Sigiloso resplandor. 5 poemas de Cecilia Bustamante

 

Por Cecilia Bustamante*

Selección por Mario Pera

Crédito de la foto www.resonancias.org

 

 

 

Sigiloso resplandor.

5 poemas de Cecilia Bustamante

 

 

Sábado de gloria

 

A Luz María Sarria

 

Allí sobre el césped

está titilando

el corazón del tigre

y el hijo de la reina

fornica en la nieve

de país que no le pertenece.

Negros insectos crocantes

extraen los ojos,

guijarro sobre guijarro

hacen una montaña que rumia

y borbotea.

 

El corazón del tigre entibia

el hielo bajo la hierba.

Nos dice de la otra fiera nacida

en el tambor secreto,

de su otro corazón y su coágulo,

de su furiosa materia

afelinándose entre las moscas.

 

Cómo se fabrica todo aquello

que esclaviza cuando está naciendo

y agotada la fuerza, nos destila.

Ni piel de tigre ni de leopardo,

yo volio, volio fuertemente

piel de tigre, las garras

antes que se seque la humedad del pincel.

 

Porque es hermoso tener

un corazón de tigre

a la luz del sol a la desluz

de la luna. O ser una gacela blanca

disparada en la grisura.

 

Tantas cosas

cuando abro la puerta

hacia la calle en vaciedad

y silencio, y ver cosas escapadas

de algún bolsillo

con sigiloso resplandor.

 

 

 

El perfume de los campos de mi patria

Poema I

El perfume de los campos de mi patria
dista, pero no se pierde.
Los cielos que me cubren
poseen la estrella de mis padres
y los ríos que llegan de las altas lagunas
acarician la simiente,
que colma las retamas florecidas.

Estos hombres que saludan
son los hombres de mi patria,
acallados y lejanos junto al río,
anidando en la noche hasta que brote el día.

Yo les ofrezco la inquietud de mi corazón
y la calma de mi mano vacía.

 

 

 

Leyenda

Desnuda
la rosa subrepticia
guarda silencio
secreto
entre los dioses.
Su quietud asedia
la copa del día.

Tiñamos de sangre
sus espinas.
Que nos hieran.
Quebremos la rosa
escondida,
libre
en algún corazón.

Silencio.
Es el dios del silencio.
La rosa es silencio
y siempre será
la única rosa.
Ella misma
será el fuego
siempre en la memoria.

Los dioses compasivos
persiguen con sus flechas.
Amor – acaso ya
en eterno silencio

¿Quién es
el guardián de la rosa?

 

 

 

Vísperas de San Juan

 

La noche blanca
era el mundo un pozo de vidrio
en su luna
trepaba la tierra las ramas
la noche dura y blanca de San Juan.

Monedas amarillas
adivinaciòn del alhelí
adormidera metal de buena ley
berilo amuleto piedra del verano
mundos ligeros y térreos
de nombre dulce y uniforme
en los jardines
como una sola aleta
en el lomo de la noche.

Noche
máquina en altamar
noche
antigüo movimiento
tirana azul indiferente
pero frágil
emblema del consuelo
real-y-medio para el pobre
abre su fortuna
en el cascarón cerrado
de tus vísperas eternas
símbolos armados donde cuajan
en el aire
hirvientes estrellas
ciegas y sencillas razones
la constancia
la máquina de guerra su figura
cola de escorpión
sus grados exactos su amplitud
que el sol recorre cuando otoño media
hacia oriente gira sin soltar amarras
y es todo rojo y vive
en su nivel más bajo se resguarda
porque vela el sueño de las colegiales
sus tres deseos bajo las almohadas
los del año venidero
que nos quema cerrado entre las manos
juego en el que se perderán todas las piezas
que sin embargo se ganan.

La voluntad la voluntad
de ser felices
la voluntad el deseo de algo
por sí mismo querido
y que es bueno saberlo en edad temprana
en la desazón que incita a la osadía
tras ese animal imaginario
que es desgracia
hasta la cruz
es desgracia
con su color pálido siempre desgracia.

Queremos semejantes privilegios
corteza del silencio
cuerda que nos derriba y ata
para que giremos juntos
en verdad o engaño
conformidad.

Pero en la transparencia de las noches de junio
San Juan cubre el sueño sobre la noche blanca
y en el pozo de vidrio parte en dos en destino
nos desnuda del plomo y aquilata
sereno bajo lluvia de fuego
sus letras pesadas nos hunde en la memoria.

 

 

 

Paisaje en verano

 

A ritmo de olvido

con mucho silencio
los acantilados
la oscuridad detienen
y a la espuma finamente
abolida
por la caricia del mar.

La marea sube
bebiendo los escombros
penetrantes,
las banquetas plegadas,
carpas veraniegas,
toldos bien lavados del estío.
Los pies desnudos
bajo la cabeza romana
ella destaca
mordida por el viento,
los mariscos, el agua,
sales amarillas…
El agua siempre resbala,
brilla por el cuerpo
esquivo del mar.

Mareas intactas
de la memoria:
cucuruchos, barquillos.
Ya no existes llamando a los niños
a que se portaran bien.
Cambiaron –
uno cerró la puerta
y se voló los sesos.
Otro no quiso sino el azar
y a la que se embarcó
se la tragó el rencor.

Entre frías imágenes
pasa la noche
y me preguntas
por tu miedo a morir
como una necesidad que persiste.

Amigo,
noble amigo.
Nadie te cerró los ojos,
los tristes vacíos del tiempo
se quedaron eternos
y eso
no lo puedo remediar.

 

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1932-Texas-EE. UU., 2006). Poeta, editora, traductora y periodista. Premio Nacional de Poesía del Perú 1965. Fundó, junto a Magda Portal, el Centro Peruano de Escritoras en 1976. Publicó en poesía Altas hojas (1961), Símbolos del corazón (1961), Nueva poesía (1963), Nuevos poemas y audiencias (1965), El nombre de las cosas (1970), Amor en Lima (1977), Discernimiento (1983), Modulación transitoria (1986), entre otros.

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