Por Natalia Litvinova
Crédito de la foto varias webs
Para quién escribimos, por varias autoras
Siempre que compro un libro nuevo busco en Internet alguna entrevista de esa autora o autor. Me interesa la ficción que construimos al narrarnos, las respuestas sobre los inicios en la escritura, el proceso creativo, lxs poetas que nos guían a través del tiempo. Pero hay una pregunta que baila en mi cabeza y solo de vez en cuando aparece en los cuestionarios: ¿Para quién escribimos?
La poeta argentina Dolores Etchecopar dijo: “primero escribí para los caballos y para mi padre, después para conversar con otros poemas que me conmocionaban. Para mis amigos, para no tener frío, para un lector desconocido”. El poeta y filósofo argentino Darío Canton confesó:
“Escribo para el lector atento, el que sepa captar toda la pesada masa de pensamientos que se mueve atrás de cada palabra, de cada oración. Para él, para el que supo de la vida y no viene a beberla en este libro sino a revivirla”.
Propuse esta pregunta a cuatro poetas jóvenes que viven en diferentes partes de Argentina, Sabrina Barrego (Mendoza), Lola Halfon (Bariloche), Milagros Corcuera (Capital Federal) y Andrea Jerez (Provincia de Buenos Aires) y les pedí que nos compartieran sus nuevos poemas.
Sabrina Barrego
Argentina
(Luján, Buenos Aires, 1987). Actualmente sobrevive en Mendoza-Argentina. Fue antologada por Susana Szwarc en Puentes poéticos (2018), por Silvio Mattoni en Poesía del estero (2021) y por Elena Annibali en Poetas Argentinas 1981-2000 (2022), entre otros. Editó Trinchera por Ediciones culturales de Mendoza en 2019. Las hojas del otoño (audiolibro) en la plataforma mendozaencasa.com. en 2021. Participó del festival Poesía ya! del CCK en 2022, en la categoría Poesía en voz alta. Este año se editará Máquinas de duelo en Falta Envido Ediciones (Tucumán).
Sabrina Barrego: “Cuando escribo repito, como coplas, el sonido de las nanas de la infancia y de los poemas que me sirvieron de escuela y de casa y de caballo que, como el de los paisanos, siempre recuerda o adivina donde. Escribo como se reza”.
3 poemas
Paisajes con vacas
soy de los que se quedaron acá
oyendo el corazón de las vacas.
Alejandro Schmidt
Tu abuela se muere.
Luego reencarna en una vaca
que pasta frente a las vías del ferrocarril.
Entonces, dejás de ingerir carne
de cualquier tipo durante años,
aunque no sepas bien porqué.
Años después te leerán una runa
y te contarán la historia
de una vaca primigenia,
que, lamiendo hielo y sal,
reveló la forma de un hombre
al que finalmente liberó,
digo un hombre y no una mujer.
En Chernóbyl manadas de vacas
viven silvestres recuperando sus costumbres
en los bosques, entre el frio y la radiación.
En el momento de abandonarlas,
sus dueñas, que sobrevivieron a las guerras,
al estalinismo y a la tragedia, dicen
que las vacas lloraban, vieran como lloraban.
Doña Ana
Renacerás desde tus cenizas en un país extraño.
Los niños a quienes vestiste durante generaciones
se irán olvidando de tu nombre poco a poco,
las letras desdibujándose de a pares,
pero no así los números tatuados en tu muñeca.
No sé porque insisto con este juego cada vez más
brutal de recordar los detalles de esos días
que aparecen como cuerpos porosos
y mi madre rellena contenta ahora que le pregunto.
Nuestra memoria compartida se parece
a las hojas del otoño que se desprenden
mostrando su lado oculto.
*
Quiero escribir un poema que hable de vos
a los catorce años en un Campo cosiendo para los nazis,
salvando tu vida entre los tanques apenas con una aguja.
Quiero escribir un poema que hable de tu escape
casándote con un viejo por encargue a una empresa
de putas que traía chicas rubias a Sudamérica.
Cuando la guerra terminó estabas viva pero sola,
como quien ha estado en el infierno, ida y vuelta
muchas veces.
Recuerdo el color de tus ojos y el cabello blanco
asomándose por tu pañuelo,
esa puntada invisible que reúne a los recuerdos
con sus sombras.
Es común acariciar a los pollos antes de retorcerles el cuello
Las heladas tardías son las peores,
matan a los pequeños brotes
al poco tiempo de nacer.
Lo natural es que el tiempo pase,
no que quede suspendido
como un túnel de humo negro
flotando sobre las viñas.
Lo natural es que el invierno sea invierno
y luego, la primavera.
Vos querés atravesar el campo de palabras
sin haber sentido en el cuerpo
el frío que quema hasta la fibra,
sin que se te pegue el hollín,
ni los abrojos en los pantalones.
Sin embargo el sol existe
aunque la poesía no lo nombre.
Como un huevo fresco
se asoma dorado entre los álamos
con la fe tibia en que el polvo decante y caiga,
como los frutos por su propio peso.
Mientras, querés cantar
pero los árboles no te hablan,
aunque busqués imitar el idioma de los nidos.
Mientras, el tiempo pasa y la helada sube sin cesar
en acuerdo con tus poemas que, al no crecer, se resienten.
¿Estás feliz con el premio de los hombres?
¡Escuchá! ¿Podés oír?
¿O estás sorda para la música de la tierra?
Es difícil la palabra arteria en un poema;
es difícil la palabra cuchillo
si no estás dispuesta a todo:
a rasgar con el sonido de tu voz la vena de la poesía.
Si el viento no te murmura melodías
mientras golpea contra tu puerta,
no siento culpa, no siento ninguna pena.
Si tus manos están vacías y tus palabras son huecas,
tomá las mías: yo no puedo detener ese flujo
por un puño de ladrones de gallinas.
Pero como labrador mañoso,
que con paciencia cuida de su cultivo,
yo misma me sé la forma
la mano invisible que marca
el sendero pedregoso de los bueyes,
ida y vuelta por los surcos.
Más allá de eso no hay nada.
Ruido blanco y pedestales.
Más allá no hay un hogar posible,
porque te faltan los elementos para levantarlo.
Acaso un resto de miel donde iría el corazón
dispuesto pronto a evaporarse
como los falsos recuerdos.
Guardo un ovillo de lana
en el saco frágil del cuerpo.
Si quiero tiro del extremo
y las palabras no paran de salir.
No me busqués donde ya no estoy.
El poco aire que cobijo en mis pulmones
lo soplo sobre los versos
que brotan desde el suelo de una casa
que conozco, que recuerdo.
(de Paisajes con vacas, inédito)
Milagros Corcuera
Argentina
(Buenos Aires, 1993). Escritora, viajera y Lic. y Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Estudia Edición en la Universidad de Buenos Aires y se especializa en un posgrado de literatura infantil en la Universidad de San Martín (Argentina). Trabaja como docente, mediadora cultural y bibliotecaria. Publicó Trasandina (2018) así como poemas y crónicas en diversas antologías y portales latinoamericanos de Argentina, Chile, Perú y México. Fue becaria del Taller de Poesía de la Fundación Pablo Neruda (2018) y del Laboratorio de Escritura Territorial (2021). Desde hace 5 años, integra el Taller de Poesía de Natalia Litvinova. Su escritura se abre y permea a otros espacios en los que vivió y viajó como Chile, Colombia, Europa o África y a una variedad de registros: libros álbum, poesía, prosa poética y crónicas. Actualmente, continúa escribiendo varios libros álbum junto a ilustradores mientras termina su segundo poemario, Una pared llena de exvotos.
Milagros Corcuera: “Escribo poemas para dialogar con el mundo. Escribo como quien toma notas de lo inaudito y maravilloso: el mundo es extraño y canta canciones que mi oído escucha. Escribo para viajar y viajo para escribir”.
3 poemas
Exvoto de la sangre
Doné medio litro de sangre.
La pusieron en una bolsita
de plástico con etiqueta
a mi sangre cantarina,
y me hicieron marcar casillas.
Quisieron saber
en cuántas camas la compartí,
si estuvo enferma o triste.
Era oscura y viva,
bombeaba fuerte
porque llegaba tarde
y apuré el paso.
Sepan que fue hecha para correr,
no está acostumbrada a estar quieta
y se enciende por las noches.
Puede que su nueva dueña
no la acepte si se entera que fue mía.
Yo di libremente, como quien se corta
y adereza con las gotas la ensalada.
Obtuve un punto invisible en el pliegue.
Lo haría de nuevo.
Exvoto de la yema del dedo
Cuelgo en la pared un dije
que tiene la punta de mi dedo.
Agradezco la gracia concedida,
la piel que sanó los cortes de cuchillo,
esos arados que irrumpieron
en los surcos del dedo.
Escupió una o dos espinas
y tanteó con cariño
el borde de las cejas de los hombres,
mesó el nacimiento de las sienes.
La yema tiene un idioma propio
que habla bailando sobre la piel,
no puedo develar lo que dice,
su lógica es más serena.
Le construyo un altar,
se merece un santuario y devotos
que celebren sus milagritos.
Fue mucho más sabia que yo:
sólo supo amar.
Estatua de San Antonio
Es mi favorito.
Tiene cansadas las orejas
por las cosas que pierdo,
ay, San Antonio, las llaves,
ay, San Antonio, ese libro,
dónde dejé el documento,
me falta la garantía
del amor: si aparece
juro que rezaré tres avemarías.
Otras mujeres lo ponen boca abajo
en vasos de agua, le quitan
al niño de las manos, lo encierran
en el congelador para que les cumpla
la promesa de un marido. Él escucha, quieto.
Nació Fernandinho de Lisboa,
yo le pido que me dé
unas cuantas sardinas a la brasa,
comerlas con las manos, bajarlas
con un trago de ginjinha
y que borracha me saquen a bailar.
(de Una pared llena de exvotos, inédito)
Lola Halfon
Argentina
(Buenos Aires, 1993). Reside en Villa los Coihues, Bariloche. Forma parte de la Biblioteca Popular Carilafquen, de la Colectiva de Escritoras Patagónicas y de la Librería El Plan. Organiza eventos de poesía. Coordina talleres de escritura y lectura. Quedó seleccionada en Diarios de encierro (2020) con fragmentos de su diario íntimo. Ha publicado en poesía Jardín, 100 poemas sobre flores de 100 poetas argentinxs (2021); Flotar, 100 poemas sobre ríos de 100 poetas argentinxs (2021); Patagonia Insurgente (2021); Por senderos no pisados (2020) y Transversal, poesía contemporánea de Río Negro (2020) y Todavía hay fuga (2022).
Lola Halfon:“Escribir me acerca a lo otro, a lxs otrxs. A mis amigxs y familia, a lxs poetas que leo, a quien amo y a quien no conozco, al bulbo de tulipán que vive en el cantero. Escribo y dialogo con mis bisabuelas, que jamás me leyeron. Escribo para que alguien baile y como una forma de tocar el mundo. Aunque, también, como una forma de traición al mundo”.
3 poemas
rescataste una planta moribunda
abandonada en un jardín
la trajiste a mi casa
con delicadeza
en una maceta colgante
las hojas fueron reviviendo
¿estaban muertas o casi?
hace unos días
languidecieron y no supe
si más agua, menos agua
más sol, menos sol
quieren más tierra, dijiste
y le armaste una casita negra
a la raíz
hoy está firme, brilla
y pienso
cuántas cosas vi morir
por no saber cuál era
el elemento que faltaba.
existe una especie de insectos
los fásmidos
entre ellos
el insecto palo
y el insecto hoja
cuando los conocí
me fascinó
su obsesión por el camuflaje
si están en peligro
se desprenden
de sus extremidades
para escapar, leí
que las hembras sin alas
para dispersar sus huevos
se dejan atrapar y comer
por un pájaro
los fásmidos
me recuerdan
todo
lo que no
quiero:
la mímesis con el entorno
el abandono de mis partes
el sacrificio
para que otros
sobrevivan.
cuando eligieron mi nombre
no sabían que hubo
otra Lola en la familia
mi tatarabuela
la abuela de mi abuelo Raúl
padre de mi madre
cruzaba el desierto
vendiendo comida
y le cerraba los ojos
a los difuntos
no se sabe si es mito
que la encontraron muerta
con las manos en los párpados
en otra rama
mi bisabuela
la madre de mi abuela
madre de mi madre
defendía sus derechos
incitaba a las suyas
a la sublevación
mientras les pedía
que no se casaran
que no tuvieran hijos
no tengo claro por qué
las estoy nombrando ahora
no hay relación
no hay hilo
pero algo suyo me mantiene
en esta madrugada
despierta
luchando en un desierto
sin derechos
con las manos en los ojos
pero abiertos.
Andrea Jerez
Venezuela
(Mérida,1997). Poeta y diseñadora multimedia. Creció en Tovar, pueblo pequeño de los Andes venezolanos, de donde emigró a los 18 años a residir en Argentina. Estudió parte de la carrera de Artes Audiovisuales mención Guion en la UNA y, actualmente, estudia Diseño Multimedial en la escuela de arte digital Davinci. Desde el 2018 asiste al taller literario de Natalia Litvinova. Fue invitada a la serie de podcasts Poesía Ya! del CCK y al festival Nosotras Movemos el Mundo de la misma institución. Fue publicada en la revista POESIA de la Universidad de Carabobo, en la antología CAMPO 100 poemas sobre la tierra editada por el grupo Camalote y próximamente en la 7ma antología de poesía joven Rafael Cadenas.
Mantiene inédito el poemario Rostros en la madera, donde indaga las historias luminosas y oscuras de la familia, soledad, arraigo y desarraigo. La presencia de una hermana muerta acompaña al yo poético a descubrir sus duelos.
Andrea Jerez: “Hay un pájaro que se acerca a mi ventana por las mañanas, aunque él no sepa leer, le escribo. También hay una mancha en la madera de mi escritorio con forma de rostro, aunque no sea muy expresiva, le escribo. No estoy acostumbrada a escribir para un lector, es poco lo que he compartido de mi trabajo. Sin embargo, fantaseo que quienes me lean también hablarán con los pájaros y con los rostros ocultos entre las cosas”.
3 poemas
Mujer Pichón
Mujer pichón dormía en un huevo translucido
la tarde que salí por bosque pino.
Tenía la piel babosa, desplumada
y los ojos perdidos en la neblina del valle.
La vi esconderse entre los restos de cáscara
hasta que dio sus primeros pasos
y destrozó el nido buscando comida.
Mujer pichón no murió de hambre,
encontró lombrices en las grietas del árbol.
No murió de sed, chupó su pelo
después de cada lluvia.
Una mañana, cuando terminé de cantar,
la vi tambaleando en su rama.
Mujer pichón está triste, quiere camuflarse
entre las hojas secas y las piñas del bosque,
no puede aletear con esos brazos flacos,
con esa cola pelada, con esas patas inservibles.
Podría acercarme y ayudarla,
pero es de humanos resolver el destino del otro,
los pájaros dejamos que la naturaleza
siga su curso.
Transformaciones
Me bajo los pantalones,
acomodo mis nalgas en el agujero frío
y espero. Aquí las cosas se transforman.
He visto a personas despedirse de su arrogancia,
en cuclillas, buscando piedad de una bestia caprichosa.
Algunas bajan la cabeza y observan
cómo se libera el resto malquerido,
otras recatadas cierran los ojos y se esconden
en un recuerdo que llora por amor.
Las afortunadas dejan ir las lágrimas
cuando bajan la llave,
las perdidas, evitan la mirada del espejo
mientras se lavan las manos.
No sé quién seré cuando mi cuerpo arda
y este lugar se envuelva en la neblina
pero cuando salga ya no importará,
será un secreto más flotando en el río.
Dilemas religiosos
Sería fácil tener fe,
caminaría por estas calles
sintiéndome protegida
como una paloma que se esconde
entre el pelo hípster de Dios.
No correría por las noches
de camino a casa, al contrario,
entraría a esa disco under
donde se emborrachan los Ángeles
de camisas de flores y lentes oscuros.
Si creyera en ellos, dejaría que uno
se acercara y me agarrara
las caderas con respeto
para dejarme llevar.
Bailaría con la confianza
de que mi vida pende
de su música divina
cuyo final está escrito
y no hay nada
que pueda ofrecer
para cambiarlo.