Por: Charles Bernstein
Traducción: Hugo García Manríquez
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Hablando en Buffalo, en 1994, el poeta argentino Jorge Santiago Perednik finalizó su plática en torno a la resistencia cultural hacia el reciente reino del terror en su país, diciendo “la lucha es imposible y por esa razón sucedió”. Sin querer transgredir la especificidad cultural del comentario de Perednik, me parece que esto también significa que la poesía, en tanto que se resiste a la mercantilización como Poesía culturalmente aprobada, también es imposible; y por esa misma razón sucede. Para los fines de esta colección, quisiera añadir a Estados Unidos de América a esta lista, porque Estados Unidos es imposible y por esta razón, también, existe.
O las Américas, porque es en la resistencia a toda unidad de identidad excepcional donde podría decirse que la imposibilidad de América, de una Poética de las Américas, reside. El espacio cultural de esta imposible América no está fraccionada por fronteras nacionales o fronteras lingüísticas sino atravesada por incontables tradiciones y tendencias e historias y regiones y pueblos y circunstancias e identidades y familias y colectividades y disoluciones, todos ellos transpuestos, contradictorios o polidictorios: dialectos e idiolectos, no Lenguas Nacionales; localidades y moradas, no Estados.
Pero tal América es imaginaria, porque en todo lugar, lo local se encuentra sometido a los estándares impuestos por una cultura consumista transnacional, y minado por la exigencia de ser extraído y exportado como producto.
En Estados Unidos nos encontramos aquejados particularmente por nuestra propia historia de resistencia cultural, confundiendo con frecuencia las luchas por la legitimación cultural del siglo pasado con nuestros propios papeles invertidos en el siglo actual. Pienso en las necesidades específicas, un siglo atrás, que dieron pie a la invención de la “Literatura estadounidense” como categoría académica dentro del sistema universitario que tan sólo recientemente había tolerado la literatura inglesa o británica como un apéndice provechoso para el estudio de los clásicos (principalmente obras griegas y romanas). En aquella época, existía una necesidad manifiesta por separarse de las así percibidas limitaciones de la literatura inglesa “insular”, para entonces construir una audiencia y ofrecer una medida de la respetabilidad y legitimización de ciertos textos de Nueva Inglaterra, el “Atlántico medio” y el sureste. “Estadounidense”, en este contexto, fue una categoría más estratégica que esencial, y como resultado la realidad multiétnica y polilingüística de los Estados Unidos no fue acentuada en las primeras formaciones de la “lite- ratura estadounidense”. En 1925, William Carlos Williams en In the American Grain, había otorgado una nueva dimensión al concepto de Estados Unidos; sin embargo, su insistencia respecto al idioma americano sugería una falsa esencia para un concepto útil únicamente como negación: NO dicción versística inglesa. Es decir, como una categoría negativa la literatura estadounidense fue una hipótesis útil. En contraste con esto, en el presente, la idea de una literatura estadounidense entendida como una totalización expresiva y positiva necesita continuar siendo desmantelada.
El problema aquí es doble: la totalización de “América” y la dominante posición global de Estados Unidos. Dado que Estados Unidos es la nación de habla inglesa (y occidental) dominante en la esfera política, económica y en los medios masivos, su poder monopolizador necesita ser resquebrajado —desde el interior y desde el exterior— con tanta seguridad como una versión de la sujeción inglesa de la literatura en nuestra lengua necesitaba relajarse en el siglo diecinueve y a principios del siglo veinte. La misma lógica que llevó a la invención de la literatura estadounidense como algo diferente de la inglesa nos lleva ahora, por un lado, a la invención de una literatura en inglés no limitada a Estados Unidos y, por otro lado, a una Poética de las Américas. Todo concepto unitario de Estados Unidos es una afrenta a la multiplicidad de las Américas, lo cual vuelve a la cultura de Estados Unidos algo tan vital. Estados Unidos es, repitiendo a Perednik, una totalidad “inclasificable”. Porque Estados Unidos no es uno sólo. Estados Unidos no es tanto una fusión de culturas [melting pot] como una simultaneidad de inconsolables coexistencias; desde los audibles portavoces del Estado, hasta las espectrales voces de los idiomas prácticamente perdidos de las naciones soberanas de los arapaho, mohawk, shoshone, pawnee, pueblo, navajo, crow, cree, kickapoo, blackfoot, cheyenne, zuni…; aunque en verdad no hay soberanos, sólo existen peregrinos.
Que la escritura o la lectura asuman —y en consecuencia “expresen” o “proyecten”— una identidad nacional resulta tan problemático como el que la escritura asuma una identidad personal o grupal. Sin embargo, al desechar tales presunciones cierta idea de lo que tales entidades son puede ponerse de manifiesto. Una escritura exploratoria no se escapa de su situación sociohistórica, antes contribuye a un cuestionamiento y reformulación de la descripción de esa situación sociohistórica destacando los elementos anómalos y heterogéneos, en lugar de aquellos que son homogéneos. En contraste con esto, las tentativas por representar una idea ya constituida de la identidad podrían impedir la posibilidad de encontrar formaciones de identidad recientes.
Yo me siento más cercano a los intereses de algunas revistas de editoriales pequeñas en el Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda y Australia, que con la mayoría de las revistas de poesía en Estados Unidos. En cuanto al resto de las Américas, yo diría que L=A=N=G=U=A=G=E y Xul, la revista con la que Perednik está vinculado, quizá tienen más cosas en común que las que L=A=N=G=U=A=G=E tuvo con la mayor parte de las revistas publicadas en Nueva York. El enfoque nacional en la “poesía estadounidense” tiende a dividir a los poetas, quienes deberían mejor compartir su trabajo y lecturas; de igual manera, tiende a restringir de forma arbitraria los horizontes de gran parte de la crítica actual de poesía. Asimismo, el “internacionalismo”, tal como su primo anglófono, lo “trasatlántico”, ha dado muestras del connoisseurship que ha removido a los poemas de los contextos locales que les otorgan sentido, al tiempo que desarrollan un canon de obras que desestima las particularidades intraducibles no sólo de poemas específicos sino también en la selección de los poetas. (Un problema de descontextualización relacionado es evidente en la recepción que tiene la ficción “latinoamericana” en Estados Unidos.) Perednik se refiere al choque fortuito entre poesías diversas como la “ley de la coincidencia poética”, esta ley poética ofrece una forma de navegar entre los humanismos universales del internacionalismo y el parroquialismo del regionalismo y nacionalismo.
Esto no significa que nuestras distintas circunstancias nacionales y culturales no dejen marca en nuestros poemas, al contrario, es la insistencia por registrar esas circunferencias sociales en las formas de nuestros poemas lo que podría ser nuestro acercamiento metodológico compartido. Estoy igualmente consciente de que los poetas de Estados Unidos suelen tener menos idea de los acontecimientos en otros países en donde se escribe en inglés, que en el caso inverso. Con frecuencia, nuestra presunción sobre la importancia de la poesía estadounidense no europea nos ha ensordecido ante la novedad de las poesías en lengua inglesa y en lengua no inglesa, que están aún más lejos de Europa que las nuestras, incluidas algunas escritas en el corazón de ese “viejo” mundo.
La imposible poética de las Américas no busca una literatura que nos unifique como cultura nacional o incluso continental —América (los e.u.), América del Norte (los e.u., y el Canadá anglófono), la Norte América Multicultural (Canadá, México, y los e.u.), América Latina (al sur de e.u.), Sudamérica (el “séptimo” continente, porque en e.u. nos enseñan que las Américas son dos continentes separados). Mas bien, la poética imposible de las Américas insiste en que aquello que tenemos en común es el ser parciales y el deprecio por la norma, el estándar, lo totalitario, lo universal. Una poesía semejante resultará siempre abominable para quienes deseen utilizar a la literatura para promover la identificación en lugar de explorarla.
Espero que sea evidente que si bien doy la bienvenida al desafío del multiculturalismo tal como ha llegado a las artes y a la educación de e.u. durante la última década, sigo encontrando a muchos de sus promotores más interesados en reforzar modos tradicionales de representación, antes que en permitir que la heterogeneidad de las formas y los pueblos que constituyen la diversidad cultural de las Américas transformen el estilo poético e identidades personales y grupales. Aun así, no resulta del todo sorprendente que las concepciones estáticas de la identidad de grupo representadas por auténticos voceros sigan pisoteando la obra y a los individuos cuyas identidades son complejas, múltiples, variadas, confusas, hiperactivas, mestizas, sintéticas, mutantes, en formación o virtuales.
El multiculturalismo literario estadounidense, en tanto que busca promover figuras representativas, corre el riesgo de conver tirse en un “internacionalismo” doméstico. Cuando buscamos representatividad en un poeta, con frecuencia lo hacemos pagando el costo de representar inadecuada- mente al poema. Al mismo tiempo, la cultura del verso oficial continua avasallada por una poética de la individualidad y la subjetividad que se ha intentado seguir resistiéndose a (por no decir estar “por encima de”) cuestiones de políticas de la identidad, sino también a una posición estética; se trata de una evasión doble expresada con frecuencia, y al parecer sin ironía, como una “desafiliación”. El resultado es una homogenización de valores y prácticas poéticas inimaginables entre aquellos poetas dispuestos a afirmar sus afiliaciones.
El problema es cómo buscar afinidades y resistir unidades, y de qué manera resistirse a las unidades sin perder la capacidad de ser poéticamente responsables, es decir, responder y respaldar a aquellas tendencias y afiliaciones poéticas que profundizan, intensifican y extienden la actividad de la poesía. Y eso significa poner en práctica la contemporaneidad de la poesía —la voluntad de los poetas y la habilidad de los poemas para actuar sobre y en las circunstancias sociales y culturales actuales, incluido el trabajo con las formas culturales y los materiales lingüísticos propios del presente. El objetivo es buscar la naturaleza dialógica y colectiva de la poesía sin necesariamente definir la naturaleza de esta colectividad —llamémosla una colectividad virtual, o para usar la frase de Stanley Cavell respecto al perfeccionismo moral emersoniano, “esta nueva pero inalcanzable América”: esta irrepresentable pero siempre presente colectividad.
En un libro reciente, Modernisms: A Literary Guide, el crítico británico Peter Nicholls contrasta de forma esquemática dos modernismos que podrían ser aplicados a la poesía estadounidense. El primero y más conocido asociado con una lectura parcial de Ezra Pound y Thomas Eliot, “descansa sobre los supuestos de un yo unitario que meticulosamente se diferencia a sí mismo del mundo del Objeto y por ello afirma códigos de dominio”. 89 En este tipo de modernismo, el poema impone un orden (masculino) y una forma sobre el flujo (femenino) del mundo; el yo es imaginado como algo cerrado, autónomo, distante, y antagónico en sus esfuerzos por restablecer una autoridad estable. Otro modernismo podría asociarse particularmente con Gertrude Stein y su práctica no simbólica o constructiva. En palabras de Nicholls, esta práctica poética se “interesa en lo que parece distinto pero resulta ser igual”, por ello perturba la autonomía del yo, central para el primer tipo de modernismo. “Stein comparte con H.D. el deseo de ir más allá de las poéticas basadas en el objeto que toman su impulso del rechazo de lo femenino, y descubren en su lugar una forma de escritura que revela la continuidad entre yo y mundo”, mediante la apertura del yo hacia lo que se encuentra fuera de él.
Yo propondría al menos tres proyectos modernistas: el subjetivo, el objetivo y el constructivo. Por no simbólico o constructivo, me refiero al hecho de que en muchas de sus obras Stein no depende de contextos literarios o narrativos añadidos para garantizar su significado, sino que representa sus temas como exposiciones de significado llevados a la práctica constante- mente. A diferencia de Pound o Eliot, con sus legiones de referencias literarias entre otras, o de James Joyce, con sus anáforas etimológicas, en el caso de Stein uno es abandonado a las palabras en la página y a las estructuras Imaginarias que ellas construyen.
En la poesía de las dos últimas décadas me parece que nos hemos aleja- do de la elección por lo subjetivo, lo objetivo o incluso lo constructivo y hacia una síntesis o yuxtaposición de estos acercamientos. Aquí, la influencia de las poesías en dialecto del periodo modernista da paso a una poesía dialectal que rechaza su lealtad al inglés estándar sin necesariamente basar su posición en una afiliación con la práctica oral de un grupo determinado. La norma promueve una conducta de representación que impide que la poesía, como agente activo, fomente el pensamiento liberado de las restricciones de los sistemas racionalizados de orden. La poesía puede ser un proceso de pensamiento, en lugar de un reporte de cosas establecidas previamente; una exploración de la configuración, en vez de la figura de algo ya conocido. A tal práctica lingüística no estándar e ideológicamente fundada la llamo ideoléctica, y la encuentro igualmente presente en poetas británicos como Maggie O’Sullivan, Tom Leonard, y Tom Raworth; en poetas estadounidenses como Lyn Hejinian, Bruce Andrews, Leslie Scalapino, Harr yette Mullen y Clark Coolidge; en poetas canadienses como Steve McCaffer y, Deanna Ferguson, Nicole Brossard, Christopher Dewdney, Karen MacCormack, Lisa Robertson, y Catriona Strang, o en poetas sudamericanos como Perednik y Cecilia Vicuña.90
La invención de la poesía ideoléctica en inglés como una poesía de las Américas implica el reemplazo de la categoría de la poesía en inglés (o en español) centrada en lo nacional y geográfico, no con la igualmente esencialista categoría de poesía estadounidense, sino con un campo de potencialidades, una América virtual a la cual nos acercamos mas nunca poseemos. Las lenguas inglesas, a la deriva de los sentidos visuales y auditivos de las experiencias concretas del pueblo inglés, se encuentran profundamente desarraigadas y traducidas: nómadas en origen, absolutamente particulares en la práctica. La invención en este contexto no es una cuestión de elección: es tan necesaria como el suelo sobre el que caminamos.
La imposible poética de las Américas de la que hablo posee, en e.u., una historia de rupturas con el lenguaje literario recibido de Inglaterra. El habla vernácula fue un elemento crucial en muchas de esas rupturas, particular- mente como sucede en la exploración realizada por poetas afroamericanos como Paul Laurence Dumbar, Langston Hughes, Sterling Brown, James Wel- don Johnson y Melvin Tolson. Al mismo tiempo, el lenguaje estadounidense era transformado por el inglés “mocho” o “malo” de los inmigrantes europeos, desde 1880 y hasta inicios del nuevo siglo: “nuevas” sintaxis, nuevas expresiones llegaron con el nuevo mundo. Aquí resulta importante que Williams, Stein, Louis Zukofsky y otros autores de la nueva poesía estadouni- dense hablaban el inglés como una segunda lengua, mientras que otros eran hijos de hablantes del inglés como segunda lengua, como señala Peter Quartermain en Disjuntive Poetics. Para estos hijos de inmigrantes el inglés se tornó menos transparente y más un medio sujeto a transformaciones. De manera recíproca al otro lado del Atlántico, las exploraciones de las tradiciones dialécticas de Basil Bunting y Hugh MacDiarmid, y en el Caribe con Claude McKay, y más recientemente Linton Kwesi Johnson, Louise Bennett, Michael Smith o Kamau Brathwaite (quien rechaza el término dialecto, prefiriendo el de “lenguaje de nación”), se convierten en una fuente de recursos para lenguajes compartidos entre las poesías en lengua inglesa.
Caigo en cuenta de que mi énfasis en las prácticas lingüísticas no estandarizado da pie a afiliaciones no previstas. Tony Crowley, en Standard English and the Politics of Language, señala dos significados para “estándar”. Un estándar es un punto de convergencia para el impulso del movimiento de un grupo ideológico mediante el cual se invoca una unidad, como por ejemplo, la bandera en una batalla. Pero un estándar es también una unidad objetiva de medida y un regulador de la uniformidad, y como tal, resultado de la normalización e igualación. El inglés estándar estadounidense abarca estos dos sentidos: es una construcción sociohistórica incrustando preferencias de clase, etnia y raza que sirven para construir una unidad nacional; igualmente, se trata de un regulador de las prácticas del lenguaje que sirve para limitar las desviaciones. Bajo los auspicios de la estandarización los problemas de coherencia social son desplazados hacia cuestiones de corrección lingüística:
La búsqueda de una unidad e identidad lingüística está fundada en actos de violencia y de represión: una negación de la heteroglosia —discursiva e histórica— a favor de formas centralizadoras y estáticas. Y la victoria de un dialecto o lenguaje sobre otros origina una jerarquía, un ordenamiento del discurso que excluye, distribuye y define lo que se considerará un discurso y lo que será relegado al olvido. Crea la “palabra autorizada” [que en palabras de Bajtín] “se encuentra en una zona distante, orgánicamente conectada con un pasado tenido como orgánicamente superior. Se trata, de alguna manera, de la palabra de los padres”. No hay, por tanto, posibilidad alguna de desafiar al discurso… Su autoridad se encuentra en él y es la autoridad de la tradición patriarcal dominante. 91
En “nuestra” “propia” literatura, los debates más importantes del pasado a propósito de estos temas sucedieron en dos zonas específicas. Repudiar y mermar a la “palabra autorizada” fue un proyecto central para Stein y otros poetas constructivistas del periodo modernista. De manera más explícita, el inglés estándar se encontraba en el ojo del huracán del debate que tomó lugar dentro del marco del Renacimiento de Harlem [Harlem Renaissance], éste mismo un desplazamiento geográfico de lo que más apropiadamente puede ser descrito como el arte afroamericano de la década de los 20 y 30. Escritores como Hughes y Brown inventaron y defendieron una poesía vernácula que rechazaba los estándares del inglés literario promovidos por poetas como Countee Cullen: una controversia que de manera compleja hace eco del debate entre Booker T. Washington y W. E. B. Du Bois. En ambas controversias el tema es la naturaleza, los términos y el precio de la asimilación.
Tal como nuestra historia literaria suele ser contada, las prácticas lingüísticas no estandarizadas de los modernistas radicales y sus sucesores no guardan relación con las prácticas vernáculas y del dialecto de los poetas afroamericanos.92 Sin embargo, la construcción de una poesía vernácula fue un proyecto de gran envergadura para gran número de poetas, blancos y negros durante el periodo modernista, y el hecho de que estos sucesos tomaran lugar sin que uno hiciera referencia al otro —el elemento de la línea de color— no debería oscurecer ahora el vínculo íntimo formal y sociohistórico. El logro de Stein en la práctica ideoléctica en Tender Buttons, por poner un ejemplo, fue preparado por sus problemáticas improvisaciones del habla vernácula afroamericana en “Melanctha”. Una generación después, tanto Tolson como Louis Zukofsky utilizaron complejos mecanismos literarios como medio para trabajar con y en contra —yo diría torciendo— materiales lingüísticos vernáculos. Al vincular el dialecto con el idiolecto busco subrayar el terreno común en la exploración lingüística, la invención de nuevas sintaxis como algo cercano a la invención de nuevas Américas, o posibilidades para Estados Unidos de América. En la versión de Brathwaite, sin embargo, el dialecto se llama “lenguaje de nación”, y de ser así parecería oponerse al idiolecto, cuyas naciones podrían describirse, en la expresión de Robin Blaser, como naciones–imagen [imagenations] imaginarias, ideológicas; dialécticas en su otro sentido. No pretendo disminuir esta tensión sino más bien intentar localizarla como algo capital para nuestra historia literaria y poética contemporánea. Estoy convencido, por otro lado, de que las prácticas de escritura no estandarizadas comparten un elemento común técnico que invalida las necesarias diferencias en interpretación y motivación, y este elemento común podría ser la vertiginosa fuerza prosódica que nos permite marchar a un mismo paso.
En la charla de Brathwaite History of the Voice, de 1979, a propósito del “proceso del uso del inglés de una manera distinta a la norma”, Brathwaite se refiere al quiebre con el pentámetro métrico del verso inglés como un momento decisivo para el establecimiento de una lengua nacional caribeña enraizada en una tradición oral:
Es el lenguaje de nación en el Caribe lo que, de hecho, ignora en su mayor parte al pentámetro… inglés puede ser, en términos de algunas características léxicas. Pero en sus contornos, sus ritmos y timbre, sus profundas explosiones, no es inglés, pese a que sus palabras, al ser oídas, sean inglés en mayor o menor medida. Pero se trata de un inglés que no es el estándar, un inglés importado, educado… Se trata de lo que yo llamo, el lenguaje de nación, uso este término en contraste con dialecto. La palabra “dialecto” ha sido usado a diestra y siniestra por mucho tiempo, y conlleva matices peyorativos… El lenguaje de nación, por el contrario, es el área sumergida del dialecto, más íntimamente aliado al aspecto africano de la experiencia en el Caribe.93
El “lenguaje de nación” de Brathwaite representa tanto un nuevo están- dar para afirmar un espíritu nacional, como un quiebre con la estandarización. Toda comparación entre poesía ideoléctica y dialectal debe hacer frente a esta obvia contradicción: el dialecto, entendido como el lenguaje de nación, posee una fuerza centrípeta, reagrupando con frecuencia prácticas lingüísticas vilipendiadas y desalentadas, en torno a un centro común; el idiolecto, en contraste, sugiere una fuerza centrífuga, alejándose de prácticas normativas sin necesariamente reemplazarlas con un nuevo centro de gravedad definido, al menos, por un yo o un grupo. Todavía más, las posiciones sociales desde las cuales estas prácticas emergen serán marcadamente distintas. Los poetas del dialecto serán tenidos por la cultura literaria dominante como outsiders, pero con frecuencia se encuentran también formaciones colectivas que luchan por obtener dignidad y legitimidad cultural. Los poetas del idiolecto con frecuencia evaden el centro con el cual podrían ser asociados debido a educación o posición social, al punto de rechazar las identidades colectivas con las que de otra manera serían asociadas. El objetivo de una lectura social de estas formas no es suprimir o cosificar tales diferencias sino hacer que entablen una conVERSAción. El significado de las formas poéticas no puede ser jamás separado de los contextos sociales en los que son emplea- das, ya que el significado no es nunca uniforme, y tiempo y espacio intervienen siempre en él. Mi énfasis se encuentra en cómo las formas poéticas pueden ser usadas para cuestionar, en lugar de reforzar, las representaciones —y uno diría las puestas en práctica— de estos contextos sociales. Porque el significado social de estas formas no es algo dado sino creado.
La obra de Bunting y MacDiarmid resulta útil si se le considera en este contexto, ya que se trata de dos poetas cuyo trabajo, de dialecto y no, hizo hincapié en una identidad “del norte”—northumbriana y escocesa— al tiempo que rechazaba formas anquilosadas de nacionalismo escocés o northumbriano. La simpatía de MacDiarmid por los partidos políticos nacionalista y comunista, los cuales al final lo rechazaron, ejemplifica la tensión entre el localismo y el socialismo o anarquismo. Escribiendo en las proximidades del centro del verso tradicional inglés en la Isla, la poesía de ambos bordea la distinción entre dialecto e ideolecto en un diálogo permanente entre lenguaje y lugar, danzando en torno y al interior de tales fracturas y fractales ideo- lógicas, exponiendo la materialidad de los patrones sonoros a la territorialización del deseo. MacDiarmid y Bunting tuvieron que inventar aspectos de los escoceses y northumbrianos en A Drunk Mank Looks at the Thistle y Brig- gflatts (si bien la inventiva fue muy distinta en cada caso). Briggflatts es más un trabajo de sintaxis construida que una reconstrucción idiomática de una tradición oral; la sonoridad es su aspecto más sobresaliente.94 Si entendemos la dirección del “inglés” fuera de su centro de inglés insular como una cuestión estructural, entonces podemos comenzar a apreciar los vínculos entre proyectos poéticos relacionados con la secesión, la dispersión y el reagrupamiento. Podemos entender prácticas poéticas dispares como parte de un es- pacio poético que descansa no en una posición social idéntica sino en el idioma inglés mismo como material con el cual llevamos a cabo nuestra reagrupación y refundación. Nunca exclusivamente inglés, sino siempre un inglés nuevo, objeto y sujeto de nuestro Verso. Tal como Louise Bennett apunta con humor y elocuencia en su poema de 1944 “Bans O’Killing”, este tema pertenece tanto al pasado como el presente y futuro:
So yuh a de man, me hear bout! Así que usted es el hombre del que hablan
Ah yuh dem sey dah—teck Es de usted de quien tanto se habla
Whole heap o’ English oat sey dat Hay muchos ingleses diciendo que usted
Yuh gwine kill dialect! quiere matar el dialecto
Meck me get it straight Mass Charlie Pues déjeme ver si entiendo, Amo Charlie
For me noh quite undastan, Porque no muy bien comprendo
Yuh gwine kill all English dialect ¿Matará usted todos los dialectos del inglés
Or jus Jamaica one? o sólo el de Jamaica?
Ef yuh dah—equal up wid English Si hay igualdad
Language, den wha meck En la lengua inglesa
Yuh gwine go feel inferior, wen ¿Por qué se siente usted inferior
It come to dialect? Cuando se trata del dialecto?
Ef yuh kean sing “Linstead Market” Si usted puede cantar “Linstead Market”
An “Wata come a me y’ eye”, Y “Wata come a me y’ eye”,
Yuh wi haffi tap sing “Auld lang syne” Estará feliz cantando “Auld lang syne”
An “Comin thru de rye”. y “Comin thru de rye”.95
Dah language weh yuh proad o’, El lenguaje del que se jacta
Weh yuh honour and respeck, honra y respeta
Po’ Mass Charlie! Yuh noh know sey ¡Pobre Amo Charlie! ¡Usted no dirá
Dat it spring from dialect! Que viene del dialecto!
Dat dem start fe try tun language, Que dieron origen al idioma,
From de fourteen century, Desde el siglo 14,
Five hundred years gawn an dem got Quinientos años pasados y ¡tienen
More dialect dan we! Más dialecto que nosotros!
Yuh wi haffe kill de Lancashire Usted tendrá que matar el Lancashire
De Yorkshire, de Cockney el Yorkshire, el Cockney
De broad Scotch an de Irish brogue el broad Scotch y el Irish brogue
Before yuh start to kill me! ¡Antes de matarme a mí!
Yuh wi haffe get de Oxford book Tendrá que conseguir su libro de versos
O’ English verse, an tear De inglés de Oxford y arrancar Out Chaucer, Burns, Lady Grizelle a Chaucer, Burns, Lady Grizelle An plenty o’ Shakespeare! y bastante Shakespeare!
Wen yuh done kill “wit” an “humour” Cuando haya acabado de matar el “genio” y
[el “humor”
Wen yuh kill “Variety” Cuando haya matado la “Variedad”
Yuh wi haffe fine a way fe kill Tendrá que encontrar una manera de matar la
Originality! Originalidad!
An mine how yuh dah—read dem English Y lea con cuidado esos libros en
Book deh pon yuh shelf Inglés en su librero
For ef yuh drop a “h” yuh mighta Porque si se le olvida una “h”
Haffe kill yuhself.96 Tendrá que matarse usted.
El genio de Bennett hace más inquietante su punto, a propósito de que la supresión de la “variedad” en el idioma da como resultado la supresión cultural de un pueblo: “Bans O’Killing”. Un pueblo se inventa y mantiene a sí mismo a través de su idioma compartido, de ahí que no es de sorprender que los gobiernos coloniales hayan prohibido con frecuencia el uso de lenguas nativas, dialectos, patois, lenguas criollas, y el pidgin como medida para man- tener el control social. Bennett, cuya poesía está escrita en idioma jamaiquino, apunta y distiende el estigma vinculado al uso del dialecto; pero de la misma manera, vuelve patente la profunda cicatriz social dejada por el des- crédito de una práctica lingüística especifica como algo inferior. En este sentido, el dialecto se convierte en el equivalente verbal del color de la piel: una marca “objetiva” de la alteridad.
El uso explícitamente político del dialecto en la poesía contemporánea es evidente en la obra del poeta “dub” jamaiquino Michael Smith, incluso cuando juguetea con viejas rimas inglesas: “Say / Natty—Natty, / no bodder / das weh / yuh culture!”97 O cuando consideramos no sólo a Linton Kwesi Johnson y su deletreo deformado Inglan, sino también estas estridentes letras de “Fite Dem Back” en Inglan Is a Bitch:
we gonna smash their brains in vamos a despedazar sus sesos cause they ain’t nofink in ‘em… porque no hay nada en ellos fashist an di attack al ataque los fascistas
noh baddah worry ‘bout dat 98 nadie dirá nad
donde Johnson alterna entre un dialecto citado del cual hace burla —las dos primeras líneas provienen de la voz de un neofascista “paki bashah”— y de vuelta a su propia voz dialectal. Noten que sesos [brains], en el dialecto citado, está escrito en la forma estándar, pero que nada [nothing] llega a sugerir haragán [ fink] y de forma más notable en el comentario de Johnson fascista [ fashist] pareciera insinuar mierda [shit]. De igual manera, en “Sonny’s Lettah”, Jo- hnson es capaz de usar la forma tradicional e intensamente rítmica de una “carta desde la prisión”, de manera más efectiva que cualquier otro poeta contemporáneo que pueda yo pensar. “Para estos herederos de la revolución”, dice Brathwaite, “el lenguaje de nación ya no es algo sobre lo cual discutir o con lo cual experimentar; es su norma clásica y proviene de las mismas experiencias que la música de las canciones populares contemporáneas: usan los mismos ritmos, la misma diseminación de la voz, agrupaciones de sílabas, blue notes, ostinato, síncopa y pausas”. El poeta británico John Agard pone la situación en términos directos, en “Listen Mr Oxford Don”:
I ent have no gun No tengo pistola
I ent have no knife ni tengo cuchillo
but mugging de Queen’s English pero atracar el inglés de la Reina
is the story of my life es la historia de mi vida
I don’t need no axe No necesito hacha
to split/ up yu syntax para romper tu sintaxis
I dont need no hammer no necesito martillo
to mash/ up yu grammar 99 para machacar tu gramática
Tal como Brathwaite señala, “Fue en el lenguaje donde el esclavo resultó aprisionado más exitosamente por su amo, y fue en el (mal) uso que hizo de él que más efectivamente se rebeló”.100 ¿Pero se rebeló con qué fin? Me parece que no para lograr una representación más auténtica del habla sino una todavía más maravillosa realización de la lastimera brecha entre habla y escritura (las brechas entrecortadas entre las hablas y las escrituras).101 “La escritura atrofia el habla”, como Neil Schmitz anuncia en Of Huck and Alice. 102 En este sentido, el deletreo no estandarizado de la escritura dialectal no transcribe palabras tanto como subraya la sensual/sinuosa materialidad del lenguaje. El placer radica en este juego entre la palabra escrita y el imposible objeto de sus deseos.
Poco se ha escrito sobre la obra temprana en dialecto de Claude McKay, sin duda debido al ambiguo estatus de ciertas prácticas literarias dialectales, incluso para promotores tan elocuentes del “lenguaje de nación”, como es el caso de Brathwaite 103:
Los primeros dos libros de McKay (1912) escritos en Jamaica son únicos porque se trata de las primeras colecciones enteramente dialectales de un poeta anglófono caribeño. Son, sin embargo, dialecto a diferencia de nación porque McKay consintió a permanecer atrapado dentro del pentámetro; no permitió que su lenguaje encontrara sus propios pentámetros.
La práctica del dialecto puede parecer una forma de auto desprecio al colindar con el “rostro negro” [black face]104 —la burla juglaresca del habla vernácula ejecutada por artistas blancos y negros. Como Brathwaite señala:
El dialecto es concebido como “mal inglés”. El dialecto es “inglés inferior”. El dialecto es el lenguaje cuando quieres burlarte de alguien. Las caricaturas hablan en dialecto. El dialecto tiene una larga historia de emanar de la plantación, donde la dignidad de la gente es distorsionada a través de su lenguaje y las descripciones que el dialecto les dio.
La ansiedad del dialecto está inscrita ya desde la obra de Paul Laurence Dunbar, en donde los poemas del dialecto de la “plantación” son colocados lado a lado con poemas en inglés estándar, ambos comparten el pentámetro fuertemente acentuado, lo que los vuelve problemáticos para Brathwaite, pero que pese a todo hace de los Poemas Completos de Dunbar (1913) una de las obras más provocadoras e inquietantes del modernismo temprano. Más adelante, Brathwaite critica a McKay por su giro hacia el soneto en aquellos poemas que lo hicieron más famoso, haciendo notar el gran precio a pagar por el deseo de McKay por la “universalidad”. Esto resuena en el debate entre los defensores del verso literario estándar como Countee Cullen y los practicantes del habla vernácula como Sterling Brown, un debate que se encuentra en el centro del libro Modernism and the Harlem Renaissance de Houston Baker. Baker identifica la controversia como una entre el “dominio de la forma” y la “deformación del dominio”. En contraste con mi acercamiento, Baker defiende la poética de asimilación de Cullen y Washington, argumentando a favor de la eficacia que con el paso del tiempo tendría el uso de formas culturales dominantes, igual que lo haría una máscara al promover un camuflaje e imposibilitar una identificación plena. Igualmente critica, de manera desafortunada en mi opinión, lo que llama las tácticas de “guerrilla” de resistencia y secesión, representadas por Dunbar y algunos otros involucrados con la “deformación” “sonora”, posición que él asocia con Du Bois.
El uso de lenguaje dialectal o ideoléctico en un poema marca un rechazo del inglés estándar como plataforma común de la comunicación. Para aquellos poetas deseosos por clausurar o sobrepasar tales marcas de diferencia, la opción de un lenguaje literario convencional, sea entendido como máscara o no, refleja una voluntad por acatar las normas lingüísticas de una cultura y por negociar al interior de esas normas. La práctica de un lenguaje no están- dar sugiere un elemento de resistencia cultural que tiene como límite inferior un auto cuestionamiento dialógico y en su límite superior la secesión y autonomía.
Cullen retomó las formas asumidas como “universales” por la cultura dominante, en las cuales el uso del dialecto afroamericano, en contraste con el del medio oeste o del noroeste, fue tomado como una marca de inferioridad; su trabajo lleva puesta su humanidad en la manga, el único lugar en la que podría resultar perceptible dentro de una sociedad definida en gran medida por la línea de color [color line]. En tal lectura, Cullen puede ser visto como un pragmatista americano par excellence.
Brathwaite, promotor del “lenguaje de nación”, es decir de la autonomía y autosuficiencia lingüística, argumenta en contra de la forma de avenencia en el dialecto practicado por McKay, viendo en éste, a lo sumo, el principio de una práctica cultural que desemboca, en el Caribe, con Bennett, Smith, Johnson, y en su propia obra. En Estados Unidos, durante el periodo modernista, Sterling Brown es quizá el practicante más destacado de tal poética. Para Brathwaite, el “lenguaje de nación” no es una deformación del dominio sino la señal de una identidad colectiva en plena formación. Llega más allá de la crítica y la subversión hacia la expresividad positiva; en otras palabras, sobrepasando la farsa de la universalidad hasta aquello que Brathwaite, de forma problemática desde mi punto de vista, entiende como una localidad genuina.
La tensión entre universalidad y localidad no es simplemente una deformación o una fase embrionaria de la conciencia de un grupo que mudará al alcanzar la madurez. De forma contraria a la expresividad positiva del len- guaje de nación, hablaré de la dialéctica negativa del ideolecto, en la cual el ideolecto marcaría esos sitios poéticos de conflicto entre lo hegemónico y lo subalterno, para usar los términos de Antonio Gramsci. Aquí, en efecto, se trataría de una poética de avenencia y dependencia —de hibridez y contra- dicción y multivocalidad. Bajo este signo de modernismo radical, incluiría no solo a Dunbar y McKay, sino a Hughes, Jean Toomer y Tolson; y agregaría, entre otros, en los Estados Unidos, a Zukofsky, Hart Crane, y Abraham Lincoln Gillespie, y en el Reino Unido a Bunting y MacDiarmid.
Algo que muchos de estos poetas tienen en común es la influencia del marxismo en sus prácticas poéticas.105 El marxismo es una filosofía universalista con una historia accidentada (y con frecuencia contradictoria) de críticas al nacionalismo, además de esencialismos étnicos y raciales y sexuales. Tal vez el acercamiento más útil al tema se encuentre en Gramsci, un marxista de Sardinia cuya crítica a la hegemonía parte de su propia experiencia como “subalterno” del sur, cuyo lenguaje se marcó como inferior por sus diferencias dialectales respecto a la Italia del norte.
Al considerar las contradicciones internas entre lo local y lo universal, lo subalterno y lo hegemónico, vuelvo a McKay, quien en poemas de pasmosa duplicidad y paradoja, utiliza ideas protomarxistas de universalismo para desafiar la hegemonía de la cultura británica en Jamaica. En 1922, con 22 años de edad y viviendo aun en Jamaica, McKay publicó dos colecciones de poesía en dialecto, Songs of Jamaica y Constab Ballads. Nadie que lea o comen- te estos poemas puede dejar de notar los numerosos aspectos de avenencia de esta colección. Entre los más evidentes están las continuas traducciones al pie de página que ofrecen traducciones innecesarias y erradas de palabras en dialecto, y con frecuencia formulan interpretaciones que buscan descarada y risiblemente mejorar los poemas. Al igual que los Collected Poems de Dunbar, la poesía dialectal de McKay es una presentación esquizofrénica que remarca dos audiencias desigualmente poderosas, la blanca y la negra. Dada la asociación de McKay con, en palabras de Brathwaite, “un Svengali igual a Walter Jekyll”, la mano controladora de la autoridad editorial blanca está presente en todo momento sobre la página.106 Otro gesto de “complicidad” igualmente evidente es el título mismo, Constab Ballads [“Baladas del vigilante”], pues ¿qué tipo de autonomía poética podemos esperar de poemas escritos desde el punto de vista de un nativo de Jamaica quien trabaja de policía para el británico?
¿Cómo es posible que un acto de desafío lingüístico, limítrofe con la revuelta, aparezca en un espacio cultural que suprimiría toda expresión explícita de oposición política? En La invención de lo cotidiano (Arts de faire, literalmente “el arte de hacer”), en la sección titulada “una práctica divisionaria”, de Certeau habla de una táctica “enunciativa” que él llama “la perruque” o la peluca:
La perruque es disfrazar el trabajo personal del trabajador como si fuera trabajo para su empleador. Es diferente al hurto porque no se roba nada que tenga valor material. Es diferente al absentismo porque oficialmente el trabajador está en su puesto de trabajo… el trabajador que se permite hacer la perruque lo que hace es desviar tiempo (no bienes, ya que utiliza sólo sobras)… para hacer un trabajo libre, creativo y precisamente no orientado a los beneficios… Trata de esta forma las tácticas cotidianas sería practicar un arte “ordinario”, encontrarse en la situación común y hacer de la escritura una manera de perruque.107
En las colecciones de 1912 de McKay, el dialecto de pentámetro y hexámetro es la astucia o peluca que permite el continuo juego doble de adulación y desafío. Para la audiencia “blanca”, el dialecto actúa como un espectáculo del minstrel [minstrel show]108: encantador, adulador incluso, en su fútil anuencia hacia el sentimiento inglés, así como en su auto engrandecerse y su auto denigración. Al mismo tiempo, los poemas componen un canto al poder estético de la diferencia, a la riqueza semántica y sónica del habla vernácula jamaicana, al mismo tiempo que en sus temas corroen la autoridad misma respecto a la cual parecen doblegarse, acumulando una fuerza contra–hegemónica que remeda toda pretensión superficial complaciente. Este doble juego recuerda al “Benito Cereno” de Melville, quien, como Aldon Nielsen señala, “es una dramatización de la mente racista blanca que no reacciona ante la insurrección de los esclavos, porque la dramática ironía deriva de la incapacidad de Delano para reconocer lo que está ostensiblemente en frente de él. Se encuentra en tal medida habitado por el discurso de sobreentendidos de la mitología blanca, que (mal) interpreta “la realidad de la revuelta de los esclavos”, tomándola por gestos estereotípicos de “lealtad ser vil”.109
Ciertamente el poema más obsequiosamente anglófilo, obstinadamente yámbico, y en apariencia auto denigrante en Song of Jamaica, es “Vieja Inglaterra”:
Just to view de homeland England, in de streets of London walk…
I would see Saint Paul’s Cathedral, an’ would hear some of de great
Learnin’ comin’ from de bishops, preachin’ relics of old fait’,
I would open me mout’ wid wonder at de massive organ soun’, An’ would “train me eyes to see de beauty lyin” all aroun’
……………………………………………………………………………
I’d go to de City Temple, where de old fait’ is a wreck
An’ de parson is a—preachin’ views dat most folks will not tek; I’d go where de men of science meet togeder in deir hall,
To give light unto de real truths, to obey king Reason’s call.110
Con tan sólo ver a la patria Inglaterra, recorriendo las calles de Londres… Veía la Catedral de San Pablo, y oía un poco del gran
Conocimiento salido de los obispos, predicando reliquias de la vieja fe, Abría mi boca con asombro al escuchar el sonido masivo del órgano,
Y aprendía a poner los ojos en la belleza alrededor.
……………………………………………………………………………
Iba al Templo de la Ciudad, donde la vieja fe es una ruina
Y el párroco predica opiniones en las que pocos creen;
Iba adonde los hombres de ciencia se reúnen en su salón,
Para darle luz a las verdades reales, y obedecer la llamada del rey Razón.
En la superficie, es un poema de nostalgia y complacencia que termina incluso con un tono ser vil del nativo que retorna a casa de la Madre patria, descansando “glad an’ contented inme min’ for evermore” (“contento y feliz en mi mente por siempre”). No es de sorprender que Brathwaite elija este poema para ejemplificar el “colonialismo literario en el anglicanismo primigenio (?)” de Mckay. Pero el poema encubre el sentimiento de una forma tal que, al menos desde la distancia desde la cual lo leo, atrae la atención hacia sí mismo, o pide un tipo de atención distinta, una lectura entre líneas. ¿Qué es, después de todo, el gran conocimiento que se deriva de “reliquias” de una “vieja fe” (“ fait’”) sino el viejo destino (“ fate”) del colonialismo y el racismo?;
¿qué es esta “belleza alrededor” (“lyin’ all around”) sino más reliquias de la belleza embustera (“lying”, de mentir), anuladas por las “verdades reales” de la Razón? Porque este poema, después de todo, resulta ambiguo al reforzar las verdades (plural) de la Razón (R mayúscula): la monserga de los predicadores es una belleza embustera, un trastorno del entendimiento que parece hermoso o verdadero sólo a los ojos entrenados (¿por quién?). Leída como una peluca, el poema comienza a desestabilizar, aunque una línea como “I would open me mout’ wid wonder at de massive organ soun’”, sigue siendo difícil de modificar, hasta donde veo. Incluso las glosas textuales adquieren relevancia, sólo dos palabras, entre otras igualmente no estándar, son resaltadas en las definiciones, “t’o’t”: pensamiento y “min”: mente. Es como si debiéramos ser recordados de que el “nativo” posee una mente y pensamientos propios: en este caso, mío [mine] es sinónimo con mente [mind]. Quizá este poema no se encuentra tan lejano a Louise Bennett después de todo, considerando que el trabajo de McKay fue el primer ejemplo de poesía jamaiquina de dialecto para Bennett. Incluso “vieja”, en “vieja Inglaterra”, comienza a parecer más ominosa.
¿Acaso estaré interpretando de más? McKay tiene el cuidado de hacer notar en A Long Way Home, que él se consideraba un “librepensador” desde antes de cumplir 13 años de edad, descubriendo “como un comenta… el romance de la ciencia en Man’s Place in Nature de Huxley y The Riddle of the Universe de Haeckel”. Y ya para cuando escribía Songs of Jamaica y Constab Ballads, McKay estaba inmerso en Spinoza (por un tiempo se consideró un panteísta), Schopenhauer y Spencer (y por extensión, Dar win).
Consideremos “Cudjoe Fresh from de Lecture”, de McKay, sobre “How de buccra te—day tek time an” bégin teach / All of us dat was deh in a clear open speech” (“Cómo el buccra hoy tomó el tiempo y empezó a enseñar / a todos los que estábamos allí con un habla clara y abierta”). El habla abierta del buccra o del hombre blanco está dedicada a la evolución, una teoría científica humanista que, en la interpretación de Cudjoe, socava las ideas racistas que son vividas en el sistema de plantaciones reflejadas en el “pentámetro cautivo”, o habla cerrada (constreñida) del poema: “Him tell us ‘bout we self, an’ mek we fresh again” (“Él nos habla acerca de nosotros, y nos hace frescos de nuevo”). Esta noción de ser hecho fresco (no usado o explotado) es lo que Cud- joe comparte como las “noticias” urgentes de su plática:
Me look ‘pon me black ‘kin, an’ so me head grow big… For ebery single man, no car’ about dem rank,
Him bring us ebery one an’ put’ pon same plank.
Veo a mis parientes negros, y mi cabeza crece… Porque a todo hombre sin importar su rango Nos ha puesto sobre el mismo nivel
Contemplando su piel negra, logra ver a sus parientes negros en esta visión colectiva de igualdad del “ebery man”. En una lectura, “mi cabeza crece” posee el mismo gesto estereotípico de auto condescendencia que en “Abría mi boca con asombro”, pero tomado literalmente significa lo opuesto —las noticias invierten la condescendía de Cudjoe y sus parientes, devuelve su cabeza a su tamaño real. Si la evolución “tell us ‘traight bout de whole ting came” (“Nos explica claro cómo sucedió todo” ), entonces el cristianismo, que predica que ser negro es una “maldición”, lo explica de forma distorsionada:
An looking close at tings we hab to pray quite hard
Fe swaller wham’ him say an don’t t’ink bad O’Gahd
Y mirando bien las cosas, tenemos que orar mucho
Para tragar lo que él dice y no pensar mal de Dios
¿La adulación o el desafío ocultas en una risa burlona tan amplia como el rostro de “Gahd”? Si la evolución predica el azar y no la predeterminación, entonces el escenario de “Benito Cereno” resulta más inmediato, ya que ninguna ley natural excluye la justicia de la insurrección (suponiendo que ellos tuvieran la sartén por el mango):
But suppose eberyt’ing could tu’n right upside down, Den p’rhaps we’d be on top an’ givin’ some one houn’
Pero supón tú que todo se pueda voltear
Entonces quizá estaríamos arriba molestando a alguien más
La estrofa que le sigue sofoca tal interpretación, al señalar que de no haber sido traídos los africanos a las Américas quizá seguirían “semidesnudos corriendo entre arbustos con los changos”—“Salvajes e incivilizados y nunca domesticados” (“half—naked tearing trough de bush wid’ all de monkey”—“Wile an ‘uncibilise’, an an’ neber comin’ tame”). Aun así, el poema no trata sobre el efecto domesticador de esta “habla clara y abierta”, sino la manera en que esta forma de pensar inspira fuertes sentimientos que pueden conducir al “habla” destapada del propio Cudjoe. Reconociendo que su plática avanza en dos direcciones, Cudjoe termina entonces diciendo que quizá no:
Yet both horse partly runnin’ in de selfsame gallop
For it is nearly so de way de buccra pull up:
Him say, how de wul’ stan’ dat rigth will neber be, But wrong will eber gwon till dis wul’ en’ fe we
Dos caballos corriendo casi al mismo galope
Es así como el buccra termina:
Él dice, tal como el mundo está ahora, nunca habrá justicia
Y la injusticia siempre ganará hasta que este mundo acabe para nosotros
El buccra detiene el galope de los pensamientos vertiginosos de Cudjoe al decir que nunca habrá justicia. Pero la última línea del poema es ambigua: porque si la injusticia ha de crecer hasta que este mundo acabe para nosotros,
¿no significa eso que tendremos que darle fin nosotros mismos, de manera que podamos establecer la verdad de un nuevo mundo? Esto es lo que percibo, en todo caso, con todas las dudas que hasta aquí he expresado, en el título del poema que podría ser leído como un himno al convenio: “¿Qué tal si lo hacemos?” [Wh’Fe Do]. La glosa ofrecida para este título encapsula los te- mas eficazmente, y dice así: “¿Qué hacer?”, se trata del equivalente de “Mal que no tiene cura quererlo curar es locura”. Cada estrofa del poema termina con una variante de la pregunta del título: “Todo lo que podemos hacer” “Eso lo podríamos hacer”,“Eso no se puede hacer”, “¿Qué más podemos hacer”, “Lo mejor por hacer”, y finalmente “¿Y qué tal si lo hacemos?” Pero no podría el título también significar acaso “¿Qué se necesita hacer?: todo lo que se puede hacer, ¿qué es lo mejor por hacer?, ¿qué debe hacerse?
¿Cómo interpretamos esto? En los poemas jamaiquinos de McKay, el pentámetro de rima (y hexámetro) se convierte en la marca métrica del colonialismo, las cadenas que rodean a un dialecto corrosivo. El pentámetro y hexámetro son utilizados para servir los arreos acústicos de la “vieja Inglaterra”, uncidos a un lenguaje criollo inseguro, una extraña normalidad del verso en dialecto. Es una forma de oxímoron. En este sentido, los poemas en dialecto poseen un poder implosivo semejante al presente en “Si hemos de morir” de McKay, escrito cinco años después de mudarse a Estados Unidos en 1914, el cual crea una tensión entre las expectativas convencionales de la forma del soneto isabelino y su tema, violento y perturbador.
Los poemas jamaiquinos de Claude McKay no son verso libre. Están marcados por una compleja relación con el régimen cultural en el cual fueron escritos. ¿Pero cuál es la forma natural de la poesía vernácula?111 MacDiarmid y Bunting ofrecen una condición radicalmente modernista en su obra en dialecto, muy distante de las representaciones más directas, en ocasiones etnográficas de Sterling Brown. El trabajo de Hughes fluye pero con frecuencia se distancia de las citas de habla vernácula que pululan en su obra (como en “The Wear y Blues”); a diferencia de Brown, la identificación con las voces en demótico no es total. En su Harlem Gallery: Book I, The Curator, Mel- vin Tolson elige una forma radical de distanciamiento para echar a andar sus excursiones multilécticas:
high as the ace of trumps
as egghead says, “The artist is a strange bird”, Lenin says
Dipping in every direction like a quaquaversal
the M.C. guffaws: “Hideho, that swing would make a squirrel spitting the eyes of a bulldog!” Bedlam beggars
at a poet’s feast in a people’s dusk of dawn counterpoint protest and pride
in a honkey tonk rhythms
hot as an ache in a cold hand warmed… A Creole co-ed from basin street by way of Morningside Heights…
brushed my shattered cocktail glass into a tray… O spiritual, work-song, ragtime, blues jazz— consorts of
the march, quadrille, polka and waltz! 112
alto como as de triunfos
como dice el cabeza de huevo, “El artista es un bicho raro”, dice Lenin
Sumergiéndose en todas direcciones a la manera cuacuaversal el M.C. se carcajea: “¡Hideho, ese swing haría
a una ardilla escupir en los ojos del bulldog!”
pordioseros riñendo
en la fiesta del poeta en el atardecer del pueblo, contrapunto del alba protesta y orgullo
en ritmos honkey tonk
ardiente como dolor en una mano fría entibiada… la estudiante criolla de la calle Basin vía Morningside Heights…
Cepilló el vidrio quebrado del vaso coctelero en una charola… O Spiritual, work-song, ragtime, blues, jazz
¡consortes de
la marcha, la cuadrilla, la polka y el vals!
Esto no es ni poesía universal ni lenguaje de nación, se trata de “poesía cuacuaversal”113, un familiar cercano del idiolecto. La hibridez del discurso de Tolson presentando la música de vidrio quebrado (¿alguien dijo pentámetro?) en la charola de la estudiante criolla de Nueva Orleans, vía el Upper West Side, combina referencias del sofisticado élan de un poeta que ha hecho del lenguaje su hogar: el poeta festeja con este contrapunto de ritmos contrastados, protesta y orgullo. No es que las formas culturales propias de los afroamericanos —los spirituals, work-song, ragtime, y blues tan sucinta y magistralmente trazados en la poesía de Brown— sean iguales que las formas del baile europeo, sino que un proceso de criollización está en marcha: conviven unas con otras en la danza de Estados Unidos.
Lo más cercano a la mezcla deslumbrante de citas y refutaciones de Tol- son, discurso como concurso, son los poemas de collage de Zukofsky, desde “Poem Beginning ‘The’”, hasta “A”. Me parece que la estudiante criolla podría ser familiar cercana de la “A Foin Lass” de Zukofsky, en su traducción de “Donna mi Prega” al idioma Brooklyniano, “A Foin Lass Bodders”. El uso que hace Zukosfly del slang no es, de ninguna manera, un caso de identificación cultural, y la noción de judaísmo en Zukofsky reflejaba la ambivalencia de numerosos izquierdistas de su misma generación. Él, después de todo, decidió no escribir en su lengua nativa, o al menos la lengua de sus padres, el yiddish, especialmente al elegir no unirse con algunos de sus contemporáneos judíos diferentemente radicales que escribían poesía yiddish como una afirmación de lo que podría efectivamente ser llamado lenguaje de la nación judía. Pero el oído de Zukofsky estaba afinado para lo local y el habla vernácula, e incluso cuando transforma el demótico en su propia versión de idiolecto, es patente que tiene su origen en lo ordinario.
Cuando de Certeau escribe sobre la práctica de la peluca como “un arte ordinario”, ofrece un recordatorio de que el dialecto y el idiolecto son prácticas de lo ordinario, y por ello vinculadas a otras prácticas literarias demóticas; pero también de que lo ordinario se apoya en construcciones provisionales y no en hechos naturales. Lo ordinario elude las formas fijas de representación, puede ser evocado, no capturado. Ya que capturado lo ordinario, se convierte en mera nota explicativa de un objeto ya desaparecido, un sitio desocupado para el fisgoneo residual de transeúntes exhaustos. La práctica poética de lo ordinario es sintética y sintetizante, no esencialista. El dialecto en verso, como cualquier otra representación del habla en la escritura, es siempre una forma de invención.
Una de las cosas extraordinarias que tiene la poética de lo ordinario es que puede hacer poemas que se ven muy extraños. Cualquier acercamiento a lo ordinario es parcial porque lo ordinario, igual que la materialidad misma, es inagotable. La poética de lo ordinario puede posar su mirada sobre una serie de aspectos —en la métrica, la dicción, el tema, el léxico. La atención poética dada a cualquiera de estos aspectos puede hacer un poema que podría parecer extraño a aquellos acostumbrados a las convenciones literarias diferentes. El habla, al ser transcrita, por ejemplo, puede parecer menos natural que aquellas convenciones idealizadas para la representación del habla. El dialecto, por usar un léxico no estándar, puede parecer tan extraño como el zaum o los poemas neologísticos de Velimer Khlebnikov o David Melnick o Gillespie o P. Inman, incluso para los hablantes nativos del idioma representado. Lo ordinario erosiona y se resiste a los estándares, tal como el inglés y las formas normativas del verso exotizan y distancian lo ordinario. No puede haber poesía completamente ordinaria, porque no existe poesía sin estilo o forma. “Nos arrojamos, añorando sin pausa, en esta forma”.114
Muy poco se ha escrito sobre la escritura ideoléctica de Abraham Lincoln Gillespie. La obra dominantemente neologista de Gillespie posee una cercanía con Finnegans Wake; ciertamente Gillespie conoció a Joyce. A diferencia de Joyce, Gillespie no estaba interesado en maximizar las resonancias etimológicas de las palabras, sino en crear una suerte de escritura scat, con el jazz como una influencia predominante. La identidad estadounidense, junto con la expresión “personal”, está siendo borrada, sin duda borrada activamente en “Expatracination” (de patria y raza/raíces), la respuesta que Gillespie dio al cuestionario de transición en 1928, a propósito de los estadounidenses que vivían en Europa.
the Spiritual Future of America is not to evolve till a present diabetes is admit > removed, t’wit: America’s total lack of parent—sagacity to exprimply an especially— while—correcting—them goodwill toward, and to cull an early admiration from the children… THEN — the American Spirit will commence—sing as naive—direct— elimgoalpursue—clearly as its present FolkMelod — “PopularSong,” frequently as blare—OutréFruct—freely as its dynaSaxophoneyc… i.e. Fair, groove—compulsed into an inevita Banter—Fair — we are a GoodWill—Collective — will assume social sensitude, a BodyClap—RazzCourtly deft—joice—skew—Apply—akin (somehow) to the finesse of France’s Golden Period… Semitised Russia will certainly psychYap
doubly, its individuentsremainingscorn—evadedDefeatists, speaking their pre—sent flapdoodleNonDigninholdLiable’d rushout—heedless—O—Self!—stuff. 115
el Futuro Espiritual de América no evolucionará hasta que la presente diabetes sea admitida > removida, es decir: la falta total en Estados Unidos de la sagacidad paterna para exacicaladamente una especialmente—mientras—corrigiéndolos buena voluntad hacia, y fomentar una temprana admiración de los niños… ENTONCES — el Espíritu Americano comenzará—cantará como ingenuo— directo—elimgoalperseguir—claramente como su presente FolkMelod — “CanciónPopular”, frecuentemente como atronar—OutréFruct—libremente como su dynaSaxofonético… i.e. Feria, en una inevitable Feria de Plática movida por el ritmo— nosotros somos un Colectivo—Buena Voluntad — asumiremos sensitud social, un AbrazoCuerpo—RazzDistinguido diestro—joice—desviar— Aplicar—emparentado (de alguna manera) con la finura del Periodo Dorado de Francia… Rusia Semitizado seguramente psicoLadrido doblemente, sus Fatalistasevadidosdeindividuosrestosmaiz, hablando sus presentes cosas de aleteogarabateoNoDigniResponsabiliza prisa—sin cuidado Del Yo! 116
Si la poesía en dialecto parece promover la identificación de grupo, la poesía en ideolecto parece promover lo opuesto: un rechazo o agitación de las estructuras de identidad, grupales o individuales. Con todo, el rechazo de las nociones de identidad heredadas puede ser visto como la continuación de las políticas de identidad por otros medios. La poética de identidad no puede ser simétrica entre el subalterno y aquello respecto a lo cual es subalterno. ¿Acaso no debe haber por cada poética de legitimación cultural una poética de deslegitimación? como en, Por favor, recórrete; o si no nos caemos en la “Plática… movida por el ritmo” de Estados Unidos como (no somos) “Colectivo—Buena Voluntad”. Este pasaje de Gillespie me recuerda a los riffs “dynaSaxofonéticos” de Bruce Andrews, a partir de slang inventado en I Don’t Have Any Paper So Shut Up (or, Social Romanticism), el cual, como la obra de Gillespie, se aproxima a la cuestión del habla vernácula desde el otro extremo, es decir no del todo bonito allá afuera. La evisceración de una identidad cultural asignada de antemano, como en Andrews (hijo, como Gillespie, de la clase adinerada estadounidense blanca), es también una forma de política de la identidad.
El zaum de Khlebnikov o poesía transracional, fue creada para trascender las divisiones entre idiomas nacionales, él deseaba escribir un ideolecto que todos pudieran entender. El deseo de universalidad del Zaum está marcado por su alto coeficiente de rareza, con lo cual quiero decir su encantadora o perdurable peculiaridad. En otra subdivisión de este espectro, la traducción homofónica, y por ello ideoléctica, que hace David Melnick de Homero en Men in Aida 117, puede ser leída en una primera instancia por el mero placer de su plenitud sónica, pero al poco tiempo la relevancia de una “sub” cultura gay y poética, una comunidad erótica y letrada, resulta inconfundible:
Ache I on a rope alone, guy guard on a wreck, day oh say sting
Hose cape pee, oh tit, toes on echo sat. O Phoibos Apollo…
Egg are oh yummy. Andrews call o’ semen hose Meg a pant on. Argue on, critic. All high pay, then tie Achaio.118
No más poeta de las Américas que Buntin o MacDiarmid, Javant Biaruja, poeta australiano, se ha embarcado en la poesía más sistemática y literal- mente ideoléctica de la que tengo conocimiento. Durante 25 años, desde su adolescencia, Biaruja ha trabajado con un idioma inventado que llama Taneraic, también edita una (en efecto) revista de poesía, taboo jadoo, dedicada a la “discusión y expresión de lenguajes privados (langue close)”, la cual está en proceso de publicar un minucioso diccionario Taneraic–Inglés:
MEPA. 1. presente (s.) 2. estar en el proceso de. 3 en (por lo general en gerundio). A mepa xirardi celini armin. A lleva puesta una hermosa camisa. Vadas ibeseya mepa avi buoain. Fracasé en mi intento. Anquadi rasra ilir mepa virda. No hay sentido [en] seguir esperando.
mepaceti. estos días. mepadesqesati. esta mañana. mepadesqovati. esta tarde; noche.
mepadesusati. esta tarde.
mepaiveti. hoy.
mepajabeti. actualizado. moderno. mepanintati. para la noche. esta noche. mepa yu. mientras tanto.
mepeili. en todo lugar. en cualquier sitio.
MEPIR. imaginación. mepirdi. imagina. mepiri. imaginario. mepiroc ya. imaginación; fantasía; alucinación. mepirsya. capricho. mepir rin. desilusión. das mepir rindi.engañar.
mepir tane. visión.
mepir troutou. antojo.
mepir uza. visión, previsión. das mepir uzadi. imaginar, visualizar. concebir.
MEQ. proeza sexual o potencia.119
Esto es de un sueño anotado en el diario de Biarujia:
Mepadesqesati vamahusatta ye trahemoqá e Abdeseslam . . . Ayoi vasyenda, tus- qeriaru yole bayada e tusqer yoca, busai go ayoi vajesda vaireubda yole ayoi qussada. Vasezoqda gon… Oubqendiyo. Amahusatta, busai sezoqiaru duvondi aiban desqes. 120
Un dialecto se convierte en habla vernácula, tal como el demótico se torna un ideolecto, podremos escuchar una dificultad o evasión o borradura de la identidad, más que una celebración de ella: una exploración del espacio entre identidades, más que el establecimiento de una identidad primaria. Pensándolo bien, quizás lo que oímos es una escritura que se mueve más allá de las definiciones actuales y las inscripciones de identificaciones colectivas e individuales, hacia una identidad virtual o futura, sobre la cual estas confusiones o mezclas, llámenlas fabulaciones, dan una pista; tal como si dicha escritura hiciera espacio para las variadas proyecciones de los lectores.
Estoy consciente de que una poesía del ideolecto, en tanto que desmantela cualquier identidad del yo o grupal que hayamos desarrollado, corre el riesgo de atomizarnos y volvernos más pasivos. En este estado de paranoia “posmoderna”, todas las construcciones colectivas —reales o imaginadas— son ironizadas y estilizadas, es decir, desacreditadas como códigos arbitrarios con el ascenso de la moda y el mercado como reguladores de valor. Si las identidades sociales han de problematizarse como parte del proceso poético, será en la medida en que forjen nuevas identidades colectivas que den paso a una resistencia más ingeniosa de la rígida tendencia a formar clanes territoriales y a la codificación paralizantemente despolitizada.
El problema es cómo resistir el reduccionismo de todas las formas del positivismo sin sucumbir a las erosiones relativistas del valor del mercado, que transforman a la poesía de ser un espacio para la exploración o expresión social, a ser un indicador de “subjetividad” vacío en Zonas de Libre Comercio designadas (a las cuales están sujetos, tanto el poeta como el lector). Es decir, suponer un reino de verdades sociales, en contraste con la verdad única de la tecnoracionalidad y sus dobles esquizoides, el capitalismo triunfalista y el fundamentalismo religioso.
Blake se mantiene como el más grande emblema de esta “Batalla mental” en las tradiciones de la poesía inglesa, y la Imaginación —Imagennación— antagónica y activa de Blake representa una fuerza vital para una poética de las Américas.
El punto no es mostrar a la imaginación sino movilizar imaginaciones.
¿Pero cómo podemos movilizar imaginaciones, esas naciones imaginarias, cuando, en su mayor parte, “imaginación” y “subjetividad” se han con- vertido en mascotas de la industria del lifestyle personal, primas de una “creatividad” que parece aplicarse más a aretes que al acto de escuchar [earrings than to hearing]? Este es sin lugar a dudas el miedo de Adorno cuando cuestiona el papel histórico de la poesía lírica como consecuencia de un proceso de exterminio sistemático que hace parecer a todos nuestros medios de presentación tan endebles y pobremente adecuados para las realidades inmediatas.
Porque la mayor parte de las prácticas convencionales del verso, al igual que muchas otras formas de la producción cultural, son más el resultado de un sistema ideológico que de cualquier supuesto autor. De esto se desprende que puedan ser leídos como “síntomas” culturales, más que como el trabajo inspirado y original de un autor autónomo. No obstante, el actual movimiento de “estudios culturales” corre el riesgo de situar a la poesía al nivel de síntoma. Porque la poesía puede, aunque no lo hace a menudo, resistir ser absorbida en el zeitgeist. No hay artista que se encuentre completamente libre de “colaborar” con la sociedad en la que ella o él labora, la historia es excesivamente demandante para eso, pero niveles relativos de resistencia son posibles. El arte puede ofrecer un medio por el cual leer la cultura, mapas cognitivos, digamos. Las formas nuevas ofrecen métodos nuevos de crítica.
Seguramente la lírica desilusionada y subjetiva que permea a la poesía de hoy confirma el punto hecho por Adorno. Con todo, desde el mismo punto de vista histórico, yo diría que la poesía es la forma más necesaria de práctica lingüística después de las guerras: pero una poesía diferente a la que hemos conocido. La tarea de crear esta poesía es imposible y por esa razón sucede.
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89. La formulación es de Peter Quartermain, en una carta (17 de mayo, 1997). Ver el libro Modernisms: A Literary Guide (Berkeley, University of California Press, 1995).
90. Para una discusión sobre las múltiples demarcaciones de la identidad estadounidense en Lyn Hejinian, Harr yette Mullen y Theresa Hak Kyung Cha, dentro del contexto de una lectura de Stein y Dickinson, ver Juliana Spahr, “Re Letter and read Her: The Reader Centered Text in American Literature”, tesis de doctorado (Buffalo, State University of New York, 1995).
91. Tony Crowley, Standard English and the Politics of Language (Urbana, University of Illi- nois Press, 1989). La cita de Bajtín proviene de La imaginación dialógica.
92. Una reciente y notable excepción es The Dialects of Modernism: Race, Language and Twentieht Century Literature, de Michael North. North contraste la emulación del dialecto negro a manos de modernistas blancos, así como el escepticismo de algunos poetas afroamericanos hacia el dialecto. “La imitación lingüística y el enmascaramiento racial resultan tan importantes para los modernistas trasatlánticos porque estos le permiten al escritor jugar a autoinventarse. El jazz significa libertad para Jackie Robinowitz [el personaje Jolson en The Jazz Singer], en parte porque es ágil y rítmicamente desinhibido, pero también porque no se trata de un antepasado suyo… Para los poetas afroamericanos de su generación, sin embargo, el dialecto es una ‘carga’. En la versión creada por la tradición juglaresca blanca, es un recordatorio constante de la falta literal de libertad” y lo que le siguió. Esto refleja, en parte, la perspectiva de James Weldon Johnson, quien, en su prefacio a God’s Trombones: Seven Negro Sermons in Verse (1927; Nueva York, Penguin, 1990) subraya que el verso en dialecto es un “instrumento limitado… con tan sólo dos puntos, pathos y humor”.
Más adelante North examina el dialecto y los elementos “primitivistas” en modernistas como Eliot, Stein, Williams y Mina Loy, en quienes ve no a los forjadores de nuevas poéticas de las Américas, sino atrapados en un ventriloquismo racista. De hecho, North sugiere que “el interés de los blancos en el lenguaje y cultura afroamericanas fue, si acaso, más nocivo que la indiferencia” —una conclusión que acaba siendo absorbida dentro de los círculos viciosos que el libro de North trata de criticar.
93. Edward Kamau Brathwaite, History of the Voice. The development of Nation Language in Anglophone Poetry (Londres, New Bacon Books, 1984); todas las citas siguientes provienen de este libro.
94. En una carta, Peter Quartermain comenta (18 de marzo, 1995): “El nuevo inglés que uno usa resulta, inevitablemente, él mismo, extraño al oído, y al mismo tiempo más “auténticamente” inglés, porque se aparta del koiné, el inglés estándar, aunque si bien resulta comprensible en un contexto ordinario de inglés para un oído inglés ordinario (lo que sea que ordinario significa ahí —uno está acostumbrado a [escuchar]lo ‘estándar’, supongo, pero este concepto ha venido en decadencia por los últimos 40 años más o menos, me parece). Habrás notado que no he dicho nada sobre el tipo de sintaxis que aquello sería, pero me parece que cultiva turbulencias y asperezas al oído y en la lengua, porque lo liso y lo grácil y lo hermoso… no son sólo ‘sureños’ sino también ‘literarios’, gesticulando torpemente como el lamentablemente limitado concepto de los sublime. Como Mina Loy, cultivan lo ‘grácil’ (pero entonces, uno tiene que definir ‘gracia’, ¿no es cierto?) y quizá se pueda decir que comparten con ella el proyecto que dice: ‘Yo no escribo poesía’ —si lo que el centro genera es poesía, entonces no quieren tener nada que ver con ella, dirigiéndose hacia otra definición de sentido y discurso, derivados del habla de dialecto/ideolecto, y de la prosa”.
95. “Linstead Market” y “Wata come a me y’ eye” son canciones populares jamaiquinas; mientas que “Auld lang syne” y “Comin thru de rye” son antiguas composiciones de origen escocés, tradicionales en Inglaterra y otros países. [N. del T.]
96. Louise Bennett, Jamaica Labrish (Kingston, Jamaica, Sangster’s Book Stores, 1966). Bennett, famosa intérprete en Jamaica, nacida en 1919. Los poemas de Bennett podrían ser beneficiosamente comparados con el pidgin hawaiano en el libro de Lois-Ann Yamanaka, Sat- urday Night at the Pahala Theater (Honolulu, Bamboo Ridge Press, 1993).
97. Michael Smith, It a Come (San Francisco, City Lights, 1989). Smith nació en Kingston, en 1954, fue asesinado en 1983.
98. Linton Kwesi Johson, Inglan Is a Bitch (Londres, Race Today Publications, 1980). La distinción entre ambas voces es todavía más marcada durante las interpretaciones de Johnson.
99. John Agard, “Listen Mr. Oxford Don” en The New British Poetry (Londres, Palladin, 1988). Resulta importante el que este poema abra la antología, así como la sección de poetas negros en la que se incluyen Johnson, además de otros poetas que trabajan con el dialecto, (o lenguaje de nación) —Valer y Bloom, Jean Binta Breeze, Merle Collins, Grace Nicholls, Levi Talafari. La sección de Mottram y Edwards en la antología trazan específicamente a los poetas posteriores a Bunting y MacDiarmid. Así, al menos en Inglaterra, las dos corrientes que navego en este ensayo, parecen ser traídas hacia una notable cercanía.
100. Citado en J. Edward Chamberlain, Come Back to Me My Language (Urbana, University of Illinois Press, 1993). En Estados Unidos, la dimensión claramente política de estos temas emerge en el movimiento “Inglés Primero”, así como en la confrontación sobre el uso del inglés negro.
101. Sobre la poética de cojeo, tropiezo, tartamudeo y balbuceo, ver Nathaniel Mackey, “Sound and Sentiment, Sound and Symbol” en The Politics of Poetic Form: Poetry and Public Policy, ed. de Charles Bernstein (Nueva York, Roof Books, 1990).
102. Neil Schmitz, Of Huck and Alice: Humorous Writings in American Literature (Minnne- apolis, University of Minnesota Press, 1983).
103. El libro de North, The Dialect of Modernism incluye un capítulo sobre McKay, “Quashie to Buccra: The Linguistic Expatriation of Claude McKay”, el cual comienza con una discusión sobre su poesía en dialecto.
104. “Black face” era una forma específica de maquillaje con la que actores, por lo general blancos, se pintaban el rostro de color negro, como parte de un género teatral y musical muy popular en el siglo 19 y principios del 20 en Estados Unidos, en el cual se representaba de forma estereotípica, burlona y racista a personas negras. [N. del T.]
105. Peter Quartermain, en una carta (18 de marzo de 1995) señala que Bunting leyó El Capital. Pese a su repetida antipatía hacia Marx —“como economista y si quieres historiador“— es el lago hegeliano de Marx, el concepto de que la dialéctica histórica que inevitablemente (o no) traerá el cambio histórico, el debilitamiento del estado… Bunting tenía una gran admiración por Marx como crítico social, y como humanista, digamos, y estaba particular- mente interesado por su diagnóstico de las condiciones de la clase pobre (y desempleada).
106. De acuerdo con la autobiografía de McKay, A Long Way from Home (Nueva York, Harcourt, Brace & World, 1970), Jek yll “se convirtió en mi mentor intelectual y literario y me animó a continuar escribiendo versos en dialecto negro”. Jekyll, prosigue McKay, “fue con los campesinos y reunió sus canciones del campo (palabras y música) y cuentos folclóricos africanos y los publicó en un libro titulado Jamaica and Story (1970). Jekyll se interesó al ver mis primeros versos —de forma entusiasta, en verdad— y dijo que sonaban como la conciencia articulada de los campesinos”.
107. Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano.
108. El minstrel era un género teatral con números musicales y operetas cómicas en los que predominaba la caricaturización de la cultura y música negra; con frecuencia, al participar actores negros, el insulto era auto dirigido, para complacer a la audiencia. En este tipo de espectáculos participaban los actores maquillados como black face. [N. del T.]
109. Aldon Lynn Nielsen, Reading Race: White Ameican Poets and the racial Discourse in the Twentieth Century (Athens, University of Georgia Press, 1988).
110. Claude McKay, Songs of Jamaica, en The Dialect Poems of Claude McKay (Plainville, Nueva York, Books for Libraries Press, 1972).
111. Lorenzo Thomas menciona la importancia del libro de James Weldon Johnson God’s Trombones: Seven Negro Sermons in Verse (1927) como un “intento por distinguir entre la auténtica habla vernácula afroamericana y los estereotipos de dialectos usando formas poéticas modernistas”, en una reseña de The Hammers of Creatinon: Folk Culture in African-American Fic- tion, de Eric J. Sundquist en American Book Review, marzo-mayo 1995. Agradezco la plática de Thomas en torno a Johnson y Melvin Tolson en una conferencia sobre Tolson en suny-Buffalo, 14 de noviembre, 1991.
112. Melvin Tolson, “XI” en Harlem Gallery: Book I, The Curator (Nueva York, Twayne Publishers, 1965).
113. “Cuacuaversal” es un término científico usado sobre todo en geología y astronomía, el cual significa “dirigido o curvado en todas direcciones”.
114. Wallace Stevens, “An Ordinar y Evening in New Haven”, en Collected Poems (Nueva York, Alfred A. Knopf, 1978).
115. Abraham Lincoln Gillespie, “Expatracination”, en The Syntactic Revolution (Nueva York, Out of London Press, 1980). Gillespie nació en 1985, y murió en 1950.
116. Agradezco a Zaidee Stavely por su ayuda en la traducción de este pasaje de Gillespie. Tal como Bernstein señala, la cercanía de este texto con Finnegans Wake es evidente. Al igual que la obra de Joyce, resulta complicado y tal vez inútil ofrecer una traducción definitiva de este texto, cuya fuerza radica en su sonoridad radical cercana al jazz o al scat. [N. del T.]
117. No ofrezco traducción del pasaje de David Melnik porque el pasaje es en sí mismo una “traducción homofónica”, es decir, buscar reproducir (“traducir”) el griego de Homero, pero no a través de los significados sino mediante la sonoridad del ingléso. Al leerlo en inglés, “suena” como el griego original.
118. David Melnick, Men in Aida Book 1 (Berkeley: Tuumba, 1983).
119. Javant Biarujia, Nainougacyou Tanerai Sasescya Sepou E-Na: Taneraic-English Dictionary E–Na, en taboo jadoo, núm. 6 (verano 1992-1993).
120. Biarujia ofrece el texto y su traducción en una separata identificada como prove- niente de Vehicle, núm. 3 (1992): “Esta mañana desperté de una pesadilla sobre Abdeleslam… corrí para darle alcance, avanzando con movimientos lentos, y al alcanzarlo grité que lo ama- ba. Lloré… lo besé. Desperté y desayuné entre lágrimas”.
En una carta (mayo de 1995) respondiendo a un borrador del presente ensayo, y corrigiendo algunas erratas en su Taneraic, Biarujia explica que tradujo la palabra ideolecto en una paráfrasis en Taneraic: “aspelasi remou abaq sancyab sava mamale” (lit. “habla personal y en forma no figurativa basada en pensamientos”).