Por: Mario Pera
Crédito de las fotos: Carlos Alcorta
Selección de poemas de Ejes cardinales (2014),
antología de Carlos Alcorta* publicada por Ed. Renacimiento
LA LUZ matinal ciega
mis ojos. Durante el insomnio
la página mostraba
astutamente intentos fallidos,
artimañas inútiles
que la seducción puso
en juego. No importaba
amortiguar en el recuerdo
el griterío alborozado
de las bañistas,
gobernar la mano que dibujaba
imprecisa la línea brumosa
del horizonte que blancos veleros
quebraban, sentir el pulso hacinado
de las horas nocturnas.
Importaba apresar
la quietud del pasado
que manipulas a tu antojo,
la estructura volátil del presente.
Si encrespó algún deseo las turbias
aguas de tu memoria
naufragó en su propia
travesía y nos dejó una estela
indisoluble de nostalgia,
la descripción exacta
de la vileza, un motivo plausible
para tomar venganza.
HURTÉ palabras aisladas que oía
como en sueños a una voz irascible
y reincidente ¿Era, tal vez, mi propia
voz que regresaba del otro lado
o fue, quizá, tu boca, tan extraña
que parece mía, quien pronunció
las amenazas? No puedo saberlo.
Sólo sé que a favor del viento icé
las velas y navegué por un mar
de alcohol y verano hacia un confuso
destino cuya imagen
errónea y fugaz favorecía
la sutil permanencia del deseo.
De Trama (2003)
LECTURA DEL INCENDIO
En diciembre pasado un incendio destruyó la casa y la biblioteca del poeta
en la capital mexicana, y su salud se ha deteriorado desde entonces,
aunque no se conocen informes detallados de sus afecciones.
DE UN SUELTO PERIODÍSTICO
Crespones ondulantes, inservibles
páginas tachadas que el viento arrastra
hasta el confín del mundo, alambradas
disuasorias que cercan con cemento
y olvido el horizonte de los sueños.
¿ Qué juez puede dictaminar la furia,
el ensañamiento voraz
de las llamas?, ¿ qué venganza alimenta
el fuego inextinguible, su constancia
felina?,¿ qué dios blasfemo aconseja
golpearse en el pecho,
cristiana resignación frente al orden ficticio
de la ceniza, frente a la mudable
naturaleza del humo? Supongo
que no reconoceréis, amigos verdaderos,
mi rostro. He envejecido de repente.
Ahora soy tan sólo ese intruso achacoso
que camina a tientas por los pasillos
carbonizados de su casa.
Carezco de biografía,
de historia propia que me justifique.
He perdido el pasado, mi lugar en el mundo.
Sólo la dignidad de los recuerdos
retrasa la llegada de la muerte,
que ya no temo,
pero, ¿ dónde los míos?
Sin su amparo quedamos a merced
de la locura, de los hambrientos perros
que rastrean incansables indicios
de vida, recientes heridas, manchas
de sangre, el agrio sabor de la nada.
ANTONIO MACHADO: UN MONÓLOGO
Llegan rumores hasta mis oídos
sobre mi indumentaria, sobre mi cotidiana
falta de aseo. El propio Juan Ramón,
a quien hace ya años que no frecuento,
se burla públicamente
de mi atuendo raído y mal oliente,
de mis humildes versos con sabor
a sopa de ajo. Y no descarto
que algún otro colega de este precario oficio,
en días venideros, hable mal de mí o invente
anécdotas apócrifas
e irreverentes para divertir
a sus acólitos o me calumnie
con burdas patrañas. Es ley de vida
y ya he perdido la fe en la bondad
natural de los hombres.
No es compasión lo que pido. Detesto
que la misericordia se regale
como vulgar bisutería,
pero creo que, aunque tan sólo sea
por mi avanzada edad,
tengo derecho,
como cualquier persona,
a vivir en paz, a ser respetado.
Porque jamás empleé ni un minuto
de mi tiempo en menospreciar al prójimo,
consentid que me juzguen
los lectores futuros. Mientras tanto
reservadme un pedazo
de esta infecunda tierra castellana
en la que malvivo y envejezco
donde puedan mis restos reposar ya insensibles
al odio, a la traición, a la venganza
que torva e infatigable se avecina.
De Corriente Subterránea (2003)
I
Cada acción conlleva una responsabilidad.
SLAVOJ ZIZEK
Sobre la alfombra que decora el suelo
enlosado se elevan altas dunas
que el sol poniente vuelve anaranjadas,
crecen profundas sombras que convierten,
A vista de pájaro, el arenal
desierto, en piel de tigre desteñida
surcada por errantes
manadas de bisontes, sanguinarios
Felinos que la sed ha vuelto dóciles,
exhaustos paquidermos que la mano
del niño inmoviliza
o desplaza al compás que su albedrío
le dicta.
Sí, procede con frecuencia
como un voluble dios que juguetea
con el destino de los seres vivos.
sin saber, con intuir los siente suyos,
porque aún no es consciente
del alcance que entrañan sus acciones
y no entiende las leyes naturales
que gobiernan el mundo,
pero la práctica indiscriminada
del soborno o la angustia del castigo
mitigan su dominio, la aparente
aflicción que muestra ante los accesos
de violencia infundada.
Acaso su franca temeridad,
su falta de experiencia determinan
las proporciones incorrectas de hombres
y animales, la desafortunada
orientación con que una blanda luz
artificial señala el camino de vuelta
hacia la negra paz del envoltorio.
Quienes permanecen a la intemperie,
esas desorientadas muchedumbres
de plástico que esperan cerca de los motores
inservibles que el cielo
vierta sobre sus rostros
secos la miel mirífica del aire
de marzo, restablecen la secreta
correspondencia con la realidad,
responden a las formas que los sueños
multiplican y su presencia, rota
la inmaculada red de la virtud,
consuma el triunfo de lo imaginario.
Quien aprende a mirar, aprende a ser.
De Sutura (2007)
VOGELFREI
The aim is to walk tall
in the sun.
R. S. THOMAS
Acantilados, playas, musgo y pájaros
congregados en grandes robledales,
cielos despejados o negras nubes
encelando montañas, astros, ramas.
Cierro los ojos para examinarme
en el esplendor de la oscuridad,
en las desnudas formas y en sus ecos,
en la velada luz de mi naturaleza.
Desconcertado por las discrepancias
con mi yo que procura la experiencia
buscaba sin saberlo este lugar
ajeno a mi pasado para saber de mí,
ungido por las aguas de un bautismo apremiante,
con un corazón de cristal latiendo
en el pecho ahora fortalecido
por los ingredientes de una oración
oportuna, moteada igual que la guerrera
de un cazador disciplinado.
Ahora éste es mi mundo. Éste mi tiempo,
igual y diferente en sus repeticiones,
y por eso despunta, sin temor al comienzo,
en un tallo cualquiera la razón
de ser que rastreaba con insistencia
en el desorden del asfalto y el sueño,
y vuelo, no con alas cercenadas
por una voluntad inconsistente,
dentro de mí, en la jaula que construyo
con el acero de mis convicciones,
libre, sin lastre alguno, sobre el día
naciente, en busca del temblor que crece
bajo la novedad de la costumbre.
NUBES EN EL CIELO DE PARMA
A Fabio Pusterla
El sol alumbra intenso en lo más alto
desde un espacio breve entre dos nubes
y como una hoja seca desprendida
de un árbol moribundo, se apelmaza
su luz en el lecho caliginoso
del mediodía. Vuelan las palomas
cerca de los antiguos palacios demolidos,
diseminando sombras sobre el friso
de las ventanas rotas. Fugazmente
se reflejan sobre las frías aguas
que fluyen bajo el puente sus brillantes
alas extendidas, el cuerpo frágil.
Su aleteo disoluto y bullicioso
congrega las miradas de la gente
que pasea o descansa en los bancos de mármol.
Recostado en el esplendor mullido
de la creciente hierba los ojos, fijos
en un punto provisional del cielo,
se abisman en un interior fungoso
que empequeñece el alma y, a la vez, la convoca.
Escuchas las palabras de los otros
cerca de ti, su tono de voz ensimismado
y protector, desmigas en tu mente
ese nervio invisible que al mundo te sujeta,
vacías la memoria, porque no es el deseo
lo que lúcido inspira el ademán
definitivo sobre el blando césped,
sino la plenitud del ser completo
y ese orden natural que ahora entiendes.
EL TEJO
Apenas sobresalen de entre la hierba
sin cortar incipientes hojas verdes
puntiagudas, osadas, defensivas.
Despacio asciende hacia la luz el tronco
joven, enraizado en el terraplén
desprotegido que, orientado al norte,
circunda la casa. Parece inerte
y sin embargo, en su interior palpita
la savia sin edad de lo perfecto.
Quien lo plantó ya no es el mismo de antes.
Es otro quien lo observa vertical,
sujeta la mirada a ese inflexible
mástil que desafía año tras año
el constante vigor de las tormentas
y el penetrante sol de los veranos.
Hacia la tierra, hacia la interminable
noche crecen, igual que la nostalgia
sus morosas raíces en silencio.
Nuevas voces escucha en derredor.
No son las del pasado, pero vuelve
a su ser la constancia de un origen
remoto: bebedizo que promete firmeza,
filtro amargo para la soldadesca
y el más visible, símbolo de un pueblo
del que sólo hablan ya manuales inservibles.
En mí vivirá más que otras imágenes.
Pero, ¿recordará su hosca corteza
el tacto apasionado de las manos
que lo plantaron?, ¿permanecerá
su fiel envergadura como un faro
iluminando el mar de los sentidos
en mi ausencia o sin más, desguarnecido
por talas crueles, defenderá solo
su verdad, ese aire sin tiempo, previo
a todo, que circunda su pureza?
PUENTE DE LA PIEDAD
Testimonio del tiempo, ya es el tiempo.
CÉSAR SIMÓN
Su actual emplazamiento manifiesta
aún más su modesta envergadura.
Construido acaso para salvar corvas
hendiduras o lánguidos arroyos,
une ahora invisibles muros de aire,
vertientes del vacío, mudos rastros
de luz desorientada y de silencio
insomne. Blancos números ordenan
la posición exacta de junturas
y masa como fechas en una vieja lápida
que lacra los despojos tumefactos
de un cadáver sin nombre. Agridulces
bayas de acebo crecen junto al cauce,
protegidas por sombras momentáneas.
Yo las miro irritado, viendo en ellas
a intrusos que saquean los recuerdos
a plena luz del día, recobrando
ese espacio enviciado que cobija
su mayestática impostura.
Nada dicen las piedras de este puente,
aunque hacia mí se vuelva mientras paso
la cimbra fantasmal que inalterable
sustenta su equilibrio como un ángel
de la guarda previene del pecado.
Jamás quien fui exploró esa eventualidad.
Todo es falso. Extrañado, mira al frente
su único ojo buscándose en el cielo
del futuro, y ve sólo su soledad creciente.
CEREZAS
Están, como entonces, al otro lado.
Algunas ramas díscolas asoman
por encima del muro y se desbordan
los frutos inflamados en el huerto
comunal. Con resolución arranco
ese inservible vínculo que enlaza
su centro ciego con el universo
insondable que forma su materia.
Contemplo en la vasija su envoltura
brillante, humedecida por la luz
nueva de la mañana aún sin nombre,
junto al sucio color de albaricoques
maduros y el reflejo de apartadas
colinas entrevistas fugazmente
en la pantalla del televisor
averiado.
Ignoro por qué al cabo de los años
se muestra ante mis ojos su verdad
tan colmada de sí, por qué su pulpa
carnosa vivifica mis sentidos
con un venial deleite
que me recuerda un incipiente seno
acariciado por primera vez.
Cielo del paladar, garganta, lengua
comparten el vergel del apetito
porque el cuerpo que goza no reclama
favor alguno, sino ser, sin más,
necesario final, lugar del júbilo.
El eco de este ardor palpitante resuena
en las entrañas y por un momento
me hace olvidar esta enojosa herencia:
la arbitraria expulsión del paraíso
que pesa todavía en la conciencia
como un lastre de plomo
cuando asoma por la ventana un rayo
de sol que invita a disolverse en él,
a esclarecerse.
de Sol de Resurrección (2009)
DIDÁCTICA
Éste no es poema de resurrección.
El cuerpo segrega sus jugos y luego desaparece.
Éste es un poema de insurrección
contra el yo.
HENRI COLE
¿A quién contemplo cuando me miro en el espejo?
¿Puede la imagen de alguien que ha perdido
su propia identidad desfigurar
la imagen verdadera
de quien se observa cuando ya nada significa
lo inmanente para la piel y es todo
un temblor de las formas? ¿Es el otro que habita
en mí quien me imagina y me destruye
al inventarme? ¿No es en la inconsciencia,
ese espacio ingrávido en donde flota
un yo eventual, el molde más exacto
para dar forma al pensamiento?
No extraigo conclusiones decisivas
que logren convencerme porque sé
que lo que creen que soy existe sólo
en la idea de mí que fraguan con mis actos
o cuando miran al pasado y ven
los pliegues de mis rasgos anteriores.
Ciertas expectativas se convierten
en costumbres. Soy yo y soy otro al mismo
tiempo. Tal vez un hombre fustigado
por incongruencias y vacilaciones
morales que se arroja a los abismos
de su existencia, alguien que vence el miedo
y se enfrenta al destino con la fe
en sí mismo que le otorga la experiencia,
o tal vez sólo un hombre que precisa
un consejo, un mentor justo como Virgilio
para explorar la zona del infierno en que vive.
Esperar es creer en el futuro.
Tengo una apremiante necesidad
de comprender la causa de mi pesimismo,
no la encuentro en las falsas profecías
de los videntes ni en ese vacío
que ha dejado en mi alma un Dios ausente.
El mundo que construyo con palabras
es tan veraz como un autorretrato
pintado desde un ángulo visual
incorrecto, quizá por esa causa,
por descreer de todo,
al mirarme de nuevo en el espejo
—“Este soy yo, pensaba, el centro del poema,
un precario arquetipo de la inmortalidad
que se volatiliza al cesar la escritura”—,
comprobé que lo que aparecía
en él no era la luz que yo irradiaba,
sino una falsa claridad que daba
vida a la idea que los otros tienen
de mí, a la que yo me acomodaba
involuntariamente, por una equivocada
sensación de que mi felicidad
de entonces estaría por siempre vinculada
al capricho y la voluntad ajena.
NECESIDAD DEL HÉROE
“Producir, por la fuerza, pruebas de valor, de devoción y de grandeza.”
RAINER MARIA RILKE
“Es grande todo aquel que procura ser lo que ya es por naturaleza.”
RALPH. WALDO EMERSON
Desmiente a Hegel el humanitario
gesto de un conductor anónimo.
Desde lejos no puedo distinguir
su rostro, enmarcado en el espejo
retrovisor en el que se revela
la luz ya acontecida, el desnivel
falseado por la lente entre costumbre
y asombro.
¿Cuándo, cuándo se acalló
la inmaculada voz del instinto animal
que defiende a los suyos arriesgando su vida?
Un destello de luz en el Apocalipsis.
Reconstruye el espíritu su forma
primera, vuelve a la raíz sin tiempo
de la naturaleza y se subleva
contra el dolor universal,
por todos admitido.
Pero una acción altruista me devuelve
la confianza en el ser humano.
No se ha extinguido la corriente
solidaria, el horror a la injusticia,
la fortaleza de la fe en un signo
que mueve el mundo y te convierte en otro
que no se somete a las arbitrarias
leyes de la supervivencia,
otro más impulsivo, que al sentirse
en peligro actúa mecánicamente,
como un resorte, sin pensarlo.
Ejecutado en las afueras
de la conciencia, tanta valentía
busca la redención sin pretenderlo.
Hay algo en el aire que lo certifica.
Yo mismo, que jamás he consumado
nada que tenga un mínimo valor,
y sumergido en la desesperanza
sólo accidentalmente he estimulado
el coraje y la generosidad,
puesto a prueba, en la misma situación,
como si ese acto fuera rutinario,
puedo representar fielmente al héroe
que describo. La muerte no es siquiera
—más allá del temor ancestral a la noche
eterna— una eventualidad, un accidente,
porque no existe lo que no imaginas.
SOUNION
“Y cada piedra que pisábamos ensangrentada por el crepúsculo”
CHARLES SIMIC
El calor sofocante de la tarde
castigaba los pies de los viajeros,
ya impacientes por el retraso
del autobús, bajo la marquesina
descolorida. Apenas llegaba aire
a mi cerebro y la incertidumbre
se adhería a las células que activan
los sentidos igual que un enojoso
parásito o la mala reputación congénita.
La imagen instalada previamente
en mi memoria se fue haciendo
realidad ante mis ojos,
como sucede a veces con los sueños.
Contemplé, como si en la luz quedaran
suspendidas, las formas celestiales
de las columnas que hacia el distintivo
estival ascendían desde una cota opuesta
al estilóbato, vi cómo ceniza y sombras
se internaban, arriadas sus velas, en un mar
dócil, amansado, cárdeno, sólo mío.
Por un momento el mundo se detuvo.
Mi obsesiva imprudencia me inclinó
a suponer que nada de aquel instante
cambiarían los años, ni siquiera
las toscas lápidas, ensangrentadas
por el crepúsculo que días
después menospreciaba.
Pero cuando contra mi piel
repercutía el canto de los pájaros
y se ahormaba contra el fuste
quebrado de pilastras confinadas
en un drenaje casi sumergido
la espuma de las olas,
me supe un dios caído a quien pronto
la juventud que entonces disfrutaba
le iba abandonando.
Ahora, satisfecha la deuda contraída
con mi otro yo, una foto en blanco y negro
que decora los últimos peldaños
de la escalera de la nueva casa,
preserva del olvido
una subordinada y redundante
sensación de melancolía,
tan similar a la de quien observa
en la vitrina una distribución
de extravagantes lepidócteros
que temo, muchas veces, confundirme.
BAHÍA DE TXINDUGI
Desde un extremo del canal que encauza
las aguas extraviadas del rompiente,
sus audibles rugidos que intimidan
y le inducen a retirar detrás
de la escollera su indumentaria,
busca un asentamiento convincente.
El lugar elegido se lo debe
a la convulsa mano del instinto
o al provecho de algún mensaje celestial.
Sobre el suelo mojado esparce con esmero
vulgares aparejos, la talega vacía
y varios tarros de cristal que albergan
gusanos de tamaños desiguales
e indefensos moluscos. Despojándose
después del anorak, flexionando la caña
comprueba las virtudes de la fibra,
elástica y ligera como una jabalina.
Selecciona el anzuelo y la lombriz
más atrayente mientras evalúa
las posibilidades de captura.
Se concentra en el acto el pensamiento,
no en arraigados males cotidianos.
Ahora, cuando apenas quedan salpicaduras
de la noche en vela en su cuerpo musculoso,
lanza con fuerza sobre la corriente
turbia que determina la pleamar
el sedal transparente. Acerados
peces sin patria salvan con destreza
el reclamo y sin miedo fisgonean
en las hospitalarias pilastras
del viejo embarcadero.
Humean a su espalda los fogones
bajo los verdes toldos hacinados
en el paseo y hambrientas merodean
gaviotas apremiantes alrededor del cebo.
Eres, tú que lo observas, sólo un hombre
que dispone de tiempo libre para
describir una escena ocasional
e irrepetible cuyos personajes ignoran
el simulacro. Actúas, gracias a la escritura,
como un dios que desoye los plegarias
de los incrédulos y los piadosos,
significas la fuerza, la forma pura, evitas
por eso las condenas y las absoluciones.
De Ahora es la noche (inédito)
*Carlos Alcorta . (Cantabria. España,1959). Ha publicado los siguientes libros de poemas: Lusitania (Biblioteca del Vigía. 1988), Condiciones de Vida (Editora Regional de Extremadura.1992), Cuestiones Personales (Colección Árgoma. 1997), Compás de Espera (Servicio de Publicaciones de la Universidad de Zaragoza. 2001), Trama (Algaida Poesía. 2003), Corriente Subterránea ( DVD Ediciones. 2003), Sutura (Poesía Hiperión. 2007) Sol de Resurrección (Calambur, 2009), Vistas y panoramas (Eclipsados, 2013) y Ejes cardinales. Poemas escogidos 1997-2012 (Editorial Renacimiento, 2014). Ha obtenido premios como el Ángel González, el Alegría/José Hierro, el Hermanos Argensola o el José Luis Hidalgo y ha sido accésit de los premios Fray Luis de León, Ciudad de Salamanca o Premios del Tren/ Antonio Machado. Ejerce la crítica literaria y artística en revistas y otros medios de comunicación. Codirigió la colección de poesía SCRPTVM desde 1985 hasta 1991 y desde 1997 hasta 2007 la revista de literatura ULTRAMAR y las colecciones de cuadernos poéticos El Astillero y Travesías. Ha sido codirector de la colección de poesía de la editorial Quálea. Actualmente es corresponsable de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander y de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo. Dirige Septentrión Ediciones y se dedica a la gestión cultural. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com