Por: Arturo Borra
Selección de poemas: Laura Giordani
Crédito de la foto:
Sin dónde,
21 poemas de Arturo Borra
-I-
Entonces escribe
“…se sienta a la mesa y escribe”
Juan Gelman
dime qué hago
dice y no sabe
dime cómo miro
dice y tampoco sabe
qué hace cómo mira en esta pendiente
oscura como un silencio o un llamado
desconocido
y no sabe sigue sin saber –y entonces escribe
cuando ya no puede decir más no sé no sé no sé:
escribe entonces como un silencio un llamado
y la pendiente oscura cae sobre sus ojos
y la pregunta es un caballo que corre sobre
regiones blancas
dime por dónde sigo
dice –y no hay respuesta
que no sea fuga
y no sabe
y entonces escribe:
Casi todo
Más tarde supe: sobra
casi todo.
Esta escritura sobrante
sobrevive como una especie
que agoniza. No sé qué lenguaje apagado
invoca. En una grieta
me asomo hasta las últimas luces
y nada veo.
Sólo el desierto es consistente.
Certezas
Es cierto que
grisea
por no decir: oscurece. Hay gris
en vez de azul y es cierto
que tampoco se perece
por grisáceo.
Es cierto que hay máquinas
plateadas de insignificancia ni qué decir
de los matices que decoloran
hasta las sienes.
¿Y qué de los grises monocordes y los grises
ni siquiera tristes que repiten
el tedio?
No es que no haya
gris mío gris tuyo.
De nada ayuda minimizar las declinaciones
los declives
las concesiones del gris a gris
y es cierto
que tampoco ayuda a trazar blanco sobre blanco.
Pero
sucede que esta noche me esperás
en la azotea de un gris cualquiera y
repentinamente
el gris nuestro se desvanece en una caricia
y hasta la negritud clarea y saluda los grisecitos
que miran -más perplejos que tímidos-
esta procesión de temblores
mientras cerramos los ojos
y los otros grises
no nos ven a kilómetros del cielo
en plena noche soñando
nuevos verbos para verdecer.
Miel imposible
En todo anhelo hay
enjambres ávidos de una miel
imposible.
La colmena desafía
ese batir ciego que poliniza
el desierto.
Ruta imposible
Llegados hasta aquí
no hay descanso: transitan
por las venas gorriones
dispuestos a estrellarse.
En esas regiones donde copulan los días
con los surcos tristes de la noche –volar sólo
es un ejercicio a tientas
que arrebata a las piedras una ruta
imposible.
De Umbrales del naufragio (2010)
-II-
Los vencidos
Abrazar no
la derrota sino
los vencidos/ su
testimonio: una lengua
robada al letargo
desafiará la historia
y habrá desentierro/ genealogías
en las que rebuscar
alguna promesa
murmurando todavía.
Los negros
Negro villero, esclavo negro, negrito resentido, negro de mierda, sudaca, lacra negra, oscuro légamo, negro puto, negro que destiñe lo que toca, la pulcritud de una Ciudad blanca, negro vegetal, negro de noche, carbón y selva, animal y sabana donde los antílopes son cazados como negros con redes para negros, como un pez negro que salta en la canoa antes que anochezca para que no caiga la noche más negra
sobre la marea blanca.
Negro como agujero negro, mancha, pozo, negritud negrísima
que te
opaca la risa clara.
Refutación del arribo
Reanudar
lo que no tiene
camino más que en el rastro
nómade.
¿Qué jaulas se quiebran
en la invención de lo desconocido?
Sin cielo
Ni ángel ni redención: promesa
desde el derrumbe.
Sólo entonces
arriesgar la apertura, dejarse
herir por la noche, recomenzar
sin dios esos credos resquebrajados,
vencerse a la súplica más íntima
y que los ojos vuelvan a interrogar una altura
que calla
ante toda esa desesperación
de abajo.
Resquicios
Para respirar aunque la respiración
sea sólo resquicio para
afrontar lo
irrespirable. ¿Quién dicta
los mandatos que asfixian el pulso?
Abrir entonces las techumbres
la sien ventrílocua
tanto cerrojo
cerrado sobre la frente.
Resquicios para un túnel
que separa
de lo extraño y
roba el aire.
De Figuras de la asfixia. El libro de los otros (2012)
-III-
///
Desde lejos la noche
viene cayendo. Cubre
horas sonámbulas.
Uno no sabe
más que vivir a tientas: en esa
región donde nada
es firme
salvo esta procesión
de espectros
/ la savia del árbol
hachado.
///
¿Adónde aloja la tempestad? ¿La deriva
que llama lo que no tiene
nombre?
¿Qué mapas vulnerados, qué rutas
nos arrojarán a otras costas, qué patria
intransitada
si este silencio fractura
todas las geografías?
No archipiélagos de dicha
en pleno derrumbe. Ni siquiera dulzura
arrebatada a la frontera:
continentes otros
que confundan las orillas
y nos reencuentren.
///
El viento llora
y apenas sospecha
qué murmura el agua.
Viene lloviendo sobre los pasos
y pesan
los abrigos de antes
pero no es demasiado tarde
para aprender a andar así,
con la lluvia
a cuestas.
///
En la rama más alta
la soledad: fecunda la memoria
de las flores traza un vuelo hacia una tierra
impronunciable: ¿qué será de la simiente
esparcida en la cantera
del tiempo? ¿De la
otra historia
cuando la noche traza el inventario de los muertos?
¿Y qué de la lluvia
a pesar de todo y de siempre
arrastrando fantasmas más lejos
donde se gesta invisible
el abrazo?
En la rama cortada
la insistencia del brote.
///
la madrugada arroja
a la intemperie:
viento solo
sólo desconcierto
de hora insomne
otro éxodo interminable por la sangre
hacia lo que no tiene fondo
viento solo del desconcierto
sin dónde
De Para trazar lo (im)posible (2013)
-IV-
Totalidad faltante
“El todo es lo no verdadero”.
T. Adorno
si tuviera todas las voces
las manos todas
el todo cubriendo
ausencias
huecos
este baldío
sin nombre
si tuviera
toda la sangre
toda la mirada
el principio
donde se aplacan
los labios hambrientos
si tuviera un hijo pródigo
huyendo de todo
como una fuga universal de los simulacros
de totalidad de tono total
yo
este todo que miente su llenura
escaparía como un loco
del pozo claroscuro
que hiere con todos entrevistos
para confirmar todos faltantes
recorriendo los escollos del desierto
su lodo rehuido que gime en el poema
destotalizando su desgarradura
con su espejismo y su caricia y su todo
abatido
Infinitarse
Infinitarse con la finitud
de la que penden
las horas,
sin término
por las líneas en que late otro mediodía.
Infinitarse en la frontera
que dibuja remanentes de una patria
inmensurable.
Infinitarse con ínfimo pálpito de infinito,
sin signo
para atisbar el nudo que nos cerca,
con la marea que separa los continentes
y su naufragio a bordo
ilimitando
las costas,
con el silencio en fuga
-sin fondo-.
Infinitarse
en el valle de un gesto
donde nuestros abismos conversan,
cifra de la caída
limitando el sinfín de las pérdidas.
Una esperancita desquiciada
Tengo un acompañante que esquiva
los quejidos que lo clavan al suelo:
prefiere invocar vértigos mirando las nubes.
Trepa la noche, silba
subido a los árboles.
Cuando llueve a rabiar señala la pared
que escapa a la humedad.
Cuando se avecina una tormenta en los labios
fabrica una balsa para internarse por sus canales
y forja escaleras para encender luces
a su tristeza.
Mi acompañante tiene ojos nuevos cuando su pena
trastabilla: ríe en la lluvia que oculta el cielo.
Colgado a una esperancita desquiciada
despereza sus desánimos,
rebusca la magia
que ni la tormenta en su boca apaga.
De La vigilia del deseo (2013)
-V-
Hambre arriba
el alambre no mata este hambre arriba
noche mar adentro/ mar a bordo
con la sal/ las esperancitas
tiradas
cien esperancitas tambaleándose al borde del hundimiento
arribo a ninguna parte que nos devuelve otra vez a la
[salina
al hambre arriba que ni el alambre sacia
sin sostén para esta esperancita que se agota en una playa
una noche cualquiera
unas maderas sin puerto
escapando de esta vocación de cocer las bocas
callar la súplica
no es que aquí haya inocencia
sólo aullido
animal hambriento remontando hemisferios
un suelo donde descansar
de la sed
prestada a los solicitantes
a la sombra de esa vida que cuentan
no es que seamos proa
apenas promesa
arrojada al mar/ una botella que después alguien abre
lee sin entender
soñando hasta que su cuerpo se hunda
Seis metros
A los vallados que fracturan el mundo.
Seis metros entre el goce y la hambruna/ el continente blanco y el negro continente/ la obesidad de las viviendas y la desnutrición de las chozas. Seis metros parten las humanidades/ esta resignada distancia que desgarra la dulzura y sacude las sonrisas de alambre/ los cuerpos de alambre/ las vidas de alambre.
Seis metros de escalada al cielo- seis metros de vestiduras rasgadas y pechos vacíos/ pechos de puta/ pechos de esclava. Seis metros de servidumbre para un salto sin pértigas- seis metros incrustados en la piel de lo civilizado/ en el ultraje de las techumbres/ en la frente de las farsas/ en la boca de los valores/ en el silencio del futuro que miente sus fulgores.
Seis metros preservan de la intemperie que arde en los talones- seis metros que alzan todas las murallas.
Seis metros sin métrica ni mes: hexámetros sin colmena/ tejidos que cuelgan a la altura la esperanza de manos laceradas.
Seis metros desesperados para ser sin fuga y acariciar sin tanta herida y no temer la langosta que todo lo devasta.
Seis metros para erigir la promesa de otro destino- seis metros para saltar la sed/ los huesos famélicos/ el accidente de haber nacido en un desierto.
Apertura
En la persecución de un continente hundido: buscar cobijos aunque haya trincheras entre los cuerpos.
No hay islas que salvaguarden: en cada fuga hay reaparecidos que nos encuentran.
Unir ese desconsuelo: raspar los vértices de las esquinas/ fecundar otro horizonte/ reparar lo que se desangra en la orilla del mundo.
En esta estancia hurtada al exilio/ vivir vuelve a ser posible. El pequeño resplandor que atraviesa una grieta abre un porvenir sin conquista
–inventa lo inédito.
De Anotaciones en el margen (2014)