Por Carina Sedevich*
Crédito de la foto Laura Bellomo
Para percibir el sol.
13 poemas de Carina Sedevich
The woman who left
UN JOROBADO VENDE tibios embriones de pato.
Un hombre vestido de mujer se le aproxima y danza.
La noche que se extiende como aceite en las esquinas
va tornasolándoles las pieles. Alcanza también
las bolsas de basura, el lomo de un gato que hunde
el hocico en el arroz de las ofrendas callejeras.
Lav Diaz filma con demasiada luz, dicen los críticos.
°
Lav Diaz se parece a los muchachos –lampiños, sin edad-
que bailaban reggae en aquel bar de Bali junto al mar
mientras nosotros filmábamos y varios holandeses
saltaban -apoyando los brazos en el pecho del otro
como mantis a punto de devorarse- y unos australianos
se sacaban la ropa y los mozos nativos reían y les
servían más alcohol. En el Asia de Diaz –y en la nuestra-
el plástico refulge debajo de la luna, dulcemente.
Kárhozat o La condena
EL HOMBRE CONOCE el filo del cuchillo que le raspa la cara
por el sonido espeso y gris. Cae la lluvia sobre el bar
y la mujer que canta dentro tiene el pelo húmedo.
Cada película del húngaro es una caja de música.
Los diálogos son innecesarios, pero en un momento
alguien dice: “todas las historias son de desintegración”.
El protagonista vacía la copa de un trago y yo me ahogo.
David Carradine
SEGÚN TARANTINO la cámara fue hecha para mostrar a
la gente matándose y besándose. Hay mañanas en que estoy
para siempre entrando con un hombre en un hotel.
-La hierba del invierno cruje a nuestros pies y desde fogatas
invisibles sube el humo que perfuma el aire.-
(de Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder)
CAEN HOJAS BRILLANTES como estrellas y plumas oscuras como lanzas.
La lavanda pálida se encorva. En amalgama,
el verano declina en el océano.
SEAN AMPARO, aceradas flores de lavanda
que cimbran en el camino
desierto que anda mi hermano.
EL AGUA TIENE CLAROS y momentos de espuma.
Se atraviesan dos pájaros, simétricos.
Las colinas se acercan bajo la nube inmóvil.
Boyan troncos. Hay pilotes. Una luz que tiembla.
El barco gira. La sirena suena.
Grandes metales oscilantes crujen.
Unos rayos de sol cortan la noche
extensa sobre el estrecho de Georgia.
Se abren los ojos de los navegantes.
(de Grandes metales oscilantes crujen)
La fruta que los budas se llevan a la boca
1
Los budas no tuvieron padres que combatir
ni hermanos más amorosos, que los fueron destronando.
Tuvieron tiernos maestros y ramalazos de luz
en los que el dolor ardió por combustión espontánea.
*
Los vecinos de los budas no se burlaban de ellos.
Ni por sus raras palabras ni por sus grandes orejas.
Y la sombra de los árboles buscaba sus cabezas.
2
Los budas no necesitan caminar a la montaña.
Respiran con gran dulzura el aire más cristalino:
el que la lluvia mojó, el sol libró de los ácaros,
y perfumaron agujas de las ramas de los pinos.
*
No necesitan del sol para percibir el sol,
ni la arena de las alas de la oscura mariposa.
No se acercan a los niños para entender
la ternura. No se llenan de pasión
por una sola palabra.
3
Cada día
la fruta que los budas se llevan a la boca
es la más dulce fruta de sus vidas.
4
Flores silvestres
de un amarillo amargo
que entre las lajas de arcilla
esperan el temporal:
los budas no se estremecen
como nosotros.
*
Óleo sedoso
de la taza de la cala,
polen espeso
de la espada de la cala,
tálamo verde
de sombra tan delicada:
recuerden siempre a los budas.
Oren por mí.
(de Los budas y otros poemas)
UNA TÚNICA DE MONJE te preserva
en la montaña Wu Dang,
donde tus manos refulgen.
Tu cuerpo se reclina frente al agua
en quince formas de felicidad.
Siento pudor de que me hayas tocado.
Sólo el humo de la pira
es más ágil que tus manos.
EN EL CAMINO hacia las termas
se nos aparecen criaturas.
El cielo puro, azulejado,
se encastra sobre la tarde rápida.
Se abre la arcilla de los montes
en grietas que corren como sierpes.
El vacío puede completarse.
Tenemos feraces pensamientos.
TU SALIVA se disuelve como una hostia en la mía.
El silencio orante, acontecido,
es menos real que la memoria.
Nada. Una efusión de pájaros en la tarde fría.
(de Flor cineraria)
MARIPOSA MONARCA solitaria:
el sol parece bajar lento,
el viento parece correr rápido.
Pero no tienen hacia dónde ir.
Apenas una ruta señalada.
-Hija,
como dos pájaros domésticos
unidos por un hilo y un anillo
esta mañana nublada de noviembre
andamos por el parque
con los brazos desnudos.
Somos del mismo tamaño
cuando miramos las flores de los árboles,
la hormiga que se pierde entre la arena.
Tu corazón cabe en mi puño,
pero también cabe el mío.-
ESTA MANZANA DEBIÓ SER de Blancanieves:
dura como un músculo, tersa como un cristal,
del tamaño de mi puño y de mi corazón,
oscura como la noche si la noche fuese
roja,
mojada como los mares si el mar no fuera
de sal.
-Hija:
estás en mis brazos.
Con una de mis manos
te alimento.
Con la otra
contengo un pájaro blanco,
vaporoso
en tu pulmón.-
MARGARITAS, CRISANTEMOS, astromelias.
Conozco el mundo cruzando la vereda
hasta la florería de la esquina
con la hija que no tuve
de la mano.
-Sobre el mar, en Finlandia, llega al puerto
una gran barca que se llama Eira.
Hubiera sido un buen nombre para ella.
Y ese azul mustio, que lo lame todo,
hubiera sido el jugo de sus ojos.
Hubiera sido blanda y alunada.
Hubiera peinado
su melena con agua.-
(de Lejanas bengalas estallan)
*(Santa Fe de la Vera Cruz-Argentina, 1972). Poeta. Reside en Córdoba (Argentina). Se formó en Comunicación y semiótica, entre otras disciplinas académicas. Dirige desde 2018 la revista universitaria Ardea. También se desempeña como profesora de yoga y meditación. Ha publicado los libros La violencia de los nombres (1998), Nosotros No (2000), Cosas dentro de otra cosa (2000), Como segando un cariño oscuro (2012), Incombustible (2013), Escribió Dickinson (2014), Klimt (2015), Gibraltar (2015), Un cardo ruso (2016 y 2019), Cuadernos de Lolog (2017), Lavar a la madre (2017), Los budas y otros poemas (2017), Lejanas bengalas estallan (2018), Flor cineraria (2019), Grandes metales oscilantes crujen (2019) y Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder (2020).