Por Aleyda Quevedo Rojas
Crédito de la foto invierno, Miami, 2016:
Elis Milena Miralles Rodríguez.
“Si yo he tenido una religión ha sido la literatura”.
Entrevista a Reina María Rodríguez*
En mayo del 2008, cuando conocí por primera vez La Habana, tuve la suerte de reencontrar a mi amigo el poeta venezolano-cubano Álex Fleites para, de sus sabias manos, leer de formas poliédricas la capital de la Isla de Cuba.
A Fleites (poeta, narrador y guionista) lo conocí en 2005 en el Festival Internacional Chile Poesía, creado y dirigido por el poeta José María Memet. Pasaron tres años más hasta que, en febrero de 2008, volví a coincidir-compartir con Álex en el Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua). Y fue Álex Fleites quien me mostró las primeras vistas inolvidables de La Habana de Carpentier, Lezama Lima, Dulce María Loynaz, Eliseo Diego, Virgilio Piñera, Reynaldo Arenas, Lina de Feria, Nancy Morejón, Ángel Escobar…
Vistas-postales que jamás se me olvidarían: el esplendente malecón de alegrías y desgarraduras, las calles arboladas y los caserones señoriales de El Vedado, que a pesar del salitre y el olvido, sobreviven; los recovecos de centro Habana y los rostros de los mulatos chinos en el barrio chino; el faro y el Castillo de la Gran Fuerza; el Museo Nacional de Arte que penetra en la retina con su fabulosa colección de Wifredo Lam y Portocarrero; y en esos recorridos hablamos con fruición y admiración de la famosa amiga de mi buen amigo y admirado escritor Álex Fleites, esa poeta que yo tanto quería conocer y que había leído maravillada. Reina María era su gran amiga desde las aulas universitarias, son de la misma generación. Luego, mis amigos poetas Jesús David Curbelo (a quien conocí en Nicaragua) y Carlos Augusto Alfonso (a quien descubrí en Quito), organizaron una lectura de mis poemas en la Torre de Letras, el legendario espacio dirigido por Reina María Rodríguez, un espacio que le dio continuidad a su legendaria azotea.
Lamentablemente para mí, Reina estaba en Francia y no pude conocerla. La Torre de Letras fue el espacio que le tomó la posta al realmente mítico lugar de lecturas, debates, reflexiones y encuentros, creado por Reina en los años del período especial, en la azotea de su casa de siempre, ubicada en la calle Ánimas número 455, esquina San Nicolás, en Centro Habana.
La Azotea de Reina se convirtió, sin pretenderlo, en el centro cultural más importante de La Habana. Grandes nombres de nacionales y extranjeros de paso por la Isla leyeron su poesía y se cruzaron con los siete gatos de Reina; las mejores tertulias y seguramente los más críticos comentarios y cruciales momentos de buena parte de la literatura cubana, se vivieron en la azotea de Reina, compartiendo té negro, quizá arroz con col o cerelac. Nombres cruciales de la literatura cubana y del continente leyeron sus poemas en esa azotea: Antonio José Ponte, Rolando Sánchez Mejías, Pedro Marqués de Armas, Rogelio Saunders, Ricardo Alberto Pérez, Carlos Aguilera, Alessandra Molina, Víctor Fowler, Omar Pérez, Juan Carlos Flores, Almelio Calderón, Ismael González Castañer, Rolando Prats, Francisco Morán.
Después, en 2010 regresé a La Habana y ésta vez la encontré en su azotea de la calle Ánimas en Centro Habana. Por fortuna para mí, conectamos desde el principio… y fue, desde su aparente fragilidad corporal y la velocidad de sus maneras de hablar, que también me supo mostrar -casi sin mostrar- su fuerza interior y absoluta generosidad.
Tuvimos largas tardes de conversaciones e intercambios de libros, muchas tazas de té de manzanilla bebimos con Reina hasta consolidar una amistad que me llevó cada año, desde 2010 hasta 2016, a visitar La Habana y siempre visitarla en su casa y reafirmar que vivir para escribir siempre es una gran suerte y que viajar es vivir, y vivir vale más la pena si una encuentra amigos como Reina María Rodríguez.
Ella vino dos veces a Quito como escritora invitada y pude recibirla en mi casa y mostrarle lo que para ella fue la belleza barroca más importante de Quito y Los Andes: La Iglesia de La Compañía de Jesús. En La Habana, además de beber té caliente para bajar algunos grados de calor habanero del cuerpo y conversar muchas horas y de todo, también emprendimos muchos paseos para incrementar mi educación emocional y literaria en torno a la cubanía: carricoche hasta el embarcadero de Regla, lancha para cruzar la bahía y llegar hasta la iglesia de la Virgen de Regla, y ahí rezarle invocando, en el fondo, a Yemanyá; y a la salida lectura de caracoles; almendrón hasta la Uneac (Unión de Artistas y Escritores de Cuba) en El Vedado para encontrar amigas escritoras de Reina, fue así como conocí a la escritora Marilyn Bobes; taxi hasta Alamar para tomar café con el poeta Juan Carlos Flores, (recientemente fallecido y una de las más importantes voces de la poesía cubana).
Dos de mis más recientes poemarios fueron leídos por Reina antes de entrar a imprenta; sus comentarios me fueron de muchísima ayuda porque me hicieron reescribir y revisar versos hasta someterlos al máximo de mi esfuerzo. Sus críticos aportes para trabajar el lenguaje me mostraron que una solo debe publicar cuando no queda ninguna duda sobre el trabajo; de ella también aprendí, que todo poeta debe ser ante todo: una generosa persona.
Por todo lo compartido y lo vivido, dos poemas de mi libro Jardín de Dagas están dedicados a ella, son un modesto homenaje a su amor por la poesía y los libros de poesía. Lo coloco, antes de la entrevista, porque creo que logra retratarla en su Isla-Jardín y ustedes lectores, podrán verla mucho mejor bajo la luz que intenté plasmar en éste poema.
Finalmente, revelarles que entre 2012 y 2014 desarrollamos ésta entrevista que sigue en progreso y construcción y pienso que nunca se cerrará. Algunas horas están grabadas y otras las he registrado en diversas libretas. Ahora, comparto con los lectores de Vallejo & Co., una buena parte de un diálogo que seguiremos ahondando Reina y yo, seguramente a finales de éste 2016, cuando nos volvamos a reencontrar en La Habana.
He llegado a La Habana en un viaje directo
como si se hundiera la daga en un queso.
Puedo adivinar las manchas del salitre
en aquella casa de El Vedado,
en San Lázaro tropiezo en sus huecos,
toco los muros húmedos de la esquina de San Nicolás.
Esta vez vine a encontrarla en su isla-jardín,
a abrazarla en su terraza envuelta en té.
Se sienten los maullidos de sus gatos en
el retrato de Woolf que cuida su sueño.
Vine a encontrarme con ella en
el espacio donde ejerce su libertad y afila
sus poemas en espirales concéntricas.
Sus poemas islas-jardín en el viaje circular
que es mi viaje definitivo a la belleza.
AQR.
Entrevista
Aleyda Quevedo Rojas [AQR]: En 1975 aparece La gente de mi barrio, tu primer libro de poesía, un libro que rompe con los coloquialismos, bastante usuales en la poesía cubana de esa época, y con ciertos excesos lezamianos. Todo primer libro es fundamental y desde ese primer libro hasta ahora, me gustaría que me cuentes qué resonancias, emociones e ideas se han mantenido en tu voz y en tu lenguaje… dime, ¿cómo crees que el tiempo, las lecturas y la vida transcurrida, modificaron esas primeras resonancias y búsquedas emocionales?
Reina María Rodríguez [RMR]: Es muy buena tu pregunta, me hace pensar mucho. Cuando mandé ese primer libro a un concurso yo tenía mucho miedo, primero porque me ingresaron al hospital, estaba embarazada y me detectaron placenta previa y a mí nadie me conocía en la literatura y me sentí muy sola. Y ahí, en ese primer libro, hay un poema, un texto pequeño que rescata, algo donde todavía estoy y me veo, no tiene título pero dice:
Yo también fui niño y fui niña
tuve cuerpo y tuve vida
anduve desparramada entre otros cuerpos.
sólo llegué a ser quién soy
cuando supe que algo moría por adentro
donde habitaba, en cubículo pequeño de pecho
un cordero blanco
que me lamía
a gritos.
No sé si está exacto, porque tengo mala memoria para aprenderme poemas. Pero ahí es dónde estaba lo que viene después. Ese libro es una especie de intimidad, de venir al barrio, no a lo que estaba afuera, sino el tratar de sacar lo poético que va cambiando de acuerdo a las épocas y los tiempos. Pero lo esencial es ese cordero blanco que llama a gritos. Es la inocencia y lo que una tiene que cavar y buscar en un lugar muy íntimo, profundo, muy hondo que nunca está en el exterior. Creo que en ese poema, que lo he mantenido incluso en varias de mis más recientes antologías, ahí está como diríamos, el corazón. Yo escribí porque era como una enfermedad y escribí mucho desde que era niña, y también me llené de conocimiento…hasta dónde he pedido, con muchas lecturas, acercamientos con autores, conocer a las personas que se han convertido en amigos realmente, y son los que están en los libros.
[AQR]: Viviste entonces, con éste primer libro, las dos experiencias exclusivas y sagradas para una mujer poeta: el primer hijo y el primer libro. ¿Cómo fue la experiencia?
[RMR]: Sí, absolutamente fue así. Parí a Enzo en mayo y el libro salió primero en marzo, y aunque fue un tiempo muy difícil y no conocía a nadie del mundo literario, fue la experiencia. Yo estaba estudiando en la universidad, claro que había leído mucho y con fruición a todos los poetas de “Orígenes”, pero yo tenía el conflicto, ese nudo que ya se presenta más evidente, en el siguiente libro, que es: Cuando una mujer no duerme y que tiene que ver con el abordaje de lo coloquial, lo conversacional, lo que es el discurso de la calle y lo social, sin mi intimidad. Y pensaba en qué lugar yo podría ubicarlo y cómo trabajarlo. Pensaba mucho dónde está ese afuera, sin tener el complejo de culpa. Es latente en la generación del 50. Y mi intimidad cómo la trabajo frente a los problemas sociales. Escribí un texto sobre ese tema porque me seguía un gran complejo de culpa por demostrar lo que éramos o no éramos, si éramos o no revolucionarios, si participábamos o no, y hasta dónde va el límite de ese individuo que se va formando en cualquier sociedad, no sólo en ésta y adónde tú vas a poner lo “poético”, entre comillas, y entra tu capacidad de ir recogiendo lo que está a tu alrededor con mucho trabajo. Yo tenía muchas metáforas y la manera de ver lo “poético” hasta como algo edulcorado que tiene que ver con lo lírico. Y en ese momento creo que lo poético es todo eso y no solamente eso. Es una actitud y está en César Vallejo a quien leí mucho. Es algo así como un pececito que empieza a engordar y va nadando y devorando a otros peces y te vas apropiando de otros peces, otras lenguas-lenguajes y otras estructuras, que creo yo es lo más difícil de lograr, sobretodo, si eres un narrador e intentas apropiarte de una estructura, sin duda es lo más difícil. Nosotros venimos también de una poesía, que es la española, mal impartida por los profesores de literatura, que a veces es terrible porque hace que una como estudiante la rechace y se aleje. Y también venimos de una poesía y una literatura de los rusos y los franceses que desde el siglo 19, nos han influido mucho, y yo los leí mucho hasta hallar o intentar encontrar, ciertas estructuras.
[AQR]: Hablabas de los poetas de “Orígenes”, esos poetas fundamentales en la poesía escrita en castellano, ¿cuánto te influyeron y cuanto te influyó Vallejo y cómo te separaste de ellos?
[RMR]: Muchísimo me influyeron, especialmente Eliseo Diego y Fina García Marruz, porque los leí desde muy joven y creo que me costó tremendo trabajo lograr alejarme y separarme de ellos, creo que lo hice con el tiempo, y reconozco que siempre fueron maestros y a medida que te separas de los maestros haces críticas a ti misma y a tu propia poesía; es desde esa distancia con tus maestros que se puede crecer y quizá, escribir mejor.
[AQR]: Y ahora, en tu madurez ¿qué lees Reina María?
[RMR]: Desde hace muchos años estoy leyendo más ensayos y novelas que poesía. Leo libros de poemas de amigos poetas, como tus libros por ejemplo. Leo a muchos autores de todo el mundo que producen filosofía. Me interesa mucho y he leído mucho a Thomas Bernhard, que es un autor fundamental. He leído mucho durante todo mi vida y siempre vuelvo a releer las novelas de Virginia Woolf, la leí cuando tenía 30 años y la leo ahora también con más de 60 años; a los 30 años la Woolf me cambió la vida y me comí en ese momento capas y capas de lenguaje. Claro, no pude llegar a ninguna perfección. La Woolf es más que una narradora, te lo digo así, es una poeta. También leí a mucho a Isak Dinesen “La Baronesa”, en los últimos años leo mucha filosofía escrita por alemanes, franceses, polacos e italianos. Creo que los cubanos somos buenos lectores pero nos falta leer más filosofía, hay un déficit en cuanto a la construcción de pensamiento. Somos más lenguaje y sensaciones pero nos falta pensar en cómo estructurar ideas; me atrevería a decir, que es un déficit de los Latinoamericanos y caribeños.
[AQR]: ¿Cuáles son los libros, las capas y zonas de tu lenguaje, dónde se puede vislumbrar tu voz original, tu identidad de poeta?
[RMR]: Creo que eso tiene que ver con ciertos momentos en los libros que estás escribiendo. Un texto te marca al otro, un libro te lleva a otro y te abre un camino; hay autores desde luego, que me han ayudado a depurar una voz, pienso en Roland Barthes, por ejemplo, que me abrió un camino para pensar que en el mundo tropical, yo podía tomar rumbos insospechados para mí en ese momento.
Un libro que me marca es quizá En la arena de Padua, porque la mujer que grita y siempre está quejándose por los hijos, los problemas y lo doméstico, se queda atrás…para ir hacia algo más simbólico y de allí voy a prosas poéticas. Éste término “prosas poéticas” no lo soporto, pero voy a textos donde el género literario no me marca ni me aprisiona, que es lo que quería alcanzar en ese momento. Luego voy al libro Travelling en pleno período especial, y lo que quería es hacer un traspaso entre una voz y otra, un paseo entre un lenguaje y otro, sin llegar a ninguna parte y sin tener un fin exacto.
[AQR]: Es decir, que esa transfiguración, ese maridaje de géneros literarios, se torna ya en una prioridad en tu escritura.
[RMR]: Sí, para ser sincera, yo creo que esa es mi manera de llenar mi deficiencia. Creo que al no tener una estructura sólida, que me dé o me permita hacer una novela fuerte, porque no creo que soy escritora, yo siempre digo que soy una escribidora, porque soy alguien que tiene muchas sensaciones, jerarquías y lenguajes, pero a la que le falta tener un oficio riguroso, una estructura fuerte como escritora con un proyecto literario.
Mis proyectos literarios son como abortos, están hechos de residuos… con lo que cayó del techo, con la pacotilla, con la tirita con la que mi mamá hacía los recortes y los dobladillos de las clientas. Mis libros tienen ese tránsito a lugares que no han sido diseñados de antemano. Es el propio libro, durante el tiempo en el que lo estoy trabajando, el que me va guiando y dando ciertos rumbos, marcando caminos.
[AQR]: Me parece extraordinario tu libro Cuando una mujer no duerme porque logras a nivel del lenguaje, un tratamiento de filigrana con las palabras y con los temas del amor, la pareja… hablas desde el amor de una mujer y haces que en un momento esa mujer y ese amor de mujer, importen mucho más que la pareja, creando una independencia de sí misma, del matrimonio, de los hijos, de la casa y del país. ¿Cómo trabajaste éste libro?
[RMR]: Sí, es que a mí el amor de pareja no se me dio tanto como para lograrlo sostener. Y ahí está la cosa, al no vivirlo y no tenerlo de la manera total que se aspira, eso te lleva a ponerlo en un lugar utópico y a pensarlo y escribes y escribes. Toda poesía es una araña que tiene un tejido en el que siempre estás atrapando cosas. Pero no me interesaba caer o atrapar etiquetas o entrar en casillas de poesía femenina o poesía erótica. Por eso siempre traté de pensar en cómo ser una persona. Lo que más me importó fue tratar de ver qué persona podía ser para ver los errores que he tenido; y no te hablo solo de los errores en la poesía, ya que esos errores tú los puedes arreglar, tachar, borrar aquí y allá; yo te hablo de los errores en la vida, errores que no se pueden evitar, quitar o borrar y que se suman y a ésta edad se convierten en una gran resta.
[AQR]: Amaste intensamente, aunque no tuvieras una pareja estable…
[RMR]: Sí. Amé mucho, pero fui muy ambiciosa, porque quería todo, quería esa persona que fuera todo lo que buscaba y en esa ambición me perdí de las cosas naturales y normales que me hubieran dado una vida más plena de la que he tenido.
Creo que invertí mucho en personas que no eran las personas porque me encapriché en cambiarlas o convertirlas. También creo que el amor es un trabajo fuerte. Lo que construyes con alguien no es sólo la pasión, sino también es la construcción que haces con otro en la confianza, y es un amor muy fuerte que va por encima de la imposibilidad real que tienen los dos de convertirse en ese que el uno o el otro quiere. Es un camino en el que te cansas y por eso creo que yo no logré relaciones estableces y duraderas, relaciones plenas.
[AQR]: Tus libros son tus grandes amores. Amores a los que les invertiste pasión y tiempo, son el pago de la vida.
[RMR]: Exacto, con sus defectos y discapacidades. Hay cosas que no he podido lograr. Tiene que ver con el talento y el trabajo. Yo creo que la literatura ha sido el lugar y el país donde he querido estar, ha sido en función de eso que he trazado mi vida. Cuando he parido y he criado a mis hijos, mi fuerte vida doméstica que me atrapa siempre, todo, todo lo que hice fue para meterlo y vivirlo en mi literatura. Vida y literatura en un mismo lugar.
Nunca he separado las cosas domésticas de mi casa, mi madre y mis hijos de mi literatura. He tenido mucha disciplina eso sí, porque yo soy mi propia jefa y eso ha sido un levantarse muy temprano y dormir muy tarde, y quitarle tiempo al cuerpo para escribir. He sido un cuerpo muy magullado, con muchas escoliosis, enfermedades y debilidades de todo tipo; quizá mi debilidad del cuerpo la he ido pasando a la literatura. Pero he querido que el cuerpo de mi literatura sea mucho más fuerte que el cuerpo que me dieron mis padres. Es horrible mi dolor de columna y mis cervicales. Thomas Bernhard escribió desde la enfermedad, entre sanatorios y creo que la enfermedad da fortalezas y te permite escribir. Cuando tienes un objetivo, cómo lo es en mi caso: vivir en éste lugar: La Habana, que es una cosa que tengo que agradecer; cuando miras la vida como un camino para mejorar los libros, mis imperfecciones, mi vida… y no es una cosa religiosa, no, no, si yo he tenido una religión ha sido la literatura. Y no hay manual para transitar por la vida.
[AQR]: La Habana, ¿qué lugar ocupa en tu literatura?
[RMR]: La Habana es mi lugar, el lugar en el que quiero seguir viviendo y escribiendo; vivo aquí con algunos de mis hijos y cuidando de mi madre que está muy vieja y enferma. Voy por algunos meses a Miami a visitar a mi hija Elis, pero siempre regreso. Adoro la luz de La Habana, es una ciudad magnífica, una ciudad donde he sido feliz y donde he experimentado mucho dolor. Se podría estar mejor: si arreglaran la ciudad, los huecos y baches, levantar las casas, poner la vereda y que todos vivan mejor y de manera equitativa. La Habana es su mar, su lenguaje en las calles, la luz inigualable de ésta ciudad que te mata, aunque casi todos mis amigos se hayan ido, yo los sigo viendo aquí en ésta ciudad. Aunque estamos desperdigados la literatura es nuestro país.
“Todos cambiamos, aunque la vida (adentro) lleve la misma rutina cotidiana. Me levanto antes de que amanezca y pongo correos a Pepe Calixto (en Miami), a Rodolfo Hasler (en Barcelona), a Mandy (en Nueva York), a Ponte (en Madrid). Estamos desperdigados como granos secos que se han separado fermentados del conjunto. Si alguien se enferma no lo puedes llamar (un minuto cuesta días de comida). Cambiaron el dial de los paisajes, las tonalidades del “arco iris ilusión” y los huevos se pudrieron en las franjas zurcidas. Si algo siento ahora, es el deseo de una medida (lo único que podríamos tener es la medida) del deseo de que todo lo que deseamos no nos quede a una distancia que impida sostenerlo”.
Fragmento del texto: “La desbandada”,
del libro Otras Mitologías (2012).