Por Porfirio Mamani Macedo*
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Poema “Hombres de papel”,
de Porfirio Mamani
Hombres de papel
de risas quebradas
por los sueños no soñados,
por las noches desnudas,
por los días tan oscuros,
por las lunas deslunadas,
por las ventanas ya cerradas,
por las manos manchadas,
por las huellas mal dejadas,
por el mal olor de tus entrañas,
por los sueños que quiebras,
por el hambre y la sed,
por el sudor del miedo,
por el recuerdo y el olvido.
Ahí vives tan solo
como sombra sin destino,
como reo de tu propia suerte
en tus laberintos sin alfombras.
Tú que miras las ramas caídas,
las hojas que aplasta el viento,
y ríes cuando caen esas hojas,
y bailas cuando cae la rama,
y regocijas cuando cae el árbol.
Eres espejo y espejismo
de tus propias uñas,
de tu mirada tan torcida,
de tu mente sin memoria,
y caminas con orgullo,
mirando tu sombra
en el barro reflejada
y te ríes del viejo que camina,
y te ríes del hombre que cae,
de aquel que toca una puerta,
y la puerta no se abre
y tú ríes con tus dientes de oro.
Eres tú, la sombra y la materia,
el ruido y el silencio,
la espada y el orgullo.
Has nacido para crecer,
mas crecer, no creces nada.
Te hundes en la nada
como tus manos hundes
en tus bolsillos rotos,
en tus días y noches
cuando duermes sin soñar nada.
Hombres de papel,
de corbata y zapatos envueltos,
que miras con tus gafas negras
para ocultar tu rostro
para esconderte de los que pasan
para sentirte diferente
grande y miserable.
Eres tú, que un día
se comió el pan
del niño y sus padres.
Y tú engordabas
como buitre en carroña,
y tus fauces se saciaban
con el sudor y la vida
de los hombres y mujeres
que trabajando dejaban su vida,
noche tras noche,
día tras día, y perdían
el miserable
tiempo que no volverá
porque todo envejece
desde el día que nace.
Hombres de papel
ansiados por el fuego,
el oro y la ceniza,
la soledad y el orgullo;
que nada sientes
ni hambre ni sed.
Torrenciales estas lluvias,
implacables las canículas
y nada te conmueve,
vives como viven
las imperturbables piedras,
los desiertos más desiertos.
Y duermes sin sueños,
solo realidades
intrigas y dinero
todo para ti.
Son tus sueños realidades,
son tus sueños las intrigas,
son tus sueños el dinero.
Roncando duermes,
te solazas en el sueño
y escribes tu nombre
con cuidado sumo
en todos los rincones
de los muros,
de ciudades y caminos.
Miras la hora con un ojo,
en tu reloj de oro,
y frunces el ceño,
y miras la puerta,
y haces como que piensas,
en algo, en alguien,
y te rascas el mentón
y te desordenas la cabeza;
y buscas en la oscuridad
de tu negra memoria,
mi nombre, mi rostro,
para borrarlo del camino.
Hombre de papel
a ti que por dormir
te eligen y te pagan,
y viajas gratis,
y comes gratis,
en los salones y congresos,
como las ratas que comen
en las oscuras alcobas;
pero tú con zapatos y corbata,
engendras el dolor
de los que nacen,
de los padres que trabajan,
de los niños malnutridos,
y les engendras ignorancia,
día y noche con basura,
por canales tan perversos
que ya no forman
ni tampoco informan nada.
Has nacido para vivir,
no para morir,
como mueren los calcinado
en incendios o en el barro.
Tus hijos no son los que lloran,
los que corren tras los buses
los que corren tras el tiempo;
sino tras las noches de lujuria,
como tú, cuando dices,
sin asco, que trabajas.
Todo tienes: agua y teléfono,
no heridas, ni lágrimas,
ni deudas ni frío en invierno,
mas tienes ojos miserables,
alma negra que camina,
aplastando el sueño,
de los pobres que te miran
comer, beber y reír.
Hombres de papel
embriagados vagabundos,
por los corredores estrechos,
donde traman sus intrigas
para contaminar la tierra
para contaminar los ríos
los mares y los lagos.
Así no queda nada,
ni polvo ni materia,
no contaminada.
Quemados quedan los caminos,
quemados los árboles,
los montes destripados,
los cerros derrumbados,
por la pólvora y codicia
que nace de tu pecho,
y dispersa tus manos.
Entonces llueve
de la tierra para arriba,
el fuego, el humo y la miseria,
que tus manos han sembrado,
cuando los otros duermen,
duermen bien dormidos,
porque tú los has dormido,
para robar sus sueños.
Los has dormido para que duerman
día y noche, comiendo
o tumbados en sus camas,
en sus tumbas que caminan,
y tú haces lo que quieres,
con sus flores y sus árboles,
con sus ríos y sus campos.
Has nacido para eso,
para destruir la tierra,
y reírte de la vida,
para sentirte dios en esta tierra,
pero ignoras que todo es un instante,
que termina y fenece,
como fenece el día,
como fenece la noche.
Hombres de papel
regados de amargas melodías,
suturados por las malas noches,
salpicados por el barro
odiados por el polvo
amados por el odio
codiciados por la envidia
cercados por la muerte
abrazados por la nada
y así camináis tan solos,
tan callados, tan herméticos:
para los pobres que te miran,
para los perros que te buscan.
No mides el silencio de nadie,
vives tan solo para ti,
para vestirte cada día,
con ropa diferente;
para desnudarte cada noche
con aromas diferentes.
Eres como eres,
viento y materia,
río sin medida,
llano sin frontera,
y así bajo la sombra,
te envuelves y te pierdes,
para secretar tus ruidos,
para entroncar tus voces
y compartirlas entre ustedes,
hasta el silencio final,
cuando el brazo
duro de la muerte
te abrace por la espalda
y te acompañe
hacia tus propios laberintos
aquellos que construyes
cada día, cada noche.
Hombres de papel
marcados por el sueño
de ser lo que no han sido
hastiados por el tiempo
golpeados por las puertas
aquellas que se abren
sin esfuerzos,
tan solo por el viento,
el viento de tu voz,
de tu voz cansada,
triturada por el tiempo.
Hombres de papel
por sombras acosados
en los estrechos corredores
donde nacen y mueren
sueños y caminos.
He ahí la sombra que muere,
he aquí la que nace,
como el alba de la vida.
Hombres de papel
no podrán jamás
tus oscas voces
apagar las voces
de los niños
que empiezan a nacer.
Esos son los chicos,
hombres del camino
que labrarán la tierra,
limpiarán el agua
contaminada por tus manos.
Consumirán el humo,
soportarán el sol ardiente
y el dolor de los infiernos
que tú les has dejado.
Hombres de papel
de mirada encadenada
al muro y a la sombra,
al espejo y el reflejo
del oro y del metal
del dinero y tu bolsillo.
El péndulo del día
crece y crece,
como la sombra bajo el sol,
como las noches
cuando abrazan
casas, montes y desiertos,
mares y montañas
para nutrirse de cada cosa
hasta que vuelva el día.
Hombres de papel,
cargados de nostalgias
abrumados de papeles,
sembrados de dudas y tormentos.
Eres lo que eres,
de viento y barro animado,
que cruzando vas
los días y las noches.
Hombres de papel
de insomnio inundados,
que vagáis sin mirada,
por los corredores secretos,
aquellos pasillos tan largos,
con puertas sin ventanas,
con rumores sin piedad,
colmados de ignorancia,
aparentando ser,
lo que no son,
más allá de las noches.
Hombres de papel
diseminados en las sombras
corroídos de llamadas,
de mensajes su camino.
Nada sienten de la vida,
nada saben del vivir:
caminando con sed,
corriendo con el hambre
por las escaleras, andenes, calles y veredas
por subterráneos de ciudades horribles,
por los túneles abiertos,
del hambre y del olvido,
de la indiferencia y el desprecio.
Nada sienten pero comen,
y se reúnen en congresos
y ladran y ladran
palabras tras palabras,
que no escucha nadie,
ni el que habla ni la sombra.
Todo queda en el vacío,
en los muros y puertas,
en las cloacas y cafeterías
donde se reúnen en congresos.
Pasan los días y los años,
la víspera y la fiesta
y ustedes permanecen
pegados a sus sillas,
a sus tronos inventados.
Aplastados como barro,
miran sigilosos
el andar del caminante solitario,
de la víctima escogida,
de la sombra acribillada
por las tramas tan perversas
que ustedes han creado.
Hombres de papel
embalsamados con orgullos,
de risas y de cantos
en el mundo oscuro
que habéis construido
con el sudor
de la pobre gente.
Sube y baja el dolor,
la incierta melodía
del destino y la suerte
que vislumbra
la vida y la muerte
para aquellos
que caminan, solos,
en el polvo de los días.
Aquí está el dolor
aquí las manos marchitadas
aquí las llagas
en el cuerpo
de la miserable gente
que tan solo mira
aquello que jamás
soñaron, encontrar:
el olvido en el olvido.
Hombres de papel
alejados del sol y de la sombra,
protegidos en casas y castillos,
en parques y jardines,
y amores sin medida.
Nada temen,
nada os falta,
todo tienen,
todo lo consumen,
en noches de congresos,
de citas y tertulias.
Hombres de papel,
sin fronteras en las manos,
cuando el mal,
o el sagrado dinero,
envuelve vuestras arcas.
Ahora cae la tarde,
se acerca la noche,
y las sombras sin destino,
crecen y crecen como árboles,
y se duermen
en las orillas de los mares
en las secretas alcobas
en los balcones con flores
en los cines y teatros.
Hombres de papel
diseminados entre la hierba
el polvo y la miseria.
Sueñan sueños que no son,
y dicen palabras
gastadas por el ruido,
el ruido tosco,
de la miseria y la envidia.
El viento no les dice nada,
ni la lágrima
ni el grito.
Comen como víboras
que rondan la noche
de las inocentes criaturas,
que duermen
y despiertan
esperando el sol
mas el sol no llega
sino la noche
la oscura noche
madre de sus males
Hombres de papel
animados por el silencio
y las noches sin fronteras.
Caminan abrazados
de su sombra y sus huesos
tras los muros
impenetrables
donde traman
entre murmullos y silencios
la desgracia
de otros eternos candidatos.
Hombres de papel
cuyos nombres
borra sin piedad
el tiempo
el olvido
la indiferencia
y la memoria.
Estos son mis ríos,
mis noches
mis andanzas
y mis dudas
que huyendo van
las sombras implacables
de la lluvia y de los males
que brotan incesantes
como nubes que arrastra
el viento y el recuerdo.
Aquí me quedo,
junto a las cuatro torres
de libros y recuerdos
en las gradas
bajo las negras nubes
y no huyo a ninguna parte
¿adónde iría?
No lo sé.
Hombres de papel
sin sueños
ni lamentos
que trotando van
por senderos muy oscuros
por llanuras
y callejas
de ciudades corrompidas.
Por allí van solas,
las sombras mal amadas.
Allá se pierden
las nubes
las huellas
que los niños dejan
después de nacer.
Todo borra el tiempo,
el polvo y el fuego
la lluvia y la ceniza.
Lloverán los días
lloverán las noches
y tus manos desnudas
tocarán la piedra
tocarán el barro
el charco y el rocío.
Hombres de papel,
atados al humo
y al petróleo,
sin alma ya nutridos,
aplastando al niño
y a sus padres,
a sus plantas y animales
con plomo duro
ya contaminados,
como el agua
y los peces de los ríos,
ya muertos, ya heridos,
y tú, feliz en tus palacios.
Hombres de papel
de sombras animados,
por puertas y ventanas
protegidos
de todo aquel
que por desgracia
en vuestro camino
se interpone.
Sombra son,
tu cuerpo y tu destino,
y así caminas
sin cansarte
ni olvidarte
del oro y del petróleo
de las minas y tus manos
que prontas amasan
su fortuna,
exterminado
a niños, plantas y animales.
Hombres de papel
Nada sueñan
Nada piden
Todo tienen
en los bancos encerrados.
Háblenme palomas,
plantas del camino,
del dolor que emerge
por las calles
por los jardines
en las cloacas
de las ciudades
antiguas y modernas
grandes y pequeñas.
Tristes van aquellas aves,
tristes sus alas
triste su mirada
triste su vuelo.
Buscando van
un árbol bajo el sol.
Hombres de papel
sin alma
y corazón de nada,
vives
creces
mueres
y vuelves a vivir
en otra sombra
en otro cuerpo
año tras año
siglo tras siglo.
Solo cambias
de nombre y vestimenta
pero siempre vives
en mansiones
con jardines
y gusanos,
con vidrios
y polvo en los vidrios.
Nada te perturba
ni la lágrima
ni el llanto,
ni el clamor
ni el grito.
Placenteramente duermes,
copiosamente comes,
abundantemente bebes.
Solo ves tu panza
solo ves tus patas
solo ves tus garras
y tragas todo,
el barro y la ceniza
el sudor y los sueños
el polvo y la miseria.
Todo digieres
todo aplastas
minuto a minuto
la vida y la muerte
no te importa nada
NADA, NADIE,
solo tú.
Hombres de papel
en los cielos
en las nubes
en la tierra
y ciudades
eres lo que eres:
por la muerte del obrero
por el crimen y el odio
por el fuego y la ceniza
por el hambre y la sed
por el grito y la infamia
por la desgracia y la miseria
por el niño huérfano y herido
por el hombre muerto
por los perros que aúllan
por la sagrada hipocresía de tu lengua
por el crimen y la sombra
por el dinero que robaste
por los ríos muertos
por los valles destripados
por la ignorancia que impusiste
por la sangre derramada
por la madre que perdió su hijo
por el hijo que no volvió jamás
por el sudor y el insomnio
por la basura que difundes
por las noches muertas
por los días ensangrentados
por los árboles secos ya sin nidos
por la justicia desnutrida
por la violencia que sembraste
por los puentes derrumbados
por el desorden y la sangre
por la paz que muere cada instante
por los niños de plomo
por el eco sin retorno
Todo es tuyo,
Nada es nuestro.
París/2017
*(Arequipa-Perú). Poeta, narrador y ensayista. Es doctor en Letras por la Universidad de la Sorbona (Francia), abogado por la Universidad Católica de Santa María (Perú), con estudios de Literatura en la Universidad de San Agustín (Perú). Ha enseñado en la Universidad Sorbonne Nouvelle-Paris III, Universidad de Picadie Jules Verne y, en la actualidad, en la Universidad Panthéon-Sorbonne (Francia). Ha publicado en poesía Ecos de la Memoria (1988), Voz a orillas de un río/Voix sur les rives d’un fleuve (2002), Voix au-delà de frontière (2003), Un été à voix haute (2004), Poème à une étrangère (2005), La Luz del Camino (2010), Viajera azul (2015), Acción de Gracia (2017), El poeta y la soledad (2018), entre otros; en narrativa Les Vigies (1997), Le jardin el l’oubli (2002), Avant de dormir (2006), Antes del sueño (2009), El viaje de María Hortensia (2013), entre otros; y en ensayo Flora Tristan, La paria et la femme Etrangère dans son œuvre (2003), La sociedad peruana en la obra de José María Arguedas (El zorro de arriba y el zorro de abajo) (2007), Représentation de la société péruvienne au XXème siécle dans l’œuvre de Julio Ramón Ribeyro (2007) y Tres poética entre la guerra civil española y el exilio: Miguel Hernández, Rafael Alberti y Max Aub (2009).