Por Chiara De Luca
Poemas por Teodolinda Rosica
Traducción al español por Chiara De Luca
Crédito de la foto (izq.) Ed. Kolibris /
(der.) la autora
Sobre Bajo la piel la sal (2021),
de Teodolinda Rosica
“Es el momento de mostrar/ mis profundidades desgarradas/ encontrar abismos/ en la intersección/ entre mí y la locura”, escribe Teodolinda Rosica en el poema “Esquiva ese telón”, dirigiéndose a la noche, cuna privilegiada del verso y revelando así la intención que subyace a su poesía: caminar en la oscuridad, en lo que se esconde más allá de las apariencias, bajo la superficie de lo habitual; proceder a tientas, pero retorciendo el miedo en la garganta, prestando atención a la reverberación de cada resplandor más tenue, de cualquier guiño que pueda indicar una nueva dirección en tierras desconocidas. El poeta no teme avanzar con decisión, alineando paso a paso sobre el borde del precipicio, que mira hacia el abismo de la interioridad desvelada por destellos e intuiciones, por breves vistas y agniciones.
La poesía de Teodolinda Rosica atraviesa “desiertos de húmedo silencio”, donde cultivar cada verso de uno en uno, para ensortijarlos en guirnaldas de sentido, ponérselas en el cuello y mirarse en el espejo, para reconocerse, o mejor, conocerse, traicionados y traducidos por la poesía, que en el silencio encuentra terreno fértil para sembrarse y florecer en un reguero de palabras unidas por lazos inusuales y inesperados, que un golpe de viento descompone y reencuentra en nuevas geometrías de sentido.
Oscuridad, silencio, abismo, escombros, desolación… son las palabras que más se repiten en estos textos, asumiendo cada vez matices de significado diferentes. Son palabras clave que abren zonas intermedias, donde la inspiración se manifiesta por acentos, originando del inconsciente figuras siempre nuevas, en una suspensión “entre locura y día”, entre noche y amanecer. El poeta sigue la marcha del verso, en la dirección de un “nuevo núcleo”, lo del Arte, donde las leyes se anulan y las cargas cambian de signo, para reescribir lo real y renombrar las cosas, reavivando palabras ya desgastadas por la costumbre del uso.
La peregrinación a la búsqueda de uno mismo requiere valor al límite de la inconsciencia y disponibilidad a dejarse herir, arañar, golpear por las incógnitas que acechan en el camino. El poeta procede sobre caminos imperecederos, tortuosos, accidentados, está dispuesto a cruzar senderos que nunca se han batido, que podrían no llevar a ninguna parte. Absorbido por su búsqueda y concentrado en cualquier señal que pueda indicar un verso, el poeta no puede preocuparse de las “buenas maneras”, de la prudencia, ni evaluar de vez en cuando lo que sería oportuno hacer. El poeta no puede dejar de caer. Debe tambalearse, tropezar, batir, ensuciarse de lo real con los ojos al cielo en busca de una dirección. De vez en cuando, sin embargo, tiene que volver allí, “en ese vacío que succiona / y escarba”; tiene que dejarse marcar por la cifra de la poesía, que se inscribe en el cuerpo y lo pronuncia como un reflejo del entorno. El poeta debe remontarse a la fuente: la mente que lo ha parido, es decir, hacerse poesía encarnada, para lograr actuar y reconocerla en todo lo que sus sentidos rozan, o incluso sólo intuyen desde la oscuridad.
7 poemas Bajo la piel la sal (2021),
de Teodolinda Rosica
Cuarentena
Hoy no te veo
niebla y silencio
envuelven los árboles
guardianes
Nunca te habías dado cuenta
de una Naturaleza madre
del cielo que te envuelve
que llueve agua
y cuenta las estrellas
El carrusel está quieto
y los caballos
son falsos
de plástico y veneno
Pero la música permanece
para recordarnos el corazón
testigo alado
de hombres y mujeres
que como nosotros han
temido cruzar
El bardo
El tiempo está inmóvil
¿Qué día es?
¿Y quién eres tú?
Un pobre
viandante
hijo de la morena tierra
Como ese de allí
sin ropa
Como el rey que perdió
la corona con
una tos
Permanece
Escucha esta temporada
muda
esta Alba desnuda
No te veo
pero puedo adivinar
tus ondas
Tienes miedo?
Estamos hechos
de la misma carne
numerada
Te has ido
te metieron
en las estadísticas pertinentes
Sin nombre
Sin siquiera un funeral
Caminamos todos
hacia la luz que se necesita
Desnudos
Esta puerta atemporal
este espacio que cambia
Son amigos
Somos órbitas errantes
En un cosmos sin ganadores
somos frágiles suspiros
enjambres sin cetros
Entonces chica
Agradece siempre
la suerte divina
El mar
las tormentas y el sol
Y el aire
Que nos hace pronunciar
palabras buenas
Esquiva ese telón
noche
las luces son tenues
nadie
se dará cuenta de mí
Tú única espectadora
de un soliloquio delirante
tu máscara taquillera
codiciosamente empolvada
desconocida tu edad
la mía es centenaria
remendada mil veces
descosida y arreglada
Enterrada y exhumada
La capa está polvorienta
el maquillaje sabe a cera
buena, resbaladiza
como los versos que esta noche
gotean en tus alfombras rojas
entre las huellas de los amantes
en un teatro excéntrico
crujiente de recuerdos
como huesos de viejos hechiceros
o de un Hamlet cansado
de hablar con la muerte
Esquivalo un poco mas
Es el momento de mostrar
Mis profundidades desgarradas
De encontrar abismos
En la intersección
Entre yo y la locura
Siempre se vuelve allí
en ese vacío que succiona
y escarba
que marca la piel con agujas numeradas
Tienes que volver de vez en cuando
en la mente que te ha engendrado
en el experimento que te mutó
en órbita
La palabra es estafa
la verdad descarrila
como un tren loco
Observo
En carriles oxidados
los deportados del alma
Este aire de invierno arrastra lejos
fragmentos distraídos
voces rotas
sombreros de magos sabios
dolores amantes
líquidos ojos y manos
se afferran en el vacío
lleno de estrellas
Noa
inquieta y angustiosa
como crepúsculos inciertos
marcas el paso
que atraviesa el cielo de otoño
lo tiñes incluso cuando
los ardientes pasamanos de verano
arden dentro
Curiosos espirales
trazados en
miradas involutas
ascensos y respiros que ya
anhelan la familiar apnea
Una partitura llena
de disonancias melódicas
una pregunta lógica
que tiene respuestas simples
tinta manchada
entre ranuras de luz blanca
en la corteza de sándalo
a explorar bajo la piel
en un mar tormentoso
o en las salinas afosas
que al atardecer
se tiñen de rosa
Mi madre es un río
sin principio ni fin
mi madre es el primer dolor de mi aventura
mi madre es el gesto
sin usar palabras
mi madre es el hecho
sin desperdicio
mi madre soy yo
y no soy yo
de noche
de día
un sábado a las 17.40
mientras llueve lluvia
o mientras llueve estupidez
mi madre existe
en la inexistencia alrededor
y existo en su existencia
vivo
más allá de su muerte
y traigo al mundo
su carne
mi madre no es un recuerdo
porque los recuerdos fueron
mi madre habla
sin abrir su boca
y existe sin por eso
vivir
y abraza
sin espacio
ni permiso
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(texto y poemas en su idioma original, italiano)
Su da Sottopelle il sale (2021),
da Teodolinda Rosica
“È il momento di mostrare/ i miei fondali laceri/ di trovare abissi/ nell’intersezione/ fra me e la pazzia”, scrive Teodolinda Rosica nella poesia “Scansa quel sipario”, rivolgendosi alla notte, culla privilegiata del verso, e rivelando così l’intento che soggiace alla sua poesia: incamminarsi nel buio, in ciò che si cela al di là delle apparenze, sotto la superficie del consueto; procedere brancolando a tentoni ma ricacciando in gola la paura, facendo attenzione al riverbero di ogni più tenue bagliore, di ogni minimo guizzo che possa indicare nell’ignoto una nuova direzione. Il poeta non teme di avanzare con decisione, allineando passo dopo passo sul ciglio del baratro, che occhieggia sull’abisso dell’interiorità svelata per lampi e intuizioni, per brevi scorci e agnizioni.
La poesia di Teodolinda Rosica attraversa “deserti di umido silenzio”, dove coltivare a uno a uno ogni verso, per inanellarli in ghirlande di senso, da mettere al collo per guardarsi allo specchio, per riconoscersi, o meglio, conoscersi, traditi e tradotti dalla poesia, che nel silenzio trova terreno fertile da seminare e far sbocciare in un rigoglio di parole unite da legami inconsueti, inaspettati, poi scomposte e ricomposte da un colpo di vento in nuove geometrie di senso.
Buio, silenzio, abisso, macerie, desolazione… sono le parole che ricorrono con maggiore frequenza in questi testi, assumendo ogni volta sfumature di significato differenti. Sono parole chiave che aprono zone intermedie, dove l’ispirazione si manifesta per accensioni, originando dall’inconscio figure sempre nuove, in una sospensione “tra follia e giorno”, tra notte e alba. Il poeta segue l’andamento del verso, nella direzione di un “nuovo nucleo”, quello dell’Arte, dove le leggi si annullano e le cariche cambiano di segno, per riscrivere il reale e rinominare le cose, riaccendendo parole ormai logorate dalla consuetudine dell’uso.
Il pellegrinaggio alla ricerca di sé richiede coraggio al limite dell’incoscienza e disponibilità a lasciarsi ferire, graffiare, colpire dalle incognite in agguato sul percorso. Il poeta procede su sentieri impervi, tortuosi, accidentati, disposto ad attraversare strade mai battute, che potrebbero non portare da nessuna parte. Assorbito dalla sua ricerca e concentrato su ogni segnale che possa indicare un verso, il poeta non può curarsi delle “buone maniere”, della prudenza, né valutare quello che sarebbe opportuno di volta in volta fare. Il poeta non riesce a non cadere. Deve barcollare, inciampare, sbattere, sporcarsi del reale con gli occhi al cielo in cerca di una direzione. Di tanto in tanto però deve tornare lì, “in quel vuoto che risucchia / e scaraventa”; deve lasciarsi marchiare dalla cifra della poesia, che s’inscrive nel corpo e lo pronuncia come un rispecchiamento dell’attorno. Il poeta deve risalire alla sorgente: la mente che lo ha partorito, ovvero farsi poesia incarnata, per poterla agire e riconoscerla in tutto quel che i suoi sensi sfiorano, o anche soltanto intuiscono dal buio.
7 poemas da Sottopelle il sale (2021),
de Teodolinda Rosica
Quarantena
Oggi non ti vedo
nebbia e silenzio
avvolgono gli alberi
guardiani
Te ne eri mai accorta
di una Natura madre
del cielo che ti avvolge
che piove acqua
e conta stelle
La giostra è ferma
e i cavalli
sono finti
di plastica e veleno
Ma la musica resta
a ricordarci il cuore
testimone alato
di uomini e donne
che come noi hanno
temuto di attraversare
Il bardo
Il tempo è immobile
Che giorno è?
E tu chi sei?
Un povero
viandante
figlio della bruna terra
Come quello laggiù
senza vestiti
Come il re che ha perso
la corona con
un colpo di tosse
Resta
Ascolta questa stagione
muta
quest’Alba nuda
Non ti vedo
ma posso indovinare
le tue onde
Hai paura?
Siamo fatti
della stessa carne
numerata
Te ne sei andato
ti hanno infilato
nelle statistiche del caso
Senza nome
Senza neanche un funerale
Camminiamo tutti
verso la luce che ci vuole
Spogli
Questa porta atemporale
questo spazio che cambia
Sono amici
Siamo orbite vaganti
In un cosmo senza vincitori
siamo fragili sospiri
sciami senza scettri
Allora ragazza
Ringrazia sempre
la divina sorte
Il mare
le tempeste e il sole
E l’aria
Che ci fa pronunciare
parole buone
Scansa quel sipario
notte
le luci sono fioche
nessuno
si accorgerà di me
Tu unica spettatrice
di un soliloquio delirante
tu maschera bigliettaia
avidamente incipriata
ignota la tua età
la mia è centenaria
rammendata mille volte
scucita e ricucita
interrata e riesumata
Il mantello è impolverato
il trucco sa di cera
quella buona scivolosa
come i versi che stanotte
colano sui tuoi tappeti rossi
fra le impronte degli amanti
in un teatro squinternato
scricchiolante di ricordi
come ossa di vecchi incantatori
o di un Amleto stanco
di parlare con la morte
Scansalo ancora un po’
è il momento di mostrare
i miei fondali laceri
di trovare abissi
nell’intersezione
fra me e la pazzia
Si torna sempre lì
in quel vuoto che risucchia
e scaraventa
che marchia la pelle con ferri numerati
devi tornarci di tanto in tanto
nella mente che ti ha generato
nell’esperimento che ti ha mutato
in orbita
La parola è truffa
la verità deraglia
come un treno squinternato
Osservo
su rotaie arrugginite
i deportati dell’anima
Quest’aria d’inverno trascina lontano
distratti frammenti
voci spezzate
cappelli di maghi sapienti
dolori amanti
liquidi occhi e mani
aggrappate nel vuoto
pieno di stelle
Noa
inquieta e struggente
come crepuscoli incerti
segni il passo
che buca il cielo d’autunno
lo tingi anche quando
i roventi passamani estivi
bruciano dentro
Curiose spirali
tracciate in
convoluti sguardi
ascese e respiri che già
bramano la familiare apnea
Uno spartito affollato
da melodiche dissonanze
un quesito logico
dalle risposte semplici
inchiostro sbavato
fra fessure di luce bianca
nella corteccia del Sandalo
da esplorare sottopelle
in un mare in tempesta
o nelle saline afose
che al tramonto
si tingono di rosa
Mia madre è un fiume
senza inizio né fine
mia madre è la prima doglia della mia avventura
mia madre è il gesto
senza usare parole
mia madre è il fatto
senza spreco
mia madre sono io
e non sono io
di notte
di giorno
di un sabato alle 17.40
mentre piove pioggia
o mentre piove stupidità
mia madre esiste
nell’inesistenza intorno
e io esisto nella sua esistenza
vivo
oltre la sua morte
e porto al mondo
la sua carne
mia madre non è un ricordo
perché i ricordi furono
mia madre parla
senza aprire bocca
e c’è senza per questo
vivere
e abbraccia
senza spazio
né permesso