Por Miguel Ángel Muñoz Sanjuán*
Crédito de la foto (izq.) Ed. La bella Varsovia /
(der.) Facebook de la autora
Sobre Cesto de trenzas (2018),
de Natalia Litvinova**
«Tampoco creo que la literatura nos pueda enseñar a vivir,
pero las personas que tienen preguntas sobre cómo vivir
tienden a recurrir a la literatura.»
Judith Butler
Cesto de trenzas es la delicada, pero también dura narración de un tiempo intrahistórico de los destinos femeninos simbolizados por esos cabellos trenzados de tantas y tantas mujeres desconocidas, aquí evocados por esta voz que nos habla, como si cada una de ellas fuera una existencia depositada en el firmamento concreto de un cesto, al que se hace referencia en el título; tiempo y desconocimiento, tiempo de una evidencia ancestral, tiempo habitado de supersticiones, tiempo tan antiguo como presente en estas nuestras vidas bajo el vuelo de las aves migratorias. Porque en Cesto de trenzas habita la bilocación del que ya «no-está-estando», del que no estando presente participa por medio de lo que los demás presienten. Y ese «yo-tu» tiene la voz femenina de alguien que desea y sabe narrarnos las costumbres surgidas desde la noche de los tiempos y de los miedos.
En Cesto de trenzas todo está teñido de un clímax de recuerdo; todo son imágenes que surgen a través de las palabras con una resonancia fosforescente como si los personajes a los que hacen referencia apareciesen desde una neblina inexplicable, como si surgiesen en su corporeidad pronunciando un mensaje que transmitir a esas otras mujeres herederas de su existencialidad, porque, a pesar de que estas palabras estén escritas, al ser leídas, provocan una oralidad procedente de una otredad inexplicable, pero, sin embargo, aceptable y verosímil.
En Cesto de trenzas, esa narradora poética tiende a llevarnos de la mano de una niña guía de la que nada sabemos, pero a la cual aceptamos con naturalidad. Su voz, su lenta y oracular voz, tanto tiene de su pureza infantil como de misteriosa actitud de niña chamán; voz que trasciende más allá de lo vivido de nuestra propia experiencia a través de esta mujer-tierra, de esta voz femenina que narra la soledad de un sentido de lo femenino que trasciende la condición corpórea de su diferencia, para traer ante nuestra emoción las emociones guardadas en la inmensidad de un sideral cesto de silencios ahora atronadores.
5 poemas de Cesto de trenzas (2018),
de Natalia Litvinova
Dichoso quien no tiene una patria;
la contempla todavía en sus sueños.
Hannah Arendt
La gente de mi pueblo
es iracunda
como esclavos de tártaros.
Todas las mujeres
de mi familia
tienen un talismán
que las protege.
Yo no, pero miento
para que me traten
con cuidado.
*
Se agachan
y se enderezan
cada una a su ritmo,
como teclas
de un instrumento
que alguien aplasta
con los dedos.
Filas de mujeres
de falda
y botas de goma
desentierran
tubérculos.
Es la danza
para no morir
de hambre,
dicen y se ríen.
Las raíces chillan
cuando las separas
de la tierra.
*
Las tareas
rotan todos los días.
Otras mujeres
cavan hoyos
mientras cantan.
Cuando alguna
se echa a llorar
cantan más fuerte.
El bosque les hace
una reverencia.
*
Los vestidos caen
por el peso del trabajo.
No seducen arrugados
y sin forma.
Sembramos papa
en camisa y pantalón,
arrodilladas
sobre los gusanos.
La abuela siempre delante:
cabeza humana
y cuerpo de pájaro,
abre sus alas,
insemina las verduras.
*
Si no duermo
escucho bajo la almohada
la sangre de mi madre
y de mi abuela.
Por la mañana
todo se rehace,
crecen las paredes
y el techo se despliega.
El polvo del campo
me dificulta respirar.
Camino envuelta en mantos
apretando contra el vientre
la almohada maldita.
*(Madrid-España, 1961). Poeta y ensayista. Organizó las Primeras Jornadas de Joven Poesía Española en homenaje a Luis Cernuda (1988), así como fundó y dirigió la colección de poesía Abraxas (1989). Ha publicado en poesía Una extraña tormenta (1992), Las fronteras (2001), Cartas consulares (2007),Los dialectos del éxodo (2007), CANTOS : & : UCRONÍAS (2013) y : Memorical-Fractal : (2017).