuego por toda la ciudad
Y mi madre se lleva las manos al rostro
en nuestra habitación hacinada de sueños.
Porque somos pequeños
y aún no entendemos de la muerte
y es de noche y todo se ha sumergido en una densa neblina
que nos hincha y hunde más el rostro.
Pero mi padre no viene
no nos carga ni a mí ni a mis hermanos
y mi cerro, cruz de San Cristóbal, tampoco sabe cerrar sus heridas
como la de mi muñeca
y mi padre no viene en esta noche de elecciones
y la casa se contagia de esa enfermedad
que muerde nuestras bocas.
Y en la mesa, señor, todas estas velas no serán suficientes
para apagar estas tinieblas.
Vendrá de tan lejos
Hemos escuchado el canto de la sirena en los departamentos de San Miguel
Su inmensa cabeza
su hocico
su lomo
sus patas ancladas sobre un montón de arena
y hemos ido a verla
rodando por el acantilado
como las piedras que sucumben ante la gravedad
para ver su rostro amoratado
su piel de lobo marino llenándose del aire de estas tierras
a punto de explotar como un universo
su canto
que las moscas de la destrucción esperan impacientes
mientras revolotean sobre este rompeolas sumergido
los tres niños yo tú y él
las tres estrellas de esta constelación
vendrán de tan lejos a dejarse ahogar por el hedor de la sirena
a punto de
como la oscura memoria donde de vez en cuando
se asoma
como el rostro de la memoria donde de vez en cuando
se asoma
como un fragmento de la memoria donde de vez en cuando
se asoma
se asoma
se asoma
la poesía
se asoma
se asoma
se asoma
la nada.
Ciudad Satélite
Mi abuelo recorría las arenas en su micro marchito
Y un silbido lo acompañaba
―¡Metralleta!, levántate temprano porque sino te dejo―
Y se iba a vaciar la autopista de Ventanilla
de pasajeros y perros
porque no había nadie más veloz que él
porque tendía entre la ciudad y la ciudad
los sueños y las pesadillas del arenal.
Mi abuela no era Penélope
Pero tejía un cometa
frente a la estática de un televisor encendido
―en Ventanilla se balbuceaban noticias del viaje en el tiempo
de la velocidad infinita―
Formar camino Carlitos, aunque nos muerda el desierto.
Alrededor de Lima giran las ciudades satélites
y sus tinieblas ladrando el micro vacío.
Pero ahora que estoy en otro desierto
las moscas sobrevuelan anunciando
golpe
reacción
inercia
y nadie se ha levantado a tiempo
y mi abuela con la arena entre los párpados
y hay que regresar a Ventanilla
pues a mi abuelo lo ha mordido el desierto
y el mundo no se iba a acabar con un balazo
pero con un quejido.
En una oscura estación del Greyhound
Escribo en lo apartado de esta ciudad otra ciudad que no tiene forma
Devórate estas palabras sus calles sus avenidas sus cráteres que
no han sabido recomponerse, la locura que no ha cambiado de rostro.
Por ahí ya reptan en los pasillos
y mientras escribo con el equipaje congelado
se me estrecha la garganta
¿Qué palabras podrán salir de ahí
sino un desierto marchito, mi ciudad inundada?
Escribo en la ceguera de esta noche, una ciudad desembocada
Árida tal las palabras que se quiebran
¿Podrán encender esta estación?
Allá afuera el hielo ha entumecido las articulaciones
los rostros que viajan en los metros han dejado de sonreír
son deshabilitados con documentos rumbo a la nada.
Y en su lógica esta ciudad se abre a la locura
Y en su dispersión la otra se encalla en mi memoria
Ahora que la poesía es un bus marchito
¡yo te saludo pasajero incierto!
*(Lima-Perú, 1976). Poeta, narrador y ensayista. Se desempeña como profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Maine (EE. UU.). Dirige la revista digital Polis-Poesía. Ha publicado en poesía El grito (2001), Tríptico (2003), Ciudad Satélite (2007 y 2021), Materia Oscura (2017) y la novela Alicia, esto es el capitalismo (2014).) Asimismo, es autor de Los relojes se han roto: antología de poesía peruana de los noventa (2005) y ha coeditado la antología Cuentos de ida y vuelta: 17 narradores peruanos en Estados Unidos (2019). En 2018, publicó su investigación Poéticas de la ciudad: Lima en la poesía peruana.