Por Luciana Reif*
Crédito de la foto (izq.) IG agustinamar.ia /
(der.) Kintsugi Ed.
Sobre amuleto (2019),
de Roxana Molinelli**
En el desierto de Chihuahua, que ocupa ambos lados de la frontera entre EE. UU. y México, crece la Rosa de Jericó conocida por ser la planta que resucita. Es capaz de vivir años prácticamente sin agua llegándose a secar hasta parecer muerta, y revivir cuando vuelven las épocas húmedas. Si Amuleto de Roxana Molinelli le rinde tributo a algo, es a esa naturaleza que escapa a las reglas de la ciencia, que crece terca y salvaje en contra de las leyes inmutables y a favor de la historia. Los objetos que se van desplegando a lo largo del poemario ―el árbol, la serpiente, la montaña y los pájaros, por nombrar algunos― no podrían jamás entrar en una postal donde se comercializa la imagen de lo fijo, de lo cristalizado.
Mirar nada más que hacia adentro/ puede traer sus problemas, dice el volcán; La pureza es débil dice la paloma blanca. ¿Es la naturaleza una postal inmune al paso del tiempo y de la historia?, ¿o es tal vez un reflejo de la marca que dejaron sobre ella las sociedades? La naturaleza ha sido tomada en muchas ocasiones por la tradición poética, como el lugar de lo dado, asociada a un lugar apacible lejano al conflicto urbano y social. La naturaleza en Amuleto, se devela en su complejidad, las voces que hablan en este poemario traen la marca de lo abyecto como una crítica muy fuerte al modo en que occidente ha concebido la identidad.
En 1985 la filósofa india Gayatrik Spivak publica un texto fundamental de la corriente poscolonialista titulado “¿Puede hablar el subalterno?” en donde cuestiona la posibilidad de que los discursos de estos sujetos marginales tengan un lugar de enunciación válido y legítimo. Amuleto, el segundo poemario, de Roxana Molinelli se propone justamente esa hazaña, hacer hablar a los que no hablan: aquellos restos, lo marginal y periférico, hablando a través de sus propias crisis y resquebrajamientos.
Dejar el centro, volver al origen, la vitalidad de la maleza, mamíferos que han preferido no desarrollar su capacidad de habla, el eco que aún existe, aunque no haya voz o raíz de la cual prenderse, la montaña que se desgrana hasta transformarse en piedra sin por eso dejar de ser montaña: la identidad como lugar seguro desde el cual miramos con recelo a los otros pierde su potencial domo dador de seguridad y sentido.
El yo poético en Amuleto, despliega una gran capacidad de asombro y de pensamiento tangencial, las imágenes ponen, como lo supo hacer Eduardo Galeano, el mundo patas para arriba, para ofrecernos la visión que podría llegar a tener la naturaleza si le permitiéramos hablar. Pero lejos de veredictos morales no se trata de una ética medioambiental, que conserva ciertas concepciones de esencia y pureza, sino más bien de la idea de fuga, del continuo desplazamiento y transformación. Si la naturaleza pudiera hablar sería la voz del viento que no ancla jamás en su continuo desplazar.
El filósofo Deleuze proponía otro paradigma para pensar la identidad y la diferencia, según él se trataba de habilitar un pensar que piense diferencias de diferencias que no remiten a lo idéntico, que no remitan a un centro común del cual se diferencien. Pienso en la naturaleza en su estado más salvaje: en las plantas anemócoras cuya dispersión de semillas es asegurada por el viento, en las estrellas de mar o caracoles hermafroditas que tienen órganos sexuales “femeninos” y “masculinos”, o en la planta conocida como zombie que puede resucitar después de varios años de estar seca. Pienso en cómo la naturaleza desmiente una y otra vez lo normativo, lo binomial, la diferencia opaca entre la muerte y la vida. Y cómo el poemario de Roxana Molinelli rescata las voces desplazadas por el viento, voces errantes, sin rumbo ni lugar fijo y fijado; tratando de bordar y acercarnos lo que de otra manera no tendría por qué detener su flujo incesante de vida.
*(Buenos Aires-Argentina, 1990). Poeta y socióloga. Becaria doctoral del CONICET y la Universidad Nacional de Avellaneda (Argentina). Ha obtenido el Premio a la Creación Joven de la Fundación Loewe (España) y ha sido distinguida por el Senado de la Nación Argentina. Coordinó el ciclo de poesía Lo que tan rápido fuga en Espacio Enjambre junto con Valeria De Vito. En la actualidad, dicta el taller Amor y poesía en distintos espacios y coordina, con Gaspar Tessi y Flor del Castillo, el ciclo Todo beso es político. Ha publicado en poesía Entrada en calor (2016) y Un hogar fuera de mí (2018); en narrativa, trabaja en su primera novela.
**(Argentina, 1983). Poeta y socióloga. Se desempeña en programas de equidad e inclusión y facilita talleres de escrituras. Ha publicado en poesía las mañanas, el deshielo (2016) y amuleto (2019). Coseleccionó y prologó las compilaciones Liberoamericanas. 80 Poetas Contemporáneas (2018) y Otros Colores para Nosotras (2018). Colabora con entrevistas y reseñas para las revistas Op. Cit., SoloTempestad y para la Web del Ministerio de Cultura.
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