Poemas por los sueños muertos
La presente, es una breve muestra de poemas del libro Poemas por los sueños muertos (2004), de Brane Mozetič, uno de los poetas eslovenos de mayor transcendencia en las últimas décadas.
En Poemas por los sueños, Mozetič utiliza el soneto como la clave para hablar de temas distintos, poniendo en particular relieve el vacío de la existencia humana a través de imágenes en las que se concatena el amor y el desamor, escenas de la vida cotidiana y la muerte, como último presagio. Sin embargo, dentro de esa visión casi apocalíptica de la vida, surgen para el poeta las pequeñas alegrías, las vivencias que hacen de nuestro paso por este mundo, algo gratificante.
Por: Brane Mozetič
Traducción: Marjeta Drobnič
Crédito de la foto: http://axendaaelg.blogaliza.org/2013/02/01/
a-coruna-recital-de-anton-lopo-e-no-ciclo-poetas-dinversos/
hay cosas que no sabes decir
hay cosas que no te atreves
que no puedes, que no debes decir
se te escapa rara frase tierna
cuando siento cerca el frío
hay mentiras que en tu piel dejan
huellas, cardenales, arañazos que
durante semanas saltan a los ojos
hay palabras que ocultas y
susurras con timidez, me aprietas
interrogando con tus grandes ojos
apenas audible, tembloroso:
me amarás aún después
de verdad tendré que morirme.
eres la llovizna que salpica mi cara
traes la humedad, suavizas la piel
y la vida se detiene demasiado
ha perdido el futuro y la agudeza
ya no hay dolor, ni miedo
ni horror, cuando alguien se arroja al río
cuando disparan sobre los vivos, y los cuerpos
sucesivos pasan entre nuestras piernas
te deslizas por la piel, algo salado, cálido
como en verano, pataleas repitiendo
la misma melodía, sin cesar
me librarás de las sobras, me lamerás
hasta los huesos para que me funda
con la tierra, seré para ti sólo como la lluvia…
palabras, sólo palabras son demasiado
someras, demasiado bellas como para
expresar el terror, el miedo en los ojos, boca
el estremecer de las mejillas, el temblor, el grito
serpentean como un río, se deslizan
a través de los dedos, no hincan su filo
levitan demasiado en el aire
tú, de tierra a tierra, tú, de sangre
me atraviesan estas vibraciones, este pavor
de no conocer las palabras, como si estuviese
vacío te tengo a mi lado, silencioso, perdido
estás cada vez más seco, y no se me viene
a la boca ni una sílaba más, ni un aliento
que abarque tu mirada y tu estremecer.
¿ves mis dedos en la oscuridad?
¿sientes como se pegan en tu
piel, temblando con una fuerza imperiosa
que los impulsa a la profundidad?
o cuando aprieto mis labios contra los tuyos
cuando me aprieto todo contra ti
¿ves en la oscuridad esta entrega
paz y calma, campo después de la lluvia?
y, ¿por qué te estremeces cuando me voy
y vuelvo gastado por la lengua de la noche?
¿ves la muerte en la oscuridad?
no, no la traeré conmigo
desde hace tiempo germina en mí, en ti
crece en nosotros, flor en el campo.
sospechaste cómo me atraía
la gota roja que salía de la herida
me empujaste contra la pared
y vi de lejos aquella sangre
lenta, y pensé que traía
la muerte, pegajosa, cálida
me lancé hacia ti, te arañé, te mordí
te bebí, hasta que me ataste
y, sentado en mí, vertiste tu zumo
sobre mi cuello, mira, sangra tu ternura
y llena nuestros regazos
dice frases insensatas
sobre lo desconocido que se esconde
en esta dulce gota que te dispersa.
en la nieve suelen verse
manchas de sangre y, en verano
los cadáveres se descomponen rápido
el llanto suele absorber los sentimientos
el ojo queda hueco, la mano se levanta
suavemente a través del vacío
suelen perderse los pasos en la niebla
y en la profundidad de mi cuerpo
los muchachos frágiles suelen buscar
el olvido, temblorosos del miedo de
desaparecer sin ruido, los dos miramos
entre risas este tejido de cuerpos
y cadáveres, sabemos que aquello
está muy cerca, suave y dulce.
olvidar y dejarse al viento
que mueve sus blandos dedos
entre las ramas, que se lleva todo
lejos, cuando el sol toca la tierra
cuando las estrellas llueven del cielo
y como una hoja frágil yaces a mi lado
miramos lejos, fijamente, hacia el más allá
callados, suaves, libres de sobras
te inclinas sobre el agua y hacia dentro
y te maravilla, niño, que exista
un tiempo sin pensar, bello y tranquilo
olvidar, cuando, abrazados, unimos la boca
y la lluvia escribe en nuestros rostros
que la vida es el olvido de la muerte.
y llega la muerte y por última vez
quieres hacer el amor conmigo
que esté dentro de ti al irte
que te lance en una ola a la lejanía
pides que te agarre para que no se te lleve
la arena, para que el viento no te
desvíe hacia los sueños, para seguir
sintiéndome, seguir escuchando
mi corazón, la última hora, beber
la última gota de mi boca, desvanecerte
en mi cuello, pides que te siga por el miedo
a la oscuridad, a la soledad, de que el frío
se incruste en tus huesos, y el silencio
sin mí sea como la muerte; ven, dices.
habitaciones blancas vacías, remiendos
sin revoque, se oye cada paso
tus golpes, cuando, sentado en el suelo
tiemblo, desnudo, hundiendo la cabeza
entre las rodillas a ver si paras, si lo dejas
estás cortándote las venas, agitas los brazos
esparciendo tus gotas en las paredes
bailas alrededor, sin música, con gritos
que no hablan, trazando líneas bruscas
sobre la blancura, y te estiras
hacia el techo, dibujas enormes letras
rojas, todas pegajosas, así que temo
su peso, que se derrumben encima de mí
cuando se empeñan en decirme: yo y tú.
la vida se te difumina lentamente
con cada hora, cada noche y no hay
ya ternura, ni caricia que valga
las manos tiemblan, no son suaves
pinchan, todas huesudas, duelen
la lengua se abre, y llora
quiere un beso largo y cálido
pero se agota el aliento, la cabeza cae
mira al vacío, sin fuerza para más
apenas una palabra, cuando sólo hay silencio
algún jadeo, cuando el aire es rasposo
sonrisas como monstruos, el susurro
es un trueno, la gotita en la frente, un océano
el respiro, un huracán, y la mirada, sola.