Sobre «Casos completos» (2021), de Francisco Ferrer Lerín

 

Por Joaquín Fabrellas*

Crédito de la foto (izq.) Danny Caminal – www.elperiodico.com /

(der.) Contrabando eds.

 

 

Sobre Casos completos (2021),

de Francisco Ferrer Lerín

 

 

Ponía hace poco de relieve el crítico Ignacio Echevarría (El Cultural, 26 de noviembre – 2 diciembre: “El caso Ferrer Lerín”), que este era uno de esos pocos autores, cuya obra, se comunica consigo misma, en una amplificación de la divulgación editorial, que es, a la postre, lo que hace que la producción de un autor, se haga conocida y cale entre su público. Esa sería una de sus señas de identidad.

El profesor Viñuales, por su parte, nos avisa en su epílogo a Casos completos, (de cuya edición también ha sido el recopilador), de que, en la obra leriniana, se distinguen dos tipos de publicaciones: las primarias y las secundarias. Por primarias, entendemos los libros hechos por el propio autor, firmadas y montadas por él mismo, con el fin de ser publicadas. Estas publicaciones primarias, a su vez, se dividirían, según mi criterio, en dos partes: sus obras poéticas y sus obras narrativas.

Y he aquí el principal escollo que se encuentra el lector, el crítico, o aquel que se quiera acercar a su cosmogonía discursiva. La obra de Ferrer Lerín es agenérica, se da en su escritura, (quizá sea más útil hablar aquí de escritura, de proceso creativo, ya que, el propio autor reconoce que nunca sabe el molde genérico que va a utilizar); usa un proceso despersonalizador de marca de género literario tradicional, pero con un fuerte componente de estilo, que es el elemento que unifica la dificultad clasificatoria de su obra. Su sintaxis es asombrosamente sencilla, (como en Borges); su léxico, brillante, inédito.

En la obra de Lerín nada es lo que parece. Nada es casual.

Estamos, por tanto, en estos Casos completos frente a una obra secundaria, agrupada bajo el concepto desarrollado por Viñuales, el caso, que bucea en la historia literaria y es emparentado con un excelso ejemplo como el Lazarillo.

Este libro ha sido compuesto desde el gusto estético y perceptivo de Viñuales, y uno de los rasgos que destaca en su explicación, es el humor en la obra leriniana, y poco se ha hablado de ello en las aportaciones críticas. Viñuales así nos lo recuerda en el número 815 de Ínsula, (2015) en el artículo: “La risa de Lerín”, y nos lo trae nuevamente a colación en este epílogo.

 

El poeta Francisco Ferrer Lerín

 

Lerín practica una narrativa fondeada en el humor, en lo insólito. El humor es también un tropo de percepción, de colocación en el orden del discurso, que se rompe y da una sinestesia estilística. Está profundamente arraigada en la estructura interna del idioma, esa que nos compone como seres humanos. Por lo tanto, es su humor de tipo escatológico y sicalíptico, o mezcla de ambos, porque también se dan en numerosas ocasiones, la mezcla de eros-tánatos a lo largo de esta narrativa insólita denominada caso.

Dice:

«Muñeca Abortiva con selector de plazos y supuestos.

Muñeca Parlanchina con selector de hablas regionales.

Muñeca Onanista con selector de aparatos y mecanismos.

Muñeca Blasfema con selector de blasfemias según comarcas.» P. 87.

 

Otro de los rasgos de los casos lerinianos, según Viñuales, es el hermetismo.  Es cierto que, desde la narrativa, puede parecer extremadamente hermética su escritura, pero si ahondamos en esa capa in maschera que se aplica el propio autor, hasta sincoparse con ese personaje que ha construido de sí mismo, las marcas herméticas son, precisamente, las señales hermenéuticas que avisan de su desaparición reconstructiva literaria. Así sucede en Familias como la mía, pieza cerrada, hecha como novela, por tanto, publicación primaria y de carácter narrativo, de la cual, se extraen, en este volumen, varios fragmentos.

En otros trabajos sobre la producción lírica leriniana stricto sensu, para no contradecir ese carácter de barro estilístico, de arenas movedizas por donde nace su escritura liminar y comprometedora, he usado el término “texto” frente a poema. Incluso así, hay “textos” que tienen un fuerte componente poético, (tanto en la sonoridad, esa gran frontera aún por estudiar en la literatura total de Lerín, como en el ritmo poético del trabajo).

Lerín se basa, en ocasiones, en percepciones sensoriales, (lo sensorial es básico en su escritura) incluso en el concepto de sintagma, algo usado por ciertos poetas medievales, ―los primeros que se deshicieron del macizo componente de los casos declinatorios latinos y encontraron una nueva sonoridad en la arcilla idiomática del castellano—, y eso, le sirve a Lerín también para articular su creación.

Texto es un término bastante amplio, apenas acotado, pero contrapuesto a poema, alcanza su significación más plena. “Murió Ferrara”, por ejemplo, no recogido en este volumen por ser demasiado conocido, es de índole poética, por el cronometraje del tiempo y la disposición del espacio, una caja de resonancia perfecta, cuyos engranajes narrativos, tienen un léxico preciso en la estirpe de Góngora.

Algo similar le ocurre a Dux (p. 243) que, partiendo de la narración breve, secuencia tan bien sus tiempos, que nos hace pensar en un trasvase a lo cinematográfico, a la eficiencia lexica planteada por la lírica, aunque afirmar eso puede resultar que nos instale en el error:

«Walczac era un ingeniero polaco al que le fueron intervenidas, en un control rutinario en una carretera escocesa, dos mochilas de 25 kilos cada una. No, no eran las mochilas abortivas del Dr. Oturia, las mochilas Gello de nueva generación […]».

 

 

Por ello, es difícil acometer el estudio de la naturaleza discursivo textual de un autor como Lerín. Lo que vale para su lírica, entra en colisión con su narrativa. Así, “Culminación del patronazgo de San Benito de Nursia”, que Viñuales considera un Caso, yo lo considero un poema, precisamente, por poseer uno de los rasgos más característicos de Lerín: por la utilización obsesiva de la repetición y la aliteración. Ambas consideraciones son acertadas.

Otro de los conceptos que manejé para una aproximación a la literatura de clasificación lábil de Lerín, es el término transdiscursivo, emparentado con el concepto de “dispositivo” de Agamben que se define como: “capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar y modelar las conductas, las opiniones y los discursos de los seres”, y en eso, Ferrer Lerín es un entusiasta practicante. Sus obras son, por tanto, un dispositivo de resonancia estilística donde confluyen: la historia, la lexicografía, la trasposición intrahistórica de significados, la ornitonimia y la ornitología, la monstruosidad barroca, la precisión del científico, y, en definitiva, toda la cadena trófica de la creación y de la destrucción violenta que Lerín, mezcla sin ternura, enunciador de un canto decadente.

Lerín (Viñuales) yergue en este libro un dispositivo de espejos, de marcas internas que desdicen ciertos textos ya leídos en otros lugares, laberinto ordenado, taxonomía única, especie en sí; su literatura se adentra por caminos donde la impostura de la stultífera navis se hace verbo, “palabra”, otra de las grandes cotas en la literatura leriniana.

También habla Viñuales de la violencia como rasgo identificativo de su producción. Como el propio Lerín reconoce, en sus textos nunca ha habido complacencia con el mal, la violencia está llamada a ser un arma para epatar, no se pretende moldear un mecanismo explicativo mediante ella, sino que está ahí, porque forma parte de la vida.

En “Se describe una vida extraña”:

«Solo un disparo, y el vientre adquirió la rigidez precisa: descargué sobre la muerta una lluvia de golpes, y no concluí hasta que su piel tomó un color harto desagradable. Odio el amarillo».

 

Estos libros secundarios construyen toda una galería de túneles que nos hacen asomarnos a la representación total de la obra leriniana, y permite al lector que no conozca su obra, observar un panorama amplio de la misma.

Se va estructurando la obra mediante la presencia de los impostores, de los listados, las secuencias, que son, en definitiva, herramientas que Ferrer Lerín tiene y reproduce, bien como procesos, bien como temática, que, defiendo, usa tanto en su lírica como en su narrativa.

En Listas y relaciones nos avisa Lerín:

«Quizá sea Saint John Perse el poeta que más me haya influido; en especial su poesía de “inventario” […] Además de informes, soy fanático de las cuentas, de las anotaciones de los contables, y estas, además de ser la síntesis del informe, son, por su estructura, pulidos versos».

 

Montaje de fotos de Francisco Ferrer Lerín en exposición

 

Y esta declaración es, a mi modo de ver, otra de las características de las que se nutre su literatura: la procedencia exolírica y exonarrativa de su percepción literaria. El informe como género, que él convierte en estilístico. Algo así como dadá hacía con las ruedas, los urinarios o lo que encontraba en la basura. En cierto modo, él ha sido el vehículo de toda esa carga léxica, sintáctica y sintagmática para convertirlo en literatura.

Lerín busca la sonoridad, la captura de lo insólito, o el escrito perfecto que no tenga que volver a escribirse. Y ahí radica su originalidad extrema, la radical experiencia del escritor que transforma más que escribe.

Así, se demuestra la intención de desaparición del autor en la obra, el esconderse tras los velos creativos que él mismo ha creado para su progresiva ausencia. El estilo esconde al autor.

Es curioso comprobar cómo, en uno de los casos se concentran, por una parte, muchos de los intereses temáticos, junto con las historias basadas en su biografía:

En “Un viaje por la provincia de Jaén”:

1º. El interés por la naturaleza y la cadena trófica:

«Conejos. Una aparente recuperación de las poblaciones de este lagomorfo ha traído consigo el aumento del número de parejas reproductoras del Búho real –Bubo bubo– que, de noche se oye ulular en el olivar […]»

 

2º El apunte biográfico:

«Masa de almendras machacadas, azúcar y huevo […] Probada en Porcuna, en casa del periodista Manuel Ruiz de Adana Castro.»

 

3º. El motivo artístico:

«Luceras estrelladas. Quizá los baños árabes mejor conservados de España sean los de la ciudad de Jaén. […] La luz es determinante en la recreación de una peculiar atmósfera.»

 

4º Ornitología:

«Mechinales. […] oquedades cuadradas destinadas a introducir los palos del andamiaje[…], son utilizados por el ave rapaz diurna más pequeña de nuestra fauna, la Primilla –Falco naumanni- […]»

 

5º. Erotismo:

«Ocultos por la oscuridad y el oscurantismo[…] ahí están las figuras eróticas labradas bajo el reposabrazos de la sillería del coro de la catedral de Jaén.»

 

Y un tema, que también debería estar presente en próximos estudios, muy relacionado con la naturaleza hedónica del propio autor:

 

6ª La gastronomía, así:

Violetes. Curiosa designación de unas empanadillas. Se trata de un pastelillo de pan de oblea relleno por tres tipos de carne picada: ternera, cerdo y pollo […]

 

7º Interés etimológico ornitonímico:

«Pequeñas colonias de atahorma -Circus pygargus-, ave rapaz que llega en marzo […]».

 La obra de Lerín es una descripción de la realidad. Filosofía etimológica.

 

8º. Paisaje.

«Tierras calmas. Nombre local de los campos de cereal en la comarca de La Campiña, un agroecosistema en declive ante el avance incontrolado del olivar […]». P. 134-135.

 

El poeta Francisco Ferrer Lerín

 

Por otra parte, la preocupación por la muerte, presente, especialmente en su etapa madura aparece en los Casos, en “Publicaciones, 1”:

«“De tumba en tumba”, “Tanatocuentos”, “Versos para la muerte”, “Diccionario funerario”, “Muertos de cine”, […]». P. 140.

 

Censos y enumeraciones aparecidas en su lírica como en “Culminación”, “De los cementerios”, los pulidos versos que ya nos dijera antes, o la genealogía del desastre en “Descendencia”, donde el autor mezcla el azar y el determinismo genético.

«De la higiene./ De la bendición./ De los judíos, de los paganos, de los catecúmenos./ De los apóstatas de la fe, de los herejes, de los cismáticos públicos […]». P.163.

 

También recoge el volumen la obsesión leriniana de rastrear en libros antiguos. Diferentes son los que proceden de Jaca, como El libro de los sellos redondos o, como en este caso, el Archivo de la Catedral de Jaca. En “Organista y su paga”; y otros, como el Libro de cetrería.

Donde vierte un documento directamente del original, en un proceso de lo que él mismo denomina Paleografías:

«Propuso el señor Deán como Guido, el organista, pidía que pues los órganos stavan ya acabados y puestos en perfección, se le pagase su trabajo, y que se había ya tanteado con él, y que pidía 300 libras […]». P. 174.

 

Van desfilando por Casos completos los temas lerinianos, los informes, las actuaciones para acabar con las palomas domésticas, el lince en su ecosistema. Esta obra es un canal de desagüe de un pantano repleto de significaciones.

Así como el semiautomatismo también aparece en “Análisis”:

«el automóvil gris está lleno de tortugas, grandes y medianas tortugas que hacen reír al respetable en un principio dudé del resultado, ahora la cosa estaba clara, lo conveniente era aligerar a ropa de la cupletistas[…]». P. 226.

 

El monólogo interior se adueña de este texto tan prolijo en detalles.

O la presencia de lo macabro, casi de lo carpetovetónico. También en su lírica más reciente. Ese gusto por el detalle oneroso en “Necrología 2”, donde se habla del suicidio:

«A menudo los infortunados mueren, no por ahorcamiento sino por destrucción craneal al tener que saltar en numerosas veces y golpearse contra el suelo por la poca altura de la rama elegida[…]». P. 239.

 

 

Pespuntean los casos las diferentes preocupaciones del escritor, como la divulgación de su obra en redes sociales: “En trance de difundirme. Me asocio al Boomeran(g)”, p. 279. Lerín es uno de los más prolíficos autores en plataformas digitales, cuenta con su blog personal, así como con varias páginas de Facebook donde difunde su obra en diferentes facetas y en donde es un activísimo usuario y escritor, con un atelier abierto a las opiniones de los diferentes lectores cibernéticos. No es, además, un caso de publicidad escondida, hay una intención veraz de divulgación en una sociedad que ya lee más en el ordenador que en papel.

Su preocupación por la recepción de la obra, una vez publicada en redes, y que muestran en el lector, una infantil incapacidad para separar en la literatura, la realidad de la ficción, como una de las consecuencias de la sobreexposición macluhaniana al uso de las redes sociales por parte del público, que ya no distingue lo real de lo virtual. Así en “Lectores, espectadores”, p. 281, donde apenas se diferencia la literatura, del espectáculo, exhibido en las redes.

«El público ha olvidado cualquier vínculo con la esencia de la ficción, ha perdido la capacidad de comprender qué es la imaginación y por tanto considera imposible que alguien pueda crear. Toda narración de convierte en autobiografía.»

 

El nacionalismo independentista también está presente es su obra, como un mal que acucia a nuestra sociedad, así, en “Nada es inocuo”, p. 322:

«[…] El cambio que se está produciendo en los rótulos de las calles y tiendas, una fulgurante catalanización que su padre desdramatiza diciendo que es una moda[…]Nada es inocuo en el lenguaje. Ni el uso de “nacionalismo” en vez de “regionalismo” aplicado a una entidad administrativa que nunca fue nación sino región».

 

Otro de los temas que aparece de nuevo es la traducción, uno de los filones temáticos de su producción lírica y narrativa, recuerdo “Botocudos” de Hiela sangre: “Infierno del traductor”. P. 343.

«“Crow”, es sinónimo vulgar de “Corvid”[…] “Carrion Crow” sería nuestra Corneja Negra, y “Hooded Crow” nuestra Corneja Cenicienta[…]»

 

Lerín y sus reajustes con la realidad y con el idioma como traductor de la terminología exacta del mundo. Su escritura recalibra la realidad.

La literatura leriniana confía en la labor de montaje del otro, del lector, del crítico. Relacionado con la filosofía de la recepción de H.R. Jauss y de W. Iser, sus obras pueden ser tratadas como “hechos literarios”, donde hay una amplia carga de reciprocidad entre el lector y el escritor, que tiene que ver, a su vez, con el “fondo cultural” de dicha teoría filosófica, esos espacios en blanco que el autor deja como marcas en el camino, y que el lector reconstruye, como si de un caso de Arte Casual se tratara. Solo percibido por algunos de los lectores potenciales de sus sucesivas obras.

Su extrañeza es ya clásica.

 

 

 

Bibliografía recomendada

Agamben, Giorgio. 2006. Profanaciones. Anagrama. Barcelona.

Echevarría, Ignacio. 2021. “El caso Ferrer Lerín” en El Cultural. Diciembre. 2021.

Fabrellas, Joaquín. 2022. La condición radical. Una aproximación a la lírica de Ferrer Lerín. 1964-2021. Libros del Innombrable. Zaragoza. (Inédito, en preparación). Ha parecido previamente en diferentes medios.

Ferrer Lerín, Francisco. 2021. Casos completos. (Ed. de Antonio Viñuales, prólogo y epílogo). Contrabando Ediciones. Valencia.

Viñuales, Antonio. 2015. “La risa de Lerín”. Ínsula. Nº 815.

 

 

 

 

 

*(España). Poeta y profesor de literatura. Escribe estudios críticos, traducciones y reseñas para las revistas La manzana poética y Paraíso, así como artículos en Viva Jaén y en el blog www.lobelloylodifícil.wordpress.com

 

 

 

**(Barcelona-España, 1942). Poeta, narrador, traductor y ornitólogo. Trabajó en la editorial Salvat y en el consejo de redacción de Barral Editores. Ha publicado en poesía de Las condiciones humanas (1964), La hora oval (1971), Cónsul (1987), Ciudad propia. Poesía autorizada (2006), Papur (2008), Fámulo (2009), Gingival (2012), Hiela sangre (2013), Mansa chatarra (2014), Chance encounters and waking dreams (2016), Edad del insecto (2016) y El primer búfalo (2016); y en novela Níquel (2005), Familias como la mía (2011), 30 niñas (2014).

 

 

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