Por: Enrique Solinas
Crédito de las fotos: Pablo Romero
Pablo Romero, una entrevista y 7 poemas
PR: “La poesía más que un género es la posibilidad
de una sensibilidad aguda, implacable”
Romero Básico
Pablo Romero (Prov. de Tucumán, Argentina, 1999) es un joven poeta –si cabe esta denominación– con una calidad y solidez deslumbrantes. Con sus dieciséis años, su voz poética se levanta por encima de las nuevas promociones, siendo la voz más interesante de la nueva poesía argentina.
Autor de Días de Babel (Stillnes & Blood Press, México, 2015; reedición Editorial Buena Vista, Córdoba, 2016) e Introducción al fuego (inédito). En 2014 dirigió la revista digital por qué tiemblan (http://porquetiemblan.blogspot.com.ar) y lleva a cabo el proyecto Poesía F5 o la arquitectura del cómo (http://poesiaf5.blogspot.com.ar). Compiló junto a Rosa Berbel, la antología Orillas –una muestra de poesía joven argentino-española–.
Sus poemas aparecen en numerosas revistas digitales e impresas, de Argentina y del exterior y lleva adelante su propio blog llamado Retrato incendiario, http://retratoincendiario.blogspot.com.ar/p/sobre-mi.html
El comienzo (entrevista)
Enrique Solinas [ES]: ¿Cómo llegó a vos la poesía?
Pablo Romero [PR]: La poesía viene mucho antes que la escritura. Es anterior a nosotros, la poesía se acarrea. Acarrear me parece una palabra preciosa porque suena a arrastre, a tierra. Cada vez que la oigo algo me tira y me lleva hasta el fondo de mí: la escritura podría ser eso. La escritura podría no ser.
Nací en una casa gigante que pertenecía a mi abuela. En el fondo de la casa, había un cuarto –todavía hoy deteriorado– lleno de musgo. Adentro, había cientos de libros. Jugar era correr y llegar hasta ahí, con el miedo a la oscuridad, a los bichos, al polvo, agarrar un libro y salir corriendo. Una aventura.
Di con la poesía a los once años. Papá escribía y leía mucho, me regaló una Antología Universal. Hay quienes dicen que la poesía lo eligió. Ese no es mi caso. Yo elijo escribir poesía todos los días, yo elijo persistir.
[ES]: ¿Por qué pensás que escribís poesía y no otro género?
[PR]: Todos los géneros son poesía. Muchos poetas han demostrado ser buenos novelistas, ensayistas, directores, artistas plásticos. La poesía más que un género, es la posibilidad de una sensibilidad aguda, implacable.
[ES]: ¿Y cómo es escribir desde Tucumán, el norte de Argentina, lejos de Buenos Aires? Contanos esta experiencia.
[PR]: Escribir poesía en una ciudad perdida en el norte del país tiene su encanto, pero no deja de ser muy difícil acceder a cierto público y a ciertos sectores de la cultura que acá prácticamente son inexistentes. Hay que despampeanizar la literatura. Desconsagrarla. En ese sentido el internet ha sido revelador. De repente encontrar poemas de Daniela Camacho o Elena Medel es una especie de revelación del mundo. De un mundo que es mío y con el que comparto temporalidad.
Creo que si pudiera, no elegiría nacer en otro lado. Esto es lo que soy, y cada partícula de mi historia –por más minúscula que sea– me trajo hasta aquí.
[ES]: Luna Miguel, Rosa Berbel, David Meza, Oriette D’Angelo, vos y otros tantos más que forman parte de las nuevas promociones poéticas, son considerados hijos de la red, porque fue ella la que les dio visibilidad. ¿Considerás que esto fue decisivo a la hora de escribir?
[PR]: A la hora de escribir, no. Pero sí es una forma de mirar y entender el contexto histórico que nos toca vivir. Disfrutamos que cada escritura y realidad espaciotemporal sean distintas. Lo celebramos. Estoy en total desacuerdo con quienes leen esta nueva ola poética con juicio comparativo. Internet es un medio importantísimo. Nosotros nos resistimos a decir que escribimos a la luz de una vela y con una pluma. Aceptamos que abrimos el W
De alguna forma Pablo no existiría sin Luna, ni Rosa, ni David. Es el intercambio lo que nos permitió sentirnos parte y lo que nos impulsó. Estoy convencido de que la literatura tiene que ser testimonio de su tiempo.
[ES]: Tu poesía sorprende por su originalidad y porque en tu poética hay gestos de novedad y calidad que no suele ser común en el espacio literario y menos a tu edad. Esto sumado a las distintas reflexiones que realizas sobre el cuerpo (el dolor del existir, el poder de la palabra sobre el cuerpo), y temas como la madre, la infancia y la muerte, en forma dialógica-retórica, llegando a momentos deslumbrantes en medio de la aparente oscuridad. ¿Cómo percibís que es recibida tu poesía? ¿Sos consciente de lo que producen tus poemas en el lector/espectador?
[PR]: No. Y espero no caer nunca en la consciencia de creer saber lo que producen mis poemas en el otro. Veo mucho asombro del otro lado. No sé si soy bueno o no. Esta es la mejor versión de mí que hoy puedo ofrecer. Yo quiero seguir creciendo.
Me comparan con poetas imposibles, me hace mucha gracia. Me resigné a ser Pablo y a veces hasta pareciera ser suficiente.
[ES]: ¿Qué es lo que te interesa comunicar en el poema a la hora de escribir y por qué?
[PR]: Busco el asombro. La sorpresa.
Dejarse y hacerse sorprender por el lenguaje no es cualquier cosa; implica componer minuciosamente un autómata destinado a repetirse para siempre. En ese sentido, no hay nada premeditado. Es imposible elegir qué es lo que nos asusta o enamora.
Uno piensa en sus pasiones. Lo demás es instinto.
[ES]: La poesía, ¿de qué nos salva, a qué nos condena?
[PR]: De uno mismo, a uno mismo.
[ES]: ¿Escribir para qué, para quién?
[PR]: Escribo para acortar la distancia entre mi existencia y yo. Hacer puente o salvavidas, para tener un poco menos que nada.
El hombre ha buscado desde siempre un poema que lo salve: el primer ejemplo de la historia son las manos en negativo. Esta necesidad de una concepción nueva del mundo, dejar grabada una huella aunque sea anónima, con la simple esperanza de no dejarse arrastrar por el olvido. Aún cuando se está solo. Aún en la oscuridad. Aún con las manos rotas.
Empecé a escribir con la esperanza inútil de que algún día me leyera mi hermano. Él tiene un retraso mental: doce años y no habla. A veces creo poco probable que alguna vez llegue a hacerlo: es de esa imposibilidad desde donde escribo. Desde esa angustia.
[ES]: Tu primer libro Días de Babel fue editado en 2015, en México, e inicia un camino prometedor y entusiasta por parte de los lectores y de la crítica. ¿Qué es lo que estás escribiendo ahora y en qué otros proyectos estás trabajando?
[PR]: Actualmente, trabajo en una reedición corregida y aumentada de Días de Babel, que será publicada por Editorial Buena Vista (Córdoba, Argentina). Recibí propuestas de edición en Europa para mi segundo libro, Introducción al fuego, pero aún no puedo decir demasiado. Algunos poemas de ese libro que circulan por ahí están teniendo una recepción hermosa, al menos. Eso me alegra mucho.
Tengo mil notas para una serie de prosas. Pero a diferencia de mis otros proyectos, esto no es algo que considere publicable, sino que es más bien un juego de percepción donde dialogan la pintura y la poesía, indistintamente. Tengo que elegir a quién matar, todavía. Pensé en Wyeth.
[ES]: Por último, ¿Qué es lo que vos querés?
[PR]: Sensibilidad suficiente para nunca aburrirme del mundo.
Así escribe Pablo Romero
Siete poemas
Poema
Escribir es deplorable, Cuerpo.
Pretendemos encontrar haciendo pérdida.
Inútiles. Adoramos la poesía porque no es.
Nos odiamos porque somos. Escribir
es un parto porque siempre hay un hijo
y siempre uno es padre aunque nunca se sabe:
querido hijo dos puntos. Acá tienes el mundo.
Es la hiedra que calo entre tus huesos.
Apartado sobre la atrocidad
a Lucas
El niño dice tiempo y le sangra la boca
grita como queriendo arrancar de golpe
el gesto muerto de un dolor
demasiado inútil
la columna torcida de sostener
el peso de otros años
unas manos donde nadie espera
para la terrible ceremonia de mirarlo caer
no debería el miedo caminar descalzo
un paso y otro a la intemperie,
descenso transversal al agujero de los días.
el niño dice tiempo y le sangra la boca
un romperse contra toda luna
contra toda intensidad
Romper un vaso
Estaba al borde. Lo juro. Casi imperceptible,
atento a la ruina como a punto de darse muerte
como sabiendo el lugar exacto dónde hacer fuga.
Estaba al borde.
Tuve un amor alguna vez. Era como vivir de la sed,
darse contra el mar hasta romper el cuerpo.
Pero no era mi cuerpo lo que se fragmentaba
en la caída,
no esta vez. El vaso caía por el peso de su nombre,
dije vidrio y no necesité más para cortarme.
La poesía hace estas cosas.
Estudio sobre el fracaso
Padre nuestro
no sé cómo se escribe tanta vida.
Tuve que decir la plegaria porque la fisura
marca lo insufrible de mi cuerpo.
No cabía la luz. Lloraba
como si me hubieran llamado Pablo o infinidad,
es lo mismo; como tragar sin querer el pecado
de haber nacido insaciable.
Escribir la ruina, escribir la catástrofe
hubiera sido más fácil que decir mi nombre.
Por ejemplo, hagamos de cuenta
que es alba y que no estás.
Hay que hacer fuerza para nunca
porque la letra no cede. Se hace de golpe
un intento por dejar la plegaria y empujar
la náusea para adentro, un proceso inútil y
nefasto como aprender a mirarse las grietas,
ahogarse sin para quién, sin para dónde.
Dije: así se hace la noche
un empujón con las yemas para parir
el llanto por la boca:
sin palabras para renunciar a la calidez
de nuestros huesos, sin fuerzas
para dejarnos caer en la memoria del mar
que nos ha visto
(de Días de Babel)
Niño y luna
«Había un lugar hermoso porque era mío».
CRISTINA RIVERA GARZA
Están sentados. Uno al lado del otro, corazón adentro.
El amor arde porque está vivo y el cuerpo es el martirio
de un cáncer insufrible, precioso. No hay fuerza para mí
en las palabras incapaces de condenarnos
a la pérdida o al olvido.
Están sentados.
El niño dirá una palabra para temblar la noche: su nombre.
Va a escribirlo en una piedra.
Con el tiempo a eso va a llamarle perdurar, sin percatarse
de que todo se borra, incluso este recuerdo.
Sin entender que crecemos
en la medida en que aprendemos a no morir
y que ninguna palabra basta para plantarnos de cuajo
en la memoria.
Un día están sentados.
Al siguiente nunca más.
La memoria
Alcanzo a atrapar fragmentos de la historia que tu cuerpo va dejándome,
intermitencias feroces como piedras. Cuando el viento es bueno las palabras
se escriben solas. Cuando el viento es bueno sabe arrancarte: desconocimiento
después, no saber dónde se está, cómo colocar las manos.
De repente estamos lejos y camino es una palabra que no sé transitar,
hay que arrancarse los ojos para ver aquello que el filo esconde
detrás de las cosas.
Y sin embargo escribe como si la escritura pudiera devolverte a ese lugar.
Como si arrancar bastara.
Niño y dialectica
a Claudia Masin
Me arranco vivo en el gesto de permanecer. Yo quedé pensando
que quedarse no es persistir, que la historia de la casa comienza
cuando se vacía, que el primer recuerdo es siempre después.
No escribo esto como quien se va sino como quien nunca supo irse.
Como quien descubre, por las malas, que la belleza lastima
casi tanto como la sed.
¿Construir una casa nos hubiera salvado de nosotros? Ni vos ni yo
quisimos nunca una casa pero la escribimos, escribimos
hasta hacer una casa el llanto y hasta pareciera que correr la herida basta
para no morir demasiado.
Los niños sentimos cuando llega el olvido. Sabemos el momento exacto
en que la niebla comienza a partirnos. Esto es también la inocencia,
decir la palabra incorrecta en el momento adecuado:
el niño murió de escribir el fuego que lo hizo trizas.
La luz recuerda el dolor que ocupamos.
(de Introducción al fuego, inédito)