Poema “Hombres de papel”, de Porfirio Mamani

 

Por Porfirio Mamani Macedo*

Crédito de la foto www.youtube.com

 

 

 

Poema “Hombres de papel”,

de Porfirio Mamani

 

 

 

Hombres de papel

de risas quebradas

por los sueños no soñados,

por las noches desnudas,

por los días tan oscuros,

por las lunas deslunadas,

por las ventanas ya cerradas,

por las manos manchadas,

por las huellas mal dejadas,

por el mal olor de tus entrañas,

por los sueños que quiebras,

por el hambre y la sed,

por el sudor del miedo,

por el recuerdo y el olvido.

 

Ahí vives tan solo

como sombra sin destino,

como reo de tu propia suerte

en tus laberintos sin alfombras.

Tú que miras las ramas caídas,

las hojas que aplasta el viento,

y ríes cuando caen esas hojas,

y bailas cuando cae la rama,

y regocijas cuando cae el árbol.

 

Eres espejo y espejismo

de tus propias uñas,

de tu mirada tan torcida,

de tu mente sin memoria,

y caminas con orgullo,

mirando tu sombra

en el barro reflejada

y te ríes del viejo que camina,

y te ríes del hombre que cae,

de aquel que toca una puerta,

y la puerta no se abre

y tú ríes con tus dientes de oro.

 

Eres tú, la sombra y la materia,

el ruido y el silencio,

la espada y el orgullo.

Has nacido para crecer,

mas crecer, no creces  nada.

Te hundes en la nada

como tus manos hundes

en tus bolsillos rotos,

en tus días y noches

cuando duermes sin soñar nada.

 

Hombres de papel,

de corbata y zapatos envueltos,

que miras con tus gafas negras

para ocultar tu rostro

para esconderte de los que pasan

para sentirte diferente

grande y miserable.

Eres tú, que un día

se comió el pan

del niño y sus padres.

Y tú engordabas

como buitre en carroña,

y tus fauces se saciaban

con el sudor y la vida

de los hombres y mujeres

que trabajando dejaban su vida,

noche tras noche,

día tras día, y perdían

el miserable

tiempo que no volverá

porque todo envejece

desde el día que nace.

 

Hombres de papel

ansiados por el fuego,

el oro y la ceniza,

la soledad y el orgullo;

que nada sientes

ni hambre ni sed.

 

Torrenciales estas lluvias,

implacables las canículas

y nada te conmueve,

vives como viven

las imperturbables piedras,

los desiertos más desiertos.

Y duermes sin sueños,

solo realidades

intrigas y dinero

todo para ti.

Son tus sueños realidades,

son tus sueños las intrigas,

son tus sueños el dinero.

 

Roncando duermes,

te solazas en el sueño

y escribes tu nombre

con cuidado sumo

en todos los rincones

de los muros,

de ciudades y caminos.

Miras la hora con un ojo,

en tu reloj de oro,

y frunces el ceño,

y miras la puerta,

y haces como que piensas,

en algo, en alguien,

y te rascas el mentón

y te desordenas la cabeza;

y buscas en la oscuridad

de tu negra memoria,

mi nombre, mi rostro,

para borrarlo del camino.

 

Hombre  de papel

a ti  que por dormir

te eligen y te pagan,

y viajas gratis,

y comes gratis,

en los salones y congresos,

como las ratas que comen

en las oscuras alcobas;

pero tú con zapatos y corbata,

engendras el dolor

de los que nacen,

de los padres que trabajan,

de los niños malnutridos,

y les engendras ignorancia,

día y noche con basura,

por canales tan perversos

que ya no forman

ni tampoco informan nada.

 

Has nacido para vivir,

no para morir,

como mueren los calcinado

en incendios o en el barro.

Tus hijos no son los que lloran,

los que corren tras los buses

los que corren tras el tiempo;

sino tras las noches de lujuria,

como tú, cuando dices,

sin asco, que trabajas.

Todo tienes: agua y teléfono,

no heridas, ni lágrimas,

ni deudas ni frío en invierno,

mas tienes ojos miserables,

alma negra que camina,

aplastando el sueño,

de los pobres que te miran

comer, beber y reír.

 

Hombres de papel

embriagados vagabundos,

por los corredores estrechos,

donde traman sus intrigas

para contaminar la tierra

para contaminar los ríos

los mares y los lagos.

Así no queda  nada,

ni polvo ni materia,

no contaminada.

Quemados quedan los caminos,

quemados los árboles,

los montes destripados,

los cerros derrumbados,

por la pólvora y codicia

que nace de tu pecho,

y dispersa tus manos.

 

Entonces llueve

de la tierra para arriba,

el fuego, el humo y la miseria,

que tus manos han sembrado,

cuando los otros duermen,

duermen bien dormidos,

porque tú los has dormido,

para robar sus sueños.

Los has dormido para que duerman

día y noche, comiendo

o tumbados en sus camas,

en sus tumbas que caminan,

y tú haces lo que quieres,

con sus flores y sus árboles,

con sus ríos y sus campos.

 

Has nacido para eso,

para destruir la tierra,

y reírte de la vida,

para sentirte dios en esta tierra,

pero ignoras que todo es un instante,

que termina y fenece,

como fenece  el día,

como fenece la noche.

 

Hombres de papel

regados de amargas melodías,

suturados por las malas noches,

salpicados por el barro

odiados por el polvo

amados por el odio

codiciados por la envidia

cercados por la muerte

abrazados por la nada

y así camináis tan solos,

tan callados, tan herméticos:

para los pobres que te miran,

para los perros que te buscan.

No mides el silencio de nadie,

vives tan solo para ti,

para vestirte cada día,

con ropa diferente;

para desnudarte cada noche

con aromas diferentes.

Eres como eres,

viento y materia,

río sin medida,

llano sin frontera,

y así bajo la sombra,

te envuelves y te pierdes,

para secretar tus ruidos,

para entroncar tus voces

y compartirlas entre ustedes,

hasta el silencio final,

cuando el brazo

duro de la muerte

te abrace por la espalda

y  te acompañe

hacia tus propios laberintos

aquellos que construyes

cada día, cada noche.

 

Hombres de papel

marcados por el sueño

de ser lo que no han sido

hastiados por el tiempo

golpeados por las puertas

aquellas que se abren

sin esfuerzos,

tan solo por el viento,

el viento de tu voz,

de tu voz cansada,

triturada por el tiempo.

 

Hombres de papel

por sombras acosados

en los estrechos corredores

donde nacen y mueren

sueños y caminos.

He ahí la sombra que muere,

he aquí la que nace,

como el alba de la vida.

 

Hombres de papel

no podrán jamás

tus oscas voces

apagar las voces

de los niños

que empiezan a nacer.

Esos son los chicos,

hombres del camino

que labrarán la tierra,

limpiarán el agua

contaminada por tus manos.

Consumirán el humo,

soportarán el sol ardiente

y el dolor de los infiernos

que tú les has dejado.

 

Hombres de papel

de mirada encadenada

al muro y a la sombra,

al espejo y el reflejo

del oro y del metal

del dinero y tu bolsillo.

 

El péndulo del día

crece y crece,

como la sombra bajo el sol,

como las noches

cuando abrazan

casas, montes y desiertos,

mares y montañas

para nutrirse de cada cosa

hasta que vuelva el día.

 

Hombres de papel,

cargados de nostalgias

abrumados de papeles,

sembrados de dudas y tormentos.

Eres lo que eres,

de viento y barro animado,

que cruzando vas

los días y las noches.

 

Hombres de papel

de insomnio inundados,

que vagáis sin mirada,

por los corredores secretos,

aquellos pasillos tan largos,

con puertas sin ventanas,

con rumores sin piedad,

colmados de ignorancia,

aparentando ser,

lo que no son,

más allá de las noches.

 

Hombres de papel

diseminados en las sombras

corroídos de llamadas,

de mensajes su camino.

Nada sienten de la vida,

nada saben del vivir:

caminando con sed,

corriendo con el hambre

por las escaleras, andenes, calles y veredas

por subterráneos de ciudades horribles,

por los túneles abiertos,

del hambre y del olvido,

de la indiferencia y el desprecio.

Nada sienten pero comen,

y se reúnen en congresos

y ladran y ladran

palabras tras palabras,

que no escucha nadie,

ni el que habla ni la sombra.

Todo queda en el vacío,

en los muros y puertas,

en las cloacas y cafeterías

donde se reúnen en congresos.

Pasan los días y los años,

la víspera y la fiesta

y ustedes permanecen

pegados a sus sillas,

a sus tronos inventados.

Aplastados como barro,

miran sigilosos

el andar del caminante solitario,

de la víctima escogida,

de la sombra acribillada

por las tramas tan perversas

que ustedes han creado.

 

Hombres de papel

embalsamados con orgullos,

de risas y de cantos

en el mundo oscuro

que habéis construido

con el sudor

de la pobre gente.

 

Sube y baja el dolor,

la incierta melodía

del destino y la suerte

que vislumbra

la vida y la muerte

para aquellos

que caminan, solos,

en el polvo de los días.

 

Aquí está el dolor

aquí las manos marchitadas

aquí las llagas

en el cuerpo

de la miserable gente

que tan solo mira

aquello que jamás

soñaron, encontrar:

el olvido en el olvido.

 

Hombres de papel

alejados del sol y de la sombra,

protegidos en casas y castillos,

en parques y jardines,

y amores sin medida.

Nada temen,

nada os falta,

todo tienen,

todo lo consumen,

en noches de congresos,

de citas y tertulias.

 

Hombres de papel,

sin fronteras en las manos,

cuando el mal,

o el sagrado dinero,

envuelve vuestras arcas.

Ahora cae la tarde,

se acerca la noche,

y las sombras sin destino,

crecen y crecen como árboles,

y se duermen

en las orillas de los mares

en las secretas alcobas

en los balcones con flores

en los cines y teatros.

 

Hombres de papel

diseminados entre la hierba

el polvo y la miseria.

Sueñan sueños que no son,

y dicen palabras

gastadas por el ruido,

el ruido tosco,

de la miseria y la envidia.

El viento no les dice nada,

ni la lágrima

ni el grito.

Comen como víboras

que rondan la noche

de las inocentes criaturas,

que duermen

y despiertan

esperando el sol

mas el sol no llega

sino la noche

la oscura noche

madre de sus males

 

Hombres de papel

animados por el silencio

y las noches sin fronteras.

Caminan abrazados

de su sombra y sus huesos

tras los muros

impenetrables

donde traman

entre murmullos y silencios

la desgracia

de otros eternos candidatos.

 

Hombres de papel

cuyos nombres

borra sin piedad

el tiempo

el olvido

la indiferencia

y la memoria.

 

Estos son mis ríos,

mis noches

mis andanzas

y mis dudas

que huyendo van

las sombras implacables

de la lluvia y de los males

que brotan incesantes

como nubes que arrastra

el viento y el recuerdo.

Aquí me quedo,

junto a las cuatro torres

de libros y recuerdos

en las gradas

bajo las negras nubes

y no huyo a ninguna parte

¿adónde iría?

No lo sé.

 

Hombres de papel

sin sueños

ni lamentos

que trotando van

por senderos muy oscuros

por llanuras

y callejas

de ciudades corrompidas.

Por allí van solas,

las sombras mal amadas.

Allá se pierden

las nubes

las huellas

que los niños dejan

después de nacer.

Todo borra el tiempo,

el polvo y el fuego

la lluvia y la ceniza.

Lloverán los días

lloverán las noches

y tus manos desnudas

tocarán la piedra

tocarán el barro

el charco y el rocío.

 

Hombres de papel,

atados al humo

y al petróleo,

sin alma ya nutridos,

aplastando al niño

y a sus padres,

a sus plantas y animales

con plomo duro

ya contaminados,

como el agua

y los peces de los ríos,

ya muertos, ya heridos,

y tú, feliz en tus palacios.

 

Hombres de papel

de sombras animados,

por puertas y ventanas

protegidos

de todo aquel

que por desgracia

en vuestro camino

se interpone.

Sombra son,

tu cuerpo y tu destino,

y así caminas

sin cansarte

ni olvidarte

del oro y del petróleo

de las minas y tus manos

que prontas amasan

su fortuna,

exterminado

a niños, plantas y animales.

Hombres de papel

Nada sueñan

Nada piden

Todo tienen

en los bancos encerrados.

 

Háblenme palomas,

plantas del camino,

del dolor que emerge

por las calles

por los jardines

en las cloacas

de las ciudades

antiguas y modernas

grandes y pequeñas.

Tristes van aquellas aves,

tristes sus alas

triste su mirada

triste su vuelo.

Buscando van

un árbol bajo el sol.

 

Hombres de papel

sin alma

y corazón de nada,

vives

creces

mueres

y vuelves a vivir

en otra sombra

en otro cuerpo

año tras año

siglo tras siglo.

Solo cambias

de nombre y vestimenta

pero siempre vives

en mansiones

con jardines

y gusanos,

con vidrios

y polvo en los vidrios.

Nada te perturba

ni la lágrima

ni el llanto,

ni el clamor

ni el grito.

Placenteramente duermes,

copiosamente comes,

abundantemente bebes.

Solo ves tu panza

solo ves tus patas

solo ves tus garras

y tragas todo,

el barro y la ceniza

el sudor y los sueños

el polvo y la miseria.

Todo digieres

todo aplastas

minuto a minuto

la vida y la muerte

no te importa nada

NADA, NADIE,

solo tú.

 

Hombres de papel

en los cielos

en las nubes

en la tierra

y ciudades

eres lo que eres:

por la muerte del obrero

por el crimen y el odio

por el fuego y la ceniza

por el hambre y la sed

por el grito y la infamia

por la desgracia y la miseria

por el niño huérfano y herido

por el hombre muerto

por los perros que aúllan

por la sagrada hipocresía de tu lengua

por el crimen y la sombra

por el dinero que robaste

por los ríos muertos

por los valles destripados

por la ignorancia que impusiste

por la sangre derramada

por la madre que perdió su hijo

por el hijo que no volvió jamás

por el sudor y el insomnio

por la basura que difundes

por las noches muertas

por los días ensangrentados

por los árboles secos ya sin nidos

por la justicia desnutrida

por la violencia que sembraste

por los puentes derrumbados

por el desorden y la sangre

por la paz que muere cada instante

por los niños de plomo

por el eco sin retorno

Todo es tuyo,

Nada es nuestro.

 

 

París/2017

 

 

 

 

 

*(Arequipa-Perú). Poeta, narrador y ensayista. Es doctor en Letras por la Universidad de la Sorbona (Francia), abogado por la Universidad Católica de Santa María (Perú), con estudios de Literatura en la Universidad de San Agustín (Perú). Ha enseñado en la Universidad Sorbonne Nouvelle-Paris III, Universidad de Picadie Jules Verne y, en la actualidad, en la Universidad Panthéon-Sorbonne (Francia). Ha publicado en poesía Ecos de la Memoria (1988), Voz a orillas de un río/Voix sur les rives d’un fleuve (2002), Voix au-delà de frontière (2003), Un été à voix haute (2004), Poème à une étrangère (2005), La Luz del Camino (2010), Viajera azul (2015), Acción de Gracia (2017), El poeta y la soledad (2018), entre otros; en narrativa Les Vigies (1997), Le jardin el l’oubli (2002), Avant de dormir (2006), Antes del sueño (2009), El viaje de María Hortensia (2013), entre otros; y en ensayo Flora Tristan, La paria et la femme Etrangère dans son œuvre (2003), La sociedad peruana en la obra de José María Arguedas (El zorro de arriba y el zorro de abajo) (2007), Représentation de la société péruvienne au XXème siécle dans l’œuvre de Julio Ramón Ribeyro (2007) y Tres poética entre la guerra civil española y el exilio: Miguel Hernández, Rafael Alberti y Max Aub (2009).

 

 

 

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