Vallejo & Co. presenta un interesante análisis de poeta y editor chileno Sergio Rodríguez Saavedra sobre la poesía de uno de los mayores poetas y ensayistas vivos del país de Chile, don Pedro Lastra. Lastra conoce como pocos el devenir de la literatura latinoamericana del siglo XX y XXI, puesto que no sólo estudió a profundidad, sino que fue gran amigo de varios de los escritores y poetas más trascendentales para las letras hispanoamericanas tales como Gonzalo Rojas, José María Arguedas, Enrique Lihn, Pablo Neruda, Óscar Hahn, Carlos Germán Belli, Rigas Kappatos, Eugenio Montejo, José Emilio Pacheco, entre varios otros.
Por: Sergio Rodríguez Saavedra*
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Pedro Lastra: la poesía es una vieja noticia
Hablar de Pedro Lastra (1932) es discutir un par de siglos de nuestra lengua –los que conozcan su capacidad evocadora comprenderán- pues es un genuino testigo de la Generación del 50, y además un estudioso de la Colonia, capaz de hacer dialogar a Carlos Germán Belli con el Inca Garcilazo, y desde esas piedras hacer un camino. Profesor Emérito de Stony Brook (Universidad del Estado de Nueva York), Director de los Anales de Literatura Chilena (Universidad Católica), Miembro de Número de la Academia Chilena de la Lengua y correspondiente de su par peruana, Pedro es un dialogante nato con toda naturaleza de palabra, donde al centro de ese estar se encuentra profunda y definidamente la poesía. En este nicho y, tal como afirmara Gonzalo Rojas, el “tono” de su obra es de una consistencia tan precisa como selecto, e incluso podríamos afirmar que escribe sólo un libro desde siempre, al cual agrega y quita palabras, dejando incluso la condición del silencio como otra metáfora cuya lectura se carga del sentido la condición del hombre en el universo.
Su obra, iniciada con Traslado a la mañana (1959) y cuyo eje central es Noticias del extranjero (1979, con sucesivas ediciones en 1982, 1992 y 1998) y que abarcan títulos antológicos y bilingües en inglés y griego, se ha visto acrecentada con publicaciones de sus artículos y conversaciones recientemente, hasta dar una muestra vasta del pensamiento que motiva una poética tan ricamente condensada, “poemas tan sutiles y evanescentes, que es como si lograran atrapar la forma de la poesía justo antes de su fuga” como dijo Óscar Hahn.
Para no dilatar más la consecuencia de este acto, entregamos a Vallejo & Co. una muestra extraída de Noticias de Pedro Lastra (Santiago, 2012).
Escena perdida. 10 poemas de Pedro Lastra
DATOS PERSONALES
Mi patria es un país extranjero, en el Sur,
en el que vive una parte de mí
y sobrevive una imagen.
Hace tiempo, el país fue invadido
por fuerzas extrañas
que aún siento venir en las noches
a poblar otra vez mis pesadillas.
Yo vivo también en un país extranjero
en el cual me dedico
a inocentes e inútiles tareas,
y en el que seguramente moriré
a la hora señalada,
como suele ocurrirle a la gente
en lo que llaman su propio país
o su país ajeno, pues no hay sino distancias
mayores o menores de frontera a frontera,
con líneas divisorias que uno mismo dibuja.
A veces yo recuerdo el país en que nací
y veo como siempre
sucesivos fantasmas
entre los cuales fui uno más, por un tiempo
que me parece muy largo y muy rápido,
ahora reducido a simples años luz en la memoria
de una tarde en un parque,
una conversación en un bar o en la esquina
de una calle cualquiera
por la que pasan sombras de pájaros,
voces indescifrables.
En tales ensoñaciones se van uno a uno mis días,
sin hacer nada que me encomiende a la posteridad.
EL AZAR
¿Y si hubiera nacido en otra parte,
en el Perú, en Praga, por ejemplo
(ya que amo esos lugares)
serías aquel nombre, la figura que eres
creada paso a paso
en estas calles tristes de Santiago,
existirías tú,
persistiría
la presencia que soy, la que me has dado?
MESTER DE PERRERIA
Asiduo de mí mismo sobrevivo
encerrado con llave y cerradura,
negando como Pedro la figura
que más me abruma cuanto más la esquivo.
Busco sobrellevarla y hasta escribo
la agilidad del agua que me apura
la vida como el mar (la matadura
de la luna y del sol al rojo vivo).
Escribo los ladridos a la luna
y al mar y al sol y a otros elementos,
o exalto el modo de las perrerías
EL SOL, AUTOR DE REPRESENTACIONES
No éramos inmortales, me decía
mientras iba de regreso a la casa
por caminos que son
contra toda nostalgia
una parte de mí:
y entonces recordé
a una muchacha vestida de oscuro,
muchacha de los Andes
cuyo nombre casi había olvidado.
Recordé a esa muchacha y la escena perdida
para vivir de nuevo
y saber de una vez lo que sería
la caída del sol
junto a alguien semejante a su sombra.
Y eso fue todo, creo:
sol del atardecer,
sombra de la memoria.
DON QUIJOTE IMPUGNA A LOS COMENTADORES DE CERVANTES POR RAZONES PURAMENTE PERSONALES
Seco
apergaminado por las largas vigilias
leo una vez y otra
la misma historia de esa Dulcinea
que no es historia porque yo la veo
claramente detrás de las paredes
y en las hojas del bosque rumoroso
que son las que mejor cuentan su historia.
Cómo van a saber lo mismo que yo sé
gentes que sólo saben
refocilarse en su ceguera
ayudados por turbios lazarillos
malandrines
falsos comendadores
que nunca vi en mis libros verdaderos.
Cómo van a saber si aquí el que ama
a una mujer soy yo. Y si no fuera
por el bueno de Sancho a quien le basta
creer para mirar y que ama todo
cuanto sus ojos miran
más valdría
(como dirá Vallejo cuando yo me haya muerto)
que se lo coman todo y acabemos.
PARAÍSOS
El niño que construye
en el mundo visible
su pequeño paraíso
velozmente
se adelanta a los días
e instala en su memoria
el paraíso perdido
YA HABLAREMOS DE NUESTRA JUVENTUD
Ya hablaremos de nuestra juventud,
ya hablaremos después, muertos o vivos
con tanto tiempo encima,
con años fantasmales que no fueron los nuestros
y días que vinieron del mar y regresaron
a su profunda permanencia.
Ya hablaremos de nuestra juventud
casi olvidándola,
confundiendo las noches y sus nombres,
lo que nos fue quitado, la presencia
de una turbia batalla con los sueños.
Hablaremos sentados en los parques
como veinte años antes, como treinta años antes,
indignados del mundo,
sin recordar palabra, quiénes fuimos,
dónde creció el amor,
en qué vagas ciudades habitamos.
CAPERUCITA 1975
I
Para verte mejor no necesito
cerrar los ojos
no necesito verte
con un fondo de árboles
no eres fotografía eres el bosque
que se echa a volar y yo te sigo
con los ojos abiertos por tu vuelo
inocente de ramas que me pierden
en la noche del bosque
II
Y para oírte nada de teléfonos
ni orejas grandes
no soy lobo ni oveja
no sé quien soy
oído para tu voz
espacio
que se instala en el mundo
para tu voz que late
rápida y lejos
lejos de mí que soy
menos feroz y astuto cada noche.
CASI LETANÍA
Quién buscará, quién buscará por mí,
quién, señora, buscará por nosotros,
por ti,
quién buscará la otra parte de mí,
señora de no ser más,
señora del extravío.
Cómo será, señora, verte y no verte
más, cómo será
mirar tu neblinosa
figura que se aleja
(esto lo escribo apenas),
porque estamos en mundos distintos.
Yo caigo poco a poco
en las tinieblas exteriores,
y ahora soy un hueso que flota en el espacio.
LOS ENAMORADOS
Veían animales en la cordillera,
animales que no suelen vivir en la cordillera
sino más bien en climas cálidos,
el mundo se poblaba en un instante
y el arca de Noé se desplazaba hacia la costa:
el mundo era una sola presencia.
En este ir y venir pasaron algunos de sus días felices
y al regresar no cabían ya en la realidad.