En exclusiva, Transtierros presenta algunos fragmentos del nuevo libro de David Kattán, Chalo Zurita e Isadora Salas: Neurografías. Transducciones. Las imágenes y poemas presentados aquí son una primicia para nuestros lectores, puesto que este libro será publicado próximamente. Mayores luces sobre el mismo nos la da uno de sus autores, David Kattán, quien señala: «Este libro está pensado para dar cuenta de la potencia que puede surgir a partir de la integración de las disciplinas artísticas. No en cuanto a la trascendencia en el mercado de la poesía y las artes visuales, en la demanda de los artistas y los lectores, sino en el valor experimental individual-colectivo (…) No hemos hecho otra cosa que una cierta profanación del texto, que nos ha permitido el rechazo a la concepción dictatorial del Sujeto-supuesto-saber como condicionante de la lectura y como límite creativo».
En ese sentido, la idea de Kattán, Zurita y Salas es reunir poesía y arte visual teniendo como interés final lo que David Kattán indica a continuación: «(…) no se trata de un libro de fotografías, ni mucho menos de ilustraciones. Curiosamente, tampoco de poesía, porque nuestro interés no está en conformar un panorama de la poesía ecuatoriana, categorizada por generaciones, tradiciones, vertientes, géneros, o cualquier otra cosa. Hemos elegido poemas y poetas cuyos textos nos han sensibilizado, enfocándonos completamente en el escenario de la obra y no del debate. Teniendo en cuenta que no hemos incluido a los autores mediante el estudio de una antología, de una compilación o una muestra, de ningún modo estamos descalificando dichos trabajos, pero creemos que sus ocupaciones tal vez solo nos ataña como una pista para el tratamiento de los textos. Me parece que lo que sí podríamos decir del libro, es que es el comienzo de una búsqueda que esperamos se proyecte hacia todas las disciplinas artísticas, demostrando el proceso creativo que puede emerger a través de lecturas descodificantes, transcodificantes y transductivas».
y, después de su muerte, de las cosas te adueñas.
la universal bodega.
borrando los caminos y devorando lámparas.
con tus tiernos ojillos eternos y remotos.
vas metiendo en tu fardo los seres y las cosas.
en tu almohada de sombra.
CUARESMA
Alfredo Gangotena
Ahora que una fuerza extraña me hace crujir los dientes,
Cuando un silbido oceánico de tromba me triza los ojos:
En mi alma sopla el eco de una voz profunda.
Soledades de un mundo abstracto,
Soledades a través del espacio melódico de los cielos,
Soledades, yo os presiento.
Oh Pascal:
El espíritu de aventura y de geometría,
Me aferra en avalancha
¡Y quizás no soy sino el acróbata
Sobre las geodésicas y los meridianos!
Pero igual que tú antaño, pequeño Blas,
De espaldas bajo las sillas,
Con gran estruendo muerdo los travesaños.
¡Oh nupcial estación de la desposada!
El Pentecostés de las hojas de otoño ilumina los cristales.
¡Oh recuerdo! ¡Oh paciente y dulce memoria vivificando sus
aguas.
En el amoroso y cálido recinto de las cortinas!
¡Oh latido vertiginoso
De esas alas bajo las sienes,
Sombra interna de mis manos!
Ruta solar de mi potencia
Y ruta del pan la violenta espiga.
Las ávidas pupilas del escolar se consumen a la sombra de
los graneros;
Los canalones siembran sus gladiolos de cristal
Y toda la granja sucumbe a la gracia de Dios.
* * *
Torrentes, torrentes, rieles de Aldebarán
Por donde se deslizan los trineos:
El pintor revolotea y canta en el baile de los pájaros.
En el deslumbramiento de la paloma arriba de nosotros,
En la seda ardiente del movimiento,
¡Ah, que venga,
Flor apagada en el aliento de su tumba,
Nuestra madre hasta nosotros,
Nuestra tierna madre al fin en la augusta presencia de los
océanos!
Sobre ti, flora alada de mis manos,
Sobre ti se cierran mis ojos
Como labios
Al sabor de un vino más generoso.
¡Ah, pronto comenzará el remolino de la penumbra!
Señor: en un collar vuestras seis épocas.
El himno exultante de la palabra nos sostiene,
Y mucho más fresco que todas esas hierbas el pilar
De nuestras salivas, de donde brota el licor de los gineceos.
¡Fuente! Confesión de esta alma que se ufana
De ser aun más blanca que la aurora.
¡Podéis en adelante retorceros, descuartizaros
Y extraviaros en qué caos!
Bestias sórdidas y maléficas.
Silenciosamente, en la pasión de todas mis venas y de toda
mi sangre,
Como el águila, en el centro de mi vida espero,
Silenciosamente
Espero que sople el gran viento de la esperanza.
Pero advierte, Pablo:
En el esplendor aéreo de Su fuerza,
El Espíritu Santo
Gravita y sangra en torno de su cenit.
* * *
Pisándome los talones borbotea la rabia del padre:
“¡Vete y corrómpete, muchacho miserable,
“Bajo las ventosas de tus amigos!
“El amor me encadena en la selva del estío.
“¿No escuchas ese grito homérico
“Mío, único pájaro que trina
“En nuestro árbol genealógico?”
¡Os ruego, aguantad, hermanos míos, apretad los dientes,
Templad vuestros muslos,
Mascad las piedras y la grama!
– ¡Porque la familia es el verdugo!
La noche inminente se abrasa
En la oniée* voraz de mis pupilas.
Entonces se ensaña en mi cabeza,
En mi cabeza, el tifón de las langostas.
¡Oh Tierra sin fulgor, de cataclismo,
Triste Tierra cabeza abajo,
Cuánto pesas al llevarte sobre las rodillas!
– Esas señoras embarazadas
¿De qué cielo raso descienden hasta nosotros?
Ellas me humedecen con sus sudores,
Luego suspiran y escupen en torno;
Su piel babea, su piel exuda,
Su piel salobre de alcahuetas.
¡Ah, Señor, que me vaya para siempre,
A llorar mi vergüenza y mi rencor, a la sombra vaporosa de
las flores;
Señor, la santateresa así os ruega en su dolor:
Que revienten, que revienten esas mujeres venenosas,
Esos odres de desdicha!
– ¡Silencio!
Oh silencio del sueño en la memoria:
¡Que su esencia
nos conduzca directamente a los prados de belladona!
* * *
Rompeos, puertas: el día recién nacido
Llamea en la hoja límpida de la ventana.
La luna ya se apaga en las brisas del mundo:
Apresúrate,
¡Oh alma mía y despierta, en la octava de tu canto,
El flor ilegio de la pradera!
Como beben, al filo de la sombra, los valles y las laderas,
Como se abrevan de esas linfas que brotan en la entraña
metálica de la roca,
Apago mi sed en la cantimplora del ventrílocuo.
¡Huye, pues, amigo, franquea los montes y las tinieblas
Aun bajo la amenaza de los signos siderales,
Aun a riesgo de perecer
En la brasa fulminante de los vitrales!
¡Escucha! Oye como rechina a lo lejos la encrucijada:
Génesis de tu aliento,
Teclado del viajero.
– En mí, el más noble ejemplar de las zancudas,
Echa espuma y gruñe la saltarina savia del caucho.
Las voces del huracán, aun distantes, sacuden
El sonriente bosquecillo de las brisas en la mañana:
Como ellas me yergo en la verticalidad floral de mi impulso,
¡Oh fuentes! Como ellas aspiro a las cimas líquidas y
seculares de la espesura.
* * *
Cal viva y lustral en las grietas del cuerpo harapiento.
A la sombra de las secoyas meditan las formas barrocas.
La herrumbre esponjosa de la tormenta rumia y se dilata
En la verde substancia del aire.
El relámpago estalla
En las piedras y en los bosques,
En la noche eocena del cazador.
– Oh flores,
Mi saliva es tan dulce como el elixir de vuestros cálices,
Tan desgarrador en la llamada:
¡Ven, acude!
Ven, Señor indiscutible de las ondas y de las especias.
¡Oh Cristóforo navegante,
Háblanos del soterrado esplendor
De tus provincias veteadas de oro!
En el cielo la orilla de sombra y el tropel de los fantasmas.
¡Acarread pues esos lagos, islas, arrecifes,
Los brazos del semáforo!
¡Id, párpados míos, barcas locas, a zozobrar sin fin,
Id, en medio del tañido fúnebre de los náufragos, a tejer
vuestras cortinas de plata!
El ángel ronca,
El ángel en acecho.
En el estruendo de mis oídos, el ángel prepara su nido siniestro.
Tenaz, la espuma parda
Emerge, baba inmunda de las bebidas de Baltazar.
Los palmípedos y los ganoideos remontan la corriente
De estas aguas tumultuosas bajo las aguas,
De estas trombras ensordecedoras y submarinas del trueno.
El águila altanera,
El águila apocalíptica vuela e impera sobre los vientos.
¡Tierra! ¡Tierra!
Y me estremezco en todas las cenizas de mis huesos.
¡Tierra! ¡Tierra! Llegamos a la isla violenta de Patmos.
Viñas de Noé, racimos de Jafet,
El vino me rodea con sus anillos.
– Detrás de las vigas vigilantes del dintel,
Acatemos, amigos, esta prescripción del alfabeto,
La visión y la estima conyugales.
El polen del solsticio, como de miel, en la basílica
Deslumbrante de mi oído.
Las harinas, las llamas del desierto,
Y el misterio del mundo abierto a mi conocimiento.
Ah, yo no tengo el secreto de las sutiles Matemáticas,
Pero los ardides y los números, los hilos del Álgebra,
Me ayudarán a presentirte,
Tácita estrella de magnesio.
Ya luminosa te anuncias a la turbación de mi pensamiento,
Y mis miembros ciegos exploran
Las brumosas telas de la araña.
El pájaro balsámico
No avizora como etapas de su vuelo
Sino las sílabas inciertas de mi palabra.
– Detén las bielas, las llantas de tu ojo,
¡oh mosca dactilógrafa de mi sueño! –
Trepamos con prisa por la escala botánica
¡Dios!
¡También la casa se ausenta de nosotros, con el gran temblor
de sus persianas!
* * *
Antaño, en Florida, en campos de esmeralda y de pimiento
El Cordero Místico pacía libremente.
Oh chantres en los collados
Prestaos a la alborada que os cantan los metales.
– ¡Es verdad! Ya no más el bello desorden de la oda:
En la playa se abre la umbela del barbero.
Ondinas, oréades, hijas perpetuas del éxodo,
¡Aleluya! Ved
Aparecer -como zócalo el angélico susurro de las brisas-
En el aire diáfano de las siete Iglesias.
¡Oh Juan!
Abre sus portones
Y grita a voz en cuello las palabras de tu libro.
¡Parad,
Parad, astros!
¡Que el autómata vaya a retorcer su corbata de cáñamo
El imán magnético libera los glaciares de la aurora boreal;
Es la hora
En que el ángel descansa en el estante de su sombra,
Para la espera final.
El espíritu de las flores visita las tumbas,
Y la extraña morada,
La extraña y melódica morada de las aguas cenitales.
Llevando mi cabeza en la mano, como San Dionisio,
¿De qué país vengo, Señor,
Cojeando, a representarme
La amargura de Vuestro rostro?
Ahora que una fuerza extraña me hace crujir los dientes
Como silbidos sordos me penetran Vuestras miradas.
El granizo de las carracas derriba la losa.
Extranjeros, para ir al recinto cristiano
Más vale calzar la muy humilde y miserable sandalia
De Santa María Egipcíaca.
¡Pero que cese ya la endecha funeral!
– Y vosotros, colores vivos del firmamento, ya de sombra y agua,
Dilataos en mil pupilas rutilantes de amor,
Dilataos:
Hasta campanas hay en las letrinas y las charcas:
Mientras que, lúcido, vistiendo esos atavíos nupciales, los
alegres
atavíos del viento,
Por fin te adoro, ¡oh rosa magnífica de Pascua!
Factum-corpus in Cubus
Sobre Cuaresma,
de Alfredo Gangotena
DAVID KATTÁN
2013
PONTO EUXINO
Alexis Naranjo
A José Lezama Lima
Una mano iluminada por su reverso obscuro.
Una mano de filigrana sonriente que asciende por la sombra,
ciñe su cintura y la transforma en halo de luciérnaga.
Una mano generosa, sin la moneda de Bloy que vuelva
por su agujero contra las monedas de Ángelus Silesius.
Una mano acariciando al ibis de jade, al jilguero del manajú
y al ruiseñor de tapioca cuando despliegan el azahar de sus trinos.
La mano que abre puertas selladas,
rompe espejos coriáceos y libera la yema del ser
franqueando las estalactitas de la noche,
recamándose de azafrán, bañándose en la baba del yac sagrado,
suspendiéndose en el vuelo del tití peruano.
La mano de la resurección del júbilo
que escribe en contradanza los códices de la epifanía.
La mano del viaje anchuroso por la cuenca del Eúfrates
con el velamen de papiro y la testa cuneiforme.
La mano memoriosa trasvasando esencias de alquimista.
Tu mano de mandrágora descubriendo bajo el musgo
los secretos ojos de las ágatas,
las legendarias campanas de Bagdad.
Tu mano de altísimas marejadas de Uno Urano circulando
por la savia de viejos cocoteros cubanos.
Tu mano que juega ajedrez oponiendo laberintos
al perplejo minotauro.
Tu mano que trama la majestad de la imagen
con los alfileres de la mantis religiosa.
Tu mano de resinas, de vulva de guanábana,
de ocre antorcha con rosetones de malvavisco,
con dedos de astrakán y líneas de ópalo.
Tu mano que nutre el árbol de las continuidades
en los labios de la esfinge madre.
Tu mano que
zarpa eternidades.
Tacto médula del ojo
Sobre Ponto Euxino,
de Alexis Narjanjo
DAVID KATTÁN
2013
SE ENSARTA SE ENCREPA SE
ENSECRETA…
Iván Carvajal
Se ensarta se encrespa se ensecreta
se ejemplifica se adecua se corrige
se sueña inmerso en múltiples sí mismos
los otros detrás de los cerrojos
decrecientes
él mismo con su cuchara
consigo alargándose bajo las sábanas
húndese el dedo en el pecho
se sabe él sí mismo consigo
los otros se derrotarán capitularán
pero él se escruta se piensa
y ahora a solas se esfuma de sí mismo
pero consigo
consigo solamente.
Sobre Se ensarta se
encresepa se ensecreta,
de Iván Carvajal
ISADORA SALAS
2013