Por Isabel Guerrero*
Crédito de la foto (izq.) Signo Ed. /
(der.) www.revistamontaje.cl
Sobre Arritmia (2023),
de Hernán Contreras R.**
Todo ha sido resuelto, excepto cómo vivir.
Sartre
La vida es esa constante que nos envuelve, un concepto que se torna fácil de enunciar a la vez que se nos hace tan complejo experimentarlo. Pasamos por ella, o ella nos pasa delante y a veces, sin quererlo nos aplasta, o nos convida a darle la vuelta, de la mano, a pie. En esa misma línea avanzamos queriendo darle un sentido a la existencia, queriendo tomarla para que no se escape… sin entenderla a veces, por inercia, la pensamos como el manto firme que nos abriga del miedo o precisamente, nos arroja a él.
La rabia, la tristeza, el miedo, emociones que nos han determinado desde aquellos tiempos en que no le dábamos importancia. Luego se nos vinieron encima los siglos y sus complejidades, las eternas angustias por el ser, el devenir, la conciencia, la identidad. La cultura determinante nos agarró por abajo y dimos por sentada la vida. En esa compleja posición en la que completamos los años, a veces, nos detenemos. Un pulso, una despedida, una muerte, una hoja que pasa o el río que corre, un dolor muscular, una Arritmia… En cualquier momento y por cualquier motivo, doblamos el cuello para observar… de seguro a cualquiera de nosotros nos pasa que un pequeño sobresalto, alguna agitación matutina o un mal sueño, nos ha dejado en la pendiente de la pregunta.
Desde ese limbo, esa pendiente, o desde el filo de la navaja, nos arremete Arritmia, libro de poemas escrito por Hernán Contreras R. y editado por Signo Poesía. Un libro compuesto por 33 hermosos poemas que nos invitan a sentir ese desordenado pulso que nos saca de lo ordinario, de lo común para obligarnos a experimentar la incertidumbre. Siendo sincera, no es un libro de felicidades, de armonías, no es un libro de autoayuda… es un relato que nos somete a esas sensaciones que tratamos de evitar todo el tiempo. Aquello que a toda costa intentamos rehuir. La imagen de angustia de la que nos habló la filosofía occidental del siglo pasado, con sus nihilismos, con el ser, el no ser, y el estar, el adentro y afuera, y toda la conciencia de saberse en un mundo inventado por nosotros mismos, humanos frívolos, sangrientos, vengativos, se hace presente porque los años que siguieron al siglo pasado también trajeron vacío, liberalismo, esclavitud, guerra.
un río saqueado se reconoce
por la ausencia
de ruido.
Dice el poema Encierro, en esos versos y en otros, se extrapolan sensación y paisaje, idea y sustancia, reflexión y crítica social… y la presencia de la naturaleza deja de ser mero adorno del poema. En Arritmia se funda el dominio de una sabiduría que íntimamente se relaciona con las representaciones físicas concretas de la naturaleza, desde donde su fuerza vital no procede de la intuición inmediata del proceso de la vida humana, concebido como una acción o necesidad biológica, sino que también abarca, en una unidad compleja y particular, lo espiritual y lo físico como hemisferios de un solo ser, que en todos sus tiempos se manifiesta al mundo y desde el mundo.
En este sentido, lo espiritual proviene del ejercicio reflexivo de salirse de sí, para observarse
Ahí se espejeaba todo
hasta que el mundo y mi cara
se iban con las olas provocadas por una hoja caída
que el más mínimo viento
se hubiera llevado.
(Otra pausa)
En esa inspección personal, los versos se van intercalando como fragmentos que ordenan las respuestas, el uso de lugares habituales dentro del poema nos permite anticiparnos a la reversión del espacio-tiempo… ya lo planteaban los griegos en la antigüedad…. Lo sagrado, lo divino se aloja en el hablar, en el lenguaje, la palabra humana que es capaz de asir las estrellas sin quemarse, como dice el poema Vista hacia los cerros…
las estrellas nacen en los postes de luz
en los cerros
entre calles nuevas y terrenos tomados
tenemos la suerte de poder presenciar
su muerte y nacimiento
mirarlas de cerca
sin quemarnos los ojos
Tenemos la suerte, dice el hablante, pero esa voz también reconoce en su actitud, la resonancia de una época, la angustia que, precisamente, es la clave de la humanidad. Esa incomodidad con la que nacemos y que, aunque intentamos anestesiarla, se queda de pie junto a nosotros, como sombra y luz, como pasado y presente, al mismo tiempo… Encandila, brilla, produce ceguera… los reflejos dan paso a las versiones distintas de la misma forma, otra perspectiva, el ángulo que siempre esconde algo más.
El suelo contiene al cielo
en el agua de la lluvia de ayer
Asoma el juego de polaridades, tal como lo sería una Arritmia… pausa, movimiento… vida, muerte… la luz y las sombras que están presentes en todo el esqueleto del libro. Un cuerpo que se agita, se mueve, se estimula con las dificultades de un tiempo que se presenta en las mismas contrariedades que hace siglos atrás… y que, con forma de luz, vitrina, espejo, letrero luminoso, focos o electricidad nos invita a revisar la infancia, el amor, las relaciones, la sociedad y sus decisiones. En su opuesto, como toda moneda con su otra cara, viven las sombras, las siluetas, el silencio, lo que nos empuja a identificarnos, precisamente en esa otredad reconocer que en la sustancia que es oscura, también hay primaveras que renacen, que nos aflojan, nos deslumbran, a pesar de que la gotera siga cayendo en el mismo sitio o que el rio en el que nos sumergimos nunca sea el mismo, de todas formas, asistimos a la vida y presenciamos sus cambios.
En el lugar donde ayer te protegías de la lluvia
hoy
con el cielo despejado
el agua continúa su caída
Los poemas como escenas, nos regalan capítulos de una historia que pulsa, que viaja a pestañeos entre recuerdos, pequeños flashback de vivencias que van y vienen como el río, cuestionan y determinan el presente… el tiempo, como la medida de lo que no se puede medir, se alarga como ese cuello que busca el agua o la multitud y esa multitud como la humanidad sin sentido, hipnotizada al tiempo que avanza, el hablante se detiene en las curvas del camino para tantear el terreno, la ciudad está presente en contraste con la anatomía de la naturaleza, con el esqueleto de los árboles que se filtra para recordar la infancia o recordar que “el humano” siente, está vivo, y que puede conmoverse con la sencillez de una hoja.
Como lectora de poesía, aprecio en Arritmia la interpretación que hace desde una época ruidosa, en la que se hace necesario buscarse en lo sencillo, reconocerse en la calle, recordarse desde la sutilidad de un vidrio, de un aroma, de una imagen. Aprecio el rescate que un hablante cansado emprende frente a las fragilidades, usando las mismas para fortalecerse. En este mundo tangible que nos impone Arritmia no podemos desentendernos en superficialidades, mirar para otro lado o hacer cuenta de que las cosas no afectan…
La buenaventura que nos deparaba el progreso no llegó, porque la miseria es atemporal, porque no hemos salido de ese abismo, de esa caída moral que ha separado el bien común de la carne. Que nos ha dejado sin palabras propias para hilar una historia. Hace rato se nos cayó dios del olimpo, así también se nos cayeron los ídolos, los mártires, los héroes… nos quedan cuadros vacíos sin retratos que acomodar, la resignación de que por más que tejamos, las agujas se siguen quebrando. Vemos eso en Arritmia, un caldo frío que quedó sobre la mesa a espera de los comensales que no llegaron.
nos dicen
que un lugar se vacía con su propia multitud
el ruido de un río
que anuncia un escape entre tanta piedra.
diciembre 2023
*(Rancagua-Chile, 1985). Poeta. Se desempeña como profesora de Castellano y de Filosofía y dirige la revista Mal de Ojo. Ha publicado en poesía Poemario Obstinado (2013), Anzuelo (2015), Trazos de una obra por hacer (2017), Seol (2020) y Sin sol entro en silencio – en el sur la soledad también lo es todo o el hilo de Ariadna (2022).
**(Santiago de Chile-Chile, 1990). Poeta. En la actualidad, reside en Puerto Montt (Chile). Ha publicado las plaquettes Proyecciones (2018) y El agua que baja (2022), y los poemarios Trayecto hacia algunos días (2018), Voces a la barricada (2021) y Arritmia (2023).