Poemas por Sigfredo Ariel*
Nota y selección de poemas por Aleyda Quevedo Rojas
Crédito de la foto www.cmhw.cu
Sigfredo Ariel. In memoriam
La experiencia de la pasión: poesía, música y dibujo
en Sigfredo Ariel
1.
En mayo de 2008 visité por primera vez la Isla de Cuba. En ese primer viaje iniciático en muchos caminos y sentidos, tenía que reunirme con mi amigo el escritor, guionista y crítico de arte Latinoamericano Álex Fleites, a quien conocí en Santiago de Chile, unos años antes durante el Festival ChilePoesía; el otro amigo que debía ver a petición de mi esposo, el poeta Edwin Madrid, era el escritor y musicólogo Sigfredo Ariel, y lo fuimos a buscar y visitar, en compañía de otro gran poeta de la Isla, a quien conocimos en Quito y reencontré en mi segundo día en La Habana, hablo del poeta Carlos Augusto Alfonso. Así fue como llegamos, una mañana soleada y calurosa de mayo hasta su departamento de centro Habana, un espacio repleto de discos y libros, teteras de café, copas antiguas y una hermosa gata negra con blanco que nos recibió amorosa, tan amorosa como Sigfredo y su amplia sonrisa. Nació la amistad y mi primer aprendizaje por los diversos estadios de la música tradicional cubana. Sigfredo fue la música y la exaltación de la complicidad, el sentir profundo del bolero en nuestra primera incursión al famoso y mítico bar de conciertos en vivo El gato tuerto, y la pasión por la rumba cuando bailamos en La Casa de la Música. Esos días habaneros serán memorables y lo son aún más por el viaje que hicimos hasta Matanzas a visitar, entrevistar y beber algunos tragos de ron, con la legendaria poeta Carilda Oliver Labra.
Esa entrevista se publicó primero en revista Cosas de Quito-Ecuador y luego apareció en las revistas digitales El Coloquio de los Perros y en Vallejo & Co. Ese viaje consolidó nuestra amistad cómplice y solidaria, más nunca olvidaremos lo conversado en el viaje y la luz de la Bahía de Matanzas, más nunca se borrará el saber vivir poéticamente como en aquel viaje. Ahí estábamos Sigfredo Ariel, Carilda Oliver Labra, Olga Martha Pérez, escritora y amiga maravillosa y yo, celebrando esa comunión que es vivir en libertad, y la experiencia de la poesía, gravedad y gracia, ritmo y silencio, lo mismo al cantar las canciones del Trío Matamoros, Bola de Nieve, Arsenio Rodríguez y Elena Burke, lo mismo que leyendo en voz alta los poemas de Omar Pérez y Reina María Rodríguez, otra inmensa poeta a quien conocí años más tarde en la misma Habana.
2.
Sigfredo Ariel es un poeta descubridor de su ciudad, Santa Clara, él la nombra desde el lenguaje coloquial altamente rítmico que trasciende hacia un caudaloso río fresco de imágenes concebidas con maestría y novedad, como sucede en su poemario Born Santa Clara, que recibió en 2005 el Premio uneac Julián del Casal, uno de los más prestigiosos que se entregan en Cuba. Ariel escribe en su exquisito poema “Nacido en Santa Clara 1”: ciudad sin mar lejos del mar/ los días uno sobre otro de caliza/ no esperaban gran cosa/ parecía improbable una gracia del cielo:/ es la verdad. A partir de ese leitmotiv que es la ciudad o las ciudades interiores y exteriores, podemos encontrar una zona de la poesía de Ariel dedicada a la recuperación de la memoria, tanto como a pensar su país y los múltiples yoes que bucean entre la angustia, la nostalgia y la muerte.
Otra amplia zona de su poesía estuvo dedicada al tiempo, al transcurrir del tiempo y lo que sucede en el compartir de las noches, en el diálogo con otros individuos, en el ejercicio de la pasión y la libertad, rayando e indagando en la vivencia de la soledad. Otra zona sobre la que escribió con soltura y propiedad fue sobre el amor y la experiencia erótica-sensual que en varios poemas la equipara con la fiebre de sentir y comer música, músicas, porque en él no solo trasluce la música tradicional cubana y la popular, sino también el jazz y el blues. La realización poética de Ariel se podría entender desde el arte de escribir poesía, también desde el arte de conocer, producir y escribir música, así como desde el arte del dibujo. Sigfredo dibujó muchos ángeles, corazones, flores, mujeres y peces. La experiencia artística copó su vida y desde toda esa amalgama se explicó el mundo y construyó una particular obra artística que lo coloca como uno de los mejores poetas de su generación. Y se borrarán los nombres y las fechas/ y nuestros desatinos/ y quedará la luz, bróder, la luz/ y no otra cosa.
11 poemas de Sigfredo Ariel
La vida ajena
Si este papel ya ha sido escrito
sobre otra mesa, debajo de otra oscuridad
que respiramos juntos, qué voracidad
por las palabras reúne las palabras que repito
aquí: he estado dando
palos de ciego / fabricando
Mi historia sobre estos canalizos, estoy
De nuevo dando calladas
A cambio de respuestas o es que voy
Contigo en otras vidas: mucho antes
De haberse levantado esta ciudad
Nos estuvo acechando con sus encrucijadas
y la inseguridad
que aleja y aproxima los seres semejantes.
El parque
Ir mi mano a sus manos
debería. De unas nadas
amables, señora, dibujadas
en ocre sobre vanos
celajes yo le hablara: la tan breve
estancia del amor –ya usted conoce-
esas arenas que mueve
cualquier viento. Del efímero goce
de entrever un país
como un ruido
de mentas en la boca: el anís
de un aliento. En su descuido
le tomé una mano. Usted miraba
a Dios y su mano, señora, respiraba.
Leyendo hojas de té
En este pozo navegante
tu futuro
te observa como un hombre, mira
a tu cara con su rostro igual
y en tus ojos echa algo semejante
a un muro.
Puede que quiera huir, puede
que huya como siempre sucede
en el final.
_Estás detrás de ti, él va adelante.
Es el fondo del té, eres la borra
suya, prueba a ser su mensajero
que el tigre corra
hasta quedar disuelto en esa plata: gira
el cielo verdadero
en su cabeza: ofrece la camisa, venga
sobre ti su cordillera
sobre ti su tinta, sobre ti su marcha.
Escapa hacia la historia de Ceilán, tenga
apariencia de enemigo, de escarcha
de carbón o trozo de madera
cruzador de los ríos que no remontarás.
Escapa a cualquier parte
Si es preciso. En cada poso verás
hojas que otro hombre en tu cara desmenuza.
Y no comprenderás
Y no va a amarte.
Los desiertos que vienen
Es un yermo de Marruecos
ascendía la espiral
rojiza de la arena. Allí los huecos
cuerpos, en su cubre feral
se deshacían. Entre tanto fuimos
reyes y súbditos de nuestra
conmiseración: fatigados de plata vimos
en la noche maestra
nuevos cuerpos ascender y no espirales / era
la breve juventud lo que exigieron
para dejarnos salir del aquel baldío.
Con ella de rehén, otros remolinos encendieron
en Chipre o en Jordania / en el frío
ilusorio de La Habana su extraña primavera.
Trabajar para el inglés
El sinfín de los trapiches, los dientes
infinitos de la rueda, todo lo muevo yo.
Los pescados que el hombre pescador
amontona en canastas
los he ensartado anoche
bajo un cielo de plátanos.
Y duermo mal
y mis ojos que debieran ser violetas
están enrojecidos
por la fragua y el cargo de la luz
de una mina abismal.
La estampa apasionada
donde estamos impresos
juntos y abrazados, sonrientes
la grabé echando fuerza de más
sobre el garfio y la gubia
en cinco madrugadas
sobre un bloque de sal
que a veces pienso también arrastraría
la ola solitaria del Caribe
hacia ninguna parte.
(Otros) trabajos
de amor perdidos
Para no morir
alargo mis manos hasta los símbolos:
una casa, un perro, un país extranjero.
Ruego por él, mezclo mi lengua
con palabras que va dictando al símbolo
al corazón acróbata.
Los regreses dice los regresos.
Escucha la ruta mil veces caminada
cuando Cuba recibe la bendición
de un aire trivial
en tardes éstas sobre las cuatro esquinas
da lo mismo el Este que el Oeste
/ los aparenciales jóvenes te obligan
a acercarte al mar y el sueño
si a mano viene
el sueño para no saber
eso nos queda.
Y hago el amor con los ojos perdidos.
Vago por Troya, por Bagdad
haraganeo todas las mañanas de Dios
me tumbo junto al símbolo
hago la digestión por él
le pertenezco como a la música:
cuarta de tierra
donde nos edificamos
el deseo y yo.
Padre Ogún
Si acaso todas las palabras fueran
nombres simples de la carne de uno, padre Ogún,
quien hayas sido: vino de cocinar, miel, gajo de fruta,
nos entendimos mal, hablamos como mudos
durante veinte vidas.
Trata de raspar esta apariencia, hurga
detrás de aquellos troncos, de los juegos,
de las celdas efímeras.
Donde leíste valle, lejanía, océano rojizo
no se estiraba el valle ni la extensión del horizonte
sobre la tierra sola.
El país es pequeño, padre Ogún,
dormimos demasiado.
arrimamos el cuerpo a los abismos,
pocas veces echamos las palabras al fuego.
La gata mira llover
Absorta permanece
en la única ventana
a la luz de una vela
sin comprender a Newton
sin el mínimo interés por Newton
sino por la caída en tierra
y el sonido ordinario
del agua extraordinaria.
A pesar de haber atravesado
ingratas experiencias –esterilización,
visita de ladrones, la comida
hirviente que le echas poco antes
de salir retrasado hacia el trabajo-
albergas pocas dudas:
ella forma parte de la parte
de la población del universo
que está sinceramente
en paz con Dios.
Menta
1.
El primer sentido de la boca es menta.
Mejor, hoja húmeda de menta en la mano del niño.
Que la sorprenda al borde de una raya de agua
luego conozca otras de aroma, amargor
y de acidez distintas.
Que no arranque otra hoja primero, sino esta.
La fragilidad _la nuestra_
está en la vena del centro
y el modo de las separaciones
de la gente de otra gente y su país
está en el tallo arrancado
en la raíz inversa en forma de baobad
que deja hundidas ramas
en un suelo de arena.
La orilla de ríos redondeada de yerba
será la primera noción de límite que exista.
Un cauce abierto entre mentas será viaje
si quieres circular _deriva_, piedra plana,
terreno de conquista.
La corriente a la larga nos remolca
_residuos de ciudades_
hacia un limbo, no a esas playas
que aman los ciclones y los adolescentes
que tienen el sabor inexpugnable
aún nunca probado
de la menta.
(La corriente podría figurar el tiempo, si desea.
El resto de esta página carece por completo
de sentido simbólico).
2.
Menta:
suspensión aérea
en un primer arranque
luego, el cierre conclusivo
men-ta.
Sílabas enemistadas
por naturaleza:
men-ta.
Entretanto suceden las palabras
sobre las palabras
se dibuja la puerta.
Los padres
las esposas, sus amantes
despiden a los hombres al trabajo
y la guerra.
En la puerta vacía la menta cuidadosa
mientras los hombres funden sus cuerpos
con los hierros.
(Sobre escribo unas líneas de El Enorme Verano: )
Ir mi mano a sus manos
debería, de unas nadas
amables, señora, dibujadas
en ocre sobre vanos
celajes yo le hablara: tan breve
es la estancia del amor _ya usted conoce
esas arenas que mueve
cualquier viento_ goce
efímero de entrever el país
en un ruido
de mentas en la boca o de anís
en un aliento.
En su descuido
le tomé una mano, usted miraba
a Dios y su mano, señora, respiraba.
3.
He subido y bajado pendiente de coral
de la clase que no sirve
para hacer abalorios de turistas.
Desde allí he visto cuanto he visto:
piedra de costa manchada de petróleo
playa difícil donde la gente va pescar
en los atardeceres gente
peces insustanciales
y a cierta edad
una incurable gripe.
Lento habrás de acostumbrarte
a prescindir
de la palabra menta.
*(Santa Clara-Cuba, 1962 – La Habana-Cuba, 2020). Poeta y musicólogo. Obtuvo el Premio David (1987), el Premio Nacional de la Crítica (2002 y 2006), el Premio UNEAC de Poesía y la Distinción por la Cultura Nacional. Produjo varios discos de música tradicional y popular cubana, trabajó en la radio y la televisión nacional como director y guionista de programas de corte cultural. Ofreció conferencias sobre literatura, cultura y música de la Isla de Cuba en múltiples foros y espacios culturales y académicos de Cuba y el exterior. Está considerado por la crítica como el mejor poeta de su generación. Publicó en poesía Algunos pocos conocidos (1987), El enorme verano, Los peces & la vida tropical, Las primeras itálicas, Hotel Central, Manos de obra, Escrito en playa amarilla, Born in Santa Clara, Cielo Imaginario y la antología de su poesía La luz bróder, la luz.