Sobre «Abro el miedo» (2021), de Teresa Orbegoso

 

Por Paulina Vinderman*

Poemas por Teresa Orbegoso

Crédito de la foto Ed. Las furias

 

Sobre Abro el miedo (2021),

de Teresa Orbegoso

 

Abro el miedo es un libro notable: por su potencia arrolladora y por su lenguaje, bello en su cruda verdad, lúcido, audaz, de gran riqueza.

Es un libro de dolor pero Teresa Orbegoso** es una poeta cabal, de modo que no escribe una catarsis ni un conjuro sino un libro de poemas. El dolor se enamora de las palabras porque las necesita, escribí una vez. Y es así como hace nido en el poema, se afinca allí para obtener certeza, la certeza del cobijo y de la existencia. “Lo que existe”; eso le pide su enfermedad, con la que establece un diálogo íntimo, esencial.

 

 

Muchas Teresas habitan este libro, muchos de sus universos: la infancia, el amor por su país y la historia lastimada que conlleva; la rebelión ante las injusticias del mundo; su defensa de los más vulnerables.

El libro está impregnado de urgencia, de vértigo; lo leemos en estado casi hipnótico, sin poder abandonarlo y cuando lo cerramos con las manos que aún tiemblan, vemos que nos abraza, nos hermana en su profunda humanidad, su sabiduría y pasión por la vida.

Abro el miedo no es sólo un libro, es un camafeo para atesorar.

 

5 poemas de Abro el miedo (2021),

de Teresa Orbegoso

 

Abro el miedo. Mi madre viaja sola sobre un iceberg. Dentro de él estoy yo congelada mirándolo todo.

 

 

Algo. Algo es. Un pezón estrujado. Inger, algo avanza por mi pecho hasta casi llegar al hueso. Se aferra a algo y algo y algo. No puede detenerse, como los sonámbulos. Se aferra a lo que encuentra. Se aferra más

 

 

 

Mi cáncer dice: cose tu historia a la mía y encontrarás a una madre y a una hija y dentro de ellas una palabra como una penitencia que las alumbra. Alguna de las dos reconocerá que un día dijo: no vayas al matrimonio como la vaca al matadero. Sin saber. Empapándote con la sangre del miedo. Que no te convenzan con eso de que tu madre es el mejor esposo. Cuántas veces las abuelas han destruido sus cabezas. La enfermedad se extiende sobre tu vestido como una mancha de aceite con la que deberás luchar. A la vencedora se le dará una revelación y se le dará también una pureza nueva y al interior de esa nueva pureza como una luz intermitente, un canto que nadie conoce sino sólo la que lo recibe.

 

 

Algo se repite en otros cuerpos. Se desarrolla. Dice aquí estoy. Se anuncia. Se impone. Me causa dolor. Adquiere confianza y se reproduce. Marcha.

 

 

 

Bienaventurados sean los que se esfuerzan en existir

en lavar los pies del dios de la enfermedad

Contra qué pared hemos caído

En qué pared hemos escrito los nombres de

nuestra enfermedad

una madrugada cualquiera

quizá de junio mientras

dormimos sentados en la cama

y no podemos ver

el amor de la mujer y su niño

que recoge del piso a su marido borracho

y ni siquiera sabemos cómo preparar una Ocopa

y creemos que

la familia es la enemiga

después de vomitar sobre una bolsa

y sólo nos quedamos como fuera del tiempo

 

 

Inger, el cáncer ha llegado a la Tierra. Está dentro de la Tierra. Ha entregado su voz al enfermo.

 

La poeta Teresa Orbegoso leyendo

 

La pregunta gobierna el mundo

existe como las culturas

borradas existen

como preguntas en la oscuridad

existen

como partículas que gobiernan el

mundo de un tiempo a otro imposible

de medir

Inkarri midiendo

la partícula de Dios existe en su reino

imposible existe y sus hijos las estaciones del subdesarrollo

los miles de físicos sudamericanos que sueñan con hacer física en Alemania

cines convertidos en iglesias evangélicas fanáticos y eucaristías sin vino

sin monjas

ni curas ni papas entregados a la castidad

santas Marías Magdalenas sin Pedros ni Pablos

evangelizando hombres ni trinidades ni profetas

que anuncien o denuncien, ni bienaventurados de ninguna clase

y una imposición de manos sobre el cuerpo de alguien

de unos elegidos a los que su Jesús no les ha encomendado decir

el que esté en pecado entienda su pecado

sin espejos rotos en miles de pedazos que asemejan a un dios medieval

y ángeles

fragmentos desordenados que no pueden adorar la imagen completa de

la imagen

la imagen a la que los niños sin religión giran como botellas borrachas

que no llevan ningún mensaje o evangelio la imagen de algún primerizo

que cree entender el ser de la jarra y las tumbas que sin tangos ni huaynos

invisibles y occidentales existen con su polvo

y sus flores de plástico existen o las migraciones del polen

existen fieles

y lúcidas o el martillo la madera existen

y la costa del Pacífico con su mar hablándole al oído a un músico uruguayo

guanacos y guano la imagen completa de obreros de Construcción civil

proletarios y villeros de la treinta y uno existen la expresión horrible del

capital existe con o sin Trump

María Helena Moyano y Pedro Huilca Flores Galindo y Arguedas

existen sin zonas urbanas ni condominios ni torres existen

con marchas de universitarios de Argentina, marchas de universitarios

de Chile, con o sin policías

existen con Bachelet Vizcarra o Macri permutaciones transposiciones

distorsiones de los auténticos padres

 

 

Resistir. El cáncer de la memoria es multiplicar. Tan solitaria como la probabilidad de lograr que exista algo. Tan claramente imperfecta, tan muerta, como sólo el perro vagabundo busca a su amo, su fidelidad a la sombra. Como si el cáncer de la memoria no fuese el cáncer del que se ha rendido en su demora.

 

 

 

Abro el miedo. Mi cáncer escucha el silencio de mis órganos. Los hilos negros de la calma. Pregunto a mi cáncer. A ese Dios melancólico y persistente que me taladra. La espera de su respuesta me deja ver que las cosas no pesan. Ánimo. Crema de cúrcuma y agua de repollo para el dolor. Todos se van y yo me quedo. En mi cuarto atiende una enfermera migrante. Mi cáncer sigue escuchando atentamente el silencio de mis órganos. La enfermera escribe en su cuaderno: cuerpo mojado, leche de madre, da la espalda. Mi cáncer me mira a la distancia. Sonríe y sigue su camino hacia la ciudad de las enfermedades. Las batas blancas y las ambulancias transportan el sonido de la libélula. La ciudad de las enfermedades contiene al amor de madre y su violencia. Junto a mi cama, en un frasco de vidrio, el lloro de los virtuosos y de los piadosos. Las cosas se terminan como nosotros. A lo lejos, la caja de inyecciones como un juguete extraviado.

 

 

El cáncer del corazón se calla y descansa. Una cultura sumergida. Un cáncer inventado. El que viene de otro cáncer. El primero. El último. El que existe. El que todavía. El que estás incubando. El que estás escribiendo. El que aún no se nombra. El cáncer de todos los cánceres. El del esfuerzo humano. El del silencio. Encuentra mi cuerpo. Toma un órgano que toma otros órganos. Sostiene mi pulmón. Lo mece con sus brazos incompletos.

 

 

 

*(Buenos Aires-Argentina, 1944). Poeta y traductora. Obtuvo varios premios y distinciones. Ha publicado en poesía Adelaida (2020), Tocar el cielo oscuro – Obra reunida (2020), Cuaderno de dibujo (2017), Ciruelo (2014), La epigrafista (2012), Bote negro (2010), Los gansos salvajes (2010), El vino del atardecer (2008), Hospital de veteranos (2006), Transparencias (2005), Cónsul honoraria, antología personal (2003), El muelle (2003), Bulgaria (1998), Escalera de incendio (1994), Rojo junio (1988), La balada de Cordelia (1984), La mirada de los héroes (1982), La otra ciudad (1980), Los espejos y los puentes (1978).

 

 

 

**(Lima-Perú, 1976). Poeta e investigadora social. Licenciada en Periodismo y master en Escritura Creativa por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Argentina). Ha publicado en poesía Yana wayra (2011), Mestiza (2012), La mujer de la bestia (2014), el álbum ilustrado Yuyachkani (junto a la artista plástica Zenaida Cajahuaringa, 2015), Perú Abro el miedo (2019 y 2021).

 

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