El presente, es el texto introductorio escrita por su autora como introducción al libro 0 grados norte franco, publicado este 2024, de la gran Ida Gramcko.
Por Gladys Mendía*
Crédito de la foto (izq.) Alfredo Cortina –
Archivo fotografía urbana /
(der.) Ed. Lp5
Sobre 0 grados norte franco (2024),
de Ida Gramcko**
Para introducir el libro 0 grados norte franco de Ida Gramcko, es esencial reconocer la singularidad de la obra en el contexto literario de su tiempo y su relevancia en la trayectoria de una de las voces más enigmáticas y potentes de la poesía venezolana del siglo XX. Publicado en 1969, este libro híbrido, que combina poesía, prosa y narrativa, refleja una síntesis única de las obsesiones filosóficas y espirituales que caracterizan la obra de Gramcko, así como su expresión a través de una escritura que desafía los géneros tradicionales.
En 0 grados norte franco, Gramcko nos invita a un periplo que, lejos de ser geográfico, es metafísico. A lo largo de la obra, la prosa poética se despliega en imágenes que evocan lo inefable, lo que está más allá de la experiencia humana corriente, creando una atmósfera que recuerda las indagaciones de poetas metafísicos como San Juan de la Cruz, aunque con una aproximación moderna y radicalmente suya.
En la “Biografía del misterio”, que aparece en los primeros pasajes del libro, Gramcko transforma la búsqueda de la verdad en una experiencia dolorosa y reveladora. Las imágenes que emplea —sombras, abismos, montañas de murciélagos, catedrales plúmbeas de cuervos— construyen un paisaje interior que oscila entre lo grotesco y lo sublime, donde el misterio no solo se aborda, sino que se sufre. Este “viaje sin regreso”, como ella lo llama, es una constante en su obra, que vemos también en otros textos como Umbral y Poemas de una psicótica, donde lo espiritual y lo corpóreo son una dialéctica de destrucción y renacimiento.
Este libro, por tanto, se convierte en una biografía de lo inasible. La figura de la “niña”, que recorre varias secciones del texto, parece encarnar una suerte de alter ego de la propia autora, quien, como hemos observado en su obra completa, oscila entre la inocencia y el desgarro existencial. La niña se enfrenta al mundo y al mar, y en ese enfrentamiento descubre la brutalidad de lo real, pero también la posibilidad de la trascendencia. Las metáforas marinas, que Gramcko utiliza de forma recurrente, sugieren la vastedad del conocimiento oculto y la peligrosidad de adentrarse en él. En esta obra el mar es un símbolo de la búsqueda espiritual, del abismo al que el alma se arroja en su ansia por conocer lo infinito.
La estructura misma de 0 grados norte franco, que alterna entre prosa poética y secuencias casi narrativas, desdibuja los límites entre lo real y lo imaginario, lo racional y lo emocional. Esta fusión de géneros refuerza la atmósfera de liminalidad que Gramcko busca construir, en la cual somos arrastrados por una corriente de imágenes hipnóticas que revelan más de lo que explican. Esta es una poesía del pensamiento, en la que la imagen y la idea coexisten en tensión, sin que ninguna predomine sobre la otra.
Finalmente, es fundamental señalar que 0 grados norte franco fue publicado en un momento de intensa ebullición cultural y literaria en Venezuela. Sin embargo, su carácter profundamente introspectivo y filosófico lo distanció de las corrientes predominantes en ese entonces, orientadas hacia lo social y político. Aun cuando el texto incluye fragmentos que critican ciertos arquetipos y vicios de la sociedad, en especial aquellos arraigados en un sistema heteronormativo y patriarcal, Gramcko permanece fiel a su visión del arte como un medio de exploración de lo eterno, lo sublime y lo espiritual. Así, estas escenas adquieren un nivel superior, al ser transformadas en poesía, una poesía que nos confronta, nos ilumina, y se convierte en espejo y conciencia trascendente.
0 grados norte franco es la evidencia de una autora que nunca se conformó con respuestas fáciles, que entendía la escritura como un espacio de interrogación y revelación constante, y que, en cada uno de sus textos, invita a mirar más allá del horizonte visible, hacia el misterio profundo que habita en todo lo que nos rodea.
Biografía del Misterio
Sentir el misterio de manera concluyente
y desesperada presupone el descubrimiento de la Luz.
Biografía del misterio
El lápiz une letras, traza palabras, tacha. Deja quieta una frase. Luego, la emborrona, la elimina. Una, dos, tres, cien páginas. Todas con lamparones. Blancas mejillas donde se posan moscas. Tez bajo constantes quemaduras. Sienes bajo umbría bandada.
El misterio, la mancha. Incertidumbre, oscuridad. El misterio es lo que monda y mutila. ¿No es el arcano lo que enmienda? ¿No es la incredulidad lo que inmola?
Papel, con sus vocablos y sus máculas.
Si hay algo verdadero, no voluble, total, no tornadizo, ¿por qué no permitirle fluidez? Lo auténtico, lo exacto nunca pide un degüello. Quien interroga, algo ha de mermar, de matar. La busca siempre receló de la abundancia.
Pero no hay derroche en la Luz. No hay descuido en la plenitud. La claridad aparece como un vivo rigor espontáneo.
El resplandor es, en sí mismo, una exigencia extraordinaria.
Si hay algo diáfano, durable, ¿por qué no dejarle su expansión?
Mas ¿dónde la verdad, totalidad, diafanidad y duración?
¿Dónde?
El invisible rostro del espíritu gira segundo tras segundo en torno, sin detenerse, pues nada lo colma y clarifica. Y el cuello del invisible rostro se doblega.
Imposibilidad. Cansancio.
Penumbras y preguntas. Sin cesar. Ansiedades. Abismos. La duda es lo que destruye. La certidumbre no requiere ni tizne ni tajo.
La niña, en la noche. Inquiriendo sin tregua.
¿Qué se puede limpiar a lo límpido?
¿Cómo corregir a lo ileso, a lo intacto?
Pero esto lo ha ignorado la niña. Y ha seguido indagando. Sin pausa.
Mil hojas, donde se colocaron piedrecillas redondas de vocales, insectos finos, consonantes, tupidos por la tinta torrencial.
Inundación. Incredulidad.
Y el misterio ha crecido como una montaña de murciélagos.
Como una catedral plúmbea de cuervos, el misterio ha crecido hasta cubrir los ámbitos y espacios.
Y gaviotas grotescas, con un gris de ceniza que comienza a manar de un rostro muerto, atraviesan graznando por entre sábanas de oleajes.
Un bergantín, zamuro colosal, muerde la carroña de la espuma, que semeja una piel deshilachada.
Un vaho neblinoso, color de ostra, una humosa vaharada como de ojos de tuerto, como de uñas que aún crecen bajo tierra, envuelve las arenas de donde el oro huye como un gallo espantado.
Las medusas han cobrado un tamaño descomunal. Momias flotantes, con enormes colgajos, con gigantescos pelos lacrimosos, oscilan entre rocas como por catacumbas, agitando madejas espectrales. Y una hueste de erizos que han crecido y parecen negros cardos, atraviesa, solemne, como guirnalda fósil y felina, bajo el cráneo gigante de los acantilados.
Sombra. Ceguedad.
Los rayos solares se tienden sobre la antigua playa como monumental araña.
El arenal se ha vuelto, bajo el peso de unas ropas raídas, de unos cuerpos deshechos que derraman cabellos y cartílagos, una oliente e hirsuta pelambre.
Sombra. Sed. Ceguedad.
La niña envuelta, invadida, inerte y enlutada.
Ni un guijarro pulido. ¡Ah, el caracol!
Una red se ha extendido y endurecido hasta tal punto que la encierra en sus barrotes donde hormiguean, como un ovillo de gorilas, las sólidas hilachas.
Y un pulpo, que pende de un mástil roto, acerca a la niña sus penachos, tentáculos, y la aprisiona por entero, agitándose, balanceándose, queriendo vivir de ella, absorberle la vida, como un ahorcado pataleando.
La playa ensombrecida es un sudario de coleta que la exprime hasta la última lágrima.
El anhelo. El ensueño.
Por el desierto, la última tentativa mágica, el esfuerzo final para el milagro.
Desde la chimenea de una vivienda aldeana se ha desprendido un humo que es igual a un adiós al contorno. Se extiende por los campos, cada vez más fluyente y más fino, y entonces irrumpen las criaturas como abullonadas espirales. Hadas.
Túnicas tintineantes, vestes de estalactitas vierten rumor de campanillas al aproximarse. La diadema es una rosca muy delgada de pan en donde se engarzan frutos impregnados de rocío. En una mano sostienen la vara de virtud, espiga tachonada de llovizna, y en otra un pañuelo traslúcido hecho con los fragmentos cristalinos que tienen las granadas.
La capa, colocada sobre los carámbanos, no es de tul sino de telaraña. Los gnomos emergen de la corteza, Tienen ropas de nido y semejan bizcochos crocantes. Para sus gorros, hurtaron de los cestos de costura los dedales de cobre.
Los duendes, forjados con tela de velamen, tienden sus grandes orejas recubiertas con el peluche de la flor de los páramos.
La niña hace una pompa de jabón y brota un elfo. Después, en un solo manojo, emanan de un haz blanco de hilos en el momento en que una remota mujer hacía encaje.
Desde este mundo todavía vivible, todo parece emanciparse de lo perfilado y lo precario. Nada se reduce a lo concreto. Las cosas se evaporan cual si hubiesen sido nubes contenidas, obligadas a ser piedra o muro.
Los sólidos troncos se diluyen en vahos bermellones que difunden sus gaseosos ocres gravitantes.
Si una rama todavía se dibuja, es solo una breve y verdosa pincelada. Lo inmediato, lo palpable, lo táctil, asume una consistencia de juguete. Doradas bagatelas, las ropas que se cuelgan al sol, los asientos de mimbre, el maíz en la cesta y, sobre las viviendas, las tejas encendidas, estridentes, se esparcen en una golosina de durazno.
*(Venezuela, 1975). Poeta, escritora, traductora y editora. Fue becaria de la Fundación Neruda (2003 y 2017). Participó en el Taller de creación poética con Raúl Zurita (2006). Es editora fundadora de la Revista de Literatura y Artes LP5.cl y LP5 Editora, desde 2004 y cofundadora de la Furia del Libro (Feria de editoriales independientes, Chile). Traduce del portugués al castellano, entre otros, la antología poética de Roberto Piva titulada La catedral del desorden (2017). Ha publicado en poesía El tiempo es la herida que gotea (2009), El alcohol de los estados intermedios (2009), La silenciosa desesperación del sueño (2010), La grita. Reescritura de Las Moradas, de Teresa de Ávila (2011), Inquietantes dislocaciones del pulso (2012), El cantar de los manglares (2018), Telemática. Reflexiones de una adicta digital (2021), LUCES ALTAS luces de peligro (2022) y cocreados con Inteligencia Artificial Fosforescencia tigra, Aire y Memorias de árboles (2023); ha participado en diversas revistas literarias y antologías, la más reciente Temporary Archives, Poems by women of Latin America, ed. Juana Adcock y Jèssica Pujol Duran (2022).
**(Puerto Cabello-Venezuela, 1924 – Caracas-Venezuela, 1994). Poeta, ensayista y dramaturga. Filósofa por la Universidad Central de Venezuela. Se desempeñó como profesora de Literatura en dicha universidad y en el Instituto Pedagógico de Caracas (Venezuela), así como reportera de periodismo policía y cronista del diario El Nacional. Obtuvo el Premio de Teatro del Ateneo de Caracas (1958), Premio Municipal de Poesía (1962), Premio Nacional de Literatura (1977). Publicó en poesía Umbral (1942), Cámara de cristal (1943), La vara mágica (1948), Poemas de una psicótica (1964), Salmos (1968), Salto Ángel (1985), Treno (1993), entre otros; en narrativa Juan sin miedo (1954); en teatro María Lionza (1954), La dama y el oso (1959), etc.; y en ensayo El jinete de la brisa (1967), Magia y amor del pueblo (1970), Poética (1983) y el libro híbrido 0 grados norte franco (1969).