La poeta colombiana Ángela García ha publicado este año la antología de poemas “Apuntes para el ejecutante” (ICED y la Revista la Otra), la que fue presentada en México por el reconocido poeta sueco Lasse Söderberg y Socorro Soto. Dicha antología recoge poemas escritos por García en el periodo de 20 años.
Sobre el poemario «Apuntes para el ejecutante», de Ángela García
Por: Socorro Soto Alanís
Crédito de la foto: http://www.iced.mx/es/publicaciones/
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“¿Y para qué escribir poesía en tiempos de miseria?”, nos cuestiona Friedrich Holderling. Para esto, para reunirnos en una tarde otoñal y airosa. En un país atravesado por la cruz que ha propósito ha escogido. Para suspirar, para tomar aire, para reencontrarnos en torno a una casona llena de misterios, como lo es El Sabino.
El tiempo chorrea hace veintiún siglos. Juega primitivo entre los mares. Cómo pasa el tiempo. Hace dos años estuvo entre nosotros la poeta Ángela García y nos regaló su canto fresco y humano. Su presencia cálida y su fraternidad.
El tiempo es un elemento permanente en su obra. El círculo del tiempo. En este tiempo en que no tenemos tiempo. Ángela se roba el tiempo para escribir, para viajar, para organizar lecturas de poesía y festivales, como el de Medellín, del cual es organizadora y fundadora y es un referente para conocer qué y cómo se escribe en este tiempo.
Tiempos convulsos en Colombia y en México. Tiempo antes del tiempo. La poeta nos ofrece hoy “Apuntes para el ejecutante”. Apuntes que surgen de conversaciones con el cuerpo. Nada tan nuestro, a la par tan extraño. Nada tan frágil, a la par que fuerte. El cuerpo y sus ademanes del deseo, sus gestos heredados o creados. Cuerpo que libera el sollozo o el alarido. Esa máquina perfecta, tan propia y tan lejana. Tan nuestra y tan sin dueño.
El cuerpo y sus nueve orificios que se abren, se cierran, se excitan, se contraen, orificios sagrados como cuevas. De ahí brotan los líquidos vitales: la sangre cada treinta días, el semen, las lágrimas y otras substancias, según la circunstancia. Los nueve orificios que son un vértigo para los anhelos.
A estas partículas del universo que son las partes del cuerpo, la poeta nos invita a conocerlas, a descubrirlas, a recorrerlas, en un encuentro con nuestro otro yo. Para luego enfrentarnos a nuestras máscaras, las impuestas, las adquiridas, las del pasado, las que ocultamos y las que mostramos, y nos dice: “Me enseñan a ser máscara. Me cubren con ropas típicas”
Y si en el principio fue el verbo, como dicen las escrituras sagradas, Hágase la luz. La poeta incursiona en el propio lenguaje, juega con él, lo hace bolas como al engrudo, para luego destejer las palabras como Penélope:
“Eres lengua antigua
Más antigua que las lenguas que hablas”.
Somos lo que hablamos, al hablar nos hacemos, nos construimos o nos destruimos. El poder de las palabras, herramienta única de los poetas. ¿Sería por eso que fuimos arrojados de La República de Platón? Y desde entonces nada nos pertenece:
“Nada posees, eres tu la ofrenda.
Eres el soporte que enlaza el aire”.
Con la fuerza del caribe, con la pasión latinoamericana: Ángela loba, Ángela hechicera, Ángela matriarca, Ángela ángela. Ángela y sus territorios, el cuerpo, la cordillera, el océano, los ríos, la tierra, la naturaleza y así como el bardo mayor Walt Withman y su inmejorable Canto a mí mismo: “Monto mi cuerpo como un jinete”.
Nuestra poeta le canta al aire, al humus, a la mujer, al mundo.
Somos pulsión, nos dice Sigmund Freud y la poeta nos escribe: “Todo lo que palpita está aquí”.
Territorios en constante explosión, semilla que germina, la poesía de Ángela García es una poesía en movimiento. En esos estertores universales, el cuerpo también se estremece, se transforma, se reinventa, igual que el propósito de la poesía: reinventar al mundo, reconstruirlo.
En su peregrinar por el mundo, en su vagabundear por el planeta, Ángela visita con curiosidad de mujer milenaria las pirámides, los templos y en siete cantos le da vida a los sentidos, al cuerpo ante su espejo, a los itinerarios, al sueño, al círculo de dolor, a las pesadillas y al círculo del tiempo.
Ya para el canto V, El sueño, la poeta rememora a nuestra décima musa y hermana mayor y su poema de largo aliento Primero sueño: Y su pretensión de escalar a las estrellas.
“Cuando duermes cortas el cordón umbilical,
Nadie se interpone a tu poder
Eres una leyenda olvidada
Un haz de preguntas en mi garganta”.
Para cerrar el poema abre la pregunta, ¿cómo acomodarnos entre el cuerpo y el alma? O es que Ernesto Sábato, argentino vital tenía razón, cuando nos sentenció que: El hombre no ha avanzado, porque el alma no ha crecido.
De esos desacomodos entre el alma y el cuerpo, de esas incomprensibles acciones humanas; colombiana, sabedora de las miserias humanas y la barbarie, tejedora de sueños latinoamericanos, matriarca americana. Nos dice:
“Cuando la carne se abre, duele
Cuánto dolor en el mundo
Cuántas heridas abiertas”.
No es casual que Ángela recorra estos territorios mexicanos de la barbarie hoy. Y se solidariza y nos acompaña a la Plaza de Armas a cantar ¿Quién dijo que todo está perdido? Porque: “Toda herida abierta clama solidaridad”.