Quedarse o partir al exilio: Milosz y Szymborska, por Niels Hav

Por: Niels Hav*

Traducción al inglés por: Heather Spears

Traducción al español por: Mario Pera

Crédito de la foto: ©Jerzy Szot

 

 

Quedarse o partir al exilio: Milosz y Szymborska

 

Este año Patrick Modiano recibió el Premio Nobel de Literatura y, a menudo como antes, fue una completa sorpresa cuando el secretario de la Academia Sueca abrió la puerta y lanzó el nombre a la prensa. Cada año este evento es una celebración y la noticia jubilosa se propaga alrededor del mundo a la velocidad de la luz.

Estaba en Varsovia el año en que Tomas Tranströmer fue galardonado con el Premio Nobel. Sentado bajo la suave luz solar de octubre, frente a la Casa de la Literatura, junto a un grupo de poetas de varios países. Fueron unos pocos minutos que pasaron uno tras otro, y el nombre de Tranströmer pasó alegremente de mesa en mesa. Wislawa Szymborska, ganadora del Premio Nobel y natural de Polonia, fue preguntada por un periodista: “¿Qué pensaste cuando oíste que Tranströmer ganó el Premio Nobel?”. “Estuve satisfecha”, respondió ella, “tanto que salté en un pie”.

Una respuesta inolvidable.  En ese momento, Szymboska tenía 88 años, y el recuerdo de su salto de felicidad es un pensamiento bendito.

Muchos escritores modernos se convierten en una especie de nómades, viviendo en el exilio a causa de que la libertad de expresión en sus países de origen está limitada. Una de las tareas más importantes del PEN Internacional es apoyar a escritores y periodistas encarcelados alrededor del mundo, y ello es más que suficiente para enfrentar dicho problema.

La palabra escrita es considerada en algunos regímenes como una amenaza, y la censura en internet así como en los medios impresos es bien conocida. Para evitar las críticas, algunos ofrecen a los escritores comida y alojamiento gratis  en prisión. Muy generosos, y totalmente idiotas ?lo que una sociedad saludable requiere, es un debate y un intercambio de opiniones libre. No vivimos sólo de pan. Es deber del Estado apoyar a la literatura en todos los sentidos; mientras que es deber del escritor escribir buenos libros y, si es necesario, mantener una postura crítica en relación a quienes están en el poder.

Tal es la distribución de roles en una sociedad saludable. Cuando Fleur du mal (‘Las flores del mal’) fue publicado en 1857, Charles Baudelaire fue arrastrado hasta la corte y fue acusado de blasfemia. ¿Quién era el emperador o presidente en ese momento? Nadie recuerda o a nadie le importa hoy en día: las figuras políticas han vuelto a caer en la región de las sombras mientras el libro de Baudelaire continúa siendo, una obra maestra inmutable.

En la historia de Polonia, encontramos ejemplos de escritores que debieron escoger y enfrentarse cuando la libertad de expresión no es respetada ?y quedarse o ir al exilio.

 

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Wislawa Szymborska
Crédito de la foto: www.4vientos.net

Wislawa Szymborska nació en 1923, ella fue testigo de depredación nazi, seguida de la époque soviética de despotismo. Ella se quedó en Polonia, viviendo la mayor parte de su vida en Cracovia, donde estudió, enseñó y escribió poesía. Se distanció del poder y se concentró en su escritura. Sus obras completas suman alrededor de 350 poemas. Cuando se le preguntó por qué no había publicado más, respondió “tengo un bote de basura en casa”.

Este humor irónico también se encuentra en la poesía de Szymborska. Acontecimientos diarios simples son transformados por el poder de la metáfora en grandiosa poesía. Su trabajo está lleno de un inventario de objetos y situaciones de la vida cotidiana, como en el poema “Gato en un departamento vacío”: El gato está solo en casa con los muebles, lámparas alfombras y estantería, mientras el dueño ha salido?quizá en el trabajo, quizá muerto.

En el famoso poema “Nada dos veces”, Szymborska escribe: Nada puede pasar dos veces./ En consecuencia, el hecho lamentable es / que arribamos aquí de improviso / y nos vamos sin la oportunidad de practicar”. En cuanto a Szymborska, murió por primera y única vez en 2012.

Uno de los nómades, uno que eligió el exilio, es Czelaw Milosz. Ya en los 50’s dejó Polonia y se instaló primero en Francia, luego en EE. UU. Donde por muchos años fue profesor de Lenguas eslavas y Literatura en Berkeley, universidad de California. En 1980 recibió el Premio Nobel. Después de los levantamientos en Polonia y de la caída del Muro de Berlín, regresó a su tierra natal. Son 10 años desde que murió. Fue enterrado en Cracovia como, después, lo fue Szymborska.

 

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Czeslaw Milosz
Crédito de la foto: www.iceis.pl

Pero la obra de Czeslaw Milosz aún es de primera importancia para mucha gente alrededor del mundo. Sus experiencias juveniles, atrapado entre el nazismo y el estalinismo puede compararse a la situación que enfrentan muchos escritores hoy en día, con el mundo nuevamente en medio de una gran perturbación y cambios. ¿Cómo se ajustan los intelectuales a los estados totalitarios? Milosz ha explorado a fondo ese tema con la sensibilidad de un conocedor de paradojas imposibles.

Su trabajo está impregnado por un fuerte ethos el cual, junto con una fuerte ironía, le da a su poesía una calidad duradera. En el poema “Ars poética?”, el escribe: “Los poemas deben ser escritos rara vez y de mala gana, / bajo una coacción insoportable y solo con la esperanza / que los buenos espíritus , no los malos, nos escogen para su instrumento”.

En Varsovia, entré en una librería. Milosz y Szymborska están bien representados en los estantes de trabajos autobiográficos, ensayos, poemas. Compro una taza de café y paso una hora, o algo así, husmeando entre libros y hojeando las revistas polacas. Finalmente compro “Orgulloso de ser un mamífero” de Czeslaw Milosz?tiene que ser el único.

Tomo el autobús al otro lado del río Wisla, hacia Praga, el único barrio en Warsovia que no fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial. Las viejas casas derrumbadas en Praga han visto resucitar a Polonia desde la década de 1930, en que vieron como la “grandiosa” locura de Hitler y Stalin la llevó a la ruina. Tanques rusos y alemanes, llenos de jóvenes soldados nerviosos y fumadores, rodaron sobre este pavimento. Aquí Milosz caminó en la década de 1940, con poemas recién escritos en su bolsa al hombro, en su camino a una lectura o para verse con un amigo.

Él renunció a su tierra natal, se fue al exilio, dio la espalda a las proclamas de la autoridad mientras salían de los pasillos del poder. Esto es por lo que su poesía continúa siendo leída, y por lo que él es recordado alrededor del mundo; más intensamente por aquellos quienes han sentido en su propio pie, el pellizco del zapato.

 

 

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(versión en inglés)

 

 

TO STAY OR TO GO INTO EXILE:

Milosz and Szymborska

 

 

This year Patrick Modiano received the Nobel Prize for Literature and, as often before, it was a complete surprise when the secretary of the Swedish Academy opened the door and released the name to the press. Every year this event is a celebration, and the joyous news spreads round the world with the speed of light.

I was in Warsaw the year Tomas Tranströmer was awarded the Nobel Prize. Sitting in the mild October sunshine in front of the Literature-House with a group of poets from many countries. It was a few minutes past one, and Transrömer’s name passed cheerfully from table to table. Wislawa Szymborska, Nobel prizewinner from Poland, was asked by a journalist, “What did you think when you heard that Transrömer won the Nobel Prize? “I was so pleased,” she answered, “that I hopped on one foot.”

An unforgettable reply. At the time Szymborska was 88 years old, and the memory of her happy hop is a blessed thought.

Many modern writers have become a species of nomad, living in exile because in their homelands freedom of speech is limited. One of the most important tasks of PEN International is to support imprisoned writers and journalists around the world, and there is more than enough to tackle there.

The written word is regarded in some regimes as a threat, and censorship of both the internet and the printed media is well-known. To avoid criticism, some provide writers with free food and lodging in prison. Very generous, and totally idiotic—what a healthy society requires is free debate and free exchange of views. We do not live by bread alone. It is the duty of the state to support literature in every way; while it is the duty of the writer to write good books and, if necessary, to maintain a critical stance in relation to those in power.

Such is the distribution of roles in a healthy society. When Fleur du mal was published in 1857, Charles Baudelaire was dragged into court and accused of blasphemy. Who was emperor or president at the time? No one remembers or cares today: the political figures have slipped back into the region of shadows while Baudelaire’s book remains, an unchangeable masterpiece.

In Poland’s history, we find examples of the choice writers must face when freedom of expression is not respected—to stay, or to go into exile.

Wislawa Szymborska was born in 1923, she witnessed the Nazi depridation, followed by the Soviet époque of despotism. She stayed in Poland, living most of her life in Kraków, studied, taught and wrote poetry. She distanced herslf from the powerful and concenetrated on her writing. Her collected works number some 350 poems. Asked why she had not published more, she answered, “I have a trash can at home.”

This ironic humour is also found in Szymborska’s poetry. Simple, everyday events are transformed by the power of metaphor into great poetry. Her work is full of an ordinary life’s inventory of objects and situations, as in the poem “Cat in an Empty Apartment”: the cat is alone at home with the furniture, lamps, carpets and bookshelf, while the owner is away—perhaps at work, perhaps dead.

In the famous poem “Nothing Twice”, Szymborska writes: “Nothing can ever happen twice./ In consequence, the sorry fact is / that we arrive here improvised / and leave without the chance to practice.” As for Szymborska, she died for the first and only time in 2012.

One of the nomads, one who chose exile, is Czeslaw Milosz. Already in the 50s he left Poland and settled first in France, then in the USA where for many years he was a Professor of Slavic Languages and Literature at Berkeley, the University of California. In 1980 he received the Nobel Prize. After the upheavals in Poland and the fall of the Berlin Wall, he returned to his native land. It is 10 years now since his death. He was buried in Kraków as, later, was Szymborska.

But Czeslaw Milosz’s oeuvre is still of prime importance for lots of people worldwide. His experiences in youth, trapped in between Nazism and Stalinism, may be compared to the situation faced by many writers today, with the world again in the midst of great disruption and change. How do intellectuals adjust to a totalitarian state? Milosz has thoroughly explored this theme with an insider’s sensibility to its impossible paradoxes.

His work is pervaded by a strong ethos which, coupled with a robust irony, gives his poetry its lasting quality. In the poem “Ars poetica?” he writes: “Poems should be written rarely and reluctantly, / under unbearable duress and only with the hope / that good spirits, not evil ones, choose us for their instrument.”

In Warsaw, I enter a book store. Milosz and Szymborska are well represented on the shelves—autobiographical works, essays, poems. I buy a cup of coffee, and spend an hour or so nosing among the books and leafing through the Polish journals. Finally I buy “Proud to Be a Mammal” by Czeslaw Milosz—it has to be the one.

I take the bus across the Wisla River to Praga, the only quarter in Warsaw that was not destroyed during the Second World War. The tumbled old houses in Praga have seen Poland rise again in the 30s, watched as Stalin’s and Hitler’s grandiose madness fell to ruin. German and Russian tanks, filled with nervous, cigarette-smoking young soldiers, rolled over these paving stones. Here Milosz could have walked in the 40s, newly composed poems in his shoulder bag, on his way to a reading or to meet a friend.

He relinquished his homeland, went into exile, turned his back on the proclamations of authority issuing from the corridors of power. This is why his poetry continues to be read, and he is remembered around the world. Most intensely by those who have felt, on their own foot, the pinch of the shoe.

 

 

 

 

 

*Escritor nacido en Copenhague-Dinamarca. Ha publicado tanto narrativa, como poesía y ensayo en numerosas revistas y libros. Su trabajo literario ha sido traducido a varios idiomas como el árabe, turco, español, inglés y chino.

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