Esta entrevista fue realizada por Antonio Muñoz Monge a Pablo Abril de Vivero, hermano de Xavier Abril, para la revista Punto de Lima y fue publicada el 14 de agosto de 1981. La reproducimos para este homenaje tal como fue presentada.
Por: Antonio Muñoz Monge
Crédito de la fotografía: www.es.biblioteca-virtual-de-literatura.wikia.com
Poeta del silencio
Pablo Abril de Vivero salió del Perú en 1919 iniciando su fructífera labor diplomática. Silencioso e íntimo, como su obra, estuvo entrañablemente ligado a Valdelomar y Vallejo; con ellos aprendió a vivir la poesía; ahora en el retiro y la quietud del hogar su vida transcurre como un poema.
Llegamos a su casa en una tarde fría de este invierno limeño. Al abrirnos la puerta divisamos al fondo del pasadizo una delgada silueta. Al estrechar su mano, reparo en su frágil y enjuta figura de vivísima y afable mirada. Nos sentamos demorando la entrevista mientras él se queja del clima limeño.
«En Lima no me siento bien por desgracia, estoy acostumbrado a vivir en climas secos. Tengo 86 años, muy próximo a los 87; quien detiene al tiempo, no corre sino vuela. Los Abril somos longevos, mi hermano mayor que vive con nosotros tiene 92 años. El primer Abril que viene al Perú llegó como Corregidor de Arequipa. Fue dos veces alcalde de Arequipa y empuñando todavía la vara de alcalde falleció a los 101 años dejando 18 hijos de su único matrimonio», nos relata Pablo Abril de Vivero, poeta y embajador.
Con Vallejo y Valdelomar
Abril de Vivero dejó el Perú en 1918 con rumbo a la Argentina para asumir el cargo de Tercer Secretario de Nuestra Legación. En Lima colaboró en Colónida, Variedades, Balnearios y La Prensa. Publica en la antología «Las Voces Múltiples» (1916) y reúne sus versos modernistas en su libro «Las Alas Rotas». Estando ya en Madrid como Primer Secretario publicó en París en 1927 «Ausencias» con prólogo de Ramón Pérez de Ayala. La edición estuvo al cuidado de César Vallejo que erradicaba en la ciudad luz.
Por esos años y hasta 1930 Vallejo y Abril de Vivero sostienen una correspondencia (que en 1975 publica Mejía Baca) fraternal. Las cartas angustiosas de Vallejo nos lo muestran herido de ausencias, enfermedades y pobreza material. Olvidado por su patria reclama un pasaje para regresar al Perú y Abril de Vivero logra conseguirle una beca en Madrid que aligera en algo las penurias económicas del poeta. «Conocí a Vallejo, nos dice Abril, en la calle Amargura, me lo presentó Valdelomar en los primeros meses de 1919. Después nos vemos con frecuencia en Madrid y otras en París».
«De Valdelomar guardo un grato recuerdo, tuvimos una amistad íntima, tanto que conservo un retrato que me lo dedicó en vísperas de morir trágicamente: ‘Abraham Valdelomar, Conde de Lemos, Príncipe del arte nacional, a su fraternal poeta, el fino ruiseñor sentimental, cuyas notas halagaron mis oídos e impresionaron mi corazón oval y fuerte. A Pablo Abril ¡Salve! El Conde de Lemos. En la niñez de la Primavera de 1919’.
Él se iba a Ayacucho y yo ya estaba designado para ir a Buenos Aires. No nos veríamos más. Hay momentos raros, fenómenos que uno solo entiende.»
«Recuerdo, nos dice el poeta embajador, una noche estando yo en Bogotá. Vivíamos en una gran casona. Me hallaba descansando en mi habitación, de pronto siento unos golpes extraños. Me levanté de la cama como le digo, la casa era soberbia, enorme, los golpes eran rarísimos. Al día siguiente, abrí el periódico y me encuentro con esta noticia: ‘Anoche falleció en París el gran poeta peruano César Vallejo’. Corrían los días del mes de abril de 1938. Entonces, inmediatamente le escribí a mi hermano Xavier que estaba en Uruguay diciéndole lo que acababa de pasar, lo que me había sucedido. Y entonces la carta que yo le dirijo a él, se cruza con la que él me envía en la que me cuenta exactamente lo mismo. A él, le pasó exactamente lo que me pasó a mí, qué le parece. ¡No es extraordinario!, fantástico».
Revista Bolívar
Cuando en 1930 es separado de su cargo de Primer Secretario de la Legación en Madrid, por mala voluntad del hermano del Presidente Leguía, Abril de Vivero realiza uno de los sueños que frecuentemente iba postergando. Publica la revista «BOLÍVAR» donde escriben las mejores firmas de la intelectualidad europea y americana: Alberti, Neruda, Waldo Frank, Vallejo, Marañón, Mariátegui, Diego Rivera, Martín Adán. Salieron 16 números. «Recuerdo todavía que Unamuno, el gran Unamuno, me llamó por teléfono para decirme… Magnífica su revista, magnífica. Ojalá dure poco, será señal de que es muy buena. Presagio que siempre lo tengo presente», nos dice el poeta.
Años después, en 1971, el gobierno Venezolano, con sesquicentario de la batalla de Carabobo hizo una edición facsimilar. Es más, el gobierno me condecora con el Gran Cordón de la Orden del Libertador, en reconocimiento de la publicación de dicha revista.
«Hace muchos años que no escribo poesía, yo compongo en la memoria y ahí se queda. Siempre estoy en poesía». Son versos que caminan con él. Larga, extensa trayectoria fuera del Perú, cerca de 54 años que ocupó su andariega vida en consulados y embajadas. «Gracias a Dios que en todas partes me han acogido con toda cordialidad». Empantanado quizá en el recuerdo de muchos nombres, él reconoce que por donde fue, fue amistosa y amable su estadía. Y como una sombra vital, la palabra alada, la poesía vivificó con fuerza, acompañó sus días fuera del terruño. Ahora, reclamando tierno, la presencia de su compañera, Griseldis von Rocaowsky en esta tarde que lo angustia por lo gris, húmeda y fría, nos regala a retazos parte de su existencia.