Vallejo & Co. se complace en presentar, en primicia, el poema “Hago historia” (inédito) de un escritor que no necesita mayor presentación, José Kozer.
Por: José Kozer
Crédito de la foto: www.elnuevoherald.com
Poema inédito de José Kozer:
“Hago historia”
HAGO HISTORIA
La sombra de un gajo pelado le deja una cicatriz
repentina (potencial)
en su mejilla, la misma
mano (real) que hizo
restañar la herida
obliga a florecer la
rama del, alza la
vista, qué árbol era:
cielos vacíos, y él,
él mismo no aparece,
no estaba ahí, un
gajo de abedul.
Bosques floridos
de los Urales, Selva
Negra, tropelías,
camisas carmelitas
de los batallones
saludan al paso de,
oca: todos colgarán
pronto de la rama
pelada se lleva la
mano a la mejilla.
¿Irá a llover, así de temprano? Había olvidado
que puede llover a
cualquier hora,
empieza a nevar.
Tumbas en la
frontera norte,
puertos de salida,
hacinamientos,
estrellas amarillas,
desafueros carmelitas,
pasos rojos de ganso,
hoy cae una buena,
verán. La escarcha
primero, luego
pedrisco, las negras
huellas de los
latrocinios, sueños
varados de solsticios
de verano, no quedará
nadie, verán. Urales,
Berlín, Madrid, huid,
huid por Lisboa, por
aquí se va a La
Habana y no a Pekín.
Una historia real, eso es lo malo, luego se
dan golpes de pecho,
algunas actrices lloran
en technicolor. Aquel
gajo un knut, fusta de
jinete a caballo del
lomo judío, la grupa
de su mujer: a
zurriagazos con el
hebreo, no quede
uno, de él quedó un
hermano mayor,
ambos matriz de
nuevas poblaciones,
otros idiomas, pasarse
una vida traduciendo.
¿En cuál espejo
reconocer a sus
hermanos, su madre
perdida en el azogue
carmelita, el padre
hasta el final
comerciando tiznes,
humaredas, morideros
de tubérculos
gangrenados, morir
era un filo acerado
suspendido en su
cabeza desde tiempo
inmemorial?¿Sería
un disparate haber
dejado de creer en
Dios?
De ruda cabeza dura nací. Oyendo historias. Y de
una señorita convertida
en señora (fondona) ni
de hecho ni de palabra
fui maltratado y sin
embargo estaba
inquieto. Acosado.
Sombra de la sombra
de un gajo en la mejilla
derecha, la herida
inveterada del costado,
siempre no obstante
supe que saldría ileso:
huid a pie, en chalupa,
en vetturino, vienen
por otro lado de a
dos en los sidecares.
Dos abuelos en Varsovia
bayonetados, cinco tíos
obligados a cavar sus
propias tumbas, mi
padre murió tomando
un baño eléctrico de
sol, mi madre calladita:
y yo, inter nos, no
reniego, no me
apresto, todo en
el Universo tiene
su sentido y lugar,
ninguno.