Por: Esteban Moore
La presente, es una serie de poemas del argentino Esteban Moore.
A rumbo abierto
Anduve la tendida llanura de la cuenca del Salado
sus rutas -sus caminos -sus canales hinchados de agua
Dormí bajo estrellas y lunas envueltas en bruma
En el valle del Río Negro me obsequiaron manzanas
/del tamaño de una calabaza
Apagué mi sed en las heladas aguas del Ñiriguau
Todo esto recuerdo hoy aquí a la ribera del Paraná
y también
los gemidos de un moribundo en un hospital de campaña
la furia del viento en los grandes eucaliptos
el brillo ardiente de aquellos ojos claros
Todo esto recuerdo mientras observo los buques
/que navegan lentos contra la corriente
y celebro en silencio:
el buen sol – la brisa suave -el vino fresco
-la palabra mar
Las últimas horas del día
Las primeras sombras comienzan a deslizarse
sobre los dorados y resecos
/rastrojos de trigo
En la media luz de un sol que se apaga lejano
se oye el canto de los teros
Quién canta primero- el macho o la hembra
– cuestión ornitológica
de difícil respuesta-
También podríamos preguntarnos
si es canto o alarma
Un mutuo y prematuro alerta
-ante tu presencia
Pregonando qué peligros
al borde de la laguna de estáticos juncales
sobre los que pronto reinará profunda
/la oscuridad
Un ladrido distante se suma al canto agudo -desgarrado
/de los teros
otros perros -que tampoco vemos- contestan al unísono
¿Dónde están?
¿Por qué ladran?
Instantáneas
La imagen del crucificado
pende vacilante de una luminaria
en la nave central
/de un templo vacío
*
En el umbral de una casa —castigada
/por los elementos
Allí, en los márgenes
de una ciudad que devora
/nuestros sueños
una niña cepilla paciente
/su larga cabellera
Evocaciones
“Fuimos un balcón al frente
de un inquilinato en ruinas”
Alfredo Zitarrosa
Quién fue el que dijo: “tan pronto tengamos el objeto/
frente a nuestros ojos,/ y en nuestros corazones/ el oído
atento a la palabra/ el pensamiento habrá de prosperar.”
El tiempo ha apagado aquella infinita sed de ilusiones
de los sueños sólo nos quedan amontonados escombros
de las grandes esperanzas, la cascarilla, el revoque caído
Despojos, residuos, las vigas desnudas
/de una estructura inconclusa
En un mundo que los feroces vientos de la historia
han reducido al tamaño de la pantalla de tu televisor
el ruiseñor, Rubén, que habitara tu canción profana
ya nunca podrá ser, en la mañana, una alondra de luz
Leopoldo Lugones (1871-1938)
La decisión está tomada -no habrá vuelta atrás
el camino es de vía única
aquí -tu vacío
en el horizonte ———–lo desconocido
De nada vale – habrás pensado- aferrarse a la vida
si los sueños -como el amor en su obstinación
te niegan su recompensa
Romperás entonces la ampolla de cianuro
vaciarás su contenido en tu boca
seguidamente beberás un whisky bien servido
Cumplido este definitivo ritual
te recostarás en la cama observando el cielo raso
Es la mano final
ya tiraste tus últimas cartas sobre el paño verde
de esa imaginaria mesa de juego en la cual siempre apostaste
/a todo o nada
Ahora nunca llegarás a saber que un todavía joven poeta
que te supo brindar su saludo —su respeto
dirá con el tiempo -sin perder la compostura
ni la sostenida sonrisa chúcara o el insidioso tono de voz
que el método elegido para concluir tu padecimiento espiritual
-‘es sólo digno de sirvientas
o meretrices’-
Otros hablarán de la apurada nota de despedida
/que dejaste al borde de la cama
mencionarán algún error de ortografía
buscarán en las tachaduras y enmiendas
/explicar lo imposible
Ya no los escucharás cuando al amparo de opiniones ajenas
ante un público sediento de mórbidos detalles
sostengan que tu vida careció del dramatismo -de ese
/ tu acto final
La canción construye sus imágenes
En la habitación desordenada
la radio repite una canción de otra época
Es la música o la letra
la que te devuelve el cuerpo de esa mujer
– sus ojos encendidos en la media luz
la boca y las manos
/dispuestas-
Y las palabras
el ir y venir de su creciente -inflamada marea
Aquellas palabras del momento
y aquellas otras que no supieron salir de tus labios
Han transcurrido los días
y en su multiplicada noche
comprenderás que siempre ha sido demasiado tarde
Los amantes
Se han reunido después de varios años
y conversan y continuarán haciéndolo sentados a esa mesa
que aún los separa como un océano o un continente
o un desierto
La mesa lustrosa, gastada,
de un viejo bar en la esquina de un barrio perdido
sobre la cual flotan las palabras que registran el pasado dolor
/las pequeñas traiciones de la carne
Palabras repetidas, una y otra vez,
pegajosas, lentas
como pesados trenes de carga que se cruzan en la oscura planicie
hacia y desde lugares lejanos
Palabras que con el correr de las horas rescatarán del olvido
la dulzura de aquellos tiempos en que ambos eran jóvenes
/y la belleza de sus actos -una de sus muchas virtudes
Pruebas al canto
Hacia finales de los ochenta estando en Montevideo fuimos a cenar
/al viejo Pentella en Santa Fe y Paraguay
ya por aquellos años un restaurante casi centenario
cuyo elegante salón confirmaba de tiempos pasados
/cierto esplendor
consintiendo -quizás por un instante -el olvido de las miserias del presente
Allí fuimos ubicados en una larga mesa -los más de veinte comensales
/en su mayoría orientales capitalinos
Los camareros comenzaban a servir las bebidas cuando alguien destacó
el inusual -gigantesco tamaño de una reproducción fotográfica de Carlos Gardel
que colgaba de la pared del fondo
La sola referencia al Zorzal Criollo nuestro querido Morocho del Abasto
/obró como una contraseña compartida en colectivo
todos -y a una sola voz -comenzaron a discutir con enfático fervor
/sus orígenes y lugar de nacimiento
Incluso alguien opinó que en la voz del Maestro -divino e inigualable don-
podían reconocerse /el tono y la modulación propias y tan particulares
/del gauchaje de Tacuarembó
Las diversas opiniones y conjeturas resultado en alguna medida de la excitación grupal
-o del ardor y celo patrióticos
fueron interrumpidas por un hombre de mediana edad sentado en una mesa cercana
/quién con una voz grave y buena dicción dijo:
“Observen con atención su cara de felicidad -el rostro risueño
/la sonrisa franca…
¿No se han preguntado Uds. por el motivo de tanta alegría ?
Todas las cabezas giraron en su dirección
/las miradas delataban asombro y desdén
sin embargo nadie osó responderle al indiscreto entrometido
/quién a manera de colofón agregó:
“Es muy simple, le tomaron la fotografía después de cantar Mi Buenos Aires querido
/ más claro échenle agua”
Buenos Aires: tan lejos, tan cercana
Encandilados por el pasado -su peso específico
‘el pudo haber y no haber sido’ atormentándonos
salimos del museo La Casa de la Estrella
y caminamos
bajo el límpido firmamento venezolano
las calles de la parroquia de La candelaria,
el barrio viejo de Valencia
donde el presente -al compás de bocinazos
y músicas de estruendo a todo volumen-
asume sus pretensiones
Ya sedientos de horas al sol
entramos a La Guarita
Ordenamos sardinas a la parrilla
/la especialidad de la casa
mucho limón para condimentarlas
y bebimos Solera Verde
/bien helada
Desde un viejo tocadiscos -gastados vinilos
desgranaban las voces de Julio Trujillo
y Felipe Pirela
Gardel que nunca falta a la cita
cuando se trata de acompañar a un argentino
/en tierras lejanas
cantó Mi Buenos Aires Querido
Esteban Moore (Buenos Aires, 1952) Poeta, traductor y periodista. Sus últimos títulos en poesía son: Antología poética (Colección Poetas Argentinos Contemporáneos, Fondo Nacional de las Artes, 2004); Partes Mínimas-uno/dos- (Córdoba, 2006); El avión negro y otros poemas (Fondo Metropolitano de las Artes y las Ciencias de la Ciudad de Buenos Aires, 2007); Veinte años no son nada (Córdoba, 2010) y Pruebas al canto (Córdoba, 2012).
Ha traducido a: Lawrence Ferlinghetti, Craig Czury, Charles Bukowsky, Sam Hamill, Raymond Carver, Jack Kerouac, John F. Deane, Anne Waldman, Allen Ginsberg, Paul Muldoon y John Giorno, entre otros.
En ensayo y crónica publicó: Primer Catálogo de Revistas Culturales de la Argentina (2001), Lecturas y apropiaciones (Córdoba, 2012) y es coautor de Librerías de valor patrimonial de Buenos Aires (2003) y Pizzerías de valor patrimonial de Buenos Aires (2007).
Colabora con publicaciones del país y del extranjero, es miembro del consejo editorial de la revista de poesía Prometeo del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Ha sido parcialmente traducido al inglés, italiano, alemán, lituano, portugués y albanés. En 2012, la Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela, distinguió su labor poética, otorgándole la condecoración Alejo Zuloaga.