Por: Roger Santiváñez
Crédito de la foto: Caretas
C. 1980
Mis grupos literarios (Parte I)
Katharsis
Cuando yo salí del colegio –diciembre de 1972- se inauguró en Piura –mi ciudad natal- una sucursal de la librería Studium de Lima. De modo que habiendo empezado a escribir poesía desde junio de 1971 –a la sazón en cuarto año de secundaria- me convertí en uno de los más asiduos visitantes de Studium, sita en la popular y comercial calle Tacna de la ciudad de la eterna primavera, como la llamaba mi padre. Y uno de los espacios predilectos de mis cuasi diarias visitas era la sección poética. Allí encontré –hacia marzo de 1973- un librito de tapas anaranjadas con una iguana en la carátula: Estos 13 de José Miguel Oviedo, antología de la generación del 70.
Me lo llevé a mi casa muy emocionado tras descubrir en su interior los manifiestos del Movimiento Hora Zero y las declaraciones de los poetas de la revista Estación Reunida, publicación a la raiz de la cual ‘se inventó un grupo’ como dice –con conocimiento de causa- José Rosas Ribeyro. Lo concreto es que yo fui profundamente conmovido por la agitación literaria que –según el libro- acababa de producirse en Lima hacía apenas un par de años antes. Poco después –en abril de 1973- ingresé a la Universidad de Piura, centro académico conocido mayoritariamente en la ciudad simplemente como La privada. Traigo a colación mi encuentro con Estos 13 porque –motivado por su lectura- se me ocurrió organizar en la Universidad un grupo y una revista poética de vanguardia (inspirado en Hipócrita Lector y en Creación & Crítica las dos revistas más importantes del momento publicadas en Lima) aunque en ese instante ignoraba todavía el significado de aquella palabra.
El ambiente de la privada no era muy propicio que digamos para una aventura como aquella. Regida verticalmente por los sacerdotes y numerarios del Opus Dei, la situación no estaba para proyectos de tal naturaleza. Máxime si sólo el año anterior -1972- se había producido el escándalo del grupo que editaba la revista Trilce en los apacibles y dorados predios de la Universidad de Piura. En efecto, los jóvenes poetas Mito Tumi, Sigfredo Burneo y Carlos Guevara publicaron una revista cultural con el nombre del libro más radical de César Vallejo que alcanzó 4 números. Pero cometieron el pecado –según el Opus- de propalar textos de o relacionados a José Carlos Mariátegui, Ernesto Che Guevara, y hablar de Marx, Lenin, Mao y –además de presentar poemas suyos, sugerir ciertos cambios en torno a la escolástica vida universitaria de la institución. Por supuesto que tal atrevimiento les valió una inmediata carta del rector Ricardo Rey Polis –padre del actual político Rafael Rey- llamándolos al orden y sino, tenían las puertas abiertas del Campus para retirarse ya que la privada no era lugar para tales despropósitos, afirmaba el rector.
Sutil represión que apuró el traslado de Mito Tumi y Carlos Guevara a universidades de Lima, mientras Sigfredo Burneo continuaba sus estudios en Trujillo. En dichas circunstancias mi proyecto parecía no tener posibilidades. Sin embargo, a pocos días de empezar las clases, en una fiesta conocí a un joven poeta llamado Juan Luis Murillo –apasionado de Antonio Machado- quien fue mi primer captado para mi revista que aún no tenía nombre. Juan Luis se comprometió a ayudarme a tipear los hoy matusalénicos stenciles –y a trazar la ilustración para la carátula- que en esa época se usaban porque todo se hacía a mimeógrafo. Hoy recuerdo con afecto y tristeza a Juan Luis Murillo, fallecido antes de llegar a la madurez de su edad.
En mi salón de clase tomé contacto con Ani Du Bois. Ella se entusiamó con el proyecto y empezamos a parar horas de horas comentando diversos aspectos de él. Ani no escribía poesía, pero tenía unos cómputos buenísimos que la llevaban a componer una suerte de prosas reflexivas sobre distintos temas fuertemente críticos del sistema. Podría decirse que ella y yo abrigábamos una especie de ideología hippie en nuestra oposición al orden establecido. Fanáticos de los Rolling Stones y de Led Zeppelin –nos acompañaba en nuestras espontáneas sesiones- su hermana Jennifer Du Bois, pintora –la más hermosa y auténtica rebelde que hubo en la historia de Piura durante mi primera juventud, a quien rindo homenaje en estas líneas –se me oprime el corazón al evocarla- ya partida al paraíso de la eternidad, desde donde sé que en estos momentos me está escuchando y sonriendo –con esa sonrisa tan suya- a la vez irónica, tierna y eficaz de mis tardes piuranas más indolvidables.
La otra persona comprometida fue Federico Chalupa Carrión, a quien yo conocía por amistades familiares desde la niñez, aunque no nos frecuentábamos. Volví a verlo en la Academia Pre-Universitaria San Sebastián –de moda en Piura en esa época- y nos involucramos juntos en la lectura, el placer y la pasión de la poesía. Así como en cotidianas audiciones de rock a todo volumen,por supuesto. Kiko –como lo llamábamos sus amigos- se animó bastante con la idea de la revista y fue justamente conversando con él que decidimos –lectores de Aristóteles en esos días desaparecidos- bautizar a nuestra revista como Katharsis. Andábamos todo el día alucinando con dicha expresión. Todo –ir al cine, oir una canción de Black Sabbat, contemplar a una linda chica, vagar por Piura- constituía una katharsis desenfrenada del alma. Y escribir un poema, por encima de todo, la katarsis suprema.
De modo que nos dimos a la preparación del primer número de Katharsis. Reunimos poemas de Murillo, Federico Chalupa, míos y una prosa radical de Ani Du Bois. Las ilustraciones eran de Murillo incluyendo la carátula que consistía en un bebé dentro de su placenta, simbolizando el nacimiento de algo o alguien nuevo. Y –claro- escribimos un potente Manifiesto titulado Nosotros decimos –que desde el nombre refleja clara influencia horazeriana). Todo estaba listo para la salida de la revista, cuando en eso –súbitamente- Ani Du Bois salió en viaje hacia los Estados Unidos. Con su viaje, el grupo perdió una mística que era esencial. Continué solo el proyecto con Chalupa, integrándose poco después Jimmy Atkins, joven estudiante de ingeniería.
Los meses pasaban y Juan Luis Murillo nunca me entregaba los stenciles que él tenía en su poder, para preparlos y poder llevarlos a su impresión. Jamás llegué a saber la razón de su demora. Pasó la mitad del año y mi amigo me daba largas y largas. En los meses finales de ese 1973 yo me dediqué –en cuerpo y alma- a configurar mi primer libro de poemas. Fue fundamental en el armado del poemario, una conversación sostenida con Marco Martos –en la ocasión que lo vi cuando viajó a Piura a las exequias de su señor padre, el escritor, maestro y periodista Néstor Martos- . Guiado por los consejos del autor de Cuaderno de quejas y contentamientos (1969) pude presentar a los IV Juegos Florales de la Universidad, mi colección Entre el paraíso y el infierno obteniendo el primer premio en poesía. Con todo esto me olvidé de Katharsis todavía “secuestrada” por Juan Luis Murillo.
Unos días antes de fin de año, decidí apersonarme en la casa de Juan Luis y sólo así logre recuperar los stensicles que ya estaban tipeados y el dibujo de la tapa realizado; por lo cual me intrigó aún más la razón por la cual Juan Luis nunca me los dio cuando debió hacerlo. Ya el momento de Katharsis había pasado. Era el verano de 1974. Kiko Chalupa viajó a USA –para visitar a una enamorada- y yo salí para Lima donde postularía mi traslado a la Universidad de San Marcos –siguiendo la sugerencia de Marco Martos también-. De modo que mi primer grupo literario fue una ilusión que no se concretó. Pagamos tributo a la inexperiencia, así como a la inercia que nos rodeaba; pero fue una utopía que valió la pena: nos permitió soñar –en la plena inocencia de los 17 años- con una actitud de cambio y rebeldía que –tiempo después- nos ofrecería nuevas perspectivas de realización.
A la manera de los films de Hollywood cierro señalando: Federico Chalupa siguió fiel a su amor por la literatura. Hizo un Ph.D. en los Estados Unidos llegando a ser Director del Departamento de español de Bowling Green College en Ohio. Ani Du Bois es psicóloga y actualmente prestigiosa psicoanalista en el área del norte de Nueva Jersey, USA. Jimmy Atkins se graduó de ingeniero y trabajó muchos años en la zona petrolera de Santa Cruz en Bolivia. No me pregunten cómo pasa el tiempo.
[Collingswood, New Jersey, marzo 2016]