La poesía no me abandona, yo no soy quien podría tener lapsos de abandonarla. Entrevista a José Kozer

 

Por Mario Pera

Poema por José Kozer

Crédito de la foto www.tabletmag.com

 

 

La poesía no me abandona,

yo no soy quien podría tener lapsos de abandonarla.

Entrevista a José Kozer

 

 

Mario Pera [MP]: José, ¿cómo te vinculas a la lectura y a la poesía? ¿Tu familia o el ambiente en el que creciste te dirigió por el sendero literario?

José Kozer [JK]: En una casa de las afueras de La Habana donde no había libros, no existía la música popular ni clásica (la única musicalidad que me acompañó de muchacho fue la de los rituales de la sinagoga, a la que iba con mi abuelo en la Habana Vieja) era una casa sin plantas ni animales domésticos en la que predominaban el silencio y los horarios fijos (hechos que se integraron a mi temperamento hasta el día de hoy).

Mis padres no se llevaban bien, tenían personalidades en verdad incompatibles, experiencias de vida diferentes, se respetaban, pero creo que no se amaban. Se querían por ser un matrimonio y una familia y por los hijos (mi hermana y yo). Creo haberme dado cuenta de esa tensa situación en edad temprana y, ante aquello, empecé a escabullirme de la casa hundiéndome en mi cuarto propio entre libros y la necesidad de la escritura, que en mí se volvieron obsesiones: no pensaba en nada más que en leer y escribir. Era un modo de escapar la tensión siempre latente entre mis padres y era, además, vía mi abuelo materno (para mí hasta la fecha una figura sagrada) un modo de atenerme al judaísmo, el pueblo del libro.

A los catorce años empecé a escribir una novela que titulé Historia de la prehistoria (guardo entre mis papeles el manuscrito, unas cuarenta páginas), pero mientras la escribía empecé a leer La isla de los pingüinos de Anatole France y me percaté que esa novela era semejante en todo sentido a la que yo estaba escribiendo. Podrás imaginarte la frustración que sentí, con mi cabeza tendiente a la exageración decidí que ya todo había sido escrito en novela. ¿Qué hacer? Como salida incursioné en la poesía, y a partir de mis quince o dieciséis años me despeñé en ese abismo del que no he salido hasta ahora.

 

 

[MP]: Has tenido una vida en constante movimiento físico, has residido en varias ciudades. ¿Crees que esa condición de migrante le ha brindado algo a tu poesía?

[JK]: Mucho. Me ha dado idiomas y variedad, experiencias inéditas y complejas. Siempre me pregunto cómo habría sido mi poesía de no haber salido de Cuba. El llamado exilio (término que no me agrada) me introdujo de golpe y porrazo en la gran poesía norteamericana. No leo a Julián del Casal, a Lezama o Baquero, no tengo nada que ver con Nicolás Guillén o Carpentier; por el contrario, leo vorazmente a Eliot, a Pound, a Stevens, a William Carlos Williams en mi pobre inglés del primer lustro de los sesenta y de ahí el salto inmediato es a la poesía francesa (que ya había rozado en Cuba en horribles traducciones). Leo a los parnasianos, a los simbolistas, descubro a Mallarmé. Todo esto, como podrás imaginar, incide en mi trabajo, creo que lo enriquece y desvía de la monolítica tradición en lengua española, me lleva a leer a los beatniks (fui un beatnik temprano y bastante tonto) y por ese camino encuentro a Kenneth Rexroth, cuyas antologías de poesía china y japonesa me abren puertas inusitadas. Descubro de migrante pues mundos y mundos que no hubiera podido imaginar estando en Cuba, donde luego a nivel de literatura muchas cosas se abrieron, aunque a nivel político muchas se trancaron; así empecé a hacer poemas “extraños” alejándome cada vez más de la tradición conversacional anglosajona, y por vía propia adentrándome en el barroco español al que ingreso por mis estudios universitarios y la práctica de mi profesión de maestro universitario.

 

 

[MP]: Siempre se habla de la importancia del leer para una formación cabal de la persona. Como artista y escritor, ¿qué sientes o piensas que le aporta a una persona el leer poesía o, en general, literatura?

[JK]: Seré conciso: a mi juicio no es posible ser poeta en nuestro momento histórico en el sentido lato de la palabra, momento que incluye todo el siglo XX hasta la fecha, sin leer. La lectura va de la mano con la creación poética; no concibo la poesía sin tener al lado, en la cama (que es donde mayormente escribo y leo) uno o dos libros. En general, leo siempre uno en español y otro en inglés. Cuántas veces no me he visto leyendo, pongamos, a un escritor amado como Proust o un poeta como San Juan de la Cruz o Baltasar del Alcázar y, de repente, soltar el libro y ponerme a escribir un poema estimulado por la concentrada lectura que estaba haciendo.

 

 

[MP]: Algunos artistas suelen ir tras el sueño de lograr hacer la obra perfecta. Por ejemplo, el pintor peruano Fernando de Szyszlo decía que siempre pintaba el mismo cuadro, intentando pintar el cuadro ideal. ¿Crees que también persigues el escribir el poema ideal?

[JK]: Esta pregunta me hace sonreír ya que luego de tener escritos desde el año 1964 hasta hoy miles de cartas, 59 gruesos volúmenes de diarios personales y a la fecha 12,403 poemas siento justo lo que comunica Szyszlo y que hace de Vivaldi un compositor reiterativo, y es que escribo y escribo poemas que van variando la misma y precisa búsqueda del poema perfecto, el texto ideal, cosa que no consigo (no quiero conseguir, lo cual digo bajando la voz) y que me obliga a seguir intentando el encuentro con ese poema inefable y verdadero, único: sé que insoportablemente único. Sé que lo que deseo es escribir y no alcanzar la perfección, que además no sabría siquiera cómo definir. Hago una vida solitaria en la compañía de Guadalupe, apenas salgo de casa, apenas hablo con nadie, mi vida tiene una raigambre espiritual (no tengo otro modo de decirlo) y esa espiritualidad es parecida al fenómeno de la escritura de poesía, ya que resulta inalcanzable. De poder escribir el poema perfecto (y claro reconocer objetivamente ese hecho) soltaba ahora mismo la pluma, ni siquiera respondía a esta amable entrevista y me dedicaba a cantar a Dios (soy ateo, dentro de lo que cabe) a leer literatura edificante, a disfrutar de los años que me quedan al lado de mi mujer, almorzando, riendo, conversando.

Decidí hace unas semanas leer con exclusividad los siete volúmenes de los Diarios del trapense Thomas Merton y no leo otra cosa, esos son diarios de un católico que está vivamente convencido de su religiosidad, Cristo, la Virgen, la vida eterna, la búsqueda de la unión con Dios (San Juan de la Cruz es su modelo de vida espiritual y práctica) y, aunque todo ese mundo me es ajeno por completo, paso días y días de gran dicha interior leyendo a Merton.

 

 

[MP]: Para algunos la poesía es un estado de iluminación, por ende, es un lapso de tiempo que nos habita de modo transitorio. Sin embargo, parece que para ti es casi como un estado de vida, puesto que de modo constante estás creando. ¿Hay momentos o lapsos de tiempo en los que abandonas la escritura o esta te abandona a ti?

[JK]: Para mí escribir poesía sigue siendo un misterio. No necesito escribirla, no gano un centavo haciéndolo, no me interesan gran cosa la fama ni los premios literarios. Viajar con gastos me parece bien, pero cada ver me cuesta más trabajo (tengo 78 años de edad); sin embargo, no paro de escribir poemas, de leer libros. Y no porque la poesía sea revelación ni iluminación (no lo era para Rimbaud, ni siquiera estoy seguro de que lo fuera para San Juan, mucho menos para Fray Luis) sino porque la poesía es mi práctica Zen budista (con lo que significa el término práctica para el budismo), mi modo de fluir entre anclajes de vida y búsqueda ulterior, asidero, desprendimiento. La poesía no me abandona, yo no soy quien podría tener lapsos de abandonarla. Es ella la que me amarra, se lo agradezco. Prolífico se dice de Kozer, en efecto, lo asumo y lo puedo justificar teóricamente sin mayores problemas. Soy prolífico porque para mí escribir poemas es respirar, nutrirme, hacer calistenia, comer sano, participar del deseo de la buena salud, poder compartir con Guadalupe (mi comunidad) con los lectores de poesía (toda una comunidad) con lo astral.

 

 

[MP]: En la literatura cubana el neobarroco es, más que un estilo, una parte de la sangre misma de la lírica de la isla. ¿Cómo ves el uso del neobarroco en otras tradiciones latinoamericanas?, ¿quizá para los autores no cubanos lo sientes como un estilo algo impostado?

[JK]: La poesía cubana no es toda neobarroca, hay tanta o más poesía conversacional, linear, tendiente a la transparencia y la comunicabilidad inmediata que poesía densa, torcida, bifurcada como la neobarroca. Lezama a un lado, Virgilio al otro. Si en Cuba lo lezamiano y lo neobarroco (la poesía de Severo o la de muchos jóvenes que hoy escriben en mi país) está presente, lo está porque el contacto íntimo literario con España, país del barroco del Siglo de Oro constituye un vínculo fuerte, casi férreo. Quizás porque fuimos la última colonia en independizarse.

En todo caso, no creo que un poeta latinoamericano que no sea cubano y que practique la densidad del neobarroco esté cometiendo un error de lesa poesía o impostando la voz propia, la mezcolanza de tonos, lenguas, sonidos, estados estrafalarios y estados de expresión directa es la clave de cuanto se hace en el mundo moderno. Yo noto que un poema empieza en mí con, pongamos, la presencia de un cuenco de arándanos y leche en una mesa, y que sin darme apenas cuenta en menos de lo que canta un gallo el poema está imbricado en presencias poéticas orientales o elementos imaginarios que dan paso de refilón o en directo a elemento palpables y que tengo a la mano. El almuerzo de hoy aparece casi tal cual en el poema que escribí a la tarde y voy variando, voy significando (como dijera Dante) con la mayor naturalidad. Este mundo mestizo, entremezclado, de variaciones continuas es la realidad histórica actual, mundo a veces empobrecido, a veces manantial de posibilidaes que el poeta tiene que utilizar para ser real y verdadero (como decía Cervantes) que no es lo mismo que ser realista.

 

 

[MP]: En relación a ello, siendo el neobarroco un estilo muy usado en las últimas décadas en Latinoamérica, ¿cómo se puede ser original en dicho estilo en la actualidad? ¿Es el barroco una veta finita?

[JK]: Toda veta es finita porque todo poeta es finito. Todo se satura,y ante la saturación (en principio un poema bueno anula muchas posibilidades de buena poesía por el camino desbrozado por ese buen poema) no queda más camino que buscar módulos nuevos. Esto no es sólo un problema neobarroco sino de toda la poesía, de toda la escritura, del hecho mismo de vivir. Tiene su dinámica y el que no se deja llevar pierde el pie y deja de crecer, que es lo más difícil, no achantarse.

Guadalupe y yo empezamos hace unos pocos años a ver series de televisión banales (a ese espacio cotidiano de actividad lo llamamos la hora de la banalidad) y ese agradable espectáculo al que dedicamos dos horas más o menos al día, se fue poco a poco convirtiendo para mí en fuente de mucha poesía. Mis poemas de los últimos años contienen tonos, colores, escenas, imágenes, difuminaciones, desenlaces que proceden de alguna serie de televisión, las que están dedicadas a la cocina son las que más inciden en mi trabajo, ahí también un estímulo de pronto deriva en poema.

 

 

[MP]: ¿Qué me podrías contar de tu vínculo con la poesía peruana?

[JK]: La poesía peruana la leo desde que tengo treinta años gracias a la amistad con dos poetas para mí mayores que son Carlos Germán Belli y Javier Sologuren. Gracias a ellos mi sentido del neobarroco (Belli) se refinó, mi sentido de la lectura se internacionalizó gracias a la visión y trabajo de traducción de Sologuren. Y luego con las siguientes generaciones, en las que encuadran Antonio Cisneros, Maurizio Medo, Mirko Lauer, Mario Montalbetti, Marco Martos, José Antonio Mazzotti, Roger Santiváñez y otros surgió un tácito compañerismo, como todo compañerismo con sus riñas y desavenencias, que para mí ha sido fuente de crecimiento y dicho así, qué más se puede pedir.

 

El poeta José Kozer leyendo el poema a su abuelo.

 

1 poema de José Kozer

 

Imago mundi

 

 

La

rosa

verde

botella

hoja

granate

fulgurante

confunde

los

sentidos

del

poeta

persa

que

desde

aquel

entonces

vio

escarabajos

donde

había

espinas

tallos

y

ramas

revocaban

la

fuerza

de

gravedad

las

nubes

se

ajaban

los

rosales

de

cabeza

tremolaban

hojarasca

en

alto

navegando

en

la

mirada

de

pronto

inexacta

confundida

ojos

deteriorados

del

poeta

persa

que

en

adelante

escribió

cifra

y

aturdimiento

propia

obstrucción

en

una

habitación

que

hacía

el

papel

de

habitación

celosías

vista

a

un

estanque

de

nenúfares

y

peces

corrientes

de

colores

indistintos

y

un

anciano

de

barba

tupida

cuidada

que

se

ha

sentado

en

una

otomana

día

y

noche

a

la

espera

del

jardín

donde

la

rosa

es

roja

verde

la

hoja

el

león

dos

veces

una

estatua

de

piedra

la

hermana

risa

el

padre

llamada

sonriente

por

una

vez

al

orden

y

la

madre

una

nalgada

convocando

al

poeta

a

reportarse

tomar

en

serio

lo

presente

material

imperante.

 

Vallejo & Co. | Revista Cultural - POESÍA - FOTOGRAFÍA - NARRATIVA - CINE - MÚSICA - TEATRO - ARTES - PLÁSTICAS - CREACIÓN - CAJÓN DE SASTRE