Mil relámpagos para un vengador. Postfacio a «Hipercolibrí» (2017), de Juan Salzano

 

Por Khatarnak y Khabandar*

Crédito de la foto (izq.) www.festivalpoquitafe2014.blogspot.com /

(der.) Ed Hekht

 

Mil relámpagos para un vengador.

Postfacio a Hipercolibrí (2017),

de Juan Salzano

 

 

ray……………“en un modesto y explosivo / intervalo del mundo”, como en el intervalo entre los árboles, puede pasar un rayo de cosmos, integrado a lo espacial y a lo no espacial, multidimensional y no dimensionable, a los pies del alacrán, abierto a las señales.

Intervalo modesto ya que sucede en un silencio de mundo, si bien explosivo, escamoteando el ruido ambiente, dejando refucilar la nota baja de la sobrenaturaleza percutiendo en nosotros, los hipercolibríes. Se nos antoja (con pruebas en la mano) que Sandino Dovalí, Andrés González y Yaxkin Melchy, poetas alienígenas de México (a cuya tribu De Salz dedica el último poema, Canto del Hipercolibrí), también dejan pasar por esos intervalos sus ecos cosmóforos, para alcanzar a la vez por un golpe de space-rock y de silencio-soma, el universo que se emite desde tal hiancia habitada. El Hipercolibrí intersecta Los Planetas de Yax: “planetas recién nacidos, / desperdigados como dados o runas o / moléculas de sal sobre las mesas / carnosas de la galaxia (…) es el mundo ballena enfiebrada de planetas”. Y Los Planetas de Yaxkin (2012), intersectan los de Juan: “cereales estrellas / constelaciones cereales / estrellas / espigas de galaxias / cereales estrellas (…) urdimbre / sociedad de estrellas”.

¿Cómo volvieron al versor estas sociedades, después de tanto, en medio de tan poco (= cierto destino de socialiqueo que no parecía tener ni más allá ni más acá)? Cuentan que estos socionautas no interponen trivias ni menos un claustro a la capacidad de envolvimiento de la corriente continua, y reticular (será el Gaudí estelar), del relámpago inmanente a los hipermundos. Detonan asperges de nuevos perfumes de individuación (aroma de apariciones, dirá Madariaga, o Juan: “Es el mundo que amamanta a los perfumes”), sin la menor obstrucción olfativa. Es que habemus cosmologías y no hay “EL Cosmos” y ellas son de aquí junto: van de “esas células arpistas que te estallan” a este “corazón ensortijado de galaxias”[1]. ¿No extrañábamos esta maraca forastera, anecdotiques lecteurs, mes blablables? ¡El cine de la realidad pierde un puñado de actores!, lo confirma Salzano: “un planeta ha perdido uno / de sus zombis”, fuga vehiculizada por quien transita la banda oscura de los amperios nativos, sin imperios a la vista…

 

ray………….como si el último rito cotidiano que fuera a quedarnos consisitiera en oblar al imperio de las redes, ya que no llegamos a la tela de araña –a esta fibra, a ese polímero–, en cambio notamos que este vector refucilar esplende con sus relámpagos precámbricos: “la autoridad del cotidiano en cada letra / desmentida por conatos germinales / de neanderthal”. O en parecido destello: “Estos también son ritos cotidianos / que no tienen prensa”. Los leemos en el poema: “nos levantamos a sorber / el líquido sacramental de la luna”. O un poco antes y por todo el libro: “la hendidura / por la que sopla y chilla el prana”, ya que habrá que atreverse a decirlo: “venimos desde lejos / a esta misa entre las piedras”, pero a la vez “no están lejos / los vengadores de Planeta Zumbido”. ¡Y que lleguen pronto!

Ya arribaron, de todos modos, y entre ellos De Salz reparte su puñado de serpientes: “No hay anécdotas. / Lo que hay / son las cenas insectadas en los huesos, los abismos / donde se dispersan los moluscos”. El zumbido no es una retórica manoteada: hace instalación concreta en la voz si traspapela señales, si insecta: “transforma estas postales / en señales”, y sus rayos son tan activos en la acupuntura despeinadora del biendecir, que como primer electro marca y disuelve las taquicardias del carrito de compras del poema, sus anécdotas entre saberes y relaciones humanas, acontecimientos históricos y hechos consuetudinarios, más otros emotivos desencantos de familia.

Los poetas alienígenas ( = intraterrestres) trabajan lejos de ahí, con los restos enjoyados que portan, que no se parecen en nada a la basura que tiene prensa o instalación: “elegantes / y descastados, casi el resto sucio”. Resto sucio porque desbordó los limpios entendimientos sin virtualidades psíquicas, psiquismos no-psicológicos: ni deprimidos ni deprimentes, ni cargados de estímulos. Resto porque –releámoslo–: “un planeta ha perdido uno / de sus zombis”. Y al que se resta ya no lo arrestan en la cárcel del noticiero en cada uno. Resto, también, ya que hay que escribir de forma líquida o gaseosa, precisamente porque la percepción normal y la opinión ordinaria son sólidas, geométricas (Deleuze). Lo gaseoso, el pneuma, el flato, la eruptiva, el vapor, restándose de los sólidos heredados, eyectados del catastro de lo que nos sucede o suicida.

En El contrato natural escribe Michel Serres: “Los organizadores del espectáculo sólo nos ofrecen imágenes de cadáveres, de la Ilíada a Goya y del arte académico a la televisión nocturna (…) A nuestra cultura le horroriza el mundo (…) así es como la Tierra se convirtió en la enemiga común”. Y concurriendo con Merleau-Ponty: “La solidaridad del hombre con el mundo, que no está abolida sino reprimida por la percepción diaria, por el pensamiento objetivo”. Luego, a través de los siguientes versos de Hipercolibrí, nos atreveremos a distinguir algo más afilado que “el mundo” tal cual se nos brinda en la expresión, porque se trata de “el mundo piel de camello entre las zarzas / el mundo adoquines transdimensionales (…) el mundo infraliviano de las joyas que te arden”.

 

El poeta Juan Salzano
El poeta Juan Salzano

 

ray……………..por ahí baila ese paria blando y versátil, vengador a carcajadas, proponiendo sus acciones sin un ápice de conciencia: “Una suspensión del pensamiento (…) aunque hay suspensos y suspensos” (¡por cierto!). Por eso abunda en este libro una acción de suma destreza contra-refleja que remite a sociedades tanto más materiales que las prensadas o prensarias. Gabriel Tarde: “Se nos habla de sociedades animales, ¿por qué no de sociedades atómicas? E iba a olvidar las sociedades astrales, los sistemas solares y estelares”. Melchy escribió, tardianamente: “sociedad de estrellas”, y tanto menos mencionadas que sostenidas en su descontenidista percatación: ambula ab extra… Extratemáticas: nadie pide que se las tematice, más bien que se las rumie en buen lugar, aunque se acabe refiriendo a motos, esfínteres o pastillas.

Ahora bien: este vengador no tiene nada hostil ni hay venganza fílmica, es llanero veloz y ligero mientras se traslada en sus relámpagos, es un corazón de reptil amorosamente dubitativo al momento de repartirnos su política de las suspensiones: “o no, ni nos toque (o sí, pero no / tanto): o al menos nos conceda / un poco”, qué cosa (lo sospechamos): una “invasión satelital”. Satellites of love, le canta otro reptil de gafas adosadas, agregando Lou Reed: “algo como eso / me lleva fuera de mi mente”. Ahí donde se insinuaría que termina todo, La Cosa extraconsciente se inicia, la invasión satelital empieza, me lleva, y se parece a las inteligencias del relámpago: suspensiones eléctricas (electric warriors). “Ya está todo / concluido. Ya es hora / de empezar”. El abandono y la de(s)posición es el punto sensible (Ioa es diádoco de Sacher Masoch: compone sus escenas satelitales bajo las maneras del suspenso). A la vez participa la confianza que abre las compuertas de par en par al soma, en ese punto donde se columpia suspendido del aire, entre lo gaseoso y lo satelital ( = gravedad cero, nueva inestabilidad). Parecerá entonces que giramos entre sufís de Rumi: la generación se renueva desde la anegación en la que se pone a flotar el pensamiento, y así el vengador puede atraer, sin altisonar, su infinito singular por mareas recurrentes de suspenso y génesis: “Exaltación, abandono, sobre todo confianza: es lo que hace falta para acercarse al infinito” (Ernst Jünger). Ahí De Salz es un gramo más específico: “es un brusco polímero / infinito”.

 

ray………………..justiciero del zumbido, viene a reactivar una medicina antigua y desconocida ante la conocida renovación de la conciencia como veneno parlante, el de las “tías parlantes”, decía Perlongher, neoclasicismos de la manifestación con sus panelismos de sí a toda hora, en nada similar a aquella otra conciencia como “gloria cerebral” que, según Bergson, es el elemento más fluyente del cerebro: “causa visiones, nos hace / ver doble, triple. Nos encaja un / órgano en la conciencia, una fiebre de perros”, señala nuestro argonauta.

Pero hubo que reponer aquella sección venenosa de la vida, que ni ve triple ni se afiebra ni se encaja de órganos, como si Fechner, Freud, Jung, Lacan, Reich, Lapassade, Guattari (por mencionar sólo psicólogos y psicoanalistas), más todos los mandriles, huemules, hipercolibríes, Shaktis y ayahuascas del globo, no hubieran existido para mostrar toda una diversidad incipiente de inconscientes operativos que recién se empiezan a investigar (¿no lo muestra César Vallejos por su cuenta y riesgo, en las pinturas que se incluyen en este libro, o los primeros treinta años de cierto linaje del rock?). Muestra, nos parece, que la conciencia per se es apenas una subespecie de la vida, aunque se la ice a Sra. Importante. Por eso, a la manera del hipercolibrí, habría que arremangarse químicamente y no ideológicamente, “hasta olvidarnos / del “Sr. Importante” que amenaza / detener el viaje con su lepra de yoes”.

Puede pasar, sin embargo, que sea más cómodo y customizable detener todo itinerario por el pliegue orgánico ya que “estos habitantes infinitesimales de ciudades misteriosas están tan lejos de nosotros, que no hace falta asombrarse si el ruido de sus discordias interiores no nos llega, y sus diferencias interiores, si existen como yo creo, deben ser de una sutileza inapreciable para nuestros burdos instrumentos”, desliza Tarde, desde temprano, al punto que unos pocos –los hipersalzanos– parecen escucharlo.

 

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ray…………..un relámpago de una inteligencia con inconscientes activamente infiltrados opera en esta lengua: el pico del colibrí como punta de máquina y flauta mágica, extrayendo el zumbido-ahora, el zumbido-todavía, que recién se está empezando a retomar y transportar por el planeta (“los insectos que transportamos”), en unas naves que son casi el resto sucio de las metrópolis, ciudades que a su suerte quedarán enredadas en sus parlantes. Lo acaba de plantear en otro posfacio de esta colección Rafael Cippolini: “¿por qué no atrapar de una vez por todas ese insistente zumbido?”.

Este libro y cada libro de Ioa invitan a una crudeza de agenciamiento que, de asumirse por la lectura corporante antes que por el aplauso que despacha, es la acción del planeta zumbido in corpore: devenires-colibrí ahí donde se lee y escribe en frecuencia con la inteligencia perfecta: el relámpago, o sencillamente con el ángel, según uno de los versos del libro: “Todo ángel es / relámpago” –y cada población su zumbido–.

¿Qué será leer / escribir en el zumbatorio o en su planetariado universal? Tal vez un tallado al agua del receptor sólido para su paulatina conversión a los flujos indomeñables. “Alta rotatividad”, satélites de Alta Rota, aunque su cadena se llame ¡Lanza Relámpagos!, cartel encendido al inicio de cada poema para tunearnos de flash y hacer pasar su largo vaso fosfenodélico. Luego, es un rápido trago que hay que poder deslizarse al ir leyendo, más bien invocando, a cada inicio de poema, la inmersión que enciende el colibrima. Condición que nos propone para entrar en poema, destorturada de las consabidas condiciones. Pasa por investirse de una magia contaminante que es situacionismo axial (por ochígero), una colocación canora: “la sinfonía incantatoria / de la materia”. Justo Ioa, un deleuziano de la barbarie, relanzando tan buen estribillo que perdurará relevando toda una contracultura terrícola / celeste.

 

ray…………….por eso Ioannes se viste aquí y allá de protagonista de The Clockwork Orange (lo vimos en más de una noche del planetariado y en el Satélite-14) porque su ojo marcado y c(a)osmetizado, vela en las extraconciencias inhumanas del plano. ¡Qué alentía devolver el ojo cíclope a la naturaleza y la línea de fuga al socioenema! Ojo cosmético que contrae polvillos y kohles: colibrí que se embriaga de haecceidades. Extrae funciones que son relámpagos del extra-ser. Cada vez que lanza uno el vengador actualiza una justicia del corazón. ¿? “Un camino / hacia el corazón de la materia”. ¿No es ésta la operación-colibrí?; donde planea la sinfonía de “los sentidos / múltiples del coro”. Esto porque su salza fosfénica, en su arqueología del sorber, demuestra que hay un pueblo escondido al que dar relieve a través de esa punta (el pico del elixir). En el corazón de las cosas está la diversidad antes que la unidad (sugieren los realistas en filosofía): ahí yace el CORo. Y ese coral se realiza por seguimientos de poblaciones, como en Perse (el Persa), poblaciones sin conciencia de clase o de Nación: el siglo XIX-XX, en Hipercolibrí, concluyó – “ya es hora / de empezar”–. Y este ritmo resulta cardial por diferenciales de latidos exorgánicos… devolviendo la inquietud a la epidermis… ¿El colibrí no es el exaltado en esa función? El latido de los soplos que lo poseen “como soplo / de relincho y eléctrico galope, como crines”.

Habría que con-siderar largamente ese ductus del colibrí. Cada gesto perfórmata busca un ducto así, que penetre, absorba, revuelva y lance en un medio. Un ductus con tales características es la pura praxis, y como tal apura el reverso de la mercancía (la pose, la data), mientras muestre semejantes tratamientos de (con)ductos contrayendo pueblos sin un solo asomo de ser: “no son seres los que nadan y verdean”.

¡Que estas huestes vivan siempre lúcidas en el intervalo! Y que el estribillo lanzado abra el ductus del nuevo sig(i)lo o su había alguna vez:

 

………..“Alguna vez

………..habrá que desaprender todas

………..nuestras simplezas.”

 

Ciudad Verano, 2022.

 

 

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[1] “Un ángel de la NASA vuela fijo, se desplaza alrededor de la tierra a la vez inmóvil y veloz, como una imagen pura, sin espesor ni peso (…) La decantación de todo saber está en la cosmología (…) La poesía de nuestro tiempo emite señales, signos, sin saber si, del otro lado del espacio, alguien va a responder”. Severo Sarduy, Nueva Inestabilidad, 1987.

 

 

 

 

 

*Desde 1997 colaboró en las revistas tsé = tsé, nunca nunca quisiera irme a casa, Ramona, Ombligo 23 –códex molecular– y Plebella. Del 2002 al 2014 fue coordinador del colectivo perfórmata Frente Dionisíaco Pira. Del 2002 al presente es creador recurrente de la Estación Orbital Alógena y copartícipe del colectivo LSD (Laboratorio Sintético Deleuziano). Ha publicado en poesía Ovnipersia (2001), Umbanda Jackson (2003), Boingo-Bong (2008), Breve Diccionario de brujería portátil (2008), Zoor-B -muestra de inéditos- (2011), Informalescencias con ethos al barroco (en Poemas Completos de Néstor Perlongher, 2012), Perfórmatas “X” Alógenos (AAVV, 2013), Los documentos de la Escuela Nocturna –informe hermético-brujo– (2015), ZOOR –poesía– (2016) y ¡Santas Incubaciones! -seis no-relatos- (2017).

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