Por Aleyda Quevedo Rojas
Crédito de la foto (Izq.) Ed. Caligrama /
(Der.) Fernando Espinosa Chauvín
Silencio y contemplación
en la potente ópera prima de Janeth Toledo*
Sílabas sin ruido (2017), plantea en sus más de cincuenta poemas una vieja, histórica y fuerte relación: poesía y naturaleza.
Es que cada vez creo mucho más que antes, que la literatura no está solo en los libros, la literatura está en la geografía, en el paisaje, en el campo y en las ciudades… en los cuerpos, en el mar como criatura indescifrable y por descubrir.
La voz poética que habita éste libro, de bella impresión y diseño, que en su tapa alcanza sobriedad y elegancia gracias al intaglio de la artista Victoria Proaño, nos propone la contemplación callada de la tierra, la observación del transcurrir de las estaciones, la admiración a las montañas, conteniendo la respiración de ser posible, la mirada sobre el agua dulce y salada y el admirar el paso del tiempo que nos modifica y nos cambia, el tiempo que nos transforma y gasta.
Se trata de poemas en verso libre que origina mundos: sutiles, leves, aéreos; que tiende a la brevedad y la vigilia, con un tono que evoca a los poetas naturalistas y donde lo poético descansa en la agitación profunda del espíritu turbado por la naturaleza y su belleza, y por el leve paso, sutil paso del amor y sus silencios, que también origina más mundos como la cualidad poderosa de la poesía que radica en la polisemia. Un poema encierra muchos significados, muchas lecturas y muchos mundos contenidos y raros, bellos y tranquilizadores.
La poeta escribe:
Algo
se lleva
el agua
de las piedras
musgos ciegos irredentos
arrasan
al filo
del ojo.
Brevedad, música ligera alejada del caos, admiración por lo que muta y persevera, por lo que fluye y pasa, por la impermanencia que guarda belleza y goce visual. Cristóbal Zapata, quien escribe el texto de contratapa del libro, vincula a Janeth Toledo con los poetas románticos, en parte creo que es así aunque no del todo. Quizá, porque encuentro que son los naturalistas con sus búsquedas creativas emparentadas con el realismo los que laten fuertemente en la poesía de Janeth.
Pero como en toda obra de arte, y estoy sustentando que éste libro lo es, de lo que se trata es de crear con palabras e imágenes un universo propio, desde una voz original y libre; entonces el paisaje y la luz que sobre la realidad lo transforma todo, en el ojo de la poeta alcanzará una experiencia amplificada, íntima, única y vital, marcada por la espiritualidad y las otras artes que integran la poesía: música, ritmo, tono, luz, sentidos, filosofía y silencio. Y es así como la poeta llega a construir un lenguaje sencillo y diáfano, eficaz y riesgoso, como lo es toda escritura propia. Escribir es arriesgar, escribir es vivir y vivir es meterse en los asuntos del mundo y sus geografías, del amor y sus teorías, y al igual que los naturalistas, vincular la naturaleza a la genética y a la libertad, al realista amor por la familia y los seres que la habitan.
La poeta dice:
Regreso al mar
de otro tiempo
al oleaje marino
que golpea en tu boca
a la inasible sal
de tu poza secreta
y al íntimo y tibio
recuerdo que somos.
La poesía de Janeth Toledo nos propone revisar cómo el paso del tiempo modifica el espíritu, mirar cada verano y cada invierno con otros ojos que son los mismos pero influenciados por el fluir gozoso y indetenible del tiempo y su paso poderoso sobre el alma.
En cualquier texto de narrativa, ya sean cuentos, relatos, novelas o incluso crónicas periodísticas y literarias, lo que más nos emociona, pienso que es siempre el identificarnos con una situación, pero más allá de eso nos conmueve el reconocer una verdad, o quizá, algo ya vivido que nos trae nuestra propia verdad.
Nos seducen también ciertas características de los personajes. Nos vemos emotiva y virtuosamente en alguno de esos personajes. Pero en la poesía, esa emoción que nos arrastra, conmueve y turba, tiene que ver con la convicción de que un poema sólo revelará la vida misteriosa que late y lo habita, cuando se sepa capturar su estructura.
De ahí la fascinación que ejercen sobre nosotros poetas de distintas épocas, países, geografías, historias, culturas y lenguas. De ahí, la pasión que nos lleva a leer incansablemente a los poetas y sus poemas, pues todo radica en cómo estructurar las emociones, en cómo desentrañar el misterio que hace que la emoción piense y el pensamiento emocione.
Esa destreza, ese milagro que obra en los libros de poemas es lo que me interesa de libros como éste: Sílabas sin ruido, quizá porque en sus páginas se puede encontrar silencio en muchos versos, y eso es una forma de arte, que en éste mundo globalizado y de ruidos individualistas, resulta tan complejo encontrar.
Quizá el silencio se logre a través de la meditación y el yoga, también aconsejo bucear en un mar real e imaginario, o quizá cerrar los ojos, para recrear el viaje más espléndido de nuestras vidas reales o soñadas.
En otro definitivo texto, la poeta canta, cito solo un fragmento:
Todo el color del cerezo
flota en la bruma
la primavera desprende
el mínimo brote
pálido-rosa-carmín
colgado
en estos árboles peregrinos
Logrados son muchísimos de los versos de éste libro. Y vuelvo a insistir en que se puede alimentar la convicción de que un poema sólo revelará la vida misteriosa que late en él cuando se sepa captar su estructura y en esa arquitectura de la estructura del poema radica el arte.
Los trozos de poesía más bellos son fruto del trabajo y del estudio, también de la experiencia de vida, desde luego, eso lo han afirmado muchos estudiosos.
El trabajo y la lentitud recomendados por los críticos deben considerarse como la observación atenta de los montes de inspiración y como la unión artificial de los intervalos de las sugestiones, intervalos que deben ser llenados con expresiones convencionales.
Janeth me confesó que estuvo estudiando por años y años y que éste libro lo escribió encerrada en su casa de campo por más de tres años.
El poeta mimetiza tres clases diferentes de cosas y objetos: las cosas como eran o son, las cosas como se dice que son o parecen ser, y las cosas como deben ser.
Janeth Toledo, cuencana de nacimiento y habitante de los valles de Quito por convicción, nos entrega un libro fundamental basado en la relación poesía-naturaleza-amor, desde la mirada íntima y silenciosa de quien sabe como son las cosas, como se dice que son y como deben ser en el arte.