“Ofelia”, de Sergio Gómez Reátegui

 

Por Miguel Lescano*

Crédito de la foto Arte de Miguel Lescano

 

 

Estéticas de ciudad. Romanticismo y quebradas vacías

en el devenir del poema “Ofelia”,

de Sergio Gómez Reátegui

 

 

Ofelia

 

No la flor que das; la flor que eres, quiero.

Fernando Pessoa

 

Esa MALVADA mariposa canela

se posó en mi hombro en pleno invierno,

el mas crudo de mis inviernos,

y sin saberlo me trajo las primeras luces

de la primavera.

 

Hay mujeres que provocan

hundirnos en el océano de su cuerpo

ir como un pez por sus profundidades de caracolas, 

algas suaves, y hacerlas estallar

sobre los peñascos, mordiéndolas.

 

Pero cuando Ofelia se despojaba de sus prendas

el mundo que a escondidas vive, es decir,

las arañas que tejen historias, los grillos, el escarabajo

que duerme en mis zapatos y yo,

nos asombrábamos:  mis ojos veían clarear la aurora

y me sentía pequeño, insignificante,

como uno de esos bichos ante su luz.

 

Ofelia es la dueña de este enjambre

de lirios blancos y jardines apacibles:

decenas y decenas de muchachos se irían felices 

colgados de su falda por un precipicio.

 

Yo he salido del hoyo al sol

de la mañana para verte otra vez.

 

¿Por qué piensas que no podré besar tus cicatrices,

si tus labios eran ungüento en las mías,

si me prohíbo parpadear al mirarte?

 

Me niego a vivir este presente de mirarnos

como estatuas, me niego a tenderte mi cariño

y que lo arrojes como una flor enferma.

 

¿Acaso no lo dije entre dientes

mientras mordía el pan caliente de tus muslos?

 

Si me besas, la vida se ecualiza:

nada se compara a esas lágrimas de gozo  

que bebí de tu cántaro.

 

Bienaventurados quienes no hallaron

entre tus piernas el reino de los cielos,

bienaventurados sean.

 

Es verdad:

el amor es un animal que me espanta,

pero no todos tenemos una Ofelia en esta vida.

 

Es mejor eso que vivir así,

emboscado, sin poder salir de aquella trampa

que una noche, deliciosamente borracha,

me tendiste.

 

Arte de Miguel Lescano

 

I.

“Pero tu voz es una luciérnaga encantada” (102). Escribe el poeta Marco Martos. ¿Serán las llegadas de ninfas luminosas de un edén (país) en devastación política que se adhieren en las mentes de los poetas? Romanticismo callejero. ¿La poesía son destellos de luces y sonidos de la naturaleza? Se extienden por metrópolis acorazadas de odio y rencor. El poeta Sergio Gómez Reátegui en su poema “Ofelia” de su libro Sobre papel ajado, acontece que la poesía es un devenir romántico/urbano a recorrer. Pensar, caminar y saber.

En el horizonte surgen detalles y vuelan insectos. Escribe en su primer verso: “Esa MALVADA mariposa canela/ se posó en mi hombro en pleno invierno”. ¿Existe el invierno en Lima? ¿Son sutiles lluvias de desamor y suicidios? En la novela Hamlet de Shakespeare, Ofelia muere cuando se lanza al río Rímac. Ofelia medita si morir de amor o morir insuflada de desechos tóxicos. El poeta Gómez Reátegui camina por la ciudad Gótica buscando una cantina donde beber una cerveza y amar crudos inviernos. Leer libros comprados en esquinas borrosas. Sus anteojos color canela miran lejanas rutinas. Amar a una malvada mujer extranjera es un sacrilegio. Pero es amor al fin de la disnea. El invierno se avecina. Y la amada invisible está apunto de suicidarse. La crisis social acaba con el mundo.

 

 

II.

Las calles de la ciudad de Lima son reductos de amor. Con mujeres invisibles. En blanco y negro. Que lanzan rosas sobre iglesias vacías. Amar es gratis. Un profundo cielo. El poema de Gómez Reátegui Ofelia es una granada de guerra a punto de explotar sobre flores rosadas de un suicidio agónico. El vate escribe: “Hay mujeres que provocan/ hundirnos en el océano de su cuerpo”. El deseado cuerpo. La preciada maldad. Caminar por una ciudad enloquecida pero amada. Lima mágica de anhelos extraviados. El poeta Carlos Oliva versa: “Pero aún no nos espantamos/ Y sigo por estas calles donde aprendí / abrir mi corazón a la melancolía/ Abrir mi corazón como se abre la bragueta/ y derramar mi amor como orines sobre las esquinas” (9). Lima Sobre Lima. Odio y amor. Guerra y holocausto. En esta ciudad los peces son dorados portafolios. Para guardar el interior sus encantos de miradas. Para viajar por astillas y: “ir como un pez por sus profundidades de caracolas”. Ingresar a un microbús repleto de mentiras. Viajar al norte de Lima. Donde Ofelia se disipa de amor.

 

 

III.

Khalil Gibran define el amor:

El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí

mismo. El amor no posee ni es poseído. Porque el amor es

suficiente para el amor. Cuando améis no debéis decir: “Dios está  

en mi corazón”, más bien: “yo estoy en el corazón de Dios”.

 

El amor es sabiduría. La ciudad es amor. El amor es luz que atraviesa el alma del poeta. Lo doblega en pétalos de frenesí. En locura desmedida.

Cuando la amada se despoja de sus prendas y muestra su libertad, el mundo se parte en detritus. Gómez Reátegui rescata a Ofelia de las aguas divinas del río Rímac. Le brinda vasos de brebajes de cebada y la hace inmortal. Ofelia deshace los ojos del ser que la mira. El poeta versa: “Pero cuando Ofelia se despoja de sus prendas/ el mundo que a escondidas vive, es decir, las arañas que tejen historias, los grillos, el escarabajo/ que duerme en mis zapatos y yo, nos asombrábamos”. Los amantes se tomas de las manos y caminan por las calles de Lima en trinidad de goce. Se deslizan por el jirón Kilka con Camaná. Paredes viejas. Solares de maderas astilladas. Son historias que transparentan su caminar. Sólo las cucarachas miran las sombras.

 

Arte de Miguel Lescano

 

IV.

La ciudad de Lima es como letras pegadas en el horizonte. Una caja de peligros. Intrincados sonidos que se deslizan por tus ojos. En mi poema Lima Sobre Lima escribo:

No se podrá nacer más de aquella estrella

lagrima de flor de nuestra antigua Lima

porque insectos se estrellan entre ellos

como pesadillas que eructan las cantinas.

 

No se podrá nacer más de aquella estrella

lágrima de flor de nuestra antigua Lima

ya que en la avenida Arequipa

de luces y pomposidad

se han situado prostitutas que arrechan con miradas.

 

No se podrá nacer más de aquella estrella

lágrima de flor de nuestra antigua Lima

porque gritos mundanos se han quedado colgados

sobre lelas medidas.

 

Y delante de portales de la Lima ambulatoria

a salpicado la sangre, manchando sus astillas gastadas.

 

La ciudad envenena. Es luz y muerte. Es amor pegado en cada esquina.

 

 

V.

El poeta se desliza por avenidas enloquecidas. Lima electrónica. Ciudad rota. Plagada de agujeros. De aceras de cementos. Lima gastada. Bocinazos que enloquecen. Gómez Reátegui escribe: “Yo he salido del hoyo al sol/ de la mañana para verte otra vez”. ¿Ver a la amada por última vez? Temerario poeta de ciudad. El poeta camina por el desierto y la melancolía. Por charcos pestilentes. Buscando a Ofelia. Ninfa perdida en arrecifes mentales. El amor es una búsqueda demencial. Friedrich Hölderlin precisa: “Neciamente vagamos; como la vid extraviada,/ cuando la estaca que la guía hacia el cielo se le quiebra” (77). El divino amor se rompe. Se pierde en poéticas de cristal. En signos de guerra.

 

 

VI.

“Hace trece mil ochocientos millones de años, cuando aún no existían el espacio ni el tiempo, algo explosionó con una fuerza incalculable” (25). Escribe el poeta Carlos López Degregori. ¿Fue el momento preciso donde nace el amor universal? ¿Momento dónde nacen las dudas? La filosofía son preguntas lanzadas al viento. Preguntas imposibles de definir en estos tiempos de finales del mundo. El poeta Gómez Reátegui afila su cuchillo. ¿Hiere o no hiere al sol? El poeta urbano escribe su libro Sobre papel ajado socavado por un romanticismo radiactivo. Irrumpe las calles de Lima con desmesurado amor. El vate se pregunta: “¿Por qué piensas que no podré besar tus cicatrices,/ si tus labios eran ungüentos en las mías/ si me prohíbo parpadear al mirarte?”. Ofelia es una nave que surca el universo. Se acerca y aleja de paraderos del centro de Lima.

 

Arte de Miguel Lescano

 

VII.

“Me niego a vivir este presente de mirarnos”. Precisa Gómez Reátegui. ¿Una daga atraviesa miraras? ¿Es el dolor de amar mariposas color canela? Es el viejo romance que ejercita el vate de mirar un lejano amor. Los ojos son culpables de amar hipótesis. Jorge Luis Borges se quedó ciego luego de leer toda la biblioteca de Alejandría. Los ojos son espejos. Con la que se construyen estructuras y se habitan en ellas. Lima es una caja negra. De gritos. El poema Ofelia de Gómez Reátegui tiene un filo de dudas. Horizonte imperfecto. Miradas sobre miradas.

El amor es una duda mental. El maestro Montalbetti escribe: “fue una línea invisible, una línea que no pudo ver; que no pudo ver con sus ojos pero que sí pudo intuir con su mente” (37). Entonces: ¿el amor es una cosa mental? ¿Fue el poeta, que recorre noche a noche las calles del jirón Kilka, que rescató el cuerpo de Ofelia de las aguas divinas del río Rímac?

 

 

VIII.

El músico Johnny Winter coge su guitarra y rasga las cuerdas. Emite melodías dulces. Con su gruesa y rasposa voz canta un blues: a la vida, a las calles y al amor. Ensordece a su público cuando canta rocanrol. El poema es un grito de rock. Sin tiempos. Sin espacios. Sólo ensordece a la ciudad. Un beso es el verso perfecto. Parodiando a un viejo poeta romántico, que decía, besaré tus labios y sabrás lo que es poesía. El amor es un huir de desiertos. Caminar por espejos sin reflejo. El gran poeta Ovidio escribe: “Rehúyo lo que me persigue, persigo lo que me rehúye” (29). El poema Ofelia de Gómez Reátegui es una línea que atraviesa la ciudad. Música de rayos. Sucesivos sonidos de ciudad. Escribe: “Si me besas, la vida se ecualiza”. Explosión en tus ojos.

 

 

Epílogo

“Es mejor eso que vivir así,/ emboscado, sin poder salir de aquella trampa/ que una noche, deliciosamente borracha,/ me tendiste”. ¿Es mejor seguir viviendo entre tomar cerveza y escribir un poema maldito? Olvidar la ilusión ingrata. El color encendido. En este concierto de amor sin música. Buscando encontrar una mujer suicida que aplacar. Amarla en silencio. Colmarla de besos y de flores amarillas. El escritor de Ofelia lo sabe. Caminará como poeta sin destino que describir. Sergio Gómez Reátegui es un romántico radioactivo. Que busca en cada esquina de esta ciudad de peligros su ilusión explosiva. Desde ciudades inmortales, el poeta López Degregori finaliza: “Es Ofelia que atraviesa el río para hundirse en el poema de Rimbaud. La muerte por agua es más perfecta” (52).

 

 

 

Referentes:

Gibran, Khalil. Recuperado de: https://www.google.com/search?q=%C2%BFQue+es+el+amor%3F+en+El+Profeta+de+Gibran+Jalil+Gibran&oq=%C2%BFQue+es+el+amor%3F+en+El+Profeta+de+Gibran+Jalil+Gibran+&aqs=chrome..69i57.396935j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8

Gómez Reátegui, Sergio. Sobre papel ajado. Lima: Pan Óptico. 2021.

Hölderlin, Friedrich. Antología poética. Madrid: Ediciones Cátedra. 2012.

Lescano, Miguel. Lima Sobre Lima. Lima: Summa Editores. 2015.

López Degregori, Carlos. Variaciones de Victoria. Lima: Máquina Purísima. 2022.

Martos, Marco. Caligrafía China. Lima: Editorial Peisa. 2004.

Montalbetti, Mario. El más crudo invierno. Lima: Fondo de Cultura Económica. 2016.

Oliva, Carlos. Lima o el largo camino de la desesperación. Lima: Editorial Hispano Latinoamericana. 1995.

Ovidio. Mil formas de amor. Barcelona: Ediciones Península. 2002.

 

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1963). Poeta y artista plástico. Desarrolla e interacciona las disciplinas de las artes visuales y la literatura con el objetivo de crear una obra de arte autónoma. Magíster en Escritura creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú). Codirige desde el 2000, junto a la artista Liliana Avalos, el Taller de Grabado Cono Norte. Como artista plástico ha realizado 25 exposiciones individuales en ciudades como Nueva York, Buenos Aires, París, Boston, Ottawa, Madrid, Barcelona y Lima. Ha publicado en poesía Ilusión caja de poesía (2018), Disonante. Texto & imagen (2017), La música dibuja el cielo (2011), Sonrisa negra (2002) y Lima sobre Lima (1987).

 

 

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