Por Bruno Pólack
Crédito de la foto (izq.) Peguin Random House /
(der.) el autor
“No me interesa narrar
como se supone que se debe narrar”.
Entrevista a Juan Carlos Méndez*
Bruno Pólack [BP]: Méndez, he leído decir (y celebrar) en varias entrevistas que tu nueva novela, Cierre de edición, se desmarca de la recurrente complacencia de la narrativa peruana actual, ¿cuánto de cierto crees que hay en esta afirmación?
Juan Carlos Méndez [JCM]: Hace una década, parte de mi trabajo era leer y comentar novedades literarias. Felizmente ya no lo es. Así que no estoy al tanto de lo que llamas narrativa peruana actual. Sin embargo, no me corro de la pregunta. La complacencia es, en efecto, una de nuestras características y no solo a nivel literario. Es parte de nuestra herencia colonial y por eso, incluso, diría que es una estrategia de sobrevivencia.
Y si me preguntas por qué mi propuesta se desmarca de la complacencia, respondería que por la libertad. No tengo obra, editorial, ni lectores. Me explico: en los últimos 22 años he publicado tres libros, uno de ellos de teatro, lo que es incluso peor que publicar poesía. Con respecto a lo segundo, siempre he pagado por ver, es decir que no he tenido otra opción que la autoedición, hasta que recién ahora se arriesgó Penguin, pero tengo claro que es una excepción que nadie sabe si se mantendrá en el tiempo. Finalmente, los únicos lectores que me han manifestado aprecio o interés son, sobre todo, gente alcoholizada que no tiene otro tema de conversación a las 4 am. Digo, entonces, que esta situación que a algunos les preocuparía mucho, a mí me ha dado mucha libertad.
Está claro que no me interesa narrar como se supone que se debe narrar. Y no hay nadie presionándome para que haga lo contrario. Ni una “obra”, ni un editor, ni una jauría de lectores corriendo para que les estampe mi firmita. Así que simplemente escribo buscando lograr una literatura que tenga energía, que me entusiasme, que se atreva a usar palabras prohibidas y sabiendo que ese libro que carcome mis días, noches y madrugadas, puede ser el último.
[BP]: Siguiendo por ese mismo camino, que autores contemporáneos, peruanos o hispanoamericanos, crees que están haciendo bien las cosas y cuales, justamente, crees que siguen esta mencionada complacencia escritural. Queremos nombres, Méndez, nombres.
[JCM]: En la literatura peruana me interesa el sabor a calle, cantina y fluidos que exudan los libros de Gregorio Martínez y Oswaldo Reynoso, y el trabajo con la estructura en algunas novelas del primer Vargas Llosa. Me interesa la línea humorística y onírica que trabaja Bolaño y su intertextualidad con Borges, que se evidencia, por ejemplo, en cuentos como “El Gaucho insufrible” en relación a Sur. Me interesa el erotismo oscuro de Viacrucis del cuerpo de Clarice Lispector y el grito salvaje de El Cobrador de Rubem Fonseca, y volviendo al Perú me interesa mucho la duda en la capacidad del lenguaje para representar la realidad que manifiestan Martín Adán y Blanca Varela y el irrespeto por la palabra (es decir por todo) de algunos poetas de la generación del 70.
[BP]: Entrando ya a Cierre de edición, te has tomado 15 años para publicar una nueva novela desde la, para mí, fantástica Pandilla interior, ¿a qué crees que se deba esta larga espera o, por el contrario, crees que es lo mínimo que un escritor diligente debe tomarse para tener una novela lista?
[JCM]: Desde Pandilla interior han pasado 12 años, no 15. Y eso se debe a que entre el 2010 y el 2014 volví a estar secuestrado por el periodismo. Recién en el 2015 pude concentrarme en la ficción. Terminé la primera versión de Cierre… el 2018, la corregí el 2019 y para el 2020 ya estaba lista para la imprenta, una década después de mi última novela. Sin embargo, la pandemia retraso todo un par de años. Finalmente, creo que lo importante no es el tiempo que uno se demore en volver a publicar. Lo importante es el resultado, el libro.
[BP]: Quisiera decir que Cierre de edición me parece una novela más meditada, quizá mejor estructurada, pero que guarda todavía muchos puentes tendidos con Pandilla interior, ¿cuáles crees que son esas características?, ¿cuáles has querido mantener o crees que son un sello personal de tu narrativa?
[JCM]: La ciudad y el periodismo. Ambas novelas tienen edificios como espacios centrales. En la primera es un hotel, en la segunda una redacción. Ambos son lugares de un intenso tráfico humano, es decir, donde diversos puntos de vista y ambiciones entran en conflicto. Ambos espacios son el punto de partida para recorrer avenidas, caminos, parajes desconocidos. En ambas novelas hay, además, un periodista, es decir un hombre de letras a sueldo, para no decir un asesino. Con respecto al tono, ritmo y estilo, los puentes más evidentes son el humor y la narración a través de diálogos. Un lector osado podría decir que son la misma novela, solo que primera fue escrita en clave surrealista (o directamente patafísica) y la última con recursos realistas.
[BP]: No es un secreto ya que Cierre de edición es, de alguna manera, un homenaje a la revista Caretas donde has trabajado muchos años como periodista, pero, ¿estás seguro que es un homenaje o, por el contrario, es una especie de venganza?
[JCM]: En Caretas fui feliz, si aceptamos que eso es posible en el Perú. Bebí, viajé y aprendí mucho. Algunos colegas se convirtieron en mis amigos y conservo mucho afecto por casi toda la redacción que, como se sabe, no está conformada solo por redactores. A pesar de todos los problemas típicos de nuestra sociedad, donde incluso lo formal es informal, yo tengo sobre todo buenos recuerdos de Caretas. Pero una novela no se nutre de la felicidad. El protagonista necesita obstáculos y enemigos. Mientras va superando esos retos, va demostrando su personalidad y carácter. Así es como se manifiesta ante el lector, para quien no es suficiente que se le describa o se señalen ciertas características de su personalidad. El personaje tiene que revelarse y rebelarse y, como la teoría dramática lo indica, los personajes (como las personas) revelan su verdadera personalidad en los momentos de crisis.
En ese sentido, el ambiente tampoco puede ser amable y cordial, porque esa lucha necesita un contexto verosímil. La traición debe estar al asecho. Y más allá de las técnicas y estrategias literarias, eso es lo que yo vivo y siento cuando camino por Lima. La amenaza es el nuestro pan de cada día. Entonces, para ser verosímil, mi ficción no podía ser ajena a esa realidad hostil.
El referente real, Caretas, fue muy importante mientras escribía la primera versión. Pero cuando esa fase se acabó me concentré en escuchar al libro que tenía entre manos. Yo no estaba escribiendo un documental, sino una novela. Debía pensar en los personajes (ya no en quienes se inspiraron) y si era necesario fundirlos, transformarlos, dotarlos de manías, exagerar sus defectos y virtudes, sumergirme en sus secretos y en sus pecados.
En algún momento, los siete pisos (contando desde el sótano) del edificio donde se ubica la redacción me parecieron muy similares a los siete círculos del Purgatorio de Dante. Por eso, en algunos personajes enfaticé la gula, la envidia, la lujuria y demás pecados capitales. Es así que mis criaturas se pusieron de pie y empezaron a caminar por la novela. Para mí allí está la verdadera marca del escritor.
[BP]: Hay una vertiente interesante de la novela que tiene como motivo y escenario el mundo del periodismo, pero también un número interesante de periodistas que han recalado en la novela, con mayor o menor suerte. ¿Qué novelas y a que periodistas/novelistas tienes en tu altar personal?
[JCM]: Cuando acabé la primera versión de Cierre…, a fines del 2018, tuve que presentar un proyecto de investigación para concluir mi maestría. Me pareció que era una buena oportunidad para leer y analizar a profundidad novelas latinoamericanas con temática similar a la mía. Así que planteé una comparación entre los reporteros Zavalita de Conversación en La Catedral y Oscar Fate de 2666 de Bolaño. Concluida esa tesis seguí investigando a estos periodistas de ficción, pero desde un ángulo intermedial, es decir que ya no solo me concentraría en novelas, sino que también incluiría obras teatrales, películas y novelas gráficas.
Parte de mi corpus era la novela gráfica La ciudad ausente, basada en la novela de Ricardo Piglia y dibujada por Luis Scafati, protagonizada por Junior, un reportero que se sumerge en un Buenos Aires distópico. También lo era la película Tinta Roja de Lombardi, basada en la novela de Fuguet y donde sobre todo me interesaba el amoral Faúndez, el mentor en la redacción de El Clamor. También estaba incluida una de las versiones teatrales de 2666 (hay una en español, pero hay otras muy diferentes dirigidas y habladas en inglés, francés y alemán).
Finalmente, estaban también el Periodista Miope de La Guerra del fin del mundo y Nurit Iscar, la cronista policial creada por Claudia Piñeiro en Betibú. Yo no diría que estas novelas y ficciones están en mi altar personal, pero las he venido leyendo durante los últimos años para consolidar mi proyecto académico. Y son una muestra, además, que tanto en el Perú como en Latinoamérica los periodistas han protagonizado algunas muy buenas novelas y ficciones en general.
[BP]: ¿crees que el periodismo se desprende de la literatura o viceversa?
[JCM]: Hay una larga tradición de relaciones entre ambas actividades. La manera de entender la literatura cambió en la Francia decimonónica con las novelas por entregas, los famosos folletines publicados en la prensa, porque les impuso a los escritores otra dinámica de producción. Balzac, Dumas, Victor Hugo le entraron al baile y luego en el Reino Unido Dickens y Stevenson siguieron con el ritmo. Cuando esa melodía llegó a EE.UU. los escritores ya no solo enviaban sus novelas, sino que se metieron con zapatos y todo a las redacciones. Muchos de los grandes maestros del boom latinoamericano, al igual que Hemingway y Dos Passos, se iniciaron en el periodismo y usaron mucho de lo aprendido en sus novelas. Incluso, si quieres ir más atrás, Mark Twain, señalado por Hemingway y Norman Mailer como el padre de las letras norteamericanas, fue reportero del San Francisco Daily Morning Call y editor del Buffalo Express. Todo eso bebieron García Márquez y Vargas Llosa, ambos reporteros (no solo en sus inicios), para construir sus ficciones. Y si me preguntas por qué existe esta larga relación entre la literatura y el periodismo te respondería que porque los escritores también necesitan comer.
[BP]: Además, y esto ya lo conversamos previamente, espero no ser infidente, la historia de Cierre de edición tienes planeado plantearla en un poemario y en una obra de teatro. Cuéntanos un poco más de esa idea…
[JCM]: Me dediqué a esos proyectos durante la Pandemia. La novela estaba terminada, sin embargo, por la situación mundial estaba claro que no se iba a publicar en un futuro cercano. Entonces, pensé que escribir la versión teatral era una manera de no alejarme de la historia que la novela recrea. En ese proceso descubrí mucho de los personajes, básicamente porque los empecé a observar desde distintos puntos de vista. Cada género exige particularidades diferentes. En el teatro no es realista tener tantos personajes, ni locaciones (¿quién va a contratar a 50 actores y financiar 20 escenografías?), lo cual me obligó a reducir todo a una locación con cinco personajes. ¿Cómo contar la misma historia con esas restricciones? Bueno, una de las soluciones fue no contar la misma historia o al menos no como sucede en la novela.
Luego pensé que también podría realizar un ejercicio similar escribiendo un puñado de relatos y un poemario. Y así seguí explorando. En los relatos, como se sabe, el centro no es la trama general, sino un personaje y su pequeño martirio personal. ¿Qué personajes escoger, cómo encontrar su historia? Aquí también una de las soluciones fue que los personajes transiten caminos diferentes a los de la novela. Por ejemplo, cuento la llegada de la Teutona a la redacción y la muerte de Veguita, eventos que ni siquiera son aludidos en la novela.
En el caso de la poesía la experiencia fue muy particular porque es un género al que nunca me había enfrentado. Sin embargo, descubrí algunas cuestiones con respecto al ritmo y la intensidad con que hay que empuñar la palabra que me gustaron. La obra de teatro la llegué a finalizar, el libro de cuentos y el poemario están en proceso. Una famosa editorial, y espero tampoco cometer una infidencia, pero se llama Vallejo & Co., ha leído un adelanto de dichos textos y me ha ofrecido un jugoso contrato. Sin embargo, aún no me decido. Ya veremos.
*(Lima-Perú, 1976). Narrador y dramaturgo. Literato por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú) y periodista por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Se desempeñó, alrededor de una década, como redactor principal y editor cultural del semanario de actualidad política Caretas, donde trabajó alrededor de una década. Residiendo en Alemania, cursó una maestría en la Bonn Universität (Alemania), donde también trabajó como docente. Como gestor cultural ha colaborado con el Instituto Cervantes de Frankfurt am Main (Alemania), y, en Lima, ha curado diversos proyectos del Goethe-Institut. Ha publicado la obra teatral Tiernísimo animal (2000); y las novelas Pandilla Interior (2010) y Cierre de edición (2022).