Vallejo & Co. reproduce la presente nota publicada por su autor sobre el poemario En la extensión de la palabra (1974) de Alejandro Romualdo. La misma que fue publicada por su autor, originalmente, en la reconocida revista Zurgai.
Por Juan Felipe Villar Dégano*
Crédito de la foto Archivo MP/
Carlos «Chino» Domínguez
y Jesús Ruiz Durand
Poesía peruana del siglo XX.
Lectura «interesada» de Cuatro Libros de Poemas
Alejandro Romualdo, Trujillo, 1926
La trayectoria poética de Alejandro Romualdo ha sido rica y con variedad de libros, aunque muchos de ellos no sean muy extensos, como es habitual en buen número de poetas peruanos. Su obra básica, recogida bajo el título de Poesía íntegra, 1986, agrupa una docena de títulos, representativos de las diferentes etapas de su creación literaria.
Romualdo fue un destacado representante de la «Generación de los 50», Premio Nacional de Poesía de 1949 y componente del grupo de poetas «sociales» con Juan Ríos, Gustavo Valcárcel y Arturo Corcuera entre otros, y que se opondría convencionalmente al grupo de los «puros»: Eielson, Sologuren , Blanca Varela, con los que tiene afinidades e obras de su primera etapa , La Torre de los Alucinados , 1945-49, de influencia simbolista y próxima a la poética de Reinos. Interesado siempre en el lenguaje, exuberante en sus comienzos hasta Cámara lenta, 1950, y el nerudiano El cuerpo que tu iluminas, 1950, su palabra se vuelve más sobria y ceñida en Mar de fondo, 1951, donde recala en el empleo del soneto, y en España elemental, 1952, libros que abren la etapa de poesía social, desnuda y directa, de impronta vallejiana y quevedesca. Poesía concreta, 1952, con su conceptismo de fondo, y sobre todo Edición extraordinaria, 1958, con sus formas prosaicas, cierran este ciclo y dan paso, tras un largo silencio, a una etapa de serenidad y perfección de la que es cumplido ejemplo Como Dios manda, 1967. Este periodo desemboca en una recta final que se inicia con Cuarto mundo, 1945-70 y El movimiento y el sueño, 1971, y culmina En la extensión de la palabra, 1974, el libro que comentamos y en el que el poeta se sumerge y sumerge a los lectores en el «espacio libre abierto» de la experimentación y la desmitificación del lenguaje, que a pesar de su grado de manipulación nunca llega a desaparecer.
En la extensión de la palabra (1974)
En la extensión de la palabra es un poemario de naturaleza experimental que por una parte aprovecha elementos de la tradición vanguardista: Cambios tipográficos, ausencia de puntuación o construcción espacial de las composiciones… y, por otra, ensaya un uso personal de los lenguajes, que a pesar de su rigor y honradez creativa no consigue sus mejores frutos, aunque sí logre inquietar al lector, sobre todo al que ha ido siguiendo la trayectoria del poeta, ciertamente interesante por su progresiva evolución. Los poemas son composiciones en el sentido estricto del término, montajes en los que los versos se desparraman por el papel, sabiamente dispuestos en columnas, en escalones. en series paralelas, generando una iconicidad que si bien le permite al lector juegos combinatorios personales, relacionando él mismo palabras, versos Y grupos estróficos, también le obliga a una fijación insistente en el poema, para ir captando sus ritmos y contenidos. Otras veces, los poemas, construidos con frases o palabras inventadas, neologismos poéticos en los que el autor juega con los fonemas, se organizan en estructuras cerradas, densas, como en algunos caligramas, que no llegan a serlo totalmente, mostrando así su impronta rupturista. Números, letras y siglas, salpicadas por el texto, intervienen formalmente para recordarnos que pertenecen a otros códigos, pero que están allí para ser reutilizados y generar, ¿cómo no?, un cierto tipo de estética, o al menos de comunicación alejada de los cauces convencionales, porque en este libro Romualdo, además de ofrecernos lenguaje, también quiere decimos cosas, como hace siempre en su poesía, sintetizándolas ahora de una forma peculiar, aunque se hayan ido gestando en obras anteriores. En el texto resuenan voces de El movimiento y el sueño, libro de 1971, de Como Dios manda, 1967, y aún de Edición extraordinaria, 1958, con referencias incaicas y españolas.
La poesía en su versión menos enunciativa, es decir, más genuinamente lírica, «lenguaje de la canción», en frase de los teóricos alemanes, es básicamente monológica; y un aspecto ciertamente interesante de En la extensión de la palabra es su capacidad de dialogía, ahora empleando la terminología bajtiniana para la novela. Este efecto dialógico lo consigue Romualdo por el constante empleo del plurilingüismo, de palabras, versos y expresiones sacadas del italiano, del inglés, del latín, del quechua o de las lenguas maoríes, que se interconectan entre sí y van tejiendo una trama de relaciones significativas y hasta rítmicas de gran efecto. También la mezcla de lo popular con lo culto, de lo irónico con lo trascendente, y hasta de lo trágico con lo cómico o al menos jocoso, con una polarización hacia la crítica social, van dando lugar a una cosmovisión más amplia y rica de la existencia, con múltiples voces que se entrecruzan hasta generar un mosaico de hechos y sensaciones como el de la misma vida, y más la de nuestro tiempo, que es a la que el poeta se refiere y la que pretende reflejar. Esta actitud genera igualmente un pluriestilismo, que se pone formalmente de relieve en la mezcla de prosaísmos, con brillantes imágenes de tradición simbolista o clásica, textos trabajados a buril con otros simplemente reaprovechados, resonancias castizas y ecos vanguardistas, terrenalidad nerudiana y humanismo vallejiano. Obra, en suma, rica en sugerencias y en tanteos que condicionan al lector y le llevan a detenerse en ellos:
«CORAL DEL SUEÑO DE LA RAZON
Que descansada vida
la del que huye
y el mundanal ruido
sigue bombardean
Hanoi la escondida
senda por donde han ido
los guerrilleros
(Ba Bua avanzan
Van Troi incendian
La base de Long Bihn
los pocos sabios
que en el mundo han sido Camilo
Ernesto
acompáñenos)
En 1966 y mientras miserable
vietnamara
miente; un bonzo
arde se están los otros abrasando
con sed insaciable de sangre
(del no durable mundo)
da la orden :
matarlo todo
quemarlo todo
arrasarlo todo
tendido yo a la sombra esté cantando
(«Porque a lo que hemos venido
es o vivir:
a amar
a participar
-en comunión con Dios y con el mun
/do
del alegre banquete de la vida”)”.
(En Poesía íntegra, p. 229) (7)
Hay, por otra parte, En la extensión de la palabra, un juego de planos, señalado ya por la crítica, en los que se confrontan y se complementan el cielo y la tierra, en una simetría simbólica que se cierra como un círculo. Esta manera simétrica de concebir el mundo, variante distinta a la que más adelante comentaremos en Antonio Cillóniz, aparece también en una de sus obras anteriores El movimiento y el sueño, y es un eje frecuente en el que se apoya la poesía de Romualdo, que se vuelve en ocasiones un poco maniquea y hasta simplista, sobre todo en alguna de sus primeras obras y en aspectos de su óptica social. Esta polarización va con frecuencia entreverada de mitología, de guiños tanto a la tradición indígena como a la occidental.
Y por último, el contenido, ya que ciertamente Romualdo no quiere contentarse con puros ejercicios verbales. Además del lenguaje, que el escritor subvierte y manipula, en toda la obra subyace una fuerte voluntad de pensamiento. El poeta quiere dejar constancia de su continuada labor de reflexión; y la temática, variada, es igualmente reflexiva. Cada poema se presenta como una totalidad que a la vez va conformando la totalidad del conjunto, el cual funciona como una síntesis de lo que han sido las preocupaciones habituales del autor. Este lenguaje nuevo y tradicional a la vez, unido a la riqueza de contenidos y a la trascendencia de algunos temas, hacen del libro un texto altamente aleccionador, aunque por su experimentalismo no todos los lectores puedan acceder a él. La comunicación poética no se mueve en este poemario en un terreno abonado, es posible que violentando antiguos planteamientos del propio escritor.