“Al leer la obra de este poeta argentino –desde Poesía civil hasta el proyecto, en elaboración, Para un diccionario crítico de la lengua– da la impresión de que el meollo de la escritura en Raimondi es poner en disputa los campos en relieve del lenguaje. Y para ello, todo lo que toca se convierte en procedimiento, hallando en sus combinaciones un poder secreto: que la poesía, muy profundamente, es inversamente proporcional a la industria que la aniquila. La máquina de desmentir proposiciones, en Raimondi, enseña un relato cuya prosodia es el afán de recortar, casi en fotograma, la progresión de una forma de intervenir en los géneros, y en definitiva, en el discurso poético mismo.
Raimondi define a la lengua como una zona de conflicto, un capital a la que se involucra entre fugas y cruces permanentes, como una manera de trabar comercio con los materiales que expulsa la poesía: el lenguaje forense, notarial y cientificista, que consigue en Raimondi el efecto de tener entre manos un ensayo sobre la utilidad de las “cosas”, mientras su trabajo corta vínculos con posibles referentes.
En tal sentido su escritura representa una renovación del lenguaje. Renovar el lenguaje no significa ser un vanguardista per sé, o un poeta experimental, de ruptura, sino reconocer en la propia escritura el funcionamiento de todo un sistema de creencias literarias. Comunicar e informar están en el orden del posicionamiento de una verdad relativa; y la verdad y la poesía son inversamente proporcionales. Existe toda una confusión al respecto. Durante años se sostuvo la idea de que la poesía es un acto de revelación, y aquello que es rescatado de la oscuridad es, justamente, la verdad. Más bien parece ser un tópico religioso, y sobre todo un concepto atávico del trabajo poético. Renovar la lengua es trabajarla desde la desproporción, empezando por lo formal y culminando con el mismo significado.”
(Arteca, Mario, Del Pliego, Benito y Medo, Maurizio. Fragmento de “A manera de prólogo. Un país imaginario. Escrituras y transtextos, 1960-1979”. Amargord. Colección ONCE)
Poética y revolución industrial
Materia de disputa la poesía, delicadísima cuestión
para asumir la cual sería necesario un diagnóstico
de los criterios del público lector, ya sean estos
débiles o robustos en su enajenación o conciencia,
un análisis de los modos según los cuales hábitos
y lenguaje reaccionan entre sí y un buen estudio
de los diversos vaivenes entre literatura y sociedad.
De hecho se dice que estos poemas fueron escritos
para iluminar la percepción de quienes pierden,
de a miles congregados en ingentes ciudades,
la sutileza del propio pensar en la uniformidad
de sus ocupaciones e incapaces son ya de reacción
ante lo que no sean estímulos groseros o violentos.
Por eso es curioso que la métrica, considerada
por el poeta como el elemento similar y constante
que organiza todo un nuevo modo de componer,
actúe tal como el regulador que por ese tiempo
Watt introdujo en la máquina a vapor para darle
velocidad de funcionamiento estable y promover
todas las automatizaciones que habrían de venir,
máquinas capaces de efectuar tareas ayer realizadas
por hombres y de controlarlas sin su intervención;
por otro lado, Wordsworth presentó a su lector
ideas asociadas en estado de excitación en nombre
de un mecanismo preciso que recupera la emoción
en estado de tranquilidad hasta que la tranquilidad
desaparece y la emoción se renueva. Y yo digo: eso
es energía del vapor de agua que se expande expande
y vuelve a enfriar para explotar y producir, más.
Meditación sobre las estadísticas de embarque
Lo que cae antes de la descarga en la terminal
cuando se destraba la boquilla para que caiga
la pastilla interdicta de la purga del gorgojo
más lo que cae entre los listones mal ajustados
de la madera de la caja cuando salta el camión
a causa de una mala maniobra del conductor
o de los pliegues irregulares hechos por el sol
y el pasar regular de las ruedas sobre el asfalto
es nada si se tiene en cuenta que la carga final
en los buques destinados a Brasil, China o Irán
es más de dos millones quinientas mil toneladas,
pero los chanchos y gallinas del lugar no cavilan
igual, tampoco quienes pernoctan en las casillas
con bloques y chapas levantadas junto a la ruta:
luz alta para los anteojos de Moisés S. Rodríguez
que barre de lado a lado banquina y alquitrán
y con la pala junta tosca, tierra, trigo y embolsa.
Eso no es un elástico doble de cama apoyado
sobre un tronco; es la zaranda con que distingue
lo útil de lo que también es útil pero menos.
Qué piensa mientras con hilo grueso y la aguja
pasando a milímetros de su ojo clava y cose
otra bolsa de cuarenta kilos ya llena, la levanta
y apoya en el montón de la puerta de entrada
bajo el cartel en tiza VENDO TRIGO, desconozco.
(de Poesía civil, Vox, 2001)
FOUCAULT, MICHEL
Filósofo e historiador a ver ¿a qué no adivinan?
francés cuyas obras en torno a los dispositivos
e instituciones de normalización fueron leídas
de este lado del orbe con los regímenes militares
en mente o mejor inscriptos en las coyunturas
óseas y las terminales deterioradas y nerviosas
sin alcanzar a reconocer cómo esa perspectiva
sobre un poder estatal y total (reticulado panóptico
disciplinario etc.) fue elaborada desde el seminario
de un colegio nacional anteayer imperial sostenido
por políticas públicas no paradójicamente potentes;
lo paradójico fue tal vez demorarse en los planos
arquitectónicos de Bentham y sus correspondencias
subjetivas mientras el Estado local era evacuado
sin advertir una no muy sutil diferencia cualitativa:
que acá el infante sea conducido a una escuela
donde se le corrija el hábito malsano de pretender
escribir en un pupitre normal con la mano siniestra
y efectivamente encuentre en principio un pupitre,
un cuaderno y una escuela además de, por supuesto,
el docente coercitivo y más o menos mal pago
tal vez no sea un hecho tan merecedor de desprecio.
ZAFRA
El concepto a plantear en la plenaria de Camagüey
era la relación dialéctica entre conciencia y trabajo.
Por eso antes del discurso se subió a la cortadora
y en unos días cortó cuarenta y cinco mil arrobas.
Ya era una declaración, al menos la base empírica
donde sostener unas cuarenta y cinco mil palabras.
El ministro veía en los macheteros a la vanguardia
de los pueblos oprimidos de Asia, Africa y América.
El machetero veía un cogollo, otro y después otro.
¿Cómo explicar que eso no era un cañaveral más
sino las reservas en potencia de las que dependía
la guerra contra la fuerza más grande de la historia?
Arriba sobre la máquina para revisar cómo funciona.
Mal. Lógico, si es nueva. Hay que saber por qué.
¡Son demasiadas cuchillas! Listo. Ahora otro tema.
La diferencia entre cortar para la empresa y cortar
para la revolución es que la revolución exige doble:
quiere un músculo con capacidad de abstracción.
Eso no es un surco, es la central, es purificación
y eficiencia en las calderas, divisas y tractor ruso,
diversificación e inminencia de una vida socialista.
Pero en la cooperativa las cuentas no daban bien.
Y aunque algunos se iban pensando cómo inventar
un reemplazo autóctono para los cardanes rotos
que por cuánto tiempo ya no se podrían comprar,
otros no entendían bien por qué trabajar tanto
para que llegue el día en que no se trabaje más.
(De Para un diccionario crítico de la lengua, en elaboración)