Por Ray Paz Quesquén*
Crédito de la foto www.irishtimes.com
La muerte es todo metáfora:
Dylan Thomas o el héroe que descarna sus nervios
Dylan es un héroe, pero no el típico ídolo que salva el mundo de sus desgracias, frustraciones materiales o espirituales, es un héroe moderno, un héroe de la angustia y el nervio, que se tiempla en cada paso que da solo cuando se le contempla en su retrato lírico.
El Dylan atleta de los 12 años que ganó un premio siendo su padre maestro de literatura de aquella escuela; constituye la primera muestra de heroicidad biográfica que se antepondrá a su figura de famoso poeta, hombre sexual, alcohólico y mendigo. Muerto en Nueva York a los 39 años por haber tomado dieciocho whiskys —como sus dieciocho primeros poemas—, todo un récord que indicaría aún en sus últimas palabras.
Sus poemas (92 distribuidos en 6 poemarios publicados) no proponen ensimismamientos, ni ruidosos intentos de suicidios que formulan algunos yoes de otros corpus poéticos, estamos ante un Yo-héroe: hecho de un manojo de nervios, que tiembla al evocar su origen en la metáfora del útero que implica también una forma de tumba (carne – tierra) donde habitan sus insistentes gusanos (corroyendo la vida), acto esencial que ejecuta la muerte. Para Dylan, la muerte es omnipresente, está en todas partes, pero no omnipotente, no lo puede todo, solo en esta estancia el héroe no tiembla, no le teme; aun siendo arrojado al dasein Heideggeriano, a la oquedad de la idea de su ser en la muerte; de ahí que su poesía no sea existencial, confesional, dramática, ensayística; su poesía es celta, yámbica, heptasílaba, octosílaba, caligrámica, de basta influencia en todo el siglo XX por su concepción sonora y antigramatical, opuestos a la socialista década de los treinta.
Del conocido poema “And death shall have no dominion” (‘Y la muerte no tendrá dominio’), que pertenece a Twenty five poems (1936), segunda propuesta que configuraría su ya conocida fama y crítica como poeta y vidente. Tras los primeros dieciocho publicados en 1934, cuando era un veinteañero admirador de Shakespeare, que recitaba de memoria desde los cinco años, Rimbaud, y las baladas celtas; donde le recordamos el célebre y muy traducido “I see the boys of summer”.
La crítica siempre se ha detenido a sospechar que Thomas propone en su poética temáticas sublevantes como: la Infancia (observación plena de la naturaleza que muere). La Juventud (el amor, el cuerpo, las relaciones incluso la plenitud, mueren). La Adultez interrupta (—la familia rota— esposa/ infidelidades/ tres hijos, el desengaño, el alcoholismo, que mueren o estarán próximos a morir para sí mismo).
Estos tópicos se resumen en figuras o metáforas, que circundan sus muchas veces no premeditados poemas, aunque habrá que tomar en cuenta la obsesiva forma de componer que tenía basado en la oralidad (ritmo y cadencia del poema), pues un poema quedaba listo, después de haberlo leído tres, cuatro o cinco veces en voz alta y el oído quedase afinado como al son de una lira. Podemos tomar como antecedente la forma de componer del cientifista más grande del realismo literario: Gustave Flaubert.
Estas figuras medulares son:
- El origen, donde se implican: infancia, familia, naturaleza y religión.
- El nervio, donde se implican: amor, juventud, adultez, alcoholismo, deudas; tópicos que segregarán la angustia como método mediante el cual se descubre el verdadero origen del origen.
- La muerte: principio de todos los tópicos que componen su visión poética.
En el poema “My hero bares his nerves” (‘Mi héroe descarna sus nervios’), resuenan estos versos:
Praising the mortal error… (‘elogiando el error natural…’)
Of birth and death … (‘de nacimiento y muerte…’)
Subrepticia idea que se comprueba en “I dreamed my génesis” (‘Yo soñé mi génesis’) y “When, like a running grave” (‘Como, cuando un sepulcro te sigue’).
Hasta aquí retrotraemos nuevamente la figura del “Héroe Nervioso”, pero sin duda mejor explicado, desde su permanente tópico: la muerte, entonces deducimos que el héroe no le teme a la muerte porque está en diálogo permanente con ella, no para justificar su finitud sino para adentrarse en ella como quien está postrado hace tiempo esperando que suceda. Una loa al devenir de la incertidumbre como su propio yo permanente onmipresente – onmipotente en sus poemas no como la muerte, que es solo omnipresente y gracias a sus metáforas adquiere la otra dimensión de su ser, el poder nervioso que el yo le otorga solo cuando éste quiere, por ello: “And deaht shall have no dominion… Break in the sun till the sun break down.” (‘Y la muerte no tendrá dominio… regocíjate en el sol hasta que el sol se hunda.’)
*(Chepén-Perú, 1993). Poeta. Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Nacional de Trujillo (Perú) y cursos de Simbología Antigua (Universidad de Barcelona) y Arteterapia para el trabajo con niños y adultos (Instituto Europeo de Integración Sensorial). En la actualidad, dirige la editorial Reinos, el programa virtual de Filosofía y poesía Pensar en no Pensar y el programa integral de Lectura Leo Veloz. Obtuvo el Premio de los Juegos Florales de la Universidad Nacional de Trujillo (Perú, 2015). Ha publicado en poesía Cartas a una Reina (2014), Armonía Musical de las esferas (2015), Porn Art (2017), El Niño y la Luna (2018), Progressio Harmónica (2019).