Por la puerta indeleble. 19+1 poemas de Mario Nosotti

 

Por Mario Nosotti*

Crédito de la foto el autor

 

Por la puerta indeleble.

9+1 poemas de Mario Nosotti

 

 

(de Parto mular)

 

Cuando hay estas tormentas de verano
me acuerdo que revientan
olas enormes sobre el malecón. Uno pasa
y de pronto lo asaltan gotas sucias
pesadas como perros.
Mis hijas se reían asustadas ese día,
miedo y alegría, de que las voltee el mar.
El viento les inflaba los vestidos
como a pequeñas damas del siglo XVII.
Corrimos hasta el auto porque el aire
mojado nos heló,
y por un instante insoportable
se volvió la alegría
de tener ese hogar.

 

 

El intacto machimbre

 

Vuelvo muerto de sueño.
Con el dedo hago agujeros en el
agua. La sal cura una lonja
de rojiza arboleda.
Por el camino engorda la luz de los jazmines
y el rostro de unos niños irlandeses.
A propósito descubro
ese pliegue del año
en que acercás el aire que deseo.

Aire lila y azul. Los hombres arman cajas
para pasar la niebla.

Aparece tu casa en esta escena
y cuando yo la veo
me reverbera el cuerpo.

El camino fue largo. Uno puede reír.
Incluso pienso en eso
aunque nada lo aclare.

 

El poeta Mario Nosotti

Parto mular

 

El rasgo del ganado
se compone con trazos indecisos
su faena es un lamido oscuro
encuentros viscerales donde la mano
entra ceñida de ceguera
hasta tocar el borde del rocío.

Sin remilgos, el tuerto sobre el heno
aún se tambalea,
envuelto con la manta placentaria
de su edredón marino.

Cada pequeño vaso, succiona un latiguillo,
y el ojo saca fuerzas de su propio derrame,
porque no tiene el gesto del
lamido, esa base de lija,
desde donde lanzarse. Alguien,
la romperá de afuera sin embargo
e inundará la nieve su pequeño ofertorio.

Sale a un siglo de moscas, huele el aire
de jugos y llovizna; el pasto poco a poco
lo encamina por la puerta indeleble.

 

 

Comentario

 

I

Si tenemos en cuenta que Li-Po
y otros poetas chinos de la dinastía Tang
escribían principalmente de mañana
temprano y en el atardecer
poemas de ocho versos y poemas
truncados de cuatro versos
y que muchos de ellos fueron funcionarios
-poco tiempo si generalizamos-
como Wan Wei o el mismo
Li-Po del cual se cuenta
fracasó en la función pública
debido a su naturaleza irresponsable y su afición
al vino
veremos que un milenio después
natura habrá dejado en lo poetas
intactas ciertas huellas, propensiones.

 

 

II

Cierto es que
probablemente algunos
escribieran de noche
alumbrados por trémulas farolas
y mirando el estanque
el jardín de bambúes bajo lunas
como hay sólo en la poesía china
y muchos habrán sido
funcionarios brillantes
o hasta monjes budistas tal el caso
del poeta – pintor Wan-Li:
de sus poemas
se decía parecían cuadros
de sus pinturas
que eran poemas.
Escribió un poema llamado
El corral del siervo
que es también un lugar.

 

 

Génesis

 

Me comí una mandarina
Las semillas brotaron de mi boca
Desde el labio pulposo se lanzaron al plato
Ése fue el fin del árbol y del fruto. De ahí, a la basura,
y basta.

 

 

 

(de El proceso de fotografiar)

 

I

Cuando las ganas de eso
hacen buscar un lápiz
me doy cuenta que tengo
porvenir,
que hace rato tenía
el filtro de la lente en el bolsillo
y solo cuando voy y busco un lápiz,
recordé: entonces ir, guardarlo,
cuidar que no se rompa, mi señor, y es así,
siempre hay algo que obstaculiza el impulso
una piedra
en medio del camino había una.

 

 

 

II

Pero ahora lo repito
es ganas de escribir, es eso,
lo que hay en el bolsillo de la lente
entonces voy, aguardo, hay siempre
algo para guardar
y es parte del camino que en el medio
hubiese un puro gris
virando lentamente
hacia lo negro espeso

la imagen va pasando
por ese contrasueño del esfuerzo
pasa punto por punto
pasa mientras pasea y
ahí está: la pera de esperar,
el gesto donde el alma fue la cara:

es justo ahí, cuando hay que disparar.

 

 

 

IV

Voy a buscar la cámara y después
a caminar.
Bresson estaba horas esperando.
Tenía paciencia y dedo.
Sabía ver.

 

 

 

V

Pero yo cuándo? cuánto
voy a tirar hasta ver algo?
y si lo veo lo reconoceré?
Películas de metros de película enrollada en la más
completa oscuridad en el calor del cuarto
sudando si no engancha si se rompe un agujero
Si alguien abre la puerta y entra
luz.

 

 

 

VIII

La cara iluminada de un tomate
absorbe casi toda la luz.
El resto la refleja.
y siempre hay una cara
que permanece en sombras.
Por otra parte al ser una energía…

 

 

 

XI

Veo esa foto de Picasso del ‘44
de pie en su habitación revuelta,
con el torso desnudo como un viejo
boxeador retirado,
se ajusta el pantalón
y mira hacia el fotógrafo como
increpando ¿qué querés?
Se ve al fondo un baúl
atiborrado de libros y pinceles
también hay ropa, papeles, nada
que en su actitud denote un más allá,
algún aura de artista.
No se nota muy bien si está descalzo
o si tiene pantuflas, y mirando mejor
parece que sonríe, descreyendo.
Podría ser Picasso
si no fuese mi abuelo.

 

 

 

La caja de las fotos

 

IX 

Es la primera foto
donde los retrasados
hubieron de posar
casi 30 minutos
inmóviles o más.
Quizás en esa extrema rigidez,
la imposición de una
compostura imposible,
algo de lo que la felicidad tiene de rígido,
incómodo y callado,
supieron.
Ante todo un silencio,
o distancia,
angustia suspendida en la mirada,
la risa en la belleza
congelada y la vez la presencia
de aquello que no puede despertar.

 

 

 

XX

Fue como el esfumado de Leonardo,
bastó un poco de sombra,
así surgió la vida.

La perfección finalmente no vino
de la reproducción del máximo detalle
sino de ese dejar caer
algo en lo obscuro,

algo, que en la atracción de su caída
donara la abertura a lo que el ojo
quiera, decida ver allí.

Leonardo descubrió –entre otras cosas-
la magnética fuerza de aquella
invitación,
más fértil y perfecta
que un detalle del rictus, concretud.

Lo indiscernible fue
un líquido amniótico
ese espacio que vela
lo que puede surgir de su
frescura,
el latente descanso
de imagen prometida.

Lo anterior –me parece o mejor dicho,
confío- refuerza la teoría de la no voluntad,
una vez llegado al punto,
la náusea del esfuerzo,
resta solo alejarse,
confiar en lo que ocurra.

Fue Leonardo esfumado
como el máximo objeto de su amor,
renuncia del que todo había buscado,
bosquejado, pulido.

Su camino al absurdo:
mientras más claro está
no ve más ni mejor,
lo que la imagen quiere
no es pulso de la línea, o la composición,
sino el preciso avance de la sombra,
llamado a lo que el resto
es apenas un cuadro,
una apuesta a ese punto
que exige creación.

 

 

 

 

(de La casa de la playa)

 

Llegué a la madrugada. La casa estaba fría

y dormí en la cocina. Tiré el colchón,

puse dos o tres mantas y prendí los mecheros.

Me quedé hasta muy tarde imaginando la

futura oscuridad, siguiendo su contorno.

Aunque los vidrios estaban empañados

supe que afuera helaba y bajo las estrellas

duras y relucientes, estaba yo.

Recién llego y ya empiezo a leer, sentirme

solo. No es la prueba, la que hago, ante al paisaje,

el hábito del monje quiero desarmar.

El teléfono suena en medio de la noche:

hiciste bien en irte.

Trato de ver su cara, entender lo que había,

detrás de mí ignorada decisión.

 

                         

                                                                             

Un ánimo concreto habita

la casa por un año abandonada

las fotos en sus marcos como flores de sal,

el alma suspendida, suponiendo.

 

Los álamos afuera cortajean el cielo

siguen su charla homófona

el vaivén de olas lentas

que los atolondrados leen como una negación.

 

Le pregunta a ese hombre que recoge unas ramas

y camina hasta el bar que abre apenas tres horas

porque ya no hay turistas.

Los pocos que quedamos, sentimos la mirada cómplice,

un poco sobreactuada del esfuerzo común.

Es otra temporada que arroja sus recuerdos

como restos de vida que las olas traen del fondo del mar.

Otra vez olvidar y prepararse.

Ya no hay olor a frito ni bocinas,

no hay chicas de la mano, parejas

discutiendo, pibes ensimismados en un plan.

Pasando la hondonada está la ventanita que chispea,

unos perros lo encuentran,

lo incluyen en el susto y en cuanto lo rodean

le dan a conocer unos dientes blanquísimos,

pero mueven la cola, sólo juegan con él.

Ella hubiese querido estar acá, volver a verlos.

Son sus perros –los de ella- y ya no lo recuerdan.

 

Ahora espera en la cresta de la duna finita

decidiendo si entrar -al fin de un corredor

de materiales el sol tensa unos hilos

y se pierde otra vez en el mar-.

              

 

 

 

(poema “Las hermanas de Kafka”, inédito de Dos poemas inconclusos)

 

   había algo

en la noche de esas hermanas

como hablaban     las cosas que decían

de pronto se encontraban en medio del pasillo

            y seguían andando

arrastrando palabras     latiguillos

murmullos que no eran     sino globos de aire con grafías

     que al unísono trenzaban las tres.

 

“se sonrojaban como para sostener en sus mejillas

          cerezas que nadie había lavado”.

 

el hermano en su cuarto

las oiría     y ellas

oirían al hermano

 

no había comenzado y ese lance

ese párrafo largo    no era                

       todavía escribir.

 

atrapando esas cuatro paredes

sosteniendo esa cueva     -así lo imaginaron-

 

       o según fuera el caso

según fuera la noche que alumbrara su día    

             acunar esa rabia

 

y con el sobretodo abrir el aire helado   

           caminar callecitas

                 de oscuridad empinada

 

hasta perder la cuenta

de los pasos que doy.

 

 

 

es Ottla    la más joven    la que sale primero a trabajar

apura el desayuno y corre a abrir la tienda

es ella la que cuenta al hermano

los chismes del negocio

la única que sabe cuándo “dejarlo en paz”.

con diecinueve años defiende sus ideas

y desafía al padre

si entiende que maltrata al personal.

se afilia a la Asociación de Muchachas

y Mujeres Judías agrupación sionista

y en los domingos libres

hace voluntariado en un centro para ciegos

hombres a los que lee o arma cigarrillos

     “un entretenimiento peligroso

porque esa gente habla tirando de las mangas

rozando los vestidos”     dirá Franz.

 

es esta misma Ottla   Otillie   que al poco tiempo

en una época en que los matrimonios eran

mayormente arreglados

empezó por su cuenta una aventura

con un tipo que no era judío

-que no hablaba siquiera alemán-.

 

esa fuerza inmadura simpatiza al hermano

ella a su vez lo imita

con él hace ejercicio    suben a la montaña

o nadan el lago

y por seguir su ejemplo

se hace vegetariana estricta   como él.

 

 

 

las costureras de ropa blanca bajo el aguacero

podría ser un cuadro     o el comienzo de un sueño

seguramente un sueño interrumpido

otro relato de esos “sin raíz”

todo lo que le ocurre     de hecho

es desde la mitad del tallo para arriba

como malabaristas japoneses su escalera

se sostiene en el aire

hay a continuación unos dibujos

hechos a pluma

posteriormente y desde acá

siguen apareciendo con frecuencia en todo el manuscrito.

 

 

 

hoy quisiera otra vez 

y que charlemos

interminablemente

pero al beber  

el agua de las manos

un viento helado avanza

entre las comisuras

como por el celaje

de una ventana abierta

 

tiene que abandonar el paraíso

y en la puerta empleados del negocio

están fumando y ríen

tiritando de frío

ríen

y me reprobaría

si los dejo morir.

 

un grupo de personas que no caben

apretadas en la fotografía

y se caen por los bordes

repitiendo los gestos

culpables de mi mala educación.

 

cocineras profesores de canto

cobradores de rifas

picadores de boletos de tranvía

mis padres –o los padres de otros-

escritores demasiado buenos

gente a la que vi un instante

o nunca vi.

 

son la causa de mi deformación

de un prejuicio

que no alcanza a ser mío

y que me tambalea

si por casualidad lo veo en la vidriera

cuando voy apurado

decirles en la cara

uno a uno mis reproches

sin aguantar más replicas

ya basta

porque ya me aguanté demasiado.

 

 

 

            Agacharse significa

    la grandeza que me ha sobrecogido

 

temblar es una vieja manera de expresar el frío

cualquier señal y cualquier movimiento

por pequeño que sea      es sagrado si está lleno de fe.

 

      ¿Sabe cuántos escalones hay hasta mi casa?

       es un lujo que no me puedo permitir

 

si con mis ahogos supiera el número exacto de escalones

     retrocedería asustado ante cada uno de ellos

 

es mejor enfrentarse a los achaques como a uno mismo

         iluminándolos de minuto en minuto.

 

 

 

 

 

*(Buenos Aires-Argentina, 1966). Poeta y ensayista. Cursó estudios de Letras en la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y la maestría de Escritura Creativa en la Universidad de Tres de Febrero (Argentina). Obtuvo la Beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes (2014) y, fue editor de la plaqueta trimestral Música Rara –poesía & aledaños– (2004-2006). En la actualidad, coordina talleres de escritura y lleva adelante el blog Música Rara www.musicararablog.wordpress.com Ha publicado en poesía: Parto mular (1998), El proceso de fotografiar (2014), La casa de la playa (2018), y próximamente Dos poemas inconclusos (inédito); en crítica Sombras bajo la lámpara de aceite –notas breves sobre libros y literatura– (2020). La Universidad Nacional de Litoral publicará próximamente su ensayo biográfico La casa de los pájaros. Notas sobre la vida y la obra de Juan L. Ortiz.

 

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