Por Augusto Munaro
Crédito de la foto (izq.) Ed. Caleta Olivia /
(der.) Lucas Ribaudo
La naturaleza en estado de pregunta.
Sobre Hay leña (2017), de Jimena Arnolfi
Hay leña (Caleta Olivia), tercer poemario de Jimena Arnolfi*, posibilita un campo poético único. La extrema sutileza de su operación lírica surge de un saber ambiguamente inocente que le permite explorar zonas de tensión a través de la peculiar cadencia de su pulso. Así, el registro de Arnolfi es capaz de circundar el resplandor improbable de la mejor poesía. La naturaleza, asoma como guía instintiva hacia la revelación de los misterios.
Entrevista
Augusto Munaro [AM]: En el prólogo de tu poemario Sara Paoletti dice que Hay leña “puede ser un diario de viaje hacia la naturaleza”, ¿lo sentís así’?; ¿qué rutas transitan estos poemas?
Jimena Arnolfi [JA]: Escribí Hay leña cuando me mudé al litoral, a una casa en medio del monte. Como dice Sara, creo que el libro puede leerse como un diario de viaje porque también es un diario de aprendizaje. Vivir en medio de la naturaleza es aprender cosas todos los días. Aprendí a conjugar el estado de gracia que te da la belleza del lugar con el estado de alerta que hay que desarrollar para subsistir. Porque hay que cuidarse de la naturaleza. Así se fueron armando los poemas.
[AM]: ¿De qué forma la poesía te ayudó a revelar el sentimiento lírico que produce la naturaleza?
[JA]: Cuando escribo, intento abrir los sentidos en lugar de cerrarlos. Me gusta pensar el poema como una artesanía y la naturaleza me aportó nuevas herramientas para el taller.
[AM]: En “Astronomía”, escribís: “Hay que tener paciencia/ para que algo mágico ocurra”. ¿El poema se busca, o viene solo?
[JA]: Yo busco al poema, nunca viene solo. Por eso me gusta pensar la escritura como una artesanía. La artesanía no se hace sola. Pienso palabra por palabra, las frases no aparecen terminadas en mi cabeza. Escribo mucho adentro de lo ya escrito.
[AM]: Tus poemas son breves. Versos cortos, escritos con un lenguaje coloquial y llano, limpio de toda oscuridad metafórica. ¿La claridad (o difícil sencillez) es un efecto siempre prioritario en tu búsqueda?, ¿por qué?
[JA]: Me gusta este ejemplo: Para una persona a quien no le interesa la literatura y para mí, un atardecer puede resultar poético. O incluso un asado. “Esta costillita es un poema”, dijo mi papá una vez. En cambio, algo que se atascó en una alcantarilla seguramente no resulta igual de poético para todas las personas. Quizás ni siquiera llama la atención. Me parece que esas imágenes son poéticas en tanto sugieren otra cosa. En un poema, una palabra dice una cosa y a la vez otra y a la vez otra. Entiendo la escritura como algo más que describir un paisaje o contar lo que me pasa. Esa es mi búsqueda. Si después el poema, la artesanía, se ve simple, como decís, me alegra.
[AM]: En un pasaje de “Araña” escribís: “La memoria se basta a sí misma/ trabaja con convicción/ como una araña, obrera,/ suave y fuerte a la vez”. ¿El recuerdo puede ser una herramienta útil a la hora de escribir un poema?, ¿por qué?
[JA]: Casi caigo en la tentación de contar en qué pensaba cuando escribí ese poema. Qué trampa explicar poemas. Vos preguntás: ¿El recuerdo es una herramienta útil? Sí lo es. Me parece que creamos desde la memoria, desde los recuerdos, desde lo conocido. Lo que sucede después es misterio.
[AM]: Me gustaría leer de modo completo tu poema “Vigilancia”: “La aduana detiene a una mujer./ No encuentran nada sospechoso/ en su equipaje./ Ella señala su cabeza/ y dice a los vigilantes:/ “Acá tengo un millón de ideas”. Por cierto, la columna vertebral de la mayoría de tus piezas poéticas se articula a través de un pulso narrativo. ¿Qué valor le das a lo netamente argumental en tu poética”?
[JA]: En el poema siempre pasa algo. Yo acomodo los palos como quien quiere hacer una mesa que no tambalee. Para mí es muy importante la música del texto, cuidar el ritmo interno de lo que sea que se está escribiendo. En ese sentido, trabajo la palabra y también trabajo el silencio.
[AM]: ¿Qué vasos comunicantes sentís que se establecen entre los poemas que conforman el libro?, ¿dónde focalizaste la mayor atención?
[JA]: Desde el primer momento, se habla de una naturaleza para nada dócil. El monte impone su adversidad. A mí la naturaleza me puso en estado de pregunta. El recorrido va en esa dirección.
[AM]: Sobre tu toma de partido frente a la escritura, Jimena. ¿En poesía importa más el qué, o el cómo?, ¿por qué?
[JA]: Lo importante para mi es ser honesta en la escritura. Creo que nunca voy a poder elaborar una descripción tan acabada sobre lo que escribo como sí lo hiciste vos. Yo sólo puedo decir que mi búsqueda es sincera. Escribo con todo y con todos. Trato de nombrar de manera concentrada y decido nombrar sin buscar un efecto predeterminado.
[AM]: Según tu criterio, ¿cuándo un poema está concluido?
[JA]: Estoy siempre atenta al movimiento porque sé que muchas veces una sola palabra mal ubicada puede hacer un ruido fuera de lugar. Por eso cuando creo que terminé un texto, lo leo muchas veces en voz alta. Y en esa escucha identifico si hay alguna palabra o forma de decir que se cae o hace tropezar la lectura.
[AM]: ¿Hay poetas que han influido estilísticamente o temáticamente en vos?
[JA]: Sí, al escribir me parece natural dialogar con lo que me interesa y me interpela. La escritura absorbe todo. Voy sumando lecturas y disfruto mucho cuando tengo la fortuna de leer a alguien que no había leído antes y modifica mi experiencia. Por ejemplo, hace no tanto tiempo, me encontré con la obra de una poeta nacida en Gualeguay en 1914: Emma Barrandeguy. Me alucinan sus poemas. Me gustaría leer todo de ella. También hay poetas que leo muy a menudo hace mucho tiempo y me gusta tener cerca. Disfruto mucho la obra de Irene Gruss, Estela Figueroa, Clara Muschietti, Laura Wittner, Juana Bignozzi.
[AM]: ¿La poesía confesional es menos, igual o más valiosa que la poesía que transfigura la realidad?
[JA]: Si hablamos de realidad, en cualquier actividad que se lleve adelante, me parece responsable entender que nadie es una isla en sí mismo. Creo que escribamos o no, todos nuestros actos son políticos y, en ese sentido, transformadores de la realidad. Tenemos un compromiso y una sensibilidad particular. La poesía tiende a volvernos hacia adentro y después nos lleva al encuentro. Entonces, podemos hacer una poesía muy confesional que sea profundamente política. Todo poema puede ser leído en clave política. El lenguaje nunca es inocente. Se escribe desde algún lugar, siempre.
[AM]: ¿Cuál es hoy tu vínculo con la poesía argentina?
[JA]: La leo todo el tiempo.
[AM]: Por último, Jimena, ¿en qué proyectos estás abocada en la actualidad?
[JA]: Estoy corrigiendo un libro de poemas que escribí durante mi embarazo y puerperio. Y también estoy en medio de un proyecto narrativo con el que me encuentro y desencuentro.