Vallejo & Co. se trasladó a la ciudad de Arequipa, en donde coorganizó una romería en homenaje al poeta arequipeño Alberto Hidalgo Lobato (1897-1967), al cumplirse 101 años del inicio de la vanguardia poética en el Perú. Esta se dio en el cementerio La Apacheta, en donde descansan los restos del poeta y su familia.
Por Vallejo & Co.
Crédito de la foto Vallejo & Co.
(de izq. a der. de pie Mario Pera, Katherine Medina, Mario Arce /
sentados Bruno Pólack, Moisés Jiménez, Eliana Fry,
Consuelito Núñez y Heiner Valdivia)
Romería a la tumba del poeta Alberto Hidalgo:
a 101 de la vanguardia poética peruana
La cita fue al mediodía del domingo 16 de setiembre de 2018 en la puerta del cementerio La Apacheta en Arequipa-Perú. Adentro nos esperaba el mausoleo de la familia Hidalgo, en donde descansan los restos del poeta, el que luego de morir en la Argentina (en noviembre del 1967) y de ser enterrado por un tiempo en el cementerio La Chacarita de Buenos Aires (hasta 1971) retornó a su ciudad natal para acompañar a los restos de su padre y madre. Es en Arequipa en donde reposan, ahora, los restos mortales del iniciador de la Vanguardia en el Perú y nosotros, a 101 años de la publicación del poemario fundacional Panoplia lírica (Lima, Imprenta de Víctor Fajardo, 1917), fuimos a rendirle un pequeño pero muy merecido homenaje.
El día era perfecto y uno a uno, con puntualidad inusitada, íbamos llegando desde los cuatro puntos cardinales. Todos llevábamos flores y libros del poeta, e incluso, el director de la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, Mario Rommel Arce, prometió llevar un ejemplar de la edición príncipe del primer libro de Hidalgo, Arenga lírica al emperador de Alemania. Otros poemas (Arequipa, Quiroz Hnos., 1916) perteneciente a su biblioteca personal, y por supuesto que cumplió su palabra. Los asistentes leyeron varios poemas de ese extraordinario ejemplar el cual, además, va precedido por una no muy conocida foto del poeta con tan solo 18 años. Una foto a blanco y negro, pero iluminada.
La ruta exacta al Mausoleo, como el recorrido fiel a la casa de un pariente al cual secretamente se admira y del cual heredamos muchas cosas, solo la sabía la poeta arequipeña Katherine Medina Rondón. La seguimos y, en medio de cuatro cuarteles con nombres de santos, y en donde confluyen los cuatro caminos por donde han de venir, algún día, los cuatro caballos del Apocalipsis, estaba el mausoleo de la familia Hidalgo, donde un busto de bronce del poeta sigue recibiendo los ardientes versos dictados por el sol de Arequipa. En uno de los costados del mismo dice: “Alberto Hidalgo: fue un corazón. Vivió y murió en poesía. Recuerdo de sus hermanas Carmen A. y Rosa Mercedes Hidalgo Lobato. 1970”.
Luego de cambiar las flores secas por flores nuevas, reconocer el mausoleo y de conversar sobre de la indomable personalidad de Hidalgo, empezamos un sencillo y alegre homenaje, que tuvo mucho de cercano y familiar. Mario Rommel Arce y Mario Pera improvisaron unas palabras sobre el significado del poeta en nuestra tradición y sobre la necesaria difusión masiva de su obra poética, para luego leer algunos poemas del iniciador de la Vanguardia poética peruana. Nos fuimos intercalando espontáneamente en la lectura y en la reflexión sobre la vida y la obra del poeta entre los asistentes: Heiner Valdivia, Katherine Medina, Consuelo Núñez López, Mario Pera, Moisés Jiménez, Mario Rommel Arce, Eliana Fry y Bruno Pólack.
Nos intercalábamos en la lectura de los poemas de Hidalgo esperando quizá, en secreto, que aquella visita nunca acabe. Casi al final, en medio de las fotos, reparamos en el libro abierto que siempre estuvo ahí al pie del busto del poeta, con el extraordinario y preciso poema Epitafio:
“Aquí yace
Yomismo
Murió de poesía entre unos cantos
Cumplió toda su edad ni un día menos
Ningún minuto de sus años
Ni siquiera un segundo de sus horas
Escamoteó a su vida propia a su estilo de ser
Murió de poesía y aquí yace
No enterrado aventado ni amarrado
En ataúd hecho de versos”.
Sin duda Alberto Hidalgo, cuya figura y poesía solo pueden crecer con el tiempo, se sitúa junto a los grandes escritores arequipeños como Mariano Melgar, Alberto Guillén, Blanca del Prado, Guillermo Mercado, Oswaldo Reynoso, Mario Vargas Llosa, etc.