Por Carolina O. Fernández*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Objeto profano /
(der.) archivo de la autora
Sobre Aroma de nido (2022),
de Ivonne Bernuy Coloma**
La madre ocupa un lugar trascendente en la poesía peruana, su presencia se ha incrementado en las últimas décadas en la poesía escrita por mujeres en todas las regiones país. Sus antecedentes en el siglo XX se hallan en Trilce de Vallejo, en los Cinco metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat, en “Tristitia” de Abraham Valdelomar. Vallejo nombra a la madre unas diecinueve veces en Trilce, y sus imágenes están asociadas a la creación, al cuidado y al amor.
Cuando tuve por primera vez en mis manos Aroma de Nido, me llamó la atención el tema de la madre y me pregunté cuál sería la imagen que se desprende de este segundo y significativo libro de Ivonne Bernuy. Tópico al que me referiré en estas breves líneas.
Aroma de nido, compuesto de siete secciones, acaba de ser publicado con el cuidado de Objeto profano, editorial dirigida por Julio César Zavala, quien en el prólogo precisa acertadamente y citando a Federico García Lorca, que en el libro conviven el dramatismo del miedo, en un contexto violento, con la ternura.
El poemario se inicia con un sujeto poético en primera persona que enuncia su lugar en el mundo, un espacio en el cual es posible guarecerse del dolor, la soledad y la indiferencia. Ese lugar es el nido, símbolo de protección y cobijo, donde yace el amor verdadero, el amor materno: “Del amor dudo como se duda de Dios pero se cree. No se duda de un nido.” (13)
En la primera parte titulada “La verdad del caos como reconocimiento de humanidad”, el yo poético, en tercera persona, identifica al ser humano como integrante de un universo en el que apenas es un pequeñísimo e insignificante ser, un ente que se caracteriza por su ser efímero. En el proceso de nacer, crecer, envejecer y morir siente que habita un entorno muy indiferente, en el que cada individuo es apenas un “eco”, un grito “entre millones de ojos que no escuchan”, porque lo que prevalece es el egoísmo.
En este entorno displicente, en el que cunde la soledad y el individualismo, el sálvese quien pueda en la era del capitalismo gore; la maternidad, para la enunciante, es un anhelo, el deseo de sentirse acompañada, el deseo de llenar el vacío existencial.
Descubre que maternar no es tarea sencilla, lleva el peso de lo que implica acompañar y encaminar las pequeñas alas de una niña con la que cumple su ansiado sueño, con ella descubre el amor verdadero y la responsabilidad que implica. Ante peso tan inmenso, el yo poético interroga, “¿Cómo encontrar un camino? ¿Cómo dirigir los pasos?”. La niña abre su esperanza.
La madre quisiera mantener las manos abiertas, pero se contraen, las ata, las anuda; aprende a abrirlas cuando nace Cielo en una atmósfera en que la muerte acecha. Pero no se amilana, no hay que temerla, hay que apretarla, comerla, vomitarla, afirma el yo poético. Lo que nos conduce a manifestar que, si nuestro fin es preservar el secreto de la creación y la poesía, la maternidad, en tanto condición creativa, es un estado en poesía. Mientras que el nido es Tiaré, palabra cuya etimología hindi, menta a una flor, un olor a nido. Tiaré es la fragancia del amor:
¿Que es Tiaré? ¿Es un olor a nido?/ un vuelo un ala un pétalo, un poco de llanto/ desatar los nudos abordando <<la gracia>>/ <<es agua, compasión>>/ prescindir de un yo/ migrar a un nosotros sobre <<sobrenatural>> (24, 25)
Aflora el lenguaje materno y sus dificultades. Prescindir de un yo. La maternidad puede ser también una herida, un horizonte, una agobiante prescripción social: “Mi madre tiene frío/ ha perdido la fuerza” (29).
Por cierto, las actividades vinculadas a la maternidad referentes al cuidado de la salud, la educación, la alimentación, la formación afectiva que ocurren en el ámbito de lo privado y que son el sustento de la reproducción social y del capitalismo, es una tarea inacabable e invisibilizada que muchas veces conduce a la enajenación del yo. El sujeto materno puede perderse en su progenie y afectar la formación emocional de su descendencia y de sí misma. Hay algunos pasajes en que el sujeto poético percibe esta situación: “El verso de una mujer se construye cuando abre los ojos/ En qué momento abre una mujer los ojos?”. O cuando interroga, ¿qué es la madre?, “un frondoso árbol”, un océano o la luna como diría Silvia Platt, pero no como la Dulce María; porque ser madre “es una sensata locura” sostiene el yo poético.
Quisiera concluir este breve comentario volviendo al inicio, reconociendo la multiplicidad de voces poéticas que emanan, en las últimas décadas, en la literatura escrita por mujeres de todas las provincias del país, incluida la provincia de Lima, voces que ponen en escena el lenguaje materno, entre ellos ocupa un lugar destacado Aroma de nido. Lo que da pie a preguntar, si en sociedades como la nuestra, en un entorno de profundas desigualdades construidas desde la visión del orden social patriarcal y el modelo económico vigente, sociedades en las que cunde la violencia de género, la crueldad, el horror y el temor a que los hijxs no conozcan la belleza, ¿cuáles son las imágenes de la madre? ¿Cómo se ejerce la autoridad materna? Recordando un texto que dediqué a una de las obras de la premio nobel Tony Morrison es posible plantear, por el momento, tres tipos de relaciones de autoridad materna; una plenamente autoritaria, otra con una fuerte dosis de maternalismo/paternalismo; en ambos casos reproductoras y afirmadoras del lenguaje del orden socio-simbólico patriarcal que ha dejado y deja profundas heridas en el alma, en los cuerpos y en nuestras patrias, que prefiero denominar matrias, y, una tercera, contrahegemónica, desorganizadora de la opresión que tiende a formar a su descendencia con autonomía sin desvincularse de la responsabilidad colectiva.
Estos son algunos de los tópicos que motiva la lectura de Aroma de nido, felicito a Ivonne y a su editor por su atinada publicación.
*(Perú). Poeta y ensayista. Se desempeña como docente principal de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú). Ha obtenido una mención de honor en el Premio Casa de las Américas (Cuba, 2022). Mantiene inédito Bordando quilqas. Ha publicado en poesía Cuando la luna crece (1996), Una vela encendida en el desierto (2000), Un gato negro me hace un guiño (2006), A tientas (2016), No queremos cazar la noche (2019) y Rumikuna del mar (2021); y en cultura, imaginarios, género y poder ha publicado La letra y los cuerpos subyugados. Heterogeneidad colonialidad y subalternidad (1999), Procesos de descolonización del imaginario y del conocimiento en América Latina (2004) y Poéticas afroindoamericanas. Episteme, cuerpo y territorio (2014).
**(Lima-Perú, 1984). Poeta. Es médica por la Universidad Ricardo Palma (Perú), con especialidad de Endocrinología por el Hospital Nacional Guillermo Almenara Irigoyen, a través de la Universidad Nacional Federico Villarreal (Perú). Cursa una maestría en Gestión de Servicios de Salud por la Universidad San Martín de Porres (Perú). En la actualidad, se desempeña como médica en EsSalud. Ha publicado en poesía Disección (2020) y Aroma de nido (2022).