Próximamente, se presentará en Lima-Perú la antología de poesía Cantos de fortaleza. Antología de poetas venezolanas (2016), que reune algunas de las voces más importantes y atendibles de la segunda mitad del s.XX en el país llanero. La presentación estará a cargo de la investigadora literaria venezolana Mariana Libertad y de la poeta peruana Giovanna Pollarolo, así como acompañarán en el acto los editores-compiladores Artemis Nader y David Malavé.
La presentación será el próximo 24 de noviembre a las 7.00 pm. en la Librería Sur.
Por David Malavé*
Crédito de la foto Ed. Kalathos
Sobre Cantos de fortaleza.
Antología de poetas venezolanas (2016)
Aliento de musas… pocas palabras a modo de editor
Desde que empezamos a venir con frecuencia a España, a fin de visitar a la familia y de hacer las compras de libros para la Librería Kalathos, uno de los hechos que con tristeza constatamos, era la ausencia de libros de autoría venezolana en los anaqueles de las principales librerías de las ciudades españolas. Salvo honrosas y celebrables excepciones, no abunda la obra de los venezolanos en el exterior. Hay que reconocer en este sentido, la generosa y encomiable labor de Editorial Candaya y sus directores Paco Robles y Olga Martínez, quienes enamorados de Venezuela y su talento literario, han dado vida y difusión en la Península a la obra de Victoria De Stefano, Ednodio Quintero, María Auxiliadora Álvarez, Cristina Falcón, Marina Gasparini y otros. Por otra parte contamos con el catálogo de libros publicados por la editorial Pretextos coordinadas sus ediciones por Antonio López Ortega, y contentivos de la palabra de importantes poetas nuestros, como Rafael Cadenas, Igor Barreto y Yolanda Pantin. Pero más allá de estas iniciativas, es notable la ausencia de nuestra poesía y sus autores, en el exterior. Otro tanto ocurre con la narrativa. Ciertamente, algunos escritores, gracias a los premios merecidamente recibidos y a su paciente labor, han logrado publicar en editoriales españolas o editoriales venezolanas establecidas en el exterior. Entre ellos contamos con Alberto Barrera Tyszka, Lena Yau, Juan Carlos Chirinos, Juan Carlos Méndez Guedez, Rodrigo Blanco, Fedosy Santaella y otros, cabezas de playa de la narrativa venezolana, allende los mares. Sin embargo en general y lamentablemente, Venezuela y sus creadores, carecen de una acción estratégica y concertada para exportar nuestro talento, mucho menos se cuenta con un Estado que respalde el loable y sacrificado trabajo de nuestros escritores, creando redes de distribución, venta o promoción como lo hacen otros estados latinoamericanos.
La idea que surgió al calor del afecto y el entusiasmo, fue construir una antología en clave lúdica. Se trataba de un juego, en el cual las poetas harían ellas mismas la selección del material a publicar. Esta ocurrencia la tuve, pensando en el método de los surrealistas conocido como “cadaver exquisito”, y en la lectura de la novela El Castillo de los Destinos Cruzados de Italo Calvino, en la cual un grupo de personajes que por el azar se encuentran, comentan sus historias, permitiendo al lector participar de la narración, cuando es el mismo quien debe descubrir y establecer el hilo conector de las historias. Se trataba de un experimento o juego, arriesgado, pero asumimos el reto, y con nosotros las poetas. Hubo si una excepción, que fue la selección de los poemas de la coordinadora editorial, la poeta Carmen Verde Arocha, pues al estar en posesión de los textos de las demás, podía interpretarse que hubiera una posición ventajosa para realizar su escogencia. De resto toda la selección la tejieron hados, duendes y destino. Al final quedamos muy satisfechos, y hemos asumido el compromiso de darle tinta y papel al ensayo. Ciertamente, hay muchas y lamentables ausencias. Es la simple colocación de un cimiento, una piedra angular sobre la cual construir un esfuerzo editorial en tierras españolas, que no hará toda la tarea pendiente, pero contribuirá con el concierto de otros muchos actores, en colocar las letras venezolanas en escena, pues somos de la firme y clara opinión, que solo con el esfuerzo de muchos y todos podremos trascender las fronteras.
¿Por qué una antología de mujeres solamente? ¿Por qué no incluir, tantos y tan buenos poetas hombres como hay en Venezuela? Digamos que también responde al misterio, o quizás a razones más privadas, como sea el hecho de que han sido grandes poetas femeninas, quienes nos pusieran en contacto con ese género literario tan afín a la trascendencia, como lo fueran nuestras amigas ya ausentes, Elizabeth Schön e Ida Gramcko. O quizás y como última explicación, un homenaje a mi compañera de alma, Artemis Nader, a cuya exquisita sensibilidad debo, el haber logrado edificar lo que hemos construido en Librería Kalathos, y el corto trayecto que lleva Kalathos Ediciones en Venezuela y su extensión en España.
Mi formación académica fue la de médico, con estudios en psiquiatría y psicoanálisis, y cada vez me siento más incómodo con los fríos y estériles razonamientos intelectuales y más inclinados al influjo sanador de emociones y sentimientos. Si de razones se trata, prefiero sobre todo aquellas de inspiración platónica como las expuestas en el Fedro, optamos entonces, por las del gran filósofo griego de lo irracional e inefable. Prefiero sentir que lo hacemos desde el “Entusiasmo” y el mistérico influjo de algún “daymon” o dios tutelar quien siguiéndonos desde la lejana Venezuela, guía nuestros pasos en tierras ajenas a nuestro hogar y nuestros manes. En el Fedro, Sócrates nos dice que el poeta crea desde esa locura inspirada por las musas, y si puro y honesto es el corazón de quien recibe su soplo, termina escribiendo hermosos versos y poesía que despiertan emoción en quien la escucha, constituyendo este acto un vínculo con lo sagrado. Y cometo yo la osadía de agregar, que si no se cuenta con ese don, pero aun así rozan las musas nuestros cabellos y trastocan nuestra razón con su locura, es este soplo, el que se convierte en pulsión inquebrantable, de hacer lo imposible para que esa sagrada forma de la palabra, tome cuerpo y sea conocida por quien la necesita, por quien requiera su influjo sanador. Como veis, esta es una obra del alma, hecha con pasión y corazón, algo de reflexión… cosa que nos complace y con la que sentimos cumplimos con el país que nos dio todo y pasa por su momento histórico más difícil y obscuro. Como veis, es una obra que lleva intrínseca una acción catártica y sanadora, un “pharmakos” que pretende palear tanto dolor como vive nuestra tierra y su gente. Es en el fondo un acto médico, en el sentido de la antigüedad clásica, de restitución del vínculo de lo humano con la dimensión de lo sagrado, de darle figuración a lo trascendente en el tiempo de nuestro efímero de venir. Será quizás por todo esto, que optamos por los cantos de la mujer, pues es el cántaro en el cual se renovará otra oportunidad de creación y vida, de nuevos cantos, de poesía… ¿Será?
Para la reflexión profesional y profunda sobre la poesía, contentiva de esta antología y que también es necesaria, nos vemos regalados de las palabras de poetas y entendidos en la poesía como Rodolfo Häsler y Rafael Arráiz Lucca, quienes nos regalan con un prólogo y un epílogo de lujo y aceptaron el reto de navegar los mares de la feminidad y del azar.
Invitamos a los lectores a pasearse con la mirada de aquellos exploradores que se aventuraron en la exuberancia de un continente ignoto, como lo es todavía el de nuestras letras venezolanas, y agradecemos su curiosidad haciendo votos porque no hallarán decepción en la aventura.
Y a nuestras cómplices en este entusiasmo, las poetas, los comentaristas y quienes hicieron posible la edición: ¡Salud y nuestra inmensa gratitud!
Breve selección de poemas
María Clara Salas (Caracas, 1947)
CERROS
el tiempo da vueltas en su cárcel
lentamente las flores se pudren
la luz deja caer silencios y ruidos cotidianos
dentro de las cosas se mueve la brisa
cómo podrán los creyentes volar de su suelo
quisieran postergar el momento de irse
ninguno de ellos recuerda el paraíso
difícil es imaginar cerros más verdes que éstos
la tierra comienza a calentarse
revientan
al caer de golpe
los frutos
Cecilia Ortiz (San Casimiro, 1951)
EXTRAVÍO
A Nuni Sarmiento
Estoy escondida
perdida de mí misma
Es grave descubrirse
escondida
y no poder encontrarse
Belkys Arredondo Olivo (Caracas, 1953)
EN UN MAR de vajillas rotas
Encalla un barco
Tiene el fulgor saeteado
Una furia sostenida
Lo transforma en belleza
Y el cuerpo vuela.
La muralla del viento
Lo devuelve al piso
Inútil.
Yolanda Pantin (Caracas, 1954)
Canción de cuna a la muerte de Brentano
Sé pequeño
sé un grano en el jardín
el niño con el aro sobre el muro
Sé la fiebre
y la muerte
Ama a tu madre por encima del mundo
pálido y helado
¡Oh bosques! ¡Oh murallas!
¿Habéis visto fuego mayor en el desierto?
Edda Armas (Caracas, 1955)
EL DEDO DE ORO
El dedo de oro señala la costilla que me duele,
agujero por el que has salido de mi vida.
También la zanja donde habremos de enterrar
algunas cosas, esas que quedan rezagadas
dispersas errantes silentes a la espera
sin lugar quizás donde desatar la furia
aguardan diminutas algunas veces atadas a
la espalda. Cabrían allí mismo, digo ahora,
las cartas escritas nunca enviadas. Bellas
durmientes trajeadas con espinas de lo espeso.
El dedo de oro no lleva anillo
desmiente o afirma, testigo inclemente
como es, de la canción desafinada.
María Antonieta Flores (Caracas, 1960)
holgar
deme usted
la punta de su lengua
palpitación
de su deseo
un leve sangrar en las membranas
que cada latido se detenga en mis labios
en los cuerpos se adentre la noche roja
váyanse las hadas
sólo los encantos habiten los rincones
un sonido mínimo de pequeñas sonajas
deje espacio
cuerpo en cuerpo
que la pulga una las sangres
que la piel desaparezca
mi mano acaricie el agujero de su corazón
arranque los hilos que me sostienen
no diga yo basta ni acabe
seánme despojados los poderes
no arroje más estrellas ni palabras
sólo gima y arda
revelado el nombre a mí y su fuego
hasta que la garganta no tenga sonidos
las uñas hilos transparentes
carnicería temblorosa en mis entrañas
boqueos de animal enardecido
y repose sobre esta tierra
despojado de toda inmunidad
ennegrecida la médula por la flama
el refocilar de las horas
de élitros
váyase reconociendo la pertenencia
que de las tierras nos aleja
arrojados a los territorios de las espigas rojas
repita deme usted su cuerpo
como espíritu que entrego a su favor
y el aire no cese de quebrar a las espigas
Patricia Guzmán (Caracas, 1960)
¿POR QUÉ EL AIRE está lleno de almas?
Si no me responden voy a arrastrar la flor de lis
Si no me responden voy a arrastrar la flor de lis
Sé que son muchas las formas del enigma
Sé que debo cuidar de lo débil
Cierta vaguedad hay en la inocencia
Los inocentes apuran el sufrimiento
¿Quién les habrá dicho que las rosas crecen, no viven?
Las mentiras deben ser grandes
Las mentiras deben tener la arquitectura de lo sagrado
Así las flores pueden crecer hacia arriba
Así los ojos pueden crecer hacia arriba
Así nos soñamos a nosotros mismos
Canto, canto de augurio
Sonia Chocrón (Caracas, 1961)
LABERINTO DE FAUNOS
Hay luz
agua
y un lecho cálido
pero no hay salida
Claudia Sierich (Caracas, 1963)
Inocente
Qué hacemos con lo que a nosotros
regresa como si fuera un recuerdo.
De lo que sabemos, qué hacemos.
Cuando nos damos la vuelta y vemos
y estamos vivos. Para ahuyentar
o con los ausentes. Separar semillas,
qué de palabras, qué haremos.
Y dios llama, lanza llamas,
arde arbustos: miren, crear quiero
algo nuevo emerge ahora ¿que no lo ven?
Gabriela Kizer (Caracas, 1964)
ESA TARDE
tiraron una piedra al transporte escolar desde la calle.
Te cayó en la cabeza.
Apenas hubo sangre, el chichón en el cráneo
y aquella maestra gritando que pudiste haber muerto.
Quedaban por delante arduos esfuerzos para las matemáticas
y el entendimiento fugaz.
Pero a ella te ha tomado medio siglo comprenderla.
Jacqueline Goldberg (Maracaibo, 1966)
( )
La dificultad de la poesía radica en el vientre.
En toda la vejez que cabe en un vientre.
Temprano supe que una masacre me cambiaría la voz,
como ocurre a quienes vislumbran por vez primera la mar:
dulce desquiciamiento.
Gina Saraceni (Caracas, 1966)
CUANDO LA NIEVE cae
queda suspendida.
Algo permanece flotando.
Nunca llega a tierra.
Se evapora.
No se sabe
a dónde va ese copo
que se extingue
dejando en el aire
su peso tardo y leve.
Cuando estiras la mano
es el frío lo que tocas:
la lejanía
Carmen Verde Arocha (Caracas, 1967)
ARRODILLADA
creyéndome álamo desnudo
y con el peso del cielo.
Un charco de junio
busca mi rostro,
se burla igual que los muertos
de mis manos.
Una soledad larga y cercana
como una cruz de mayo
es mi adiós.
Estoy sola con mis voces,
con los gestos que viven de lo añorado,
en este barro que me hace feliz.
Eleonora Requena (Caracas, 1968)
La s vergüenzas
el sudor sus injerencias los talones crines
moldes para hacer y deshacer genuflexiones flancos entrepiernas
brotes chifladuras y pelajes lunarejos importunos
grietas y candores
leche de astrolabios articulaciones babas
estertores agrio olor de manos
surco anquilosado don de esponja
Todos adefesios de este cuerpo
impune atribulado