Por Patricio Rivas Herrera*
Crédito de la foto Ed. hilos de luz
El riesgo del canto.
Sobre Canto desenterrado
-muestra de poesía ecuatoriana chilena- (2018)
Canto desenterrado es un escrito poético que funde, gracias el esfuerzo de Andrés Hermann (poeta ecuatoriano) y René Silva Catalán (poeta y editor chileno), dos cartografías que están confabuladas desde el siglo XIX cuando el cura chileno, libertario y patriota, Fray Camilo Henríquez señaló desde Valparaíso a su agitado tiempo “Quito luz de América”, en reconocimiento a las luchas que desde el centro del mundo se precipitaban contra el colonialismo ese magnífico y trágico diez de agosto de 1809.
Este Canto es también, un recuerdo lúdico de la amistad de Pablo Neruda y Jorge Enrique Adoum, relación que se fundó en la estrecha colaboración de Adoum como secretario de Neruda y como compañero del riesgo poético.
Como describe Adoum “mañana puede ser el último día”, estas poesías tienen una urgencia de desterrarse de toda idea de límite espacial y temático. Tienen una urgencia de diálogo, no buscan el público, sino al cómplice y al crítico.
La poesía de esta amplia región del mundo tuvo como primeros cartógrafos a la palabra. “Salí a encontrarte hijos por la tierra”, este segmento de Neruda refleja el afán por hallar las palabras como constructoras de realidad.
Canto desenterrado, es también un juego imaginario. Si buscamos cuidadosamente, bajo nuestras tierras podríamos descubrir huellas y seres de otros tiempos que dejaron justo en este lugar sus hablas y vidas, riesgo de la memoria en la que incurren todos los poetas reunidos en estas cuartillas.
Estas páginas reúnen a dieciséis poetas, mujeres y hombres ecuatorianos y chilenos, que, desde diversos lugares de sus países geográficos y lúdicos, componen una música de un mundo sin líneas de fronteras, radicada en sus historias de humanidad y en sus configuraciones geográficas, con climas y colores. Son de décadas diversas, desde las generaciones nacidas en los tiempos del campo y la ciudad de los años 1940, hasta los convulsos 1970 que aún hoy resuenan con sus estíticas de humildad caprichosa.
En los ecuatorianos hay calles andinas, alturas quiteñas, tradiciones cuencanas, planicies y mar de un país, donde todo lo diverso está muy cerca, susurrando mensajes.
En los chilenos, esa memoria impertérrita, de pueblos pegados a su tierra, mesas, orillas, caballos galopando, excesos de Gasset y la pasión por ser cada vez más jóvenes. Pueblos del sur, dolores que están ahí para recitar sus biografías, a veces escurridiza y otras veces ocultadas.
Pero dibujar, con trazo muy amplio la imagen de lo que aquí se dice, impele a decir que nuevamente los tiempos se hacen difíciles y de alguna forma ásperos. Que hay nubarrones cruzando el horizonte de las dignidades y quizás la poética se juntará, como siempre, con ese ser que no se resigna.
Como se dice, aquí las palabras piensan. Su originalidad es que se piensan con palabras. Nuestro afán de saber cómo llamar a las cosas de hoy, cómo consignar el deseo amplio de culturas y pueblos.
Lo que somos y queremos ser en grado enorme solo es resuelto por la poesía que se fragua en lugares más de orillas que de centros, en bares y campus más que en bibliotecas nacionales, más en cuadernos ajados, que en tesis de doctorados. Pero nos cuesta encontrarlos, ubicarlos y hacer de ellos retazos que nos ayuden a pensar la aventura para seguir siendo humanos.
Oportunidad, donde “la más buscada”, es decir, la creatividad se insinúe con sus inauditos riesgos para señalar que ella es el ser poético que desde mundos antiguos nos sedujo con historias épicas, con sus cantos y danzas de algo que solo se encuentra para observar sus nuevas fugas a temas y sujetos que en parte ve y que por otra inventa.
Todo lo que buscamos quienes nos convocamos en esta cofradía, está por descubrirse. El lector de este encuentro, descubrirá la sospecha y lo ignoto. Como en una ciudad de Gonzalo Millán “Por ahora no se quien eres / ni adonde estas siempre”.
Quizás es necesario reconocer el doble carácter de esta interrogante frente a las propuestas que se nos sitúan en este texto. En cada poesía hay más interrogantes que pequeñas certidumbres, y el no saber donde se ubica cada una en la gran cartografía del canto, hace de una y de todo un lugar para quien se atreve a emprender el viaje de leer pasiones.
“Si me dieran a escoger entre un árbol de guayabas y una palabra dulce, tal vez me quedaría con las guayabas verdes”. Dice en «La Lección» Violeta Luna Carrera.
Ahí radica el asombro de la imagen de la vida y la poesía, en salir del laberinto de la manera menos predecible, quizás para caer en otros laberintos. Singularidades de vida y del viaje que es la vida.
Como en tiempos de antes, invitamos al lector de este libro a aguzar los instintos del riesgo, mirar sus sendas con nuevos sentidos y pasiones desconocidas.
Quito, 8 de octubre del 2018